Fotos: 1) Frontis del Hospicio San José. 1900. Calle Recreo
- Fuente: Archivo Sociedad Católica de San José. 2) Directorio Sociedad
Católica de San José, 1878. Presidente Rvdo. Juan de Dios Bosco.
Archivo SCSJ. // Por: Laura Escobari de Querejazu. MENTALIDAD
SOCIAL Y NIÑEZ ABANDONADA. LA PAZ (1900-1948)
SOCIEDAD CATÓLICA DE SAN JOSÉ Y REDES DE PODER
LOCAL
A instancias de los padres franciscanos de La Paz,
Bernardino Gonzáles, Guardián del Convento de la Recoleta y del padre Rafael
Sanz, el 4 de agosto de 1878, se reunió un grupo de ciudadanos paceños
católicos, con el fin de poner en marcha la “Sociedad Católica de San José”.
Esta primera Sociedad, nacía en torno al sentimiento paternalista de un grupo
de élite de la sociedad, a la sombra de las ideas conservadoras de la época. El
amparar a los desvalidos y huérfanos, y sobre todo la de educar a esos niños en
escuelas gratuitas, con el fin de encauzar sus ideas e inclinaciones dentro del
catolicismo, era una manera de “no sólo de magnificar los sentimientos altruistas,
[de los socios] sino de otorgarles valores morales”. Con su creación,
pretendían también responder de manera airada, a la masonería liberal, que
cobraba cada vez más adeptos en las clases altas de la sociedad. La masonería,
venía dándose en los países vecinos, cuestionando el sentimiento liberal de
cambiar las tradiciones, especialmente en la libertad de creencias religiosas,
motivo por el cual eran muy cuestionados por los conservadores.
El interés que movía a los socios en todas sus acciones, era
el prestigio y honor que la pertenencia a un grupo católico, les daba dentro de
la sociedad paceña.
Una sociedad con esos principios, con gente de clase alta
movida por acciones a favor del pobre, estaba “bien vista” por la colectividad,
porque mostraban una dedicación benevolente y patriótica, dedicándose a aliviar
los sufrimientos de los pobres e inválidos. (María Robinson Wright 1906, 219).
El objetivo de la Sociedad Católica, era instituir una Casa
de Caridad, que amparara a todos los mendigos, pobres, huérfanos, ancianos,
inválidos y locos, que deambulaban por la ciudad, para de esa manera, cumplir
con el mandato de la iglesia, de ampararlo, pero al mismo tiempo venía a ser un
freno a la gente pobre y necesitada, que se podría volver turbulenta y
anárquica, si no estaba sujeta a principios morales de beneficencia. Por lo
tanto, la iglesia les servía para frenar cualquier atisbo de insurrección
social.
El Concejo Municipal, apoyó la iniciativa, donando un predio
que había sido, coincidentemente, Casa de Recogidas, o mujeres de mala vida en
el siglo xviii, y en la época de la Independencia cuando ya no había
rastros de aquella Casa, el sitio fue albergue de los ejércitos realistas y
luego hacia 1850, funcionó como la Casa de la Moneda. (Escobari de Querejazu,
Laura 113 años de Historia. Sociedad Católica de San José. Ed. Cyma. 1990.)
La Sociedad, se constituyó con la participación de tres
clases de socios, los activos, los contribuyentes y los honorarios. Con
diferencias en las obligaciones de asistencia y cuotas, unos asistían a
reuniones y a misas, y los otros solamente en el sostenimiento de la Sociedad.
Los socios honorarios, conformaban la Sociedad en mérito a sus buenas
costumbres morales, cumpliendo con la imagen que se quería dar de ella. Fueron
socios honorarios, los sacerdotes Bernardino Gonzáles y Rafael Sanz, así como
los Presidentes de la República. También hubo socios adscritos, como los
pertenecientes a la Sociedad de Artesanos La Paz, de la que hablaremos más
adelante.
