Informa Vaca Guzmán que “se presentó como un patriota celoso del honor de la
nación en guerra a medida de los deseos del país. Rindió el debido homenaje a
la causa de la alianza y llegó hasta anticipar fondos para la prosecución de la
guerra, a título de préstamo”. La Compañía Huanchaca negociaba con la guerra.
Después de la destitución de Daza ocupa la Vicepresidencia de la
República. Desde su elevado sitial Arce obró abiertamente defendiendo sus ideas
y su acción como aliado de los capitalistas ingleses. “Arce llegó a manifestar
en una comunicación particular que “la única tabla de salvación para Bolivia
era que se pusiese a la vanguardia de las conquistas chilenas” y llegó a
sostener que el Perú era “nación sin sangre, sin probidad y sin inclinaciones
sinceras al aliado que había pactado la alianza “con el deliberado y único
propósito de asegurar sobre Chile su preponderancia en el Pacífico” . Arce no
actuaba solo, representaba una tendencia en política internacional, “fueron
detenidos por análogos motivos el Presidente de la Municipalidad de La Paz,
Julio Méndez, y el periodista de a “La Patria” Luis Salinas Vega, de tan
decidida actuación en pro del arreglo con Chile”
A Arce se le acusó de haber evitado que la Quinta División tomara parte en las
más importantes acciones bélicas . “No tuvo reparo en llamar al servicio de las
armas a los procesados del atentado del 12 de marzo (1880) que impidieron la
marcha de la Quinta División a la ciudad de Tacna”. Estando provisoriamente en
la Presidencia de la República se preocupó de preparar el desplazamiento del
General Campero, es lo que se deduce de la información de los escritores de la
época:
“Dos objetos se propuso Arce al obrar de esta manera: adquirir simpatías en la
clase militar para futuras emergencias y controlar al general Campero con un
elemento adverso incorporado en el ejército que debía obedecer sus órdenes,
para desorganizarlo, o cuando menos, para desprestigiar a su Gobierno y
reemplazarlo en el momento oportuno” 8, Arce le habría dicho a Campero, “si yo
tuviera todo el poder en mis manos comenzaría por destítuirlo a usted como
Comandante de las fuerzas militares” 9. Se le acusó de que posteriormente,
aprovechándose de su calidad de Delegado del Gobierno en el Sud, se comprometió
en manejos contrarios a los planes bélicos del Ejecutivo. “En el ejercicio del
cargo demostró o una intención decidida de aniquilar los elementos bélicos de
esos departamentos o una incompetencia palmaria. Es así como, abusando de su
carácter de tal, disolvió un batallón que se hallaba en Oruro y enganchó los
soldados como jornaleros para Huanchaca, en momentos en que el Gobierno trataba
de reorganizar el ejército” 10.
Fueron lanzados semejantes cargos, muchos de ellos seguramente producto del
sentimiento “chovinista” herido por los desastres bélicos, para justificar el
destierro del Vice presídente Arce y de otros que compartían su ideas
pacifistas. El acusado, a su turno, levantó públicamente muchas de las
acusaciones, sus escritos se caracterizan por su desmedida soberbia y por la
certeza de que expresan el pensamiento del sector más importante, económica y
políticamente hablando, de la feudal-burguesía: las tendencias y aspiraciones
de uno de los partidos políticos de Bolivia” (se refiere Arce, indudablemente,
al Conservador o unitario) 11. Víctima de su ideario pacifista -expresa más
tarde: “mis ideas sobre la paz eran bien conocidas” 12-, hace su defensa
tomando como centro aquellos actos que él considera como ofrenda de sus
sacrificios y de su bolsa a la patria: “no he escaseado mi bolsa para dar
pedidos que se hacían a nombre de las conveniencias del país” 13; “me he
sometido a angustias y sacrificios comunes, ofreciendo mi tributo, sin
exagerarlo, ni empequeñecerlo. Puedo decirlo, hoy que se me acusa y calumnia,
los más valiosos recursos ofrecidos al General Daza para la guerra, han sido
míos. La Compañía Huanchaca ha dado tres empréstitos. Uno de 60.000 fuertes, otro
de 70.000 y el último de 30.000. ¿Puede exigirse más, racionalmente? Escribí
negándome a entregar 10.000 fuertes., porque a cuenta de ellos se habían hecho
suministros a la 5a. División. Si los hubiera entregado, ese exceso habría sido
considerado como un nuevo empréstito” 14. Hablando claramente, la ayuda
financiera lejos de ser una oferta de la bolsa de Arce a la patria era un
negocio importante para la Compañía Huanchaca: “Verdad es que la Compañía
Huanchaca, sociedad anónima, cobró intereses por los 100.000 pesos que adelantó
al Gobierno, ¿pero hay sociedad alguna en el mundo que adelante fondos sin
interés? El redactor de “El Comercio” de La Paz, actual ministro de Bolivia en
esta República (Argentina), señor Quijarro, se encargó de mostrar la legitimidad
del negocio”. El negocio resulta extorsionador si se tiene en cuenta que la
empresa minera colocaba empréstitos y daba adelantos con el respaldo de los
impuestos que debía pagar al Estado por concepto de explotación de minerales.
