Así como los chilenos podían jugar a favor de Bolivia o
contra ella, es razonable pensar que hubo -hay todavía- en Bolivia sectores pro-chilenos
y pro-peruanos. En el Perú en cambio solo hay 2 grupos posibles: los anti-chilenos
y los anti-bolivianos.
Uno de los grandes peruanos anti-bolivianos fue Guillermo Billinghurst,
un rico industrial salitrero con intereses en Iquique, descrito como persona
culta de carácter afable que le había permitido muchos y distinguidos amigos en
Chile, para comenzar el presidente Errázuriz. Billinghurst era también íntimo
amigo de Nicolás de Piérola, quien había gobernado el Perú justamente durante
la guerra, la invasión y la ocupación de Lima por las tropas chilenas. Cuando
la bandera chilena fue izada en el palacio de Francisco Pizarro, Piérola se
replegó al interior del Perú y armó guerrillas para seguir luchando contra los
invasores. No obstante, de consultar y obtener el apoyo del presidente
boliviano Gral. Campero con la continuación de la guerra, nada más se pudo
hacer para modificar la situación.
Pese a que los chilenos pusieron precio a su cabeza, la
actitud de Piérola motivó el respeto de los chilenos. Por esos extraños caminos
de la política, los gobernantes conservadores peruanos de la década de los 90
persiguieron a Piérola y en el año 1894 lo encontró exiliado en Valparaíso. En
una reunión de los pierolistas en el puerto chileno, aprestándose a tomar el
poder, y analizando lo que habrían en relación con Tacna y Arica, Billinghurst
planteó… ¡La invasión militar a Bolivia y su polonización, repartiendo el país
entre Perú, Chile, Argentina y el Brasil!
1895 Piérola volvió a la presidencia tras una cruenta guerra
civil, apoyado por los liberales y los sectores criollos limeños. Y su
vicepresidente fue Billinghurst.
Convertido ya en él segundo hombre del Perú, Billinghurst visitaba
regularmente sus pertenencias en el puerto de Iquique bajo dominio chileno,
donde se reunió secretamente con el Ministro del Interior de Chile, Antonio Valdés,
a quien proyectó su plan para hacer desaparecer “EL INCORDIO BOLIVIANO”.
El encuentro fue auspicioso y, derivó en una reunión oficial,
en 1898, entre el Presidente de Chile, Federico Errázuriz y el vicepresidente
del Perú, Guillermo Billinghurst, quien previamente había redactado un
documento sobre las bondades de un entendimiento chileno-peruano, que pasaba
por borrar a Bolivia del mapa, con lo que terminarían los reclamos bolivianos
de un puerto y Chile podría devolver las cautivas al Perú.
Para frustración del vicepresidente peruano, a Chile no le
interesaba entonces suprimir a Bolivia. Un tiempo después, una crisis
ministerial en Santiago decidió la salida del canciller Silva y su reemplazo
por el almirante de La Torre, quien suscribió el protocolo Billinghurst-La
Torre, estableciendo nuevas reglas para un eventual plebiscito arbitrado por la
reina de España.
En su monumental obra “Historia de Chile”, Gonzalo Vial Correa
escribe que piola al ver que se le escapaba la oportunidad de recuperar Tacna y
Arica “que lo hubiera inmortalizado” - perdió la prudencia, y reveló al nuevo
ministro (embajador chileno en Lima), Domingo Amunátegui Rivera, el fondo de su
pensamiento (el mismo sustentado por Billinghurst): la “polonización” de
Bolivia. “estamos hartos de Bolivia, país que nos molesta hasta con su moneda feble.
Perú podría quedarse con las regiones de La Paz y Beni; Chile, con las de Potosí
(excepto Tupiza) y Oruro; Argentina con Tupiza y otros sectores surbolivianos. En
tal forma, borrado del mapa el altiplano independiente, ya no sería problema
restituir Tacna y Arica…
Tomado de: La Historia del Siglo XX en Bolivia.
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