Si bien en los estatutos de la Sociedad, se instituía como
misión propagar el evangelio y amparar al pobre, la Sociedad Católica de San
José y las demás de su ramo, tenían también una misión oculta: establecer lazos
de poder social que ubicaran a quienes participaban de ella, en una especie de
red secreta de amistades que no debió estar excluida de la masonería liberal a
la que pretendían debilitar, por lo menos aparentemente y de cara a la
sociedad. Sin duda, fue uno de los intereses íntimos de las personas, al
asociarse el hacer amistad, o fortalecerla con personas cercanas y confiables,
que les pudieran otorgar poder, en cualquier circunstancia de la vida pública y
privada. De esa manera, se entiende el que muchas personas fueran sodas de
varias instituciones al mismo tiempo, incluso aquellas que prestaban servicio
civil al poder político y al municipal.
No otro fue el interés de los miembros de la Sociedad de
Socorros Mutuos y Beneficencia “San José”, de la cual salieron algunos miembros
a fundar la Sociedad Católica, de la misma advocación como el caso de
Hermenegildo Simbrón, que pertenecía a la “Sociedad de Beneficencia y Socorros
Mutuos San José”,( Fernando Chuquimia, 1998, 18. Conformaban la lista
de socios en el momento de fundación de la Sociedad Católica San José, Rosendo
Mallo, Hermenegildo Simbrón, Santos Eyzaguirre, Juan de Dios Medina, general
Villamil, coronel Murguía, comandante del ejército Lorenzo Delgado, Vicente
Calderón, Ricardo Guillarte, Clemente de la Quintana, Antonio Morris, Daniel
Bailón, Vicente López, Eusebio Monroy, Víctor Bustillo, Manuel Nuñez del Prado,
Néstor Aramayo y otros.) cuando se asoció a la Sociedad Católica de San
José.
La “Sociedad de Beneficencia y Socorros Mutuos San José”,
tenía por finalidad asistir a hombres y mujeres necesitados, auxiliándoles con
medicinas y atención profesional a enfermos. También cubría otros gastos, como
los funerarios y educativos. En la idea de elevar el nivel cultural de la niñez
y juventud, entre los años 1885 y 1886 fundaron una escuela de niños,
patrocinada por los socios de la institución y el gobierno. Su primer director
fue Agustín Aspiazu y Gregorio Pacheco colaboró en la formación preliminar
infantil; mientras que Serapio Reyes Ortiz, importante personaje político de la
época, donó uniformes y fusiles de instrucción. El senador de la República Luis
F. Gemio, enseñó en la escuela y el ex-prefecto y comerciante de la ciudad,
Adolfo Gonzáles donó algunos recursos a la Sociedad para solventar algunos
gastos. También fue socio y colaboró con la Sociedad, el sacerdote Tomás de los
Lagos Molina.
Todas estas personas eran muy conocidas en el ámbito
nacional y ciudadano. Agustín Aspiazu fue un afamado profesor de la escuela
Secundaria y catedrático de la Facultad de Derecho de la Universidad Mayor de
San Andrés, fue también Rector de la Universidad, diputado nacional y miembro
de dos Asambleas Constituyentes en la década de los sesenta del siglo xix.
Serapio Reyes Ortiz, fue abogado y profesor de Literatura en la Universidad
estatal paceña y Rector de la misma. También tuvo el cargo de Ministro de Gobierno,
en la presidencia de José María Achá, (1861-1864), además de Prefecto de La Paz
y Ministro Decano de la Corte Superior de Justicia.
Contrastando con el prestigio que tenían los miembros de las
Sociedades Católica de San José y de Socorros Mutuos, de la misma advocación,
fue relevante la creación de la Sociedad de Artesanos de La Paz, como una parte
que se integraba en la Sociedad Católica de San José, pero cuyos miembros
pertenecían a la clase media baja de la ciudad. Ellos aportaban un real mensual.
