LA FORMA DE VESTIR DE LOS INDÍGENAS DE LA REGIÓN DE LOS YUNGAS

 


A continuación, transcribimos un fragmento de la carta escrita por el italiano Luigi Balzan el 21 de mayo de 1891, donde describe una infinidad de situaciones de la región de Los Yungas. Balzan por esa época realizaba un viaje de la ciudad de La Paz a Los Yungas.

“...Los indios llevan generalmente pantalones estrechos que llegan apenas a la rodilla confeccionado de tela del país, negro por fuera y blancuzco por dentro, o viceversa según el gusto del usuario. La camisa de la misma tela o de algodón. Los ponchos también de lana del país y de colores vivos…”. Continua, “…Llevan sombreros pequeños de lana con alas más bien anchas de copa pequeña y durísima que tienen firme en la cabeza por medio de una cuerda que pasa debajo del mentón. Usan también una faja de vivos colores para sostener el pantalón y la chuspa o bolsa para la coca suspendida del hombro izquierdo…”

Foto: Piérola (descripción de la imagen: Indios de los Yungas vendiendo granos de cacao a los niños)

Historias de Bolivia.

 

LOS COLORADOS DE BOLIVIA, EN EL CAMPO DE LA ALIANZA SEGÚN EL ESCRITOR PERUANO VÍCTOR MANTILLA

 


Al elevarse el Sol del 26, el ejército aliado, nueve mil hombres, formando en tres líneas, una central y dos laterales se halló frente al chileno fuerte de veintidós mil plazas y el cual comenzaba a desplegarse por secciones, a desanillarse como una serpiente, para ceñir en su mortal abrazo las tres líneas de los aliados.

El primer choque de los ejércitos se redujo a un tiroteo de pura artillería, pero antes de mediar el día, avanzaron los infantes chilenos, intentando un movimiento envolvente sobre nuestra a la izquierda. Allí estaban los “Colorados”, allí estaban inmóviles formados en columna, semejante a una nube amenazadora, preñada de destrucción y de muerte.

Los mandaba el coronel Murguía, un hombre como de seis pies de alto. Su barba crecida, casi le cubría el pecho.

Toda una división del enemigo avanzaba sobre ellos, envolviéndose en el humo de sus propias descargas como en una nube.

De pronto el Coronel da una voz de mando, como cuando en un teatro se verifica un cambio total en el escenario, de tal suerte allí donde se levantaba una casa aparece un bosque, así, con esa rapidez el batallón desapareció del sitio que ocupaba, y con grito de furor conteniendo en en el pecho, cayó por diez partes distintas sobre el enemigo, vomitando metralla en oleadas no interrumpidas, destructoras e incontenibles: era la nube qué se descargaba, en un as de rayos rayos que reventaba sobre el rebaño.

El batallón chileno “Valparaíso” había sido deshecho. Avanzaron el “Chillán” y el “Esmeralda” y le escupo la misma suerte, retrocedieron.

Aquellos “Colorados” eran los combatientes de una pesadilla, eran los soldados fantasmas, por cuyos cuerpos atravesaban las balas sin derribarlos, caían heridos, pero para ponerse de pie y sus chaquetas rojas de ordinario, más rojas todavía por la sangre que les cubría, cruzaban como relámpagos ante los ojos de los soldados chilenos, cegándolos; parecían circulantes lenguas de fuego cuyo solo contacto producía la muerte.

¡Tram, tram, tram! Y el batallón diezmado avanzaba siempre cargando, destruyendo, arrollando, aniquilando, semejante a un torrente de fuego líquido desbordado en un bosque de troncos resecos.

Vedlos: ya se adelantan en masa, y a su frente van cayendo los enemigos, van desplomándose, como si una hoja invisible le cegara los pies; ya se dispersan, se arrodillan, se tienden, se levantan, saltan como si fueran de goma elástica, y el rifle en sus manos es un chorro de fuego que atraviesa cuerpos y calcina entrañas,  así combate uno solo contra 10.