El Banco Nacional de Bolivia; íntimamente vinculado a la Compañía Huanchaca y
al capitalismo inglés, se negó a conceder a Hilarión Daza en 1879 un empréstito
de seiscientos mil bolivianos para tender a los gastos militares 15. La
burguesía ha pisoteado “las relaciones feudales, patriarcales e idílicas... las
ha quebantado sin piedad para no dejar subsistir otro vínculo... que el frío
interés, el duro pago al contado” 16.
René-Moreno, haciendo gala de su particular brío, creyó de su deber salir en
defensa del pro-chilenismo, del pacifismo de Arce y de él mismo. No se trata,
ciertamente de compromisos de amistad, sino de identidad de posiciones. “¿No se
recuerda bien -dice- que este señor (Campero) gritaba ¡guerra! ¡guerra!
mientras estaba contemplando quieto los esfuerzos bélicos de su aliado el Perú?
“Se pronuncia abiertamente en contra de todo entendimiento o pacto con el Perú
y sostiene que la Argentina,, tanto gobierno como pueblo, se inclinaban en
favor de Bolivia, repudiando, al mismo tiempo, la extraña y provocadora actitud
de Campero.
Omiste, que estaba a cargo de la Secretaría de la Legación boliviana en Buenos
Aires, inició una apasionada campaña contra Arce, René-Moreno y Salinas Vega, a
quiene invariablemente se señalaba como a traidores de los intereses
iiacionales:
“Difamar a Aniceto Arce y al que estas líneas escribe, fue tarea que de propio
impulso acometió el secretario de la Legación, señalándoles por lo bajo y por
la prensa como insignes traidores al servicio de Chile” 17.
En 1880 Gabriel René-Moreno se trasladó a Sucre para levantar el injusto cargo
que se había lanzado contra él y presionar para que el Gobierno certifique
acerca de su patriótica actuación durante la guerra contra Chile.
Inicialmente pidió que un Consejo de notables juzgase su conducta y por indicación
de éste fue la Corte Suprema (a la que por pedido expreso del interesado se
sumó al Arzobispo de La Plata y a la autoridad política del departamento de
Chuquisaca) que concluyó analizando la demanda. Una parte del fallo dictado el
8 de agosto de 1880 dice:
“En consecuencia, juzgamos unánimemente que la conducta del señor Moreno en ese
negociado, en que por las circunstancias del país fue indeclinable su
intervención no puede ser razonablemente censurada como desleal e infidente.
“Si el Supremo Gobierno apreciando los justificatidida reparadora a que alude
al final de su petición, ejercería a nuestro juicio, un acto de estricta
justicia”.
Dicho fallo lleva la firma de ilustres personajes: Basilio de Cuéllar,
Presidente de la Corte Suprema de Justicia; Pedro Puchí, Arzobispo de la Plata
y Metropolitano de Bolivia; Pantaleón Dalence, Decano de la Corte Suprema;
Manuel Buitrago, Ministro de la Corte Suprema; José Manuel del Carpio, Ministro
de la misma Corte; Juan Fernández de Córdova, Presidente del Tribunal Nacional
de Cuentas y Luis Guerra, Prefecto del Departamento.