A los socios de San José, les interesaba la participación de los artesanos por
razones políticas. Ellos necesitaban socios de clase media, para justificar un
espíritu católico de igualdad. Por su parte, a la Sociedad de Artesanos le
interesaba relacionarse con los “doctorcitos” de clase alta, para poder acceder
a situaciones que mejoraran su condición social y económica, tales como el
compadrazgo y la preferencia para inscribir a sus hijos a las escuelas que
fundaba la Sociedad Católica de San José y al mismo Hospicio, donde recibían
una mejor educación que en colegios públicos.
La administración del Hospicio, corría a cargo del
Directorio, en conformidad al Reglamento y Estatutos aprobados por el Supremo
Gobierno. El Directorio se componía de doce miembros, que se elegían cada año,
entre los numerosos socios que componían la Sociedad. De entre estos, se
nombraba un Presidente, dos vicepresidentes, un secretario, un tesorero y un
inspector. A partir de la fecha de fundación, los socios se reunieron en
asambleas periódicas en el Colegio Apostólico Misionero, alternando con la casa
del presidente de la institución. Los primeros socios fueron “distinguidos
caballeros” de esta localidad, como Zenón Iturralde, Juan de la Cruz Cisneros,
José y Julián Cisneros, Manuel B. Mariaca, Monseñor Facundo Castro, José Santos
Machicado, Bernardino Sanjinés, Diego Monroy. Todos ellos recibieron medallas
de San José, al ingresar a la institución y debían usarlas en las ceremonias
especiales. El primer presidente, tuvo que ausentarse de la ciudad al año y
medio de fundación, por lo que fue sustituido por el padre Rafael Sanz, quien
ostentó el cargo hasta su muerte 16 años después.
La fundación de la Sociedad Católica de San José, tuvo
pronta repercusión fuera del país. Seis años después de su inicio, la Unión
Católica de Chile, la invitó a asociarse a su organización que comprendía
círculos de obreros, escuelas nocturnas, algunos periódicos católicos y un gran
Círculo para la Juventud. En carta de octubre de 1885, el presidente de la
Unión Católica de Chile, invitó al Presidente de la Sociedad a desplazarse a
Santiago, para reunirse con ellos y las organizaciones citadas. La Unión
Católica de Chile, estaba asociada ya al Círculo Católico de Montevideo y a la
Unión Católica Argentina. Todas ellas se movían por principios católicos.
De acuerdo con la Constitución de Bolivia, las instituciones
de caridad, debían funcionar bajo el auspicio material de las municipalidades y
del gobierno local, (María Robinson Wright 1906, 219. Esta autora afirma que
además de las aportaciones del estado dedicados a la beneficencia existían las
aportaciones particulares. De acuerdo a esta investigación absolutamente todas
las aportaciones de beneficencia vinieron de instituciones particulares y
solamente recibieron apoyo del estado a través de las municipalidades.) sin
embargo, los establecimientos de beneficencia fundados en La Paz, fueron
administrados por directorios de asociaciones privadas y solamente recibían un
sustento mensual del Concejo Municipal de las ciudades.
Financieramente la Sociedad Católica de San José de La Paz,
necesitaba entre 5.500 y 6.000 bolivianos anuales para funcionar. Al principio,
contó con el apoyo del Concejo Municipal, presidido por Ignacio Zapata, quien
cedió a la sociedad la casa cuyo predio conserva hasta hoy, además de asignarle
anualmente 30.000 bolivianos.( Bolivia. Primer Centenario de su Independencia
1925, 744.) En 1882, la Sociedad logró realizar uno de sus más anhelados
fines sociales, cual era la creación de un Asilo y Hospicio de huérfanos y
ancianos, de los cuales la ciudad de La Paz carecía. Contribuyeron con
generosos donativos los señores Pacheco, Arce, Ascarrunz, Méndez Llano, esposos
Monroy, España, Torres Belmonte, Benigno Clavijo, Genaro Soliz, Maria Paz
Salazar v. de Clavijo, Josefa Lucero y otros, de los cuales la Sociedad
conservaba retratos en el “salón de secciones” en señal de gratitud. Modesta
Sanjinés Uriarte, Matías Rabelo y Natalio Bernal apoyaron con pingues limosnas
para la construcción del edificio. Benigno Clavijo obsequió una cocina de
metal, con todos sus accesorios y Genaro Siles legó una valiosa imprenta en la
que se editaron obras de importancia, sirviendo a la vez para la instrucción y
perfeccionamiento de los niños en el arte gráfico.
Además, contó también con fondos procedentes de donaciones y
legados testamentarios. El legado más importante fue el Méndez Llano, uno de
los principales benefactores del establecimiento. Dejó en su testamento, una
cuantiosa suma con el exclusivo fin de proporcionar una carrera profesional a
los seis mejores alumnos, en virtud de lo cual, se enviaron varios niños fuera
del país a continuar estudios eclesiásticos. También se contó con la
contribución de la población a través de limosnas en cajas colocadas en la
Catedral, San Agustín y La Recoleta, donde en la plática dominical se instaba a
los feligreses a contribuir con la recaudación, explicándoles los nobles fines
que se proponían. Hubo críticas airadas a este método de recaudación,
expresada por corrientes de izquierda, a través de escritos en revistas
mensuales, donde se hacían criticas con alusiones a la ostentosa riqueza de
quienes conformaban la Sociedad y la Iglesia Católica en general.
ANTECEDENTES
DEL HOGAR SAN JOSÉ. EL EDIFICIO DEL HOSPICIO
La primera acción de la Sociedad fue poner en marcha una
escuela gratuita para niños pobres. A los cuatro meses de su fundación, en
diciembre de 1878 se consiguió alquilar un modesto local, que era en realidad
un piso de una vivienda, al que dividieron en cinco secciones, con la
posibilidad de acceso y uso de un patio, por la suma de veinte bolivianos
anuales, como arriendo. La enseñanza y regencia estuvo a cargo del presbítero
Juan Manuel Machicado. El 20 de enero de 1878, se tenían inscritos veinte niños
pobres, hijos de artesanos, “siendo otros decentes...”. La Municipalidad les
regaló los primeros cuadernos y libros de lectura. La inauguración de la
escuela, se hizo con gran pompa, repartiendo invitaciones a todas las
autoridades civiles, eclesiásticas y militares, al fin y al cabo lo que más
interesaba era el figurar.
El acto de inauguración, tuvo lugar en el templo de San
Agustín y para honrar la asistencia del Presidente de la República y demás
autoridades, toda la Directiva fue al Palacio de Gobierno, para acompañarlos en
una caminata de tres cuadras hasta el templo de San Agustín. Observaron el
mismo protocolo, una vez terminado el acto de inauguración. La misma cortesía,
mostraron con las autoridades eclesiásticas invitadas. Todos los miembros de la
Sociedad, se presentaron en riguroso traje de etiqueta, con la medalla de San
José en el pecho, pendiente de una cinta blanca. Hubo discursos de los
sacerdotes Rafael Sanz y Bernardino Gonzáles. Luego del acto, se dirigieron a
la escuela, donde el Presidente de la Sociedad, dio por inaugurada la “Escuela
Católica”. Todo el movimiento ciudadano que se produjo en torno a una obra de
filantropía, tenía un trasfondo más complicado de lo que se podría apreciar a
primera vista. Entre otras razones porque en definitiva, no se trataba
solamente de una cuestión de beneficencia, sino de fantasías culturales
colectivas, relacionadas con la cultura de la fiesta y el prestigio social.
A la primera escuela, fundada con gran pompa, la siguió otra
nombrada “San José”, fundada en 1880, y que funcionó hasta el sexto grado en el
local donado por la Municipalidad. Las propias religiosas de San Vicente
de Paul, llegadas para la atención de la Casa de Caridad, fueron las primeras
profesoras, contagiadas por el entusiasmo de la ciudad. Empezaron enseñando
lectura, escritura, aritmética, geografía, geometría y canto. Para incentivar a
los niños, el Concejo Departamental asignó cuatro premios para los alumnos de la
escuela y diez para los huérfanos más aprovechados, quienes llegaron a ser 250
en 1890. Ambas escuelas, la de “San José” y la “Escuela Católica”, funcionaron
hasta 1897, fecha en la que debido a la “carestía de la vida”, pasaron a
depender de los padres mercedarios. Para entonces, el Hospicio consiguió una
donación para construir una escuela propia, tanto, para alumnos de ambos sexos,
–internos y externos–, como para que se pudiera mantener con recursos propios.