Alguno de ellos, como si hallase en su casa se sienta tranquilamente en el suelo humedecido de sangre, cruza el rifle sobre sus piernas, descuelga su cantimplora, bebe un largo trago, busca en sus bolsillos las últimas hojas de coca, se las lleva a la boca, se pone de pie y en rápida carrera se junta a sus compañeros que pelean cien metros más allá.

Pero ¿qué hombres son esos? ‘se preguntan los enemigos- ¿no morirán nunca? -  ¿qué espíritu los anima. qué voz los alimenta. qué demonios se ha metido en sus cuerpos?

Tres veces han ocupado las posiciones contrarias, y otras tantas han retrocedido abrumados por el número; acompañados por el batallón “Zepita”, tres veces han inclinado en su favor la suerte de la batalla.

Ahora se juntan, para la última carga. su número se ha reducido a la mitad.

Han formado pequeñas columnas. El jefe los arenga y da una orden. Al frente hay veintidós mil enemigos.

Inclinan la cabeza, empuñan el rifle, puesta una mano a la mitad del cañón y la otra en la llave del gatillo, que ya no jugará más. atacan a la bayoneta y avanzan a un trote acompasado, fijando sus ojos en el enemigo, no para contarlo sino para ver cuánto hay para destruir.

Semejante arrojo y disciplina, después de cinco horas de combate, parece increíble.

Los chilenos ven adelantarse la foja roja pero agrandada, extendida hasta abarcar todo el campo; no es la mitad de los “Colorados”, es todo el batallón multiplicado diez veces. Así desfigura el miedo la realidad de las cosas.

El choque es terrible, la carnicería espantosa. los “Colorados” parecen dotados de cien brazos, cada brazo de una arma y en cada arma hay una vida contraria. El molinete de sus rifles destroza cráneos, las bayonetas, tintas de sangre, entran y salen en los cuerpos enemigos con rapidez eléctrica.

Algunos de los “Colorados” mueren de pie sostenidos por 3 o cuatro rifles clavados en sus cuerpos a manera de trípodes.

Ya esos soldados transformados en héroes no pueden hacer otra cosa que morir, conservar la vida sería volver a ser hombres, y así los “Colorados” van cayendo uno por uno, el que menos con diez heridas y en las mismas filas enemigas que han conquistado con su esfuerzo.

Cuando a la caída de la tarde se pronunció la derrota y el corneta del batallón tocaba la retirada no apareció ninguno de ellos, al cerrar la noche, el corneta continuaba llamando, ninguna chaqueta roja respondía a la cita. La corneta continúa llamando y siguió vibrando durante la noche entera, nadie se acercaba: los que no habían muerto eran prisioneros y no llegaban a veinte.

Ya en pleno día el ala izquierda del “Campo de la alianza” se vio sembrado de innumerables puntos rojos: eran los “Colorados de Bolivia” que, como los legionarios de Roma en Benevento, habían caído dando la cara al cielo.





LAS VERTIENTES DEL SILALA

 

Mapa del Silala (Créditos: Emol)

Por: José Antonio Loayza Portocarrero / Publicado el 6 de octubre de 2018 / Disponible en: https://www.facebook.com/photo/?fbid=10212205402826848&set=a.1482413296884


