El sindicato reclamó aumento salarial y el cumplimiento de
un laudo arbitral, por el pago de desahucios e indemnizaciones a los
despedidos. En la mañana del 28 de mayo la empresa “Patiño” convocó a la
dirigencia a negociar, sin embargo, fueron detenidos y desterrados a Chile. Al
medio día se declararon en huelga y la represalia obrera procedió a secuestrar
funcionarios. Decían ellos: “‘Tenemos apresados treinta y tres gringos como
rehenes y los tendremos hasta que regresen nuestros dirigentes, en caso contrario
pagarán con sus vidas este nuevo abuso del gobierno...’” (Lora, 1980: 647).
Abalanzada la represión fusilaron a dos empleados norteamericanos y un
boliviano.
A las 4:30 de la tarde “… los regimientos ‘Colorados’,
‘Andino’, ‘Camacho’ e ‘Ingavi’, dos de infantería, uno de caballería y otro de
artillería, con más de un regimiento de carabineros con 1.500 soldados,
atacaron el campamento (…). Los trabajadores, (…), lograron contener el asalto
de las tropas combinadas del ejército (…) Al día siguiente (…) –era domingo-,
ya no hubo un nuevo asalto, sino que el ejército comenzó un bombardero
sistemático del campamento de Siglo XX, causando muchas bajas entre mineros y
demoliendo muchas casas -el lunes- (…) 30 de mayo, después del ‘ablandamiento’
de la artillería, se efectúo un nuevo asalto general (…) penetrando casa por
casa en el campamento de los obreros.” (Valencia, 1988: 2090, 91). Se terminó
masacrando “… doscientos o trescientos obreros (el gobierno reconoció que
murieron 144 y fueron heridos 23)...” (Lora, 1980: 649). El hecho trajo
críticas de la prensa a los “azuzadores” de la acción obrera, la mentalidad
colonial de los “periodistas” al servicio de la patronal, guardó silencio
sepulcral por los mineros muertos.
Fuente: www.eabolivia.com
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