La casa donde se instaló el Hospicio San José tuvo
antecedentes que merecen tenerse en cuenta. Fue Casa de Recogidas o Beaterio de
las Nazarenas fundado en 1692 por el obispo Juan Queipo de Llano y Valdéz. En
1744, el obispo Gregorio Francisco de Campos asignó la casa a Las Recogidas,
que había sido adquirida por el obispo Urbano Mata y Haro en 1703 para
recogimiento de sacerdotes. Las Recogidas la habitaron desde 1774 cuando el
obispo Francisco Campos les asignó como vivienda y retiro por atentar a la
moral pública. Se dedicaban a la vida religiosa y a trabajos manuales, con los
que se proporcionaban los medios de subsistencia. Vestían un sayal morado.
Servía además como residencia para mujeres a quienes no les quedaba más remedio
que vivir lejos de sus cónyuges, previa autorización eclesiástica.
Durante la Sublevación indígena de Tupac Catari (1781), se
cercó la ciudad de La Paz, y la Casa fue incendiada. El obispo Alejandro Ochoa
en 1808 reparó la Casa con un costo de 4.000 bolivianos. Después del incendio,
la ciudad fue amurallada, dando una de las puertas de la muralla a la Casa de
las Recogidas, por lo que se llamó “Puerta de las Recogidas”, y estuvo, al
igual que las otras, resguardada por cañones.
En 1808 el Beaterio se suprimió y el obispo proyectó
entonces la fundación de un colegio de niñas de instrucción primaria. En los
primeros años de la República se estableció en dicha casa el Colegio de
Educandas, del que fue Director y capellán José María Indaburo y luego Juan de
la Cruz Cisneros. Durante la Guerra de la Independencia (1825) la casa fue
ocupada como albergue de los ejércitos realistas y más adelante, durante el
gobierno del general Manuel Isidoro Belzu, (1848-1855) se destinó para “Casa de
la Moneda” en la que se acuñaron monedas de plata para todo el territorio de la
República. En 1858 funcionó allí el Colegio Nacional Ayacucho, juntamente con
la Facultad de Derecho, la Academia de Práctica Forense y el Colegio
Universitario. En 1865 el general Mariano Melgarejo, trasladó este último a
otro local, quedando el edificio como cuartel militar para las guardias
nacionales. Después de la Guerra del Pacífico 1879, se estableció allí la
Maestranza de Guerra, que permaneció allí por tres años. Pasada esa época de
infortunios y calamidades, quedó el local completamente deteriorado, por cuya razón
fue transferido al Concejo Municipal de La Paz.( Bolivia en el Primer
Centenario de la Independencia 1925, 255 y Nicolás Acosta 1880, 37.)
Antes de que el Concejo Municipal adjudicara la casa a la
Sociedad Católica de San José ésta había sido solicitada por Vicente Ascarrunz
(Vicente Ascarrunz era un rico hacendado, al momento de morir deja una hacienda
a cada uno de sus ocho hijos. ALP/PN. 1893, 28 de julio,335.) y Serapio
Reyes Ortiz (Serapio Reyes Ortiz, citado en páginas anteriores, era un
diplomático respetable, pues años antes, en 1872 fue enviado a Lima como
plenipotenciario especial del presidente para conseguir apoyo del Perú ante la
crisis que se vivía por la invasión chilena a las costas bolivianas y que
darían origen a la Guerra del Pacífico (1879) por la cual Bolivia perdió
definitivamente su salida al mar.) representantes de la Asociación de
Padres de Familia de La Paz, para fundar allí un colegio de niñas, bajo la
dirección de las Hermanas de los Sagrados Corazones. Vicente Ascarrunz, quien
pertenecía a ambas Sociedades como activo participante, en carta dirigida al
Concejo Municipal desistió de la petición de la Casa cuando se enteró de la
petición por parte de la Sociedad de San José y apoyó la idea de que la Casa
fuese cedida a San José para el establecimiento del Hospicio y Asilo.( Años más
tarde el Concejo Municipal dio a la Asociación de Padres de Familia del colegio
de niñas Sagrados Corazones un predio a 30 metros de la Casa Hospicio San José.)
En 1882, la Municipalidad transfirió la Casa a la Sociedad
Católica, para fundar allí el Hospicio y Asilo para huérfanos y mendigos. La
Sociedad tenía el derecho de propiedad, gobierno y administración de la Casa de
Caridad y Hospicio. Se establecía que ese derecho no podía ser usurpado por
ninguna sociedad ni autoridad.( Testimonio de la Escritura de cesión y donación
otorgada por los señores José Rosendo Gutiérrez, presidente el Consejo
Departamental y Carlos Bravo, Secretario a favor de Benigno Arce,
Vicepresidente de la Sociedad Católica de San José y el secretario Natalio
Bernal. ASCSJ-AA, 18, 38.) Para hacer efectiva la cesión, el gobierno
municipal nombró a los concejales Diego Monroy y Hermenegildo Simbrón, para que
juntamente con los miembros de la Sociedad Católica de San José, Serapio Reyes
Ortiz y Vicente Ascarrunz, presentaran el proyecto de la Institución. Reyes
Ortiz y Ascarrunz eran miembros también de la Sociedad de Socorros Mutuos San
José, además Vicente Ascarrunz era Presidente de la Asociación de Padres de
Familia de la ciudad. Lo mismo sucedió con José Rosendo Gutiérrez, destacado
personaje boliviano, que fue vicerrector de la Universidad paceña, diplomático,
Prefecto del Departamento y participante también en la Asamblea Constituyente
de 1868. O sea que, como dijimos, eran las mismas personas las que pertenecían
a las sociedades de beneficencia, a las asociaciones de socorros mutuos y a las
instituciones municipales. Esa situación muestra de cuan estrechas eran las
redes de poder social y cuan pequeño era el ámbito social y comunal de la
ciudad.
Si bien la población de la ciudad era mayor, no hay que
olvidar que la mayor parte eran mestizos e indígenas, y ellos no tenían acceso
a esas entidades. Esta reflexión nos lleva a establecer, que el deseo de
reconocimiento social y la ostentación de poder le era fácilmente accesible a
la clase social alta.( De la misma manera, quien presidió el Concejo Municipal
redactando el Acta de cesión e la Casa para la Sociedad Católica de San José
fue José Rosendo Gutiérrez, quien fuera Ministro de Relaciones Exteriores,
cuando se inició la Guerra contra Chile en 1879.) Por esa razón y así como
estaba bien visto que la señorita se identificara con la idea que simboliza la
caridad, era también muy bien acogida la palabra de los letrados, que hablaban
al público para pedir limosna.( Paulette Cecilia Silva Beauregard, 2000, 97.)
Pero volviendo a la fundación de la Sociedad Católica de San
José, desde que les fue asignada la casa, la Sociedad dio por iniciada y
fundada en todas sus facultades la “Casa de Caridad y Asilo de Huérfanos”. En
realidad, el Concejo cedió la Casa para gente menesterosa del pueblo en
general, o sea para gente pobre, humilde v mendiga. A nivel ciudadano, no
estaba muy clara la idea sobre lo que realmente tenían en mente los directores
de la flamante Sociedad Católica de San José.