Don Andrónico Luksic, pariente de nuestro andante caballero del mar don Eduardo Abaroa, se benefició de los manantiales del Silala, que concedió en 1908 la Prefectura de Potosí a la compañía: The Antofagasta, and Bolivia Railway Co. Ltd., “exclusivamente para alimentar a las locomotoras a fuerza de vapor”. Esta compañía pasó sus acciones en 1980 al Grupo Luksic, ésta la pasó en 1996 a la empresa Cruz Blanca S.A., y ya nunca pudimos recuperarlas como paradójicamente lo hizo el 2014 el venezolano Gill Ramírez, que después de comprar las televisoras ATB, PAT, los diarios “Extra” y “La Razón” de La Paz, además de la agroindustria Gravetal, compró al Grupo Genesse Wyoming de Estados Unidos, el 50% de las acciones de la Ferroviaria Oriental, y en septiembre del 2015, el otro 50% de la Ferroviaria Andina de Bolivia, tan primordiales para el corredor bioceánico que unirá el Atlántico y el Pacífico. Esto significa que el Grupo Luksic aún tiene presencia económica y legal en el país: pues, según el informe de la Bolsa Boliviana de Valores, Gill es presidente del directorio de Ferroviaria Andina desde el pasado 8 de septiembre, en cuya nómina participa como síndico titular el abogado boliviano Walker San Miguel, que fue Ministro de Defensa del Gobierno actual y Cónsul en Chile. ¿No es esto otra singular ironía? Como es otra ironía saber que las aguas del Silala pertenecen a Bolivia, pero el 100% se va a Chile desde hace ya 100 años, para el uso del grupo millonario Luksic, y la Empresa Estatal del Cobre (CODELCO), que utilizan estas aguas para los siguientes servicios:

• Sistema de riego agrícola y consumo humano en la cuenca baja del Silala y en Antofagasta.
• Para consumo humano en Antofagasta, mejillones, Tocopilla, y Calama. Los municipios de Baquedano y Sierra Gorda.
• Para consumo humano e industrial en el centro minero de Chuquicamata administrado por CODELCO.

El Silala es una bendición natural, es una cuenca hidrográfica de 70 Km2., contiene 100 manantiales o vertientes de agua fluvioglaciares de más de 10.000 años de antigüedad, de donde brotan más de 100 litros de agua por segundo y no es ningún curso de agua, son corrientes de agua subterránea que afloran a la superficie como explican los estudios y fotografías satelitales de la NASA norteamericana y de la NAO francesa, y pertenece a Quetena Chico de Potosí.

En 1908 la Prefectura de Potosí entregó las aguas del Silala a la empresa The Antofagasta, and Bolivia Railway Co. Ltd, con el propósito de asegurar su abastecimiento para el funcionamiento del ferrocarril en el tramo Antofagasta-Oruro. Para ello se construyeron canales artificiales que desviaron el curso del afluente. A mediados del siglo XX las locomotoras de vapor dejaron de transitar y dieron paso a las locomotoras a diésel que ya no utilizó agua, por consiguiente el contrato de concesión de 1908 quedó sin efecto.

Durante el Gobierno de Sánchez de Lozada, la Prefectura del Departamento de Potosí, mediante Resolución Nº 71/97 del 14 de mayo de 1997, decretó la revocatoria y anulación de la Concesión. A partir de esa fecha las autoridades bolivianas vieron la necesidad de aprovechar las aguas o en todo caso cobrar por su utilización a las empresas mineras chilenas, que son las que aprovechan este recurso hídrico.

En 1999, bajo la presidencia de Banzer, se ordenó a la Superintendencia de Aguas "proceder a la licitación pública nacional, para otorgar la concesión del uso y aprovechamiento de las aguas manantiales del Silala", convocatoria sólo para empresas bolivianas. La empresa DUCTEC S.R.L. se adjudicó la concesión el año 2000 por 40 años, pero no logró cobrar ni a las empresas del Grupo Luksic, ni a CODELCO, y la concesión fue revocada el año 2003.

LA DEMANDA

El 6 de junio de 2016, Chile demandó a Bolivia ante la Corte Internacional de Justicia con sede en La Haya (CIJ), indicando que las aguas del Silala, situadas en el departamento de Potosí, provienen de un río internacional y no de un manantial como afirma Bolivia. Y para que se confirme técnicamente si las aguas del río Silala son internacionales, la presidente Michelle Bachelet, anunció: “Hemos decidido tomar la iniciativa”, y el ministro de Relaciones Exteriores chileno, Heraldo Muñoz, en una rueda de prensa, explicó las razones de Chile para la contraofensiva: “Chile no puede permanecer pasivo frente a la reiterada conducta del Gobierno de Bolivia de desconocer nuestros derechos”. El proceso se encuentra abierto y el próximo paso está programado para julio, cuando Chile entregue su contramemoria. De acuerdo a los cronogramas de La Haya, la sentencia se conocerá el 17 de octubre de este año.