Respondiendo a una petición expresa del mismo René-Moreno, se dictó, con fecha
17 de diciembre de 1880, la resolución del Ministerio de Relaciones que expresa
en uno de sus apartes lo siguiente:
“El Gobierno declara que no es justo atribuir infidencia ni deslealtad para
Bolivia al señor G. RenéMoreno en la intervención que se vio obligado con
motivo de las proposiciones hechas por el Ministerio de Relaciones Exteriores
de Chile al Presidente de la República en campaña don Hilarión Daza”.
Al pie aparecen las firmas de Campero y de J. C.Carrillo.
Las declaraciones y documentos presentados por el “traidor” Moreno demostraron
que el Presidente Daza envió a un emisario, Luis Salinas Vega, ante aquél para
que se apersonase al Gobierno de Chile y pidiese las bases de un acuerdo, las
mismas que debían ser inmediatamente entregadas al mandatario boliviano. A eso
se limitó la misión Moreno: a llevar una propuesta y a retornar a Santiago con
la negativa dada por Daza.
Las bases chilenas decían, en síntesis, que debían cesar las hostilidades entre
las dos repúblicas y que ambos ejércitos “se considerarán en adelante, como
aliados en la guerra contra el Perú”. Bolivia reconocería como propiedad
exclusiva de Chile “todo el territorio comprendido entre los paralelos 23 y 24,
que ha sido el que mutuamente se han disputado”. En recompensa Chile se
comprometía a “prestar la más eficaz ayuda” para que Bolivia adquiriese por la
fuerza de las armas o como resultado de una negociación, un puerto sobre el
Pacífico en territorio peruano. También se consignaba la oferta de ayuda
económica y bélica al ejército y gobierno bolivianos.
René-Moreno se quejó amargamente de que sus compatriotas no hubiesen mostrado
más que indiferencia por el grave e injusto cargo lanzado contra él. Sus
protestas alcanzaron al Gobierno, que pareció no interesarse por la suerte del
notable bibliófilo. Es en estas circunstancias que lanza a la circulación su
tremendo panfleto en el que acremente critica a los bolivianos y a su Gobierno.
“Si yo fui traidor, a lo menos mi traición fue traición a secas; mi perfidia se
encaminaba, conforme las instrucciones, a una política franca de la Nación.
Pero mis execradores de ayer, semejantes a los hipócritas de la Escritura,
dicen y no hacen la lealtad; engañan hoy con música y clarines al aliado en
abandono, y añaden, de esta suerte, a la traición la falsía” 18.
El 11 de marzo de 1881 el Vicepresidente Arce recibió la orden de abandonar el
territorio nacional en el término de quince días, “debiendo en todo caso
emprender marcha al tercer día. El Segundo Mandatario respondió con su ya
citado y virulento Manifiesto, donde lo que más debe admirarse es la valentía
con que están expuestas sus ideas.
El documento que sirvió al Gobierno para justificar la expulsión de Arce del
país fue una carta privada, que, en apretada síntesis, contiene las ideas
pacifistas que éste desarrolló en los manifiestos a que nos hemos referido.
Vuelve al tema de su oposición a que continue la guerra con Chile, a la
urgencia de buscar una paz inmediata con prescindencia del pacto de alianza con
el Perú y de obtener, mediante tratos directos con el vencedor, los puertos de
Tacna y Arica para Bolivia.
La carta dirigida al señor José Pol de Cochabamba, dice textualmente: “Sucre, 5
de marzo de 1881.
“Con el placer de siempre correspondo a su apreciable de 25 de febrero último.
Estamos sin noticias de la guerra, en este correo me faltan aún cartas de mis
corresponsales de Tacna. Nuestras locuras nos trajeron la guerra, la pérdida
del, territorio, y todavía vencidos, extenuados e impotentes hacemos ridículas
provocaciones para atraer la zaña del enemigo; y todavía más para alentar el
comunismo.