El caso es que la Casa de Caridad, –como se llamó los
primeros años–, ya tenía local desde el 19 de julio de 1882. Para ello contaron
con un apoyo económico de los mismos comisionados del Concejo Municipal,
quienes enviaron al presidente la suma de noventa y cinco pesos, para aumentar
los fondos destinados a la implementación de la obra. Entretanto, las señoras
esposas de los socios organizaron rifas y bazares, que nutrían con trabajos
manuales emprendidos por ellas mismas, con el fin de conseguir mayores recaudos
para la instalación de la Casa de Caridad.( Todas las cartas y resoluciones se
encuentran en el Archivo Histórico de la Sociedad Católica de San José. ASCSJ.) El
12 de julio de 1883, se supo que el terreno conocido con el nombre de la
“chacarilla de Venegas”, ubicado en la calle Litoral –hoy Almirante Grau– y
colindante con el Hospicio, se había expropiado a los hermanos Venegas. En
nombre de la Sociedad, actuó José Benigno Arce, vicepresidente del Directorio,
quien compró por 2.105 bolivianos.( Escritura ejecutoria librada por el Juez
Cuarto de Partido, a favor de Benigno Arce. ASCSJ-AA,N. 17, 25.) Como el
terreno tenía una acequia de agua, que pasaba por el terreno hacia el lavadero,
se construyeron depósitos de agua y se rellenó el piso.
En 1885, se instalaron cañerías que permitieron llevar el
agua de la acequia a la cocina y al patio inmediato, continuándose hacia el
patio principal, donde se acomodó una fuente de agua, adquirida por padre Sanz,
inspector de la casa. De ese modo, se consiguió ese terreno, el primero de
octubre de ese año. En junio de ese mismo año, la Sociedad, representada
nuevamente por José Benigno Arce, compró a favor del Hospicio, un solar situado
en la calle Murillo, que colindaba con el terreno Venegas y con la parte
posterior del templo de las Recogidas. También compró otras dos propiedades
ubicadas cruzando la calle Murillo, un terreno, que pertenecía a Rosendo Chávez
y una casa que era propiedad de Francisco Coronel Vidaurre. Este último, era un
terreno de 800 metros cuadrados, se compró en 332 mil bolivianos. En febrero
del siguiente año, se levantaron las paredes de estos dos terrenos. De esa
manera,el Hospicio llegó a ocupar un gran espacio en un lugar céntrico de la
ciudad, en plena avenida Mariscal Santa Cruz, prolongación del paseo de la
Alameda.
Así, poco a poco, debido principalmente a las personas que
conformaban el grupo social de la institución, que a ojos de la ciudad era
gente honorable, la Sociedad fue cobrando prestigio, al punto que empezó a
recibir donaciones y legados en testamentos de gente adinerada, con lo que se
emprendieron obras y reformas que detallamos a continuación.
El primer año, se hizo una ampliación construyendo un nuevo
piso que daba al patio central en un corredor rodeado de arquerías, para ello
la Sociedad invirtió 28.958 bolivianos. A mediados de 1883, durante los
primeros meses de la llegada de las Hermanas de la Caridad al Hospicio, la
Sociedad se dedicó a reformar las instalaciones para darles un mejor
alojamiento. Al año siguiente, se construyó una enfermería, y un pasadizo o
galería que iba desde el establecimiento de la zapatería, hasta la hojalatería.
Los siguientes años, se pintó todo el Hospicio por fuera haciendo uso de una
donación específica y se construyó un nuevo salón de actos, en base al que
había antes.( ASCSJ. Libro de Actas. 1878-1940.) A fines de la década
de los 80 del siglo xix, Modesta Sanjinés Uriarte, Matías Rabelo y Natalio
Bernal, contribuyeron con limosnas para la construcción del edificio principal.
Pasados unos años de inaugurado el Hospicio y a medida que
ingresaban más asilados, las necesidades de reformas para dar mejor acogida a
los hospicianos, fueron creciendo, de esa manera en 1906, se reconstruyeron
varios sectores del Hospicio como la sección Cuna y la de los Ancianos,
colocándoles claraboyas y nuevo piso de madera. El trabajo, también comprendió
la renovación de los tirantes con madera de pino y renovación del entresuelo
con tablas machihembradas. El piso de los corredores también fue renovado, e
igualmente se entablaron todos los dormitorios del Hospicio. Este trabajo
estuvo a cargo del arquitecto Adán Sánchez, quien donó sus honorarios al
Hospicio.
