Del Libro:“Tarija... Apuntes Históricos” de Jesus Miguel Molina Gareca V. /
Blog dedicado a la compilación, revalorización y difusión de la historia y cultura de Bolivia. Sitio cultural sin fines de lucro.
Del Libro:“Tarija... Apuntes Históricos” de Jesus Miguel Molina Gareca V. /
Oruro como centro
social, es ya un pueblo cosmopolita, casi como las ciudades marítimas; porque
en su pequeñez es el puerto mediterráneo de la parte más poblada de la
República - Hay de todo un poco.
En sus calles,
plazas y hoteles se oye hablar los principales idiomas modernos, siendo
dominante el español.
Las modestas y
honradas damas autóctonas de Oruro, de quienes, según el proverbio, no se dice
ni bien ni mal, se confunden en los lugares públicos con las mujeres de otros
países, ocasionando lamentables equívocos en los forasteros que llegan y pasan;
porque no siempre es oro todo lo que reluce.
Entre las
distinguidas señoras y señoritas avecindadas en Oruro y que forman parte de su
actual vecindario, hay respetables matronas y muy bellas señoras y señoritas
que nos honran con su presencia.
Las buenas
costumbres, la cultura social, las reglas de moral y urbanidad, son fielmente
observadas, por la gran mayoría del vecindario, sin que falten, como en todas
partes, notas discordantes: que tal es la humanidad, con las extravagancias de
algunos desequilibrados que nos visitan.
La antigua Plaza de
Armas, que era un vasto campo de instrucción de reclutas, rodeada por casuchas
de mal aspecto está completamente transformada. Con su elegante kiosco, sus
bonitos jardines, sus verdes árboles, la hermosa pila con sus adornos de
bronce, sus focos de luz eléctrica, etc., aspira á ser un precioso parque; y
será un vergel cuando las aceras centrales se cubran con galerías de vidrieras,
ornamentación que es indispensable en Oruro por su clima, por sus condiciones
atmosféricas. Los paseos públicos deben adecuarse á los países, sin duda
alguna. Entonces, será un agradable centro social la que se llama ahora Plaza
10 de Febrero, en homenaje de esa fecha gloriosa de Oruro.
Oruro como centro
comercial, es sin duda el más importante de la república, por el ferrocarril á
Antofagasta; puerto en el Pacífico.
Las importaciones
de mercaderías alemanas, inglesas, norteamericanas, francesas, italianas y
austriacas, alcanzaron el año 1900 á 435,244 qq. métricos, en la sección
boliviana.
Las exportaciones,
en su mayor parte de metales y minerales de estaño, plata, cobre, algunas
pequeñas cantidades de bismuto, antimonio, wolfran, etc., cueros de bueys, goma
elástica traida de noroeste, alcanzaron á 1.015,513, qq. métricos.
La carga de pago
movilizada en 1900 fué de 135 millones de toneladas metricas, por el
ferrocarril de Antofagasta.
El ingreso total
del ferrocarril ascendió á 8.562,287 -18 pesos.
(Fuente: Noticia y
proceso de la Villa de San Felipe de Austria. la real de Oruro - Adolfo Mier)
Foto: actual plaza
10 de febrero, Oruro aprox. 1910 y 1920.
Por: Sabrina Lanza Bugueño (Parte de la nota) / Los Tiempos
de Cochabamba, 3 de septiembre de 2017.
Pasaron varias décadas desde la creación de la primera
bicicleta, para que Bolivia pueda acceder a este medio de transporte. Aunque no
se tienen datos exactos, se estima que la bicicleta llegó al país en la década
de 1920.
El departamento que recibió las primeras bicicletas fue
Oruro, debido a la presencia de centros mineros que albergaban trabajadores
ingleses que promovieron este novedoso medio de transporte.
“¿Por qué en Oruro? Porque es ahí donde existía una
importante colonia de emigrantes extranjeros que trabajaba en las minas, en la
Bolivian Railway y en “casas importadoras”, y que practicaban deportes
europeos”, explicó Walter Sánchez, docente del programa de Música de la
Universidad Mayor de San Simón (UMSS).
Bicicletas inglesas en Bolivia
Avisos del periódico “El Heraldo”, entre enero a julio de
1925, anunciaban la venta de bicicletas inicialmente en Oruro. “Entre las
fábricas inglesas de Bicicletas, la Remington Cicle Co. Ltd. Inglaterra,
representa la última palabra, estos vehículos, son los únicos que han alcanzado
una duración de 20 años, y nos han entregado su representación general en
Bolivia”, informó el comerciante Serafín Ferrufino, en un comunicado del
Heraldo de 1925, adjunto a una dibujo de la bicicleta.
Otros anuncios del mismo año ofertan el alquiler de todo
tipo de bicicletas por días y horas, “para caballeros, damas y niños”. En
algunos casos, el valor de las bicicletas se pagaba a través de un “sistema
corporativo” y, ocasionalmente, se daba lugar a sorteos de bicicletas Remigton
mediante la compra de “acciones”.
Diferencias sociales
Algunos testimonios señalan que la diferencia de estratos
sociales se manifestaba en los modelos de bicicletas que lucían los miembros de
las familias cochabambinas. “Yo recuerdo en esa época de mi infancia que había
discriminación económica entre los grupos sociales, los hijos de las familias
que tenían dinero, tenían una Raleigh Chopper que era carísima en esos tiempos
y los que no tenían recursos una Taylor”, recuerda el arquitecto Fernando
Ferrufino.
Cuando la bicicleta era una novedad en Bolivia, muy pocos
pudieron acceder a ella ante los altos costos que representaba adquirirla. Por
ello, la mayoría de ciclistas pertenecía a los estratos más adinerados. Sin
embargo, después de unos años los costos fueron bajando. En ese momento, los
obreros que trabajaban en las provincias llegaban a las obras en bicicleta,
también quienes transportaban tarros de leche desde el campo para distribuir en
la ciudad y escolares para ir a las escuelas.
El primer club de ciclismo
En 1925 se fundó el “Ciclo Club Cochabamba”, con el impulso
de Carlos Soruco, Luis Guzmán Oblitas y el famoso fotógrafo Rodolfo Torrico
Zamudio, conocido como “El Turista”. El grupo deportivo conformado por más de
50 ciclistas siguió dos motivos: promover el ciclismo y por “fines patrióticos para
avivar los espíritus aletargados en el campo deportivo”, según un comunicado
del periódico El Heraldo de mayo de 1925.
El club de ciclistas destacó por su presencia en actividades
artísticas y fiestas nacionales, cumpliendo tareas deportivas y, a la vez,
inmiscuyéndose en la vida cultural de la ciudad.
“Este club, que admitía como ‘socios’ a quienes tenían
bicicletas, realizaba una serie de actividades: paseos por la ciudad, viajes a
la campiña y a distintos pueblos, incluso muchas veces eran invitados por los
alcaldes de otras provincias como Sacaba para que participen de sus eventos”,
señaló Walter Sánchez.
El 25 de mayo de 1925, los ciclistas realizaron un desfile
desde la plaza Colón hasta la plaza principal, durante las festividades del
primer grito libertario. Al llegar a su destino, fueron recibidos entre
aplausos y el “tráfico quedó paralizado”, según una crónica del periódico El
Heraldo.
Foto: Ciclistas en las calles de Cochabamba en la década de
1920. (Torrico Zamudio)
Guevara (Wikipedia) |
Por: José Antonio Loayza Portocarrero / septiembre de
2019.
Foto: De Izq. a Der.: Miss Potosí, Miss Cochabamba, Miss
Chuquisaca, Miss Bolivia: Enna Gonzáles Aguilera de Santa Cruz; Miss La Paz y
Miss Oruro; que dedicaron esta fotografía a la Miss Foto: Edwin Rivera
Miranda |
Por: Edwin Rivera Miranda – Publicado en El País de Tarija,
el 20 de octubre de 2021. / Extraído del libro “Tarija… Las raíces de lo
nuestro, siempre perceptibles”. de Edwin Rivera Miranda
El 14 de febrero de 1936, el “Club Social” presidido por
Bernardo Trigo Pacheco, patrocina un Concurso de Belleza para elegir a “Miss
Tarija”.
La convocatoria se realizó a tráves del periódico de los
Amigos de la Ciudad: “¡Adelante!”, que en cada edición emitía cupones de
sufragio, los cuales eran depositados en un ánfora que se encontraba en la
administración del club, sellada por un Notario Público. La proclamación estaba
fijada para la efeméride tarijeña: el 15 de abril.
El 8 de abril, en cumplimiento a lo solicitado por la
convocatoria, se reunió el Jurado compuesto por el Prefecto del departamento,
Tomás Prieto Delfín; el Alcalde Municipal, Isáac S. Attié; el Jefe del Distrito
Escolar, Adolfo Piñeiro Román; el delegado del Presidente de los “Amigos de la
Ciudad”, Juan de Dios Mealla Otarola; el Presidente del “Club Social” Bernardo
Trigo Pacheco, y el representante de la prensa local, Alberto Rodo Pantoja. En
presencia del Notario Público, Néstor Castellanos, se procedió a la elección de
“Miss Tarija”. Habiendo sido electa por unanimidad, la señorita Aida Martínez
Martínez.
El 15 de abril, en ambientes del “Club Social” fue coronada
“Miss Tarija”. En el acto, los vates, el tarijeño Alberto Rodo Pantoja y el
paceño Luis Felipe Lira Girón, dan lectura a dos poemas en homenaje a la reina
de belleza:
HOMENAJE A S.M. AIDA MARTÍNEZ “MISS TARIJA”
Me ha ordenado mi musa, soberana señora,
que viniera a tu trono en esta lírica hora
a verter mi caudal de emoción.
En un brindis con vino de quimera,
por su majestad doña Aida Primera,
levanto mi áurea copa de ilusión.
Reina, este noble pueblo que te aclama, rendido,
como su soberana excelsa te ha elegido
porque te sabe digna de ostentar, princesa,
el preclaro blasón de gracia y de belleza.
Muy gentil te tributa su gran admiración,
y yo soy el heraldo de cada corazón.
Que a tus vasallos lleguen, llevadas por la brisa,
las diáfanas y armónicas perlas de tu risa.
Tiende el albo prodigio de tus manos princesa,
y habrá en los corazones palpitante tibieza.
Vierte sobre tu pueblo la luz de tu mirada
tierna y soñadora,
y habrá en nuestras pupilas, fulgurante, aromada
eclosión de aurora.
Poeta de Tarija, soberana señora,
he venido a tu trono e esta lírica hora
a verter mi caudal de emoción.
Y en un brindis con vino de quimera,
a nombre de Tarija, por doña Aida Primera,
levanto mi áurea copa de ilusión.
Alberto Rodo Pantoja
HOMENAJE A “MISS TARIJA”
Señor, soy el juglar
que en el roquedal sin fin
encintó su mandolín
para llegar a tu lar.
Ya en tu lar voy a cantar
en tu honor mi juglería…
Romero de romería,
arrastraré mis quimeras
saludando a las banderas
de toda tu señoría.
Si por vereda ignorada,
bajo el estupor del sol,
vino el abuelo español
tendida al valle la espada,
al fulgor de tu mirada,
milagro deshecho en luz,
traigo yo bajo el capuz
la cantiga landatoria
que se enredará en la gloria
de tu cabello abenuz.
…
Luis Felipe Lira Girón
El 18 de enero de 1937, Aida Martínez acompañada de su madre
y de su hermano Luis Zacarías, se traslada a la ciudad de La Paz para
participar en el concurso de “Miss Bolivia”. El torneo nacional de belleza
estaba previsto para el 23 de ese mes.
Pero, el 20 de enero, el periódico paceño “La
Calle” publica un artículo denominado: “Mi Homenaje a Miss
Tarija” de Carlos Medinaceli -bajo el seudónimo de Tristán Shandy-:
Mi Homenaje a Miss Tarija.-
…Después de la guerra con el Paraguay, la mejor guerra que
podrían emprender estos patriotas [tarijeños] es la guerra contra sí mismos,
contra su andalucismo, su aletargamiento y su somnolencia intelectual.
Este otro gran problema que no obstante su notoriedad, nadie
ha tenido la sinceridad de plantearlo en términos claros: la falta de lucidez
en la inteligencia del tarijeño corriente.
Este hecho que podría reconocer una de sus ejecutorias de
abolengo en la chicha, según el doctor Genaro Villa, deriva de una causa
física, de la falta de yodo en la atmósfera. Según el mismo facultativo, esa
también es la causa para la propagación del bocio. Y como ya sabemos por los
modernos estudios de endocrinología, el bocio es, según el Dr. Marañón, causa
de ineptitud mental.
En el pueblo de Luis de Fuentes, reina un tal ambiente de
zoncera que es una de las cosas más encantadoras del mundo. Por eso es que les
ha gustado tanto a los poetas y colaboradores espontáneos de los diarios
metropolitanos. En cuanto ponían los tales el pie en la Loma de San Juan ya
sentían que dentro de sí les nacía la musa de Pierre Loti o de Paul Moranda. Y
se creían obligados a enviar a “El Diario” o “La Razón” el inevitable poema o
impresión de viaje del Guadalquivir, imprescindiblemente también dedicado “a la
señorita X”. Efectos de la atmósfera. No de la zoncera.
Hay un tal ambiente de “Eterno Femenino” aquí que mezclado
con el fuerte olor de los naranjos, es algo que absorbe los sentidos y embota
la inteligencia hasta enervar la voluntad. Y, esto, que si individualmente para
los que visitan Tarija de paso es un regalo de vida, en cambio, socialmente, o
sociológicamente hablando, si el término no es pedante, es lo peor que le puede
ocurrir a un pueblo. En primer lugar, es obvio pensar que en una sociedad donde
ya sea por una causa u otra, por su belleza, por su abundancia, por su mayor
euforia vital o su actividad, es la mujer que la predomina y domina, ese pueblo
ha de permanecer arrebatado a las modalidades propias, a las virtudes pequeñas
y comineras del espíritu de la mujer.
…-Bueno, se dirá, pero esto no es un homenaje a Miss Tarija
¿Qué más homenaje que la verdad? Si yo pudiera ser absolutamente sincero, no le
haría un soneto ditirámbico a ninguna Miss o Reina de Belleza. Le diría: -
Mire, señorita, no se engañe ni se enfatúe con su reinado, porque como dijo el
auténtico Sócrates, “la belleza de la mujer es una soberanía que dura poco tiempo”.
Y, además estos concursos de belleza actuales, como toda invención yanqui,
tienen un repulsivo carácter comercial, los mejores ejemplares para obtener el
mejor rendimiento económico. El que a una buena y casera jovencita se la
proclame Reina de la Belleza es hacerle un mal, en nuestro económico país,
porque ya casi nadie se anima a casarse con ella ¿Quién ha de ser el guapo que
cargue con una Venus de Milo a su casa? Porque se necesitaría nada menos que
tener el valor de un Júpiter para decir: -Oye Afrodita, alcánzame esos
calzoncillos. O, lávame esos calcetines. Y Anadiómena conteste malhumorada:
Allá tú con tus cosas. Yo tengo que dar de mamar a la guagua. He ahí la
soberanía de la mujer.
Apenas sale la publicación del periódico “La Calle”, se armó
un alboroto que fue mayúsculo, el “Centro de Acción Tarijeña” (residentes
tarijeños) de la ciudad de La Paz, se reúnen; una de sus primeras
determinaciones es que la soberana tarijeña no participe del concurso nacional
de belleza. Conocedor de esta noticia, el Presidente de la República, David
Toro Ruyloba, se traslada al hotel “Sucre Real Palace” donde se alojaba la Miss
Tarija para convencer a que participe del concurso; pero, los residentes
tarijeños, sacan a la reina del hotel por la parte posterior, no llevándose a
cabo el encuentro.
La Liga de Juventud Femenina y los periodistas de La Paz,
organizan un “excelso homenaje” a “Miss Tarija”, entregándole un pergamino en
señal de desagravio. El principal “defensor de Tarija” en la ciudad de La Paz,
fue Heriberto Trigo Paz, quien publicó un artículo, que fue difundido en los
principales periódicos del país: La Cobardía, frente al valor y la verdad:
La Cobardía, frente al valor y la verdad. -
Como quien lanza una piedra para después esconder la mano,
un cobarde anonimista -oculto bajo el seudónimo de Tristán Shandy- ha ultrajado
sin tasa ni medida la honorabilidad de nuestro pueblo, la dignidad de nuestra
Raza, en un artículo publicado en “La Calle”, de La Paz, bajo el rubro inocente
de “Mi Homenaje a Miss Tarija” …
Tristán Shandy nos habla del Valor y la Verdad. Y no tiene
este triste individuo, ninguna de tales virtudes. Por el contrario, solo nos
muestra su inaudita cobardía. Predica valor. Y, para difamar a un pueblo, se
escuda en un ridículo seudónimo.
Nos habla de “machismo”. Y allá en Tarija, cuando era la
Guerra del Chaco, Medinaceli lamió la bota militar para conseguir refugio en la
regencia de una cátedra del Colegio Nacional “San Luis”.
Valor habría tenido el repudiable personaje que nos ocupa,
si cuando estuvo en Tarija, en vez de exaltarnos desmedidamente, como lo hizo,
hubiese puntualizado las taras y miserias que cree encontrar en nuestro pueblo
Chapaco. Pero, por el contrario, ha esperado estar lejos de Tarija para
endilgar a una bella damita de nuestra sociedad, su bilis contenida largo
tiempo. Así cualquiera es Valiente…
Y, por último, valiente ha de ser el tal Tristán, si
responde a las tantas iniciativas que le venimos haciendo los tarijeños
residentes en La Paz para que salga al campo del honor. Lo reclamamos como
Hombre. Y, no aparece. Está oculto como gallina…
Cree ser poseedor de la Verdad, y, a su concepto, la beldad
de la mujer no es Verdad. Como que tampoco es verdad para él la generosidad del
pueblo tarijeño a cuyo amparo vivió por espacio mayor de un año…
Los periódicos paceños “Última Hora”, “El Diario” y “La
Razón”, se ponen de acuerdo y publican extensos artículos en defensa del pueblo
tarijeño.
…Walter Dalence, potosino y ferviente admirador de las
virtudes cívicas del pueblo tarijeño, en dos artículos hace pública su protesta
por infamia cometida con la señorita Tarija, diciendo que no es ni puede ser un
potosino quien haga aquello, ya que los hombres de la Ciudad Única, son
incapaces de una infamia. Señala a Medinaceli como cinteño. Cualquiera que fuese
su origen nativo, es un boliviano quien nos ultraja y nos hiere (“Última Hora”.
29 de enero de 1937).
Contra Homenaje a Miss Tarija…No quiero en este momento
discutir las desde luego discutibles aseveraciones del articulista a que me
refiero; quiero solamente tocar otro punto de la cuestión. Dicho individuo
puede muy bien tener las ideas que expresa y que descaradamente dio a la
prensa; pero por ningún motivo era el momento de publicarlas; y de haberlo
hecho, no era un diario y mucho menos un diario paceño, el medio apropiado. En
el mejor de los casos las habría podido dar a la luz pública en un folleto de
mala muerte, folleto que nadie leería. Es de elemental cortesía personal y
colectiva el tratar a los huéspedes con las consideraciones y respeto. Desgraciadamente,
en este delito, tienen tanta culpa el autor del artículo como el director del
artículo y el personal de redacción del mismo… (“La Razón”. Guillermo Mariaca
28 de enero de 1937).
Otro de los tarijeños que repudiaron la publicación de
Carlos Medinaceli en el periódico “La Calle”, fue el Prof. Víctor Varas Reyes
que trabajaba en el Colegio “Pichincha” de Potosí. El 15 de abril de 1937, dio
una Conferencia en el Salón principal de Universidad “Tomás Frías” de Potosí, a
profesores y alumnos del Colegio, refutando a Medinaceli:
Sr. Rector:
Colegas:
Alumnos del “Pichincha”
El hecho de que en un periódico de La Paz, con ignorancia
del Director, cobijado bajo un seudónimo y mediante un artículo cuyo autor
ensayó con poca fortuna la ironía, se calificó a Tarija poco menos que como un
país de idiotas, que no ha dado nada de sí a excepción del Presidente Arce, nos
sugiere el hacer conocer en forma esquemática, que la tierra de don Luis de
Fuentes supo dar, a través de toda la Historia boliviana, hombres que representaron
dignamente no sólo a su terruño, sí que también a la patria entera…
El Director General de Propaganda del Gobierno Nacional,
emplazó al Director de “La Calle”, Nazario Pardo V., para que realice una
explicación de lo publicado por su periódico; quien manifestó: Recibí el
artículo y creí que se trataba de un respetuoso homenaje a “Miss Tarija” y sin
darle mayor lectura lo pasé a caja imprenta. La Unidad gubernamental dispuso
que el periódico, suspenda sus ediciones por 15 días.
Al final, la “Miss Tarija”, no fue partícipe del concurso de
belleza nacional, a pesar de los ruegos de los organizadores del evento.
Si bien Aida Martínez no fue concursante del torneo de
belleza nacional, estuvo presente en el evento. Fueron seis las representantes:
de Potosí, Cochabamba, Chuquisaca, Santa Cruz, Potosí y Oruro. Fue elegida
“Miss Bolivia”, la Srta. Enna Gonzáles Aguilera, representante del departamento
de Santa Cruz, que fue coronada por el Presidente de la República. Pasado el
programa, las seis representantes, se toman una fotografía y la dedican a la
reina tarijeña.
El 2 de febrero de 1937, Aida Martínez, retorna a la ciudad
de Tarija, fue recibida por numerosas señoritas presididas por Rosa Pizarro
Aráoz (la primera “Miss Bolivia”), acompañada de autoridades políticas y
representantes de varias entidades sociales, culturales, deportivas y obreras.
Años después, el Director del periódico “La Calle”, Nazario
Pardo Valle, manifestaba:
[El Centro de Acción Tarijeña] averiguaron el nombre del
autor y en una reunión de residentes tarijeños acordaron matarnos. El Coronel
[Armando] Ichazo [Urquidi] les dijo que no necesitaban sortear, que él se
ofrecía para pegarnos dos balazos. Medinaceli tuvo que desaparecer de La Paz y
esconderse en la propiedad de su padre, cerca a Cotagaita hasta que amainara la
tormenta.
Un día que el Prefecto Alfredo Santalla Estrella, me invitó
a tomar unos tragos en un restaurante, me acometieron unos tarijeños y uno de
ellos, un teniente, me dio un golpe con la cacha de su revólver sacándome el
ojo de su órbita. En otra ocasión cuando salía del teatro Municipal, otro grupo
me agredió. El periódico fue clausurado por dos semanas. Medinaceli pudo volver
a La Paz, recién cuando lo eligieron Senador. La representación tarijeña
amenazó con retirarse si él asistía a las reuniones y tuvo que intervenir
Víctor Paz Estenssoro para tranquilizar los ánimos.
Carlos Medinaceli lamentó después que se hubiera producido
tal alboroto y siempre recordó a Tarija con afecto, al extremo de que dispuso
de que el único bien que poseía, que era su biblioteca, fuera donada a la
Universidad Autónoma “Juan Misael Saracho”, encargo que cumplió su
hermana (Mariano Baptista Gumucio).
Aida Martínez Martínez, nació en la ciudad de Tarija el 13
de noviembre de 1917. Hija de Marcio Martínez y María Martínez.
En primeras nupcias con Carlos Paz Vásquez, tuvo dos hijos:
Luis y María Teresa.
Habiendo enviudado, se casó con el Gral. Armando Ichazo
Urquidi.
Falleció el 31 de julio de 2006. Sus restos mortales
descansan en el Cementerio General (calle 2 entre B y C).
Paz Estenssoro (Centro) |
Ensayo investigado y escrito por el periodista Ramiro Duchén
Condarco para Urgente.bo / disponible en: https://urgente.bo/noticia/pl%C3%A1cido-ya%C3%B1ez-el-asesino-ajusticiado-por-el-pueblo
El 23 de octubre de 1861 se produjo uno de los más
sangrientos sucesos de nuestra agitada historia: la masacre de renombrados
belcistas en el Loreto y sus inmediaciones, a instancias de Plácido Yañez,
quien, ante la pasividad de las autoridades de entonces, un mes después fue
linchado por el pueblo que clamaba justicia. El número de las indefensas
víctimas, según algunos historiadores llegó a 50 y sobrepasó los 60, de acuerdo
con otros. Es el mayor crimen político de todos los tiempos ocurrido en nuestro
país.
INTRODUCCIÓN
Apenas iniciado el año de 1861, se produjo una
sublevación, encabezada por el general Manuel Antonio Sánchez y los ministros
Ruperto Fernández y José María Achá, que puso fin a la dictadura civil de José
María Linares (1857-1861). Era el 14 de enero de ese año de 1861.
Linares, a su vez, cuatro años antes, truncó torpemente la
primera sucesión constitucional en la historia nacional, al consumar, luego de
una década de tenaces conspiraciones, su largo y enfermizo anhelo de hacerse
del gobierno; fue a costa del de Jorge Córdova (1855-1857). En ese extenso
periodo, Linares corrompió a gran parte de la soldadesca, instituciones y
militares de grado para dar rienda suelta a su insania antibelcista, y
curiosamente, una vez en el gobierno trató de “moralizar” al país…
Sobre el cuartelazo que terminó con el gobierno legal de
Córdova, Moreno dice: “El origen legítimo de su investidura no era tachable
según los dictados de una sana política. En cualquier país medianamente
constituido hubiera sido inviolable en su puesto de primer mandatario”.[1]
Sabido es que a lo largo del siglo XIX Bolivia sufrió —y aún
a lo largo del siglo XX— uno de los mayores males que afectó el desarrollo del
país: la interminable serie de cuartelazos que cambiaban presidentes con
alarmante facilidad, por lo que se vivía en un ambiente de permanente agitación
y zozobra. Unos más que otros, los gobiernos prestaban especial a atención a
sofocar los motines.
El de José María Achá (1861-1864), no fue, pues, excepción a
la regla, sino que —como todos— tuvo que enfrentar varias revueltas durante su
administración.
En ese contexto, tuvo lugar un hecho que fue el origen de la
espantosa matanza que sucedió en el Loreto y sus proximidades. Veamos:
Al finalizar septiembre de 1861 Plácido Yañez, extrañamente
nombrado por Achá comandante de La Paz, alertó sobre la existencia de un
supuesto conato subversivo organizado por partidarios de Belzu en la ciudad del
Illimani, y sindicó al Batallón Segundo de estar involucrado en el mismo. Esto
ocurrió mientras Achá estaba en el Sur del país, donde se ausentó para sofocar
otro intento de alterar el nuevo orden que trataba de imponerse.
¿QUIÉN ERA PLÁCIDO YÁÑEZ?
Plácido Yañez (1813-1861), fue un militar que hizo
carrera en el ejército desde 1828 en los gobiernos de Andrés Santa Cruz
(1829-1839) y de José Ballivián (1841-1848), hasta adquirir el grado de
coronel. Fue exilado en las administraciones de Manuel Isidoro Belzu
(1848-1855) y Jorge Córdova (1855-1857), lo que hizo que en su alma creciera un
odio enfermizo contra todo lo que se relacionaba con el belcismo.
Así, se dedicó a conspirar, junto a Linares, para echar a
ese partido del poder. Durante esta administración gubernativa, “mandó el
batallón Angelitos, á los que disciplinaba á palos, con crueldad y fiereza”.[2] En esta ápoca lo encontramos al frente de las
tropas de Cochabamba, al lado de Mariano Melgarejo, durante la insurrección del
27 de septiembre de 1857, que culminó con la caída del gobierno de Córdova.
Yañez, gracias al apoyo de Linares, fue reincorporado al ejército donde ocupó
diversas funciones, aunque sin relevancia alguna; luego volcó su lealtad a
Achá, que terminó con el gobierno de Linares,[3] como
vimos en párrafo anterior.
Y es, precisamente, bajo esta administración que adquiere
cierta relevancia al granjearse la confianza del nuevo gobernante, y adquirir
posiciones de relativa importancia, como la comandancia de La Paz.
Alcides Arguedas, a través de Ruperto Fernández, da a
conocer la siguiente descripción de Yañez:
"Su carácter —dice el ministro Fernández, inspirador de
sus actos,— participaba de los errores de una viciada educación por los hábitos
adquiridos en el cuartel desde la clase de tropa; de modo que el prolongado
imperio de la tiranía de nueve años, cuyos rigores sufrió, vino a formar en él
un odio profundo y una especie de horror a sus autores. Era además, un hombre
original: llegaba a convertir el valor en temeridad, la justicia en crueldad,
la fortaleza en capricho y el patriotismo en intransigencia perseguidora”.[4]
Según establece Moreno, Ruperto Fernández mediante dos
cartas escritas a Yañez inmediatamente antes y después del 23 de octubre,
estaba al tanto de los acontecimientos.
PREPARATIVOS PARA LA MASACRE
La excusa esgrimida por el alucinado militar, conveniente o
accidentalmente a cargo de la comandancia de La Paz, fue el preparativo de una
conspiración que pretendía reponer en el gobierno a Belzu y Córdova, como se
vio precedentemente —ambos enemigos irreconciliables de Yañez—, por quienes
además, sentía un odio enfermizo.
Con el propósito de evitar que se consume la supuesta
revuelta, Yañez se apresuró a ordenar la prisión de lo más granado del
belcismo; de esa manera fue apresado un número elevado de personajes ligados a
Belzu.
“En la noche del 29 del mismo mes [septiembre] —relata
Gabriel René Moreno— y en la mañana del día siguiente se practicaron en la
ciudad numerosas prisiones. Pasaba de una treintena el número de los
arrestados. Eran todos de lo más granado del partido belcista allí existente;
coroneles, generales, un ex-ministro de Estado, etc./ El 18 de octubre
inmediato fue aprehendido en su chacra y reducido a prisión el ex-presidente de
la república, Jorge Córdoba./ Estos arrestos y otros de personas de inferior
condición se verificaron de orden del comandante general, con o sin
consentimiento del jefe político, y dándose fundamento que la autoridad militar
había descubierto una conspiración de cuartel contra el orden público”.[5]
Desde Potosí, el gobierno, “declaró en estado de sitio el
distrito de La Paz y las provincias de Ingavi y Pacajes”.[6]
“Apenas alejado el gobierno de La Paz —dice por su parte,
Alcides Arguedas—, comenzaron a correr rumores alarmantes en la ciudad. Se
decía que los partidarios de Córdova y Linares preparaban un movimiento contra
los poderes constituidos, y Yáñez se apresuró a comunicar esos rumores al
gobierno el 29 de septiembre de 1861 y en hacer apresar en la noche de ese
mismo día a varios de los principales sindicados entre los que se encontraban
el hermano de Belzu, el mismo Córdova [que fue capturado dos semanas después],
un ex ministro de Estado, y varios de los más sobresalientes belcistas, en
número de treinta”. [7]
Moreno establece de la siguiente manera la inexistencia de
ese complot, utilizado como pretexto para apresar y asesinar a los belcistas en
La Paz:
“Es fuera de duda que, durante los días subsiguientes, los
vecinos mismos de La Paz no estaban concordes en si hubo o no, en realidad,
provocación o conato sedicioso. Después de dos o tres semanas, disipadas ya las
naturales sombras del estupor, comenzó a asomarse y se abrió ancho paso en los
ánimos la certidumbre clarísima de la verdad: habíase positivamente simulado
por la autoridad un ataque”.[8]
“No he podido encontrar constancia —añade el propio Moreno—,
en ningún documento entregado a la prensa, sobre el hecho notable de la
sublevación, siquiera sea transitoria, de las Compañías del Segundo. Yañez
mismo en su parte al gobierno no consigna hecho tan grave. Se refiere a un
asalto de cholos a la casa de unos de los jefes del Segundo; afirma que, en
esos momentos, los detenidos en el cuartel atropellaron a sus centinelas y
avanzaron hacia el cuerpo de guardia; hace valer el hecho de que dicho jefe ha
sido desaparecido, lo cual resultó después sin significado ni
exactitud para el caso”.[9]
Enrique Finot señala de manera contundente que
“averiguaciones posteriores han demostrado que se trató de un simulacro de
ataque, fraguado por Yáñez”,[10]
Esto muestra de manera clara que Yañez urdió un plan para
dar rienda suelta a su insania antibelcista y asesinar a lo más representativo
de esa tendencia política, bajo el pretexto de salvaguardar el orden público.
¿Para qué inventar un complot, si no tenía claridad sobre su inmediato actuar?,
es decir, ¿si no tenía en mente vengarse sangrientamente de Belzu y sus
seguidores por lo que —supuestamente — sufrió en los años de su exilio?
LOS HECHOS INOBJETABLES
Moreno relata los sucesos como sigue:
“El 23 de octubre de 1861, el comandante general de armas de
La Paz, coronel Plácido Yáñez, en alta noche mandó asesinar con la fuerza
pública a un medio centenar de ciudadanos, que arbitrariamente había hecho
encarcelar días antes a título de belcistas conspiradores. Un mes cabal después
de este suceso, el populacho de La Paz, cansado de ver impune y siempre
revestido de autoridad al perpetrador de esta carnicería, tomó por asalto el
palacio donde estaba encastillado con su gente, y ajustició al criminal con dos
de sus cómplices. Se retiraron las turbas enseguida a sus casas./ Se retiró el
populacho justiciero sin querer plegarse a la rebelión militar de tres cuerpos
veteranos, rebelión que esa mañana sirviera al pueblo de preludio y base para
la ejecución. Triunfante y aterrada a la vez, no se atrevió entonces esa
rebelión a vitorear a su caudillo. El caudillo era el ministro de interior,
Ruperto Fernández, a quien el pueblo sindicaba de hacer sido el instigador de
Yañez. Ausente con el gobierno, estaba a la sazón Fernández en Sucre. La
soldadesca rebelde se sometió al orden días después sin resistencia”.[11]
Arguedas, por su parte, narra del siguiente modo esos
luctuosos acontecimientos: “Pronto se le presentó la oportunidad de desembarazarse
de sus enemigos pues en la noche del 23 de octubre prodújose una especie de
motín, fomentado, se dijo entonces, por el mismo Yáñez, para poner en libertad
a los detenidos. Púsose en pie el gobernador y se dirigió a la plaza sumida en
medrosa penumbra, pues no era costumbre entonces mantener encendidas las velas
de cebo. Al llegar al Loreto fue avisado por el capitán de guardia que Córdova
había intentado por dos veces atropellar a sus centinelas./ — "¡Que le den
cuatro balazos!" — ordenó con voz iracunda./ Un oficial y varios soldados
se lanzaron a cumplir la orden en el preciso instante en que Córdova, al sentir
el ruido de la plaza, se había incorporado en su lecho y comenzaba a vestirse,
halagado, sin duda, con la idea de verse libre merced a los esfuerzos de sus
partidarios. No le dieron tiempo ni aun para defenderse y lo acribillaron a
balazos, bárbaramente”.[12]
LOS INMOLADOS
Arguedas menciona que el número de víctimas pasaba de los
setenta,[13] Martha Irurozqui indica que fueron
55;[14] Arazáes señala que alcanzaron a 60;[15] en ninguno de los casos se proporciona una
nómina de la totalidad de los ciudadanos brutalmente ejecutados.
Moreno rescata los nombres de una veintena de los belcistas
salvajemente asesinados por órdenes de Yañez, pero afirma que medio centenar
fue inmolado. Los nombres de algunas víctimas aparecen en un informe dirigido
al gobierno por el comandante ayudante de aquél, el “tuerto” B. Sánchez, quien
tomó