La única tabla de salvación para Bolivia es la necesidad que tiene Chile de
ponerla a su vanguardia para asegurar sus conquistas. Por eso mismo nuestra
actitud debía ser silenciosa, digna y de labor paciente. Esperan la solución de
la Convención, creo que ella parirá monstruos” 19.
Aquí es necesario comentar que Aniceto Arce, “espíritu obstinado de escasas
facultades intelectuales”, según el Ministro del Perú en Bolivia, Juan S.
Lizárraga, entendía por “comunismo” la tímida resistencia de los campesinos
indígenas al señor feudal” 20. La agitación indigenal se había acentuado como
consecuencia del hambre que azotaba el campo después de las malas cosechas de
1878 21. Se tiene indicado que ya Belzu hablaba del peligro del “comunismo” en
1850.
Los acontecimientos han dicho que Arce estaba en lo cierto al considerar la
guerra perdida después de la campaña de Camarones, partió de esta base para
propugnar el acercamiento hacia Chile, como “la única tabla de salvación de
Bolivia”: “Desde el regreso de Camarones y sus naturales emergencias, que han
venido generándose con implacable lógica, hasta determinar el desastre de
Chorrillos y Miraflores, vi que la lucha debía ser inevitablemente ruinosa para
mi patria... “(Del Manifiesto publicado en “El Nacional” de Buenos Aires). La
diplomacia boliviana como corresponde a un país que confía en los malabarismos
verbales y en los milagros de la “justicia internacional”, se limitaba a
cobijarse en el aforismo que presuntuosamente reza que la victoria no da
legitimidad a los actos, negado, por otra parte, cuantas veces fue enunciado. La
“tesis sostenida por la diplomacia boliviana frente a Chile” pudo estar
adecuadamente inspirada en la teoría pura del derecho internacional, pero se
estrellaba inútilmente frente a la realidad, llena de arbitrariedades e
impuesta por los países fuertes. La victoria de las armas, como acertadamente
dice Arce, entra como cifra en el conjunto de las soluciones. La exposición del
político obligado a salir al destierro está presentada de manera vigorosa y
hasta brutal, no en vano era la justificación de las convicciones más profundas
y sentidas del todopoderoso de Huanchaca. Chile es presentado como país
vigoroso y lleno de virtudes cívicas, vale decir, de una gran conciencia
nacional, frente al Perú y Bolivia, débiles y en pleno proceso de
desintegración social. La victoria chilena estaba de antemano asegurada y la
función de los diplomáticos debía radicar en evitarla o en lograr que el país
sufriese los menores males de hechos que imperiosamente tenían que realizarse:
“Chile, por la superioridad de sus elementos, y más que todo, por el vigor de
la conciencia nacional, en cuyo fondo vive como fuerza incontrastable el
sentimiento de amor al pabellón patrio, ha corrido velozmente de victoria en
victoria, unciendo al carro de sus conquistas, ciudades, pueblos, puertos,
extensos territorios”. (Manifiesto de Sucre). “La organización social y
política del Perú y Bolivia, más que la pujanza del enemigo, debían producir
naturalmente, primero, la ocupación del Litoral peruano y después la de Lima”
(Manifiesto de Buenos Aires). Es ante el peligro de la catástrofe que el
industrial abandona sus ocupaciones y se lanza a la política para buscar el
“honroso advenimiento de la paz”, esto conforme al texto de los mencionados
manifiestos. Esta literatura panfletaria despertó la resistencia de la mayoría
nacional que se sentía ultrajada y humillada por el millonario Arce.
Hombre de empresa, que aprendió a ajustar sus ambiciones a las cifras de los
balances de contabilidad, opone a los desastres económicos de la guerra la
necesidad de una paz inmediata como base de la prosperidad industrial del país:
“La paz es mi anhelo vivísimo; deseo ver que las industrias del país crezcan
con la savia que ella da abundosamente. Cuando vea cruzar por nuestra desierta
altiplanicie los rieles, acercando poblaciones y condensando los mutuos
beneficios que brotan en las diversas zonas geográficas; cuando nuestras
breñas, nuestras pendientes, nuestras agrestes soledades, nuestros caminos
tortuosos, sean vencidos por la acción simultánea del capital y del trabajo”.