Entre los años 1909 y 1911, en el interior de la casa se
levantó un edificio de tres pisos con fachada de balcones hacia la calle
Litoral, hoy Almirante Grau. La planta baja, estaba destinada al alquiler de
tiendas. Por ese lado, se abrió otra entrada para evitar el trajín de la gente
por la puerta principal, que daba a la avenida del Recreo, hoy Mariscal Santa
Cruz.
Más adelante en 1925, la calle Recreo fue pavimentada y los
almacenes quedaron bajo el nivel de la calle, entonces hubo que subir los
suelos. Los arreglos en la Casa no cesaron, cuidando siempre su conservación.
El Hospicio, finalmente constituía la cara del altruismo y caridad que sus
directores querían mostrar a la ciudad. En 1940 el presidente de la Sociedad
Eduardo Sáenz García, donó 80.000 bolivianos con los que se construyeron aulas
escolares y dormitorios nuevos para niños y niñas del Hospicio. El presidente
siguiente Nicasio Cardozo bautizó este pabellón con el nombre de su benefactor.
El templo de las Recogidas, fue luego templo del Hospicio.
Fue construido en 1753, incendiado en la sublevación de indios de 1781 y
reparado por el obispo Ochoa, quien mandó reconstruir también la Casa de las
Recogidas. Entre 1820 y 1822 el presbítero José María Indaburo, hizo un
mantenimiento general. La iglesia era de una sola nave, de estructura sencilla,
quedaba pegada al Hospicio y a las viviendas sobre la calle Recreo. Estaba tan
próxima a la vivienda vecina de propiedad de Benigno Fornero, que éste compró
los altos de la Sacristía por 500 bolivianos. Al trasladarse la parroquia de
Santa Bárbara a Obrajes, el templo quedó como auxiliar de esa parroquia. Tan es
así, que cuando en junio de 1884 se robó la custodia de la iglesia de Obrajes,
se pidió al presidente de la Sociedad Católica, el sacerdote Rafael Sanz que
prestara la antigua custodia que guardaba el templo del Hospicio y que había
pertenecido a Santa Bárbara.( Felipe López Menéndez 1965, 276-277.)
Cuando la Sociedad en 1883, decidió inaugurar el templo para
el Hospicio, encargó la reparación del arco toral y la pintura al temple de la
bóveda y del altar mayor. Esta reparación, la hizo el arquitecto Miguel Torres
por 3.000 bolivianos. La reforma duró tres años. En 1883 el presidente del
Concejo Departamental de La Paz, Ignacio de Zapata, autorizó el traslado de
cuadros de las imágenes sagradas, que existían en la capilla del Panteón del
cementerio General, a la Casa de Caridad, porque, –decía–, las imágenes
sagradas que existían en aquella capilla estaban en mal estado y expuestas a
destruirse.( Carta del presidente del Concejo Departamental de La Paz al
presidente de la Sociedad padre Rafael Sanz. ASCSJ 1883, Carta N. 16.) La
cercanía del templo a las casas vecinas, siempre trajo inconvenientes, porque
el agua de la lluvia caía del techo del templo sobre los tejados vecinos. En
1903, por ejemplo, cayó un machón de adobes del templo sobre la habitación del
vecino Oblitas, quien además se quejó de filtraciones provenientes de una de
las torres. Para aquellos arreglos, se llamó al arquitecto Antonio Camponovo,
que hizo el trabajo conservando solo uno de los campanarios y construyó adicionalmente
un enverjado de hierro, sustituyendo dos puertas metálicas que había en el
atrio. En 1925, cuando se canalizó el río Choqueyapu y se pavimentó la calle
Recreo, hubo que reducir el espacio, quedando el templo sin atrio y sin
enrejado.( ASCSJ. Libro de Actas. 1878-1940.)
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Para seguir leyendo clic aquí: SOBRE CASA DE BENEFICENCIA EN LA PAZ Y LA SOCIEDAD BENÉFICA CATÓLICA DE SAN JOSÉ (PARTE II)
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