Chile recuerda que en el marco de la Agenda de 13 Puntos desarrollada en el primer mandato de la presidente Michelle Bachelet (2006-2010), discutió con Bolivia el caso del río Silala y el 2009 llegaron a un pre acuerdo que establecía el uso compartido de sus aguas, como es propio de los ríos binacionales. De acuerdo a la posición chilena, Chile estuvo dispuesto a reanudar ese diálogo, pero estas conversaciones terminaron sin resultado debido a la insistencia de Bolivia de negar que el Silala sea un curso de agua internacional. Para el Gobierno chileno, el lenguaje que el presidente Morales utilizó para referirse a este caso –empleando expresiones como las de “robo” y “usurpación” – no permitieron la posibilidad de que Chile mantenga sus ofrecimientos anteriores para llegar a un acuerdo.

CONTRADEMANDA.

Bolivia presentó ante el tribunal el 31 de agosto, una "contramemoria" en la que diversos estudios confirman que el caudal que fluye artificialmente hacia Chile son por las obras de canalización del siglo pasado sin compensación alguna a Bolivia.

Agua, agua y aguas. Agua del mar, del Lauca, del Silala, de las lágrimas… Suele ocurrir que un nombre nos encienda el alma como el del gran Abaroa, y otro de tono igual nos petrifique el encanto. Uno dio por esta tierra el valor de su carajazo, y el otro nos avergüenza porque hace tiempo atrás, este engendrado y otros, se repartieron nuestras aguas rompiendo las rocas de nuestra frontera para dejarla desnudas y lisas por donde empezaron a descender nuestras vertientes hacia los desiertos de Chile con el fin de convertirlas en verdor, y por ese latiendo y palpitando que se va por la garganta desértica, vive el norte de Chile, y ese flujo es nuestra respiración, que podía estar derramándose en nuestras tierras secas, y del que paradójicamente se apropió el ensoberbecido, como cosa suya.

Pero déjame contarte esta anécdota para que sepas quien es quien: El año 2000, el historiador Mariano Baptista, Cónsul de Bolivia en Chile, conversó con Andrónico Luksic Abaroa, y le planteó el problema de las aguas del Silala. En un momento de la cena le dijo:

—“El pueblo de Potosí que ha conocido tanta grandeza, hoy día es el más pobre de Bolivia y uno de los más pobres de América Latina y usted tiene el control del agua del Silala en su empresa”.
—Luksic Abaroa, respondió: “No, yo no le debo nada a Potosí”.

No hay duda, siempre hay un malagradecido en la familia. El hombre más rico de Chile, sabía que Tupiza es un pueblo de Potosí, y sabía que allá nació su madre, doña Elena Abaroa, nieta de Eduardo Abaroa. Eso sucede cuando uno no ha llegado a despertar en lo humano.

ALEJO CALATAYUD, EL PLATERO DE LA VILLA DE OROPEZA

Pintura de la plaza de Cochabamba. 


Por: José Antonio Loayza Portocarrero / Publicado el 16 de septiembre de 2022 / Disponible en: https://www.facebook.com/photo/?fbid=10220619747060195&set=a.1482413296884


De lo puro al apuro se hizo la impureza, pero la pureza valiente del mulato Alejo Calatayud, hijo de Juan Calatayud y de Agustina Espíndola Prado, casado con Teresa Ramona Zambrana Villalobos, todos muy pardos con cabellos color de hierro y ojos pequeños, era su orgullosa pertenencia al gremio de los plateros de la Villa de Oropeza (hoy Cochabamba). Aquella mañana, frente al templo de san Juan, donde los entierros debajo de los altares o en los tapiales sucedían desde temprano, Alejo se puso su pantalón de sarga con las bocapiernas amarradas a los tobillos, y se calzó una camisa blanca y deshilachada antes de su poncho, después de tomar su sopa de hueso y un pan de yuca, salió a reunirse dispuesto a la matanza, con miles de plateros y paisanos con quienes encabezó una de las rebeliones más violentas contra los españoles que venían a cambiarles la vida con nuevos tributos como ordenó el Rey Felipe V.

Manuel Venero de Balero, nombrado Revisitador de impuestos, fue enviado a la Villa por el Virrey de Lima, don José Armendáriz Marqués de Castelfuerte para mejorar y organizar el cobro del tributo por la cantidad de indios que murieron con el rigor de la mita, la influenza o la viruela. El propósito era: “Empadronar a los indios (también a los mestizos y criollos sin respetar los privilegios concedidos por la corona)”, subir las “contribuciones territoriales”, y obligarlos a tomar el “reparto de mercaderías”, sean tinteros y libros sin importar si sabían leer y escribir.

En el cerrillo de san Sebastián, alrededor de la ermita donde se honraba la fiesta del santo, miles de ojos hacían a un lado los ramos espinosos para aguaitar el camino por donde retornaba a trote lento el Alcalde Ordinario Juan Matías de Gardoque y Meseta y su tropa, que salió como a una cacería para calmar una revuelta en Caraza. Tan pronto paró para abanicarse con su chambergo de paja, oyó un ensordecedor griterío: ¡Abajo los guampos, muera el mal gobierno!, de pronto aparecieron dando saltos de prodigio los poblanos ocultos y jalándolos de los pies o de los cabellos, los bajaron de sus monturas y los suncharon en el suelo con lanzas y azadas, a unos ahí y a otros en la pampa de Jayhuaico, donde murió el Alcalde y 18 fueron destripados y mutilados.

El Revisitador huyó a Oruro, dio parte a Potosí, a la Audiencia de Charcas y pidió refuerzos. Pero antes, en la plaza y frente al Seminario de san Sebastián, el 9 de diciembre, el cura de la Matriz, Francisco Urquiza, llamó a Cabildo a los hacendados y vecinos para proponerles en nombre de Dios, un acta de entendimiento para evitar los desaforados resentimientos inspirados por el demonio, propuso crear un nuevo gobierno local de criollos sin desconocer la autoridad de la Audiencia de Charcas ni del Virreinato de Lima ni del Rey de España. Aceptada la idea, se instauró un gobierno formado por el pueblo, se eligió como Alcalde a José Mariscal Guerrero, y como Registrador, a Francisco Rodríguez Carrasco, amigo y compadre de Alejo Calatayud.

Pero los astutos españoles bajaron la vista a medias, y con sus instintos vengativos urdieron un plan final y sin alma. El miércoles 30 de enero de 1731, Calatayud fue invitado por su compadre Rodríguez Carrasco, a servirse un rico chillami de perdiz con uchuchiras picantes y a beber vino de la bodega de Navarra. Mientras mordía las morcillas, chicharrones, mondongos, y longanizas, sintió en su espalda una punción que le oprimía y supuso que era el último ají que comió, hasta que advirtió que salía de su panza y por el ojal del último botón de su chaquetilla de feria local, la punta de una espada toledana de siete temples con un brillo de plata esterlina que fue lo último que vio cuando la sangre saltó hasta sus sandalias y salió por debajo de la puerta hasta el patio.

Ya muerto, y sin cerrar los ojos, fue sentado con el decoro de una digna autoridad para ser juzgado por maquinar una rebelión para el jueves de carnestolendas. La justicia le preguntó si era falso o era cierto, y como el muerto no dijo nada para asumir su defensa, lo sentenciaron como culpable y lo colgaron en una horca en la plaza pública, frente a la colina donde dejó de llover hasta el otro verano.

El jueves 31 de enero de 1731, día de compadres, Calatayud amaneció colgado de una horca en la plaza de Armas de Cochabamba. Luego su cuerpo fue descuartizado por los deshuesadores, su brazo derecho fue expuesto en una pica en la colina, las otras partes fueron clavadas en Jaihuayco, Tacaparí, Arque y Sacaba. Su cabeza frita en aceite fue enviada a la Audiencia para exhibirlo en una picota para que los plateros desistan dormir sin antes recordar el escarmiento. Sus bienes fueron confiscados, sus parientes declarados “traidores, infames y rebeldes perniciosos”. Su madre fue declarada esclava, y su esposa y su hija terminaron cerradas como sirvientas de las servidoras de Dios, en el Monasterio de las Clarisas. Dos días después, la cabeza desapareció misteriosamente, y el misterio empezó, su casa situada frente del templo san Juan, fue demolida y rociada con sal para que nadie pueda habitarla ni crezca la hierba, y extrañamente, así quedó casi tres siglos, como un patio de carrozas y en el tiempo de vehículos.

El rey Carlos III, donó en 1786, en premio a lo sucedido en 1730 y 1781, el ascenso a la Villa de Oropeza al rango de ciudad, y concediéndole el título de “Ciudad leal y valerosa de Cochabamba”, entregó como premio una Fuente de Agua en la plaza mayor 14 de Septiembre, y un escudo con la figura más cínica y de mayor crueldad colonial que mostraba a un león rampante rodeado de 10 cabezas de indios degollados, como testimonio de esos hechos cruentos.

SABÍAN QUE EL PERÚ PROPUSO A CHILE POLONIZAR BOLIVIA Y “DESAPARECERLO DEL MAPA PARA SIEMPRE”

 


Así como los chilenos podían jugar a favor de Bolivia o contra ella, es razonable pensar que hubo -hay todavía- en Bolivia sectores pro-chilenos y pro-peruanos. En el Perú en cambio solo hay 2 grupos posibles: los anti-chilenos y los anti-bolivianos.

Uno de los grandes peruanos anti-bolivianos fue Guillermo Billinghurst, un rico industrial salitrero con intereses en Iquique, descrito como persona culta de carácter afable que le había permitido muchos y distinguidos amigos en Chile, para comenzar el presidente Errázuriz. Billinghurst era también íntimo amigo de Nicolás de Piérola, quien había gobernado el Perú justamente durante la guerra, la invasión y la ocupación de Lima por las tropas chilenas. Cuando la bandera chilena fue izada en el palacio de Francisco Pizarro, Piérola se replegó al interior del Perú y armó guerrillas para seguir luchando contra los invasores. No obstante, de consultar y obtener el apoyo del presidente boliviano Gral. Campero con la continuación de la guerra, nada más se pudo hacer para modificar la situación.

Pese a que los chilenos pusieron precio a su cabeza, la actitud de Piérola motivó el respeto de los chilenos. Por esos extraños caminos de la política, los gobernantes conservadores peruanos de la década de los 90 persiguieron a Piérola y en el año 1894 lo encontró exiliado en Valparaíso. En una reunión de los pierolistas en el puerto chileno, aprestándose a tomar el poder, y analizando lo que habrían en relación con Tacna y Arica, Billinghurst planteó… ¡La invasión militar a Bolivia y su polonización, repartiendo el país entre Perú, Chile, Argentina y el Brasil!

1895 Piérola volvió a la presidencia tras una cruenta guerra civil, apoyado por los liberales y los sectores criollos limeños. Y su vicepresidente fue Billinghurst.

Convertido ya en él segundo hombre del Perú, Billinghurst visitaba regularmente sus pertenencias en el puerto de Iquique bajo dominio chileno, donde se reunió secretamente con el Ministro del Interior de Chile, Antonio Valdés, a quien proyectó su plan para hacer desaparecer “EL INCORDIO BOLIVIANO”.

El encuentro fue auspicioso y, derivó en una reunión oficial, en 1898, entre el Presidente de Chile, Federico Errázuriz y el vicepresidente del Perú, Guillermo Billinghurst, quien previamente había redactado un documento sobre las bondades de un entendimiento chileno-peruano, que pasaba por borrar a Bolivia del mapa, con lo que terminarían los reclamos bolivianos de un puerto y Chile podría devolver las cautivas al Perú.

Para frustración del vicepresidente peruano, a Chile no le interesaba entonces suprimir a Bolivia. Un tiempo después, una crisis ministerial en Santiago decidió la salida del canciller Silva y su reemplazo por el almirante de La Torre, quien suscribió el protocolo Billinghurst-La Torre, estableciendo nuevas reglas para un eventual plebiscito arbitrado por la reina de España.

En su monumental obra “Historia de Chile”, Gonzalo Vial Correa escribe que piola al ver que se le escapaba la oportunidad de recuperar Tacna y Arica “que lo hubiera inmortalizado” - perdió la prudencia, y reveló al nuevo ministro (embajador chileno en Lima), Domingo Amunátegui Rivera, el fondo de su pensamiento (el mismo sustentado por Billinghurst): la “polonización” de Bolivia. “estamos hartos de Bolivia, país que nos molesta hasta con su moneda feble. Perú podría quedarse con las regiones de La Paz y Beni; Chile, con las de Potosí (excepto Tupiza) y Oruro; Argentina con Tupiza y otros sectores surbolivianos. En tal forma, borrado del mapa el altiplano independiente, ya no sería problema restituir Tacna y Arica…

Tomado de: La Historia del Siglo XX en Bolivia.

JOSÉ CASTRILLO, EL CONQUISTADOR ANDINO DEL DESIERTO CHAQUEÑO

 


Ancho, vasto, moreno atlético, tenía duros rasgos indígenas, y por eso daba su rudeza impresión más grata al hablarle, porque era sencillo y bondadoso. De él habría dicho Anatole France que era como un árbol: corteza áspera y savia fuerte.

La primera vez le vi en Saavedra, donde el coronel Toro me dijo aquellas palabras que publiqué en UNIVERSAL: “Los mejores hombres de la campaña son Jordán, entre los muertos, y entre los que viven, Castrillo y Busch”.

La definición de Toro no hacía más que confirmar una fama arraigada en el hondo de las trincheras con la que la vida abre senderos de muerte en lo ancho del Chaco donde el nombre de Castrillo crecía lento y firme como el guayacán. Varón indeclinable a la derrota y militar de instinto cuyo corazón amasado con alimentos de la montaña era la serenidad de la roca en medio del tumulto trágico.

La última vez le vi en el campo talado de kilómetro 7 con Urquidi y Arauco Paz, que ahora está aquí. Después avanzó por el este, el 11 de marzo a la cabeza del regimiento “Loa” atacando el monte de Alihuatá, y de allí avanzó hacia Gondra. Ahora un telegrama de Muñoz anuncia su muerte, inesperada por cierto ya que parecía imposible que se volcara esa pirámide.

Convivían en este hombre la sencillez y la fuerza debajo de su camisa blanca se evidenciaba el musculoso tórax debajo de sus palabras transparentes brillaba el corazón cuarzo aurífero.

Le han enterrado en Muñoz, el homenaje de funeral Guerrero. El viento chaqueño con las alas grises del surazo ha impedido que levantase su vuelo el avión que debía traerle a La Paz, cerca de sus montañas nativas. Parece justo que le retuvieran allá la Tierra y el huracán, en encadenamiento telúrico de las fuerzas chaqueñas, que al apropiarse de su vida han logrado también apoderarse para siempre de su muerte brindándole un funeral panteísta.

Los monstruos de la niebla han cegado el horizonte con el plomo de su atmósfera para retener en las garras del chaco el cuerpo del guerrero. Bien está que permanezca ahí, cuando hundido en la profunda fiebre, ennobleciendo la tierra estéril. A esa tierra su hazaña le dio historia, y ahora, al sumirse sus despojos en la cósmica unidad del monte, le infundirá también la belleza, iniciadora del espíritu que germina en árboles nutridos por la sangre.

La muerte del héroe, como, la del santo, es la reconciliación con la eternidad de la que ambos son reflectores. La figura del capitán ya está integrada al espíritu y su carne fuerte, sus rasgos broncíneos, su perfil pétreo por obra de este artífice de su propia escultura, adquieren la perennidad serena de la estatua.

20 de junio de 1933.

Augusto Cespedes - Crónicas heroicas de una guerra estúpida. G.U.M.

 

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