La pacífica convivencia con los otros países debería, para poder impulsar la
prosperidad de la industria y del comercio, complementarse con la paz interna.
Arce no planteaba ninguna utopía, sino el camino viable que podía conducir a un
impetuoso desarrollo económico. Sus adversarios no oponen nada concreto a su
tesis sobre el porvenir de Bolivia y se limitan a acusarlo de haber entrado en
convivencia con el enemigo.
Para Campero y sus partidarios la guerra era sinónimo de honor y patriotismo;
para Arce era un pretexto para suprimir las garantías democráticas y un
justificativo de la bancarrota económica y de las vergonzosas derrotas
sufridas. ‘Patriotismo y guerra gritan y a su nombre se exigen empréstitos
forzosos, se duplican los impuestos, se crean contribuciones; pero los nuevos
batallones no se ven, los sueldos ministeriales se aumentan en vez de
disminuirse... Las libertades públicas se suprimen, las garantías. individuales
se eliminan, las rentas nacionales se despilfarran a pretexto de guerra, y
mientras tanto la guerra no se hace ni se hará”. Se amontonan todos estos
cargos para demostrar que los “patriotas” están minados y debilitados por la
inmoralidad. Partiendo de la impotencia del país y de la imposibilidad de que
ninguna potencia nos dé la mano para salvarnos -parece tener presente la
actitud de fingida indiferencia que adoptaron los Estados Unidos de Norte
América en la conferencia realizada en el Lackawanna el 22 de octubre de 1880-
propone como única solución la paz, paz que solamente podía dar Chile, “ya que
estamos totalmente aislados y abandonados”.
Arce señalaba como la única posibilidad de paz un franco acercamiento a Chile,
dando las espaldas al Perú. Esta idea llenó de cólera a los escritores
bolivianos que gustaban, como también lo hacen ahora, encubrir la debilidad y
la miseria del país con declamaciones de lealtad a los aliados y proclamando
caballerosidad a ultranza frente al enemigo. La proposición de Arce, que
significaba romper el frente aliado a cambio de la anexión de Tacna y Arica,
quería decir traicionar, en último término, el pacto contraído con el Perú. Más
tarde Bolivia recibirá lecciones elocuentísimas de su aliado acerca de la
“lealtad” de su conducta.
Frente a una diplomacia que (además del “slogan” de que la conquista de
territorios no da ningún derecho sobre ellos) había levantado como bandera el
cumplimiento leal de los tratados y el trato caballeroso al enemigo, por encima
de toda otra consideración, las ideas de Arce no podían menos que aparecer como
traición a la patria.
En 1896 Alberto Gutiérrez 22, respondiendo a las cartas de Guillermo Rawson
aparecidas en la Argentina, reveló que en 1873, Perú y Bolivia, que habían
firmado un pacto defensivo, recurrieron a la Argentina buscando su adhesión al
convenio. Chile aprovechó la oportunidad para presentar a Bolivia como a un
país que desde hacía tiempo atentaba contra su integridad. Alberto Gutiérrez,
para desbaratar la campaña tendenciosa, sostiene que “Bolivia no ha aprovechado
innoblemente de las dificultades cada día crecientes que enturbiaban el
horizonte internacional”, se refiere al conflicto sobre límites entre Chile y
la Argentina. Algo más, demuestra que Bolivia fue solicitada por los dos países
para colaborar, habiéndose cuidado mucho de no romper su tradicional lealtad
frente a sus vecinos.
Arce expuso sus “herejías” con una crudeza admirable. “La única tabla de
salvación de Bolivia es la necesidad que tiene Chile de ponerla a su vanguardia
para asegurar sus conquistas”. El autor de las anteriores líneas no podía menos
que estar debidamente compenetrado de que el capitalismo inglés operaba desde
Chile principalmente y que este país estaba vivamente interesado en “asegurar
sus conquistas”, es decir, llevar adelante la expansión del capitalismo que
operaba en su territorio, incluso por las armas. El Ministro de Estados Unidos
en Lima, Cristiancy, en una nota enviada al Secretario de Estado, James G.
Blaine, sintetiza el objetivo buscado por los banqueros de Londres: “establecer
el predominio de los ingleses sobre la influencia americana en esta costa” 23.
¿Arce estaba en relaciones con el enemigo, obraba de acuerdo a un plan común
con él? La respuesta no puede menos que ser afirmativa. La Compañía Huanchaca
era una empresa más chilena que boliviana. Arce tenía intereses comunes con los
capitalistas ingleses que habían sentado su cuartel general en Chile. Estaba
convencido que el progreso del país dependía de la ayuda que pudiera recibirse
de esos empresarios. Los sectores de la economía nacional que caen en poder del
imperialismo sufren toda una revolución en los métodos de explotación. Chile
habiéndose apoderado de las salitreras, satisfaciendo así los más caros deseos
del capitalismo inglés, veía en el Perú a su peor enemigo, donde los Estados
Unidos comenzaron a atrincherarse para poder contrarrestar la expansión inglesa
en las costas del Pacífico, Por estas razones Bolivia tenía mucha importancia
para que Chile asegurase “sus conquistas”, Arce que conocía todo esto lo
expresa en la siguiente forma: “La paz, que sólo puede dárnosla hoy Chile...
Chile tiene interés en conservar la existencia, y la autonomía de Bolivia; pero
es preciso no persistir en la guerra; para que el odio y la rabia no le impidan
conocer ese interés... Los pueblos exasperados olvidan sus conveniencias. No
exasperemos a Chile, para que él no olvide su conveniencia, que es al mismo
tiempo la conveniencia de Bolivia y su tabla de salvación”.
Sabotaje a las medidas bélicas desde el gobierno, sabotaje económico desde las
empresas mineras y la banca, exposición pública y abierta de los planes de
entendimiento directo con Chile, todo esto lo hizo el potentado minero
indudablemente no a cambio de paga del gobierno chileno, sino defendiendo sus
propios intereses mineros, que ya se encontraban confundidos con los intereses
ingleses; defendiendo la perspectiva de engrandecimiento de la industria
minera; defendiendo la posibilidad más cercana de construcción de ferrocarriles
del altiplano a la costa, para vencer así el obstáculo más serio de la minería:
las distancias y la falta de caminos. No hay ninguna razón de peso para
sostener que los planes de incorporación de Tacna y Arica a Bolivia estuviesen
ideados sólo para encubrir la “traición”, en realidad esos planes eran producto
de lo que Arce consideraba “el progreso de Bolivia”. Y si el plan venía de Arce
quiere decir que existían muchas probabilidades de realización, y, seguramente,
había ya un entendimiento en principio con círculos influyentes de Chile. Es
oportuno recordar las proposiciones chilenas de que fue portador René-Moreno y
que le valieron ser declarado “traidor a la patria”. La posteridad, encarnada
en los historiadores oficiosos de la feudal-burguesía, ha lavado la afrenta
lanzada al defensor de Arce, se dice que obró honrada y patrióticamente.
“La pasión política, que llamó traidor a Arce, imputó el mismo delito a
René-Moreno y Salinas Vega. Con cuanta injusticia, lo está diciendo a gritos la
posteridad”.
Arce estaba seguro que Bolivia, para, “llamarse nación independiente”, no tenía
más remedio que rectificar sus fronteras, poseer una salida al mar que
correspondiese a su estructura geográfica y a su realidad económica. El
ex-Departamento de Cobija se le antojaba un contrasentido. Como muchos otros,
sostenía que el puerto natural de los bolivianos debía establecerse en la zona
comprendida entre Arica y Tacna. Dicha solución a la mediterraneidad,
sancionada por la guerra de 1879, únicamente podía materializarse a costa del
Perú. Es esta realidad la que le obliga a acordarse que este país es nuestro
aliado desde hace tiempo: “La zona que Bolivia necesita y que comprende a Tacna
y Arica, no puede decirse que se la arrebatamos al Perú, pues es, ya cosa
averiguada que Chile se apoderará de ella y no la devolverá al Perú”.
El Perú no tenía posibilidades para escoger a qué país entregar Tacna y Arica y
esto porque el vencedor traía las soluciones en la punta de las bayonetas. Esta
vez Arce cae en los mismos defectos que criticó como rasgos característicos de
nuestros diplomáticos. Acaso escribió lo que sigue únicamente como ironía y
como reproche dirigido a la ingenuidad de sus compatriotas:” ¿Prefiere el Perú
que esa parte de su territorio sea chilena a que venga a rectificar las mal
trazadas fronteras de Bolivia, dando así a este país, que es su hermano, vida
propia y legítimas espectativas de progreso?”
Ni duda cabe que un ferrocarril desde el interior del país hasta la zona de
Arica y Tacna no podría menos que actuar como poderosa palanca de progreso y
bienestar. Con todo, esta solución, como ha demostrado la historia, estaba en
manos de Chile y no del Perú. Arce señala como un grave error diplomático el
acercamiento al Perú y especialmente el pacto de alianza firmado en 1873; esto
porque alejó a Bolivia de Chile y se convirtió en una de las premisas de la
guerra del Pacífico. El equívoco diplomático se agrava desde el momento que se
hizo muy poco por ganar el apoyo de la Argentina, tan vivamente interesada en
neutralizar los movimientos de su poderoso vecino. Arce lanza su crítica de
manera directa y sin adornos: “No fui nunca afecto a la alianza, porque nunca
la creí provechosa, ni siquiera conveniente para Bolivia”. El Perú es
presentado como enemigo encubierto, siempre empeñado en anularnos, explotarnos
y oprimirnos. “Se necesita toda la estolidez intelectual que caracteriza a los
ministros del General Campero, para presentar al Perú como la víctima
sacrificada en favor de Bolivia”.
Quiere descubrir en la diplomacia boliviana mala fe, perversión del patriotismo
e ineptitud; y señala acertadamente que el pacto de 1873 fue firmado por el
Perú en previsión de un conflicto bélico con Chile, fue un acto defensivo de
parte de Bolivia. Lo que resulta difícil creer es que los peruanos hubiesen
dado ese paso con el “objeto de asegurar para sí el predominio el Pacífico”.
Ofrece otra revelación cuando dice que ya en 1873 el Perú proyectaba imponer el
estanco del salitre, medida perjudicial para los chilenos que explotaban la
zona de Tarapacá y que podía conducir a la guerra. Nuevamente la diatriba
contra el Perú: “En cuanto a la alianza que sin cesar ha sido para mí una
preocupación harto dolorosa, declaro que jamás he vinculado a ella la más
pequeña esperanza”.
“El Perú es una nación sin sangre, sin probidad y sin inclinaciones sinceras
hacia el aliado”.
La actitud acremente anti-peruana asumida por Arce pone de relieve su carácter
de defensor de los intereses ingleses, con ella ponía a salvo los suyos propios
y los que consideraba vitales para Bolivia. Este último país era una ficha de
importancia en el plan encaminado a obstaculizar las maniobras yanquis
realizadas a través del Perú. El esfuerzo más serio de los Estados Unidos en
este sentido fue el proyecto de Unión Federal Perú-Boliviana y que estaba
destinada a levantar, bajo el disfraz de la defensa de la integridad
territorial, una muralla infranqueable frente a la expansión del capital
inglés.
“El Ministro de Relaciones Exteriores del Perú, don José Calderón, y el
Ministro Plenipotenciario de Bolivia, don Melchor Terrazas, firmaron un
protocolo preliminar que establecía las bases de la Unión Federal
Peruano-boliviana, unión ásperamente combatida por el partido de Dn. Mariano
Baptista (es decir, el partido de Arce, G. L.) ya desde entonces pronunciado en
pro de la paz con Chile” .
Fuente: Historia del Movimiento Obrero Boliviano de Guillermo Lora. //
Fotografía de Pablo Michel publicada en SIGLO Y CUARTO, Documentos Históricos
// Título de la pintura: BOLIVIA EXPOLIADA (Alegoría) 1915, de autor: Anónimo.
// Comentario “Es evidente la visión negra que se tenía en contra de Aniceto
Arce, inclusive durante los tiempos de los liberales.” // Mas en: Historias
de Bolivia.
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