No es fácil comprender cómo los bolivianos de la segunda mitad del siglo XIX
entendieron en su tiempo los conceptos de nacionalidad y patriotismo (no
patrioterismo ni chauvinismo) como ciudadanos de un país que tenía muchas
limitantes, con apenas 54 años de existencia, sin vinculación caminera ni
ferrocarriles, sin telégrafos, con un desconocimiento casi total del resto de
los territorios bolivianos, con constantes luchas políticas, con una población
cuyo analfabetismo llegaba al 78% del total y donde los indios ni siquiera eran
considerados bolivianos. Un país que 38 años antes estuvo a punto de ser
desmembrado por el Perú; que apenas construía su sentido de nación boliviana y
que se reconocería como tal muchas décadas después, en pleno siglo XX.
No es fácil de comprender cómo en este adverso contexto geográfico,
sociocultural y económico, la generación boliviana de la Guerra del Pacífico
estuvo a la altura moral y espiritual de este tremendo desafío histórico. Y
claro, existieron también los “bolivianos” antibolivianos, los que nunca se
identificaron como tales y que buscaron simplemente favorecer sus intereses…
hacer el vil negocio, la minoría.
Pero hoy (para alegría mía) escribo sobre un boliviano a carta cabal, un
ciudadano común y corriente que estuvo a la altura del desafío patriótico… y
que por supuesto dudó como todo hombre, pero cuya decisión al final lo
colocaría como el ícono boliviano por excelencia de la Guerra del Pacífico y la
reivindicación marítima: el ciudadano Eduardo Abaroa Hidalgo. Y claro que tuvo
detractores… y hasta hoy, para vergüenza nuestra como sociedad… y no faltaron
aquellos que hicieron referencia al héroe como “que solo era un terrateniente
rico que únicamente defendía sus tierras”. Y claro que defendía sus tierras;
obvio, pero también defendía su genuina noción decimonónica de “patria
boliviana” o “nación boliviana” o como se quiera. Del grupo numeroso de
terratenientes y empresarios bolivianos asentados en Antofagasta, Mejillones,
Tocopilla, Cobija y Calama, la mayor parte no participaría en la célebre
defensa del pueblo de Calama, se harían a un lado y con el tiempo se volverían
chilenos. ¿Abaroa? … no.
Eduardo Abaroa Hidalgo, a la edad de 41 años, ha pasado a la inmortalidad por
su coraje, valentía, su negativa a rendirse en el Puente del Topáter y sobre
todo por su famoso carajazo dirigido a los militares chilenos: “¿rendirme yo?,
¡que se rinda su abuela, carajo!”. Sin duda alguna, esta respuesta en el fragor
de la batalla representa el ímpetu, el coraje y la rabia contenida por la
felonía del gobierno chileno que ordenó la usurpación a los territorios
bolivianos y peruanos… y es excelsa. Pero, yo me quedo con la otra frase dicha
por el mismo Abaroa días antes de su muerte, la poco conocida, la que los
profesores de los colegios no la cuentan; la que el héroe boliviano dijo con la
claridad de mente y tranquilidad de espíritu: “esto es Bolivia, soy boliviano y
aquí me quedo”.
“Esto es Bolivia, soy boliviano y aquí me quedo” es una frase contextualmente
abierta y atemporal, se aplica a cualquier realidad o época en Bolivia. ¿Acaso
Abaroa entendería perfectamente que el lugar de su nacimiento debería ser
también el de su muerte?; todo indica que así fue.
La carta encontrada en el museo del ferrocarril Antofagasta-Arica en 1987, que
fue escrita por el propio Abaroa y dirigida a Ladislao Cabrera (el jefe y
organizador de la defensa de Calama) fechada el 18 de marzo de 1879 (cinco días
antes de la defensa), muestra que don Eduardo no participaría en la defensa,
pero que en su calidad de hombre respetable y económicamente acomodado
contribuiría para la dotación y equipamiento de los rifleros civiles bolivianos
que defenderían el pueblo. ¿Qué pudo pasar para que Abaroa cambie su decisión y
participe en la defensa de Calama? Serían cinco días cruciales donde el héroe
del Topáter tomaría varias determinaciones:
1. No abandonar Calama como muchos otros bolivianos de su misma condición
social y económica lo hicieron.
2. Casarse (mediante poder conferido a un amigo) con su mujer, la señora Irene
Rivero, con la que ya vivía varios años atrás y tenía hijos.
3. Una vez casado, arreglar y ultimar los detalles de su testamento y dejar muy
claro el asunto de sus herederos y última voluntad.
4. Hacer entrega total de su hacienda a la causa patriótica para la campaña,
para que pudiesen disponer como mejor crean los jefes de la defensa.
5. Finalmente, imprimir en su imprenta miles de panfletos con contenido
patriótico y llamado a las armas. No olvidemos que Abaroa también poseía
concesiones mineras y era propietario de un pequeño periódico llamado El Eco de
Caracoles, donde se anunciaba la venta de materiales y herramientas para la
minería y actividades comerciales del sector; también la vida social era
reflejada en este periódico de tiraje mínimo.
6. Por decisión del jefe de la defensa don Ladislao Cabrera, Abaroa se
convertiría en el líder de la columna de 15 patriotas armados con rifles y
revólveres, y además se le confiaría la defensa del reducto más complejo y
donde existiría fuego nutrido: el puente Topáter. También conformarían una
Junta Patriótica de emergencia por voto ciudadano; esta junta estaría compuesta
por Ladislao Cabrera, Eduardo Abaroa, Fidel Carrazana y Andrés Lizardo Taborga.
Calama, marzo 18 de 1879
Señor Don Ladislao Cabrera Calama
Apreciado amigo:
Mi hermano Ignacio i mi familia queremos contribuirle con los siguientes
alimentos para la tropa i las bestias caballares i mulares.
1 quintal de azúcar
1 quintal de arroz
20 libras de fideos
30 libras de charque
1 quintal de papas
10 libras de sal
2 barriles de pan desharinado
1 quintal de cebollas
5 kilos de café negro
10 amarros de tabaco
23 amarros de papel de hilo
10 cargas barriles de agua para tomar
20 arrobas de pasto y cebada para los caballares
9 turriles de pólvora
1(ilegible) con un revolver
10 libras de (ilegible)
Ruégole me avise usted para ayudarle en cualquiera menester para organizar la
defensa del pueblo antes de mi partida sin titubeos para que mande usted a su
amigo atentamente su seguro servidor
Eduardo Avaroa
(Copia fiel del original)
Es importante notar que sobre el mismo hecho armado del día domingo 23 de marzo
en Calama no existen grandes relatos documentados en la historiografía
boliviana, pues el resto de los defensores sobrevivientes que participaron en
la acción tuvieron que retirarse de los puntos que defendían. Ladislao Cabrera
se dio cuenta de que todo estaba perdido, ordenando así la inmediata retirada
de los sobrevivientes que en un inicio sumaban aproximadamente 135 hombres. Por
esta razón los detalles y relatos de la muerte de Abaroa y la columna
encomendada a él fue registrada por corresponsales chilenos, pues ellos vieron
el final de la resistencia boliviana. Al respecto… la carta fechada el día 26
de marzo de 1879 escrita por el corresponsal chileno Félix Navarra se refiere a
este episodio de la siguiente manera:
Calama, 26 de marzo de 1879
"En el vado del Topater se habían realizado por ambas partes prodigios de
valor. Avaroa el animoso jefe boliviano encargado de la defensa de ese punto,
viose acribillado de heridas...” “cual el noble gallo inglés que muere en la
arena de la rueda sin dar un grito ni rendirse... el desprecio a la vida que se
le ofrecía en cambio de su vasallaje y murió como mueren los bravos invocando a
la patria... …Siete de ellos cayeron exánimes entre zanjas y los chilcales… … a
pesar de nuestra victoria… nuestros ánimos están mal impresionados. La sangre
de nuestros hermanos pesa sobre nuestros pechos y ahoga el júbilo y la alegría.
La heroica resistencia de nuestros enemigos infúndenos cierta desazón, pues
prevemos la gran cantidad de sangre que será necesario verter antes de obtener
el triunfo definitivo… … La dirección del ataque poco nos satisface y pensamos
con cierta tristeza en los prodigios de valor que necesitarán desplegar
nuestros soldados cuando llegue el día de sostener una gran batalla… si contra
un poco más de un centenar de hombres tuvimos que batirnos varias horas, que
pasará cuando nos enfrenemos al ejército regular?...
Félix Navarra, corresponsal"
Años más tarde, durante el juicio instaurado en la ciudad de Sucre a los
supuestos responsables de la mala conducción de la guerra, aparecería este
importante testimonio escrito por el propio Ladislao Cabrera:
“los días pasaban sin que el Prefecto del departamento ni el Comandante General
se hubieran situado el primero en Cobija y el segundo en Tocopilla, remitiendo
a Calama ningún recurso de guerra. Lejos de eso en Cobija se detuvieron 9
quintales de pólvora fina que remitían a Calama los patriotas Manuel Morris y
el coronel Juan Balsa. De los 10 quintales remitidos solo se recibió en Calama
uno. Los 9 restantes se detuvieron con la frace: ¿para que el Dr. Cabrera
necesita tanta pólvora?... con un quintal le sobra. Nueve quintales de pólvora
fina habrían servido para la defensa de los tres puentes sobre el río Loa,
donde tuvo lugar el combate” … “En la mañana del 23, destinado a la defensa del
puente Topater con el coronel Lara, mientras se atendía al otro puente,
Carvajal, Avaroa con 12 rifleros que se le dieron, entre estos Marquina,
atravesó el río sobre unas vigas de madera y se batía en el campo enemigo,
defendido por los escombros de un rancho. Se le hizo contramarchar de tan
temerario arrojo y se le intimó perentoriamente, que su puesto era la defensa
del puente. Ahí murió, después de haber consumado los 300 tubos que su rifle
tenía de dotación. Avaroa era un gran tirador de rifle que hasta cazaba
picaflores… mientras tanto ¿Qué hacía el Gobierno mientras se preparaba con tan
escasos elementos la defensa de Calama? Ocultó la noticia de la ocupación de
Antofagasta por más de ocho días por razones fútiles y rehusó conceder permiso
a los coroneles Julián María López y Ramón González, generales ahora, que
solicitaron reiteradas veces para ir al auxilio de Calama. El General Daza no
permitió que los cuerpos de ejército mandados respectivamente por López y
González, regimiento Húsares y batallón Illimani se pusieran en marcha sobre
Calama. Decía: Cabrera es un ambicioso que solo se propone hacer bulla.”
Ladislao Cabrera, La Paz, 1896.
(Copiado del “expediente concerniente al juicio instaurado al expresidente
Hilarión Daza por traición a la patria”, Daza sería sobreseído.)
Este esclarecedor relato del organizador de la defensa de Calama nos debe motivar
a pensar y reflexionar sobre la improvisación e irresponsabilidad del gobierno
de entonces y el país en su conjunto. Daza no quiso mandar tropas a Calama
porque no quiso quedarse sin ejército en La Paz temiendo un posible golpe de
Estado. En lo personal, hasta el día de hoy no entiendo cómo los creadores de
las “leyendas negras” contra Daza han tratado de usar más el asunto del famoso
episodio de la “retirada de Camarones”, donde hubo una corresponsabilidad de
Daza e Ignacio Prado (presidente del Perú y comandante supremo del ejército
aliado) y no así un hecho mucho peor y más condenable como “el abandono y
negativas de auxilio a los patriotas de Calama”, esta es sin duda (en mi
criterio) la mayor mancha de Daza y su gabinete… abandonarlos y luego declararlos
héroes; como también lo haría Salamanca con los defensores de Boquerón, 53 años
más tarde… y así, así.
Al respecto, el Cnl. Julio Díaz Arguedas (importante historiador militar
boliviano de la primera mitad del siglo XX) se refiere en su clásico análisis
militar que los defensores de Calama hicieron más de lo que tenían que hacer,
soportando un fuerte combate por más de tres horas, sin tener experiencia
militar ni de conjunto. Sobre el ejército chileno también menciona que fue una
diferencia numérica lo que les dio la victoria, pues en lo militar cometieron
muchas fallas como las cargas de caballería durante el ataque inicial en los
pasos del río, cuando se suponía que la caballería debió operar al cortar los
caminos a Chiu Chiu y Cobija… el no hacerlo permitió que muchos bolivianos
escapen dirigidos por Ladislao Cabrera. Estos sobrevivientes se enrolarían en
las Guardias Nacionales y los destacamentos de Voluntarios que participarían en
las batallas futuras. Debió ser la artillería chilena la que inicie el ataque y
así eliminar o captura a los 135 bolivianos; concluye su análisis militar Díaz
Arguedas.
Sobre la frase: “esto es Bolivia, soy boliviano y aquí me quedo”, la misma ha
sido registrada en la obra de don Roberto Querejazu, aunque no había exactitud
en las fuentes; sin embargo, en 1999 se encontraron en la ciudad de San
Francisco en los Estados Unidos y por casualidad los testimonios del diario de
Fidel Carrazana, del cual también habla otro excombatiente de Calama, don
Andrés Lizardo Taborga, en su diario de campaña.
En su breve relato, Carrazana muestra la decisión de Abaroa de no abandonar
Calama cuando ya tenía su equipaje y pertenencias listas en varias carretas
para salir rumbo a Potosí, donde su familia lo esperaba; pero cuando las
noticias y testimonios llegaron a su periódico relatando los atropellos del
ejército chileno mientras tomaban paulatinamente pueblos y villas bolivianas,
Abaroa cambiaría de planes y se quedaría, saliendo de Caracoles a Calama para
ponerse a órdenes de Cabrera. La frase fue escuchada por Fidel Carrazana y tres
de sus empleados, los cuales también participarían en la defensa. El más joven
de ellos, Justo Oropeza, también moriría en domingo 23 de marzo. Esta hermosa
frase sería enterrada en el olvido y no sería recordada hasta hace poco como el
famoso “carajazo” dicho sobre el Puente del Topáter.
Texto de: Pablo Michel, publicado en La Razón en 2018
Retratos a lápiz de Eduardo Abaroa y su pareja Irene Rivero, madre de los cinco hijos de Abaroa. Ambos se casaron días antes de la Defensa de Calama del 23 de marzo de 1879 con un poder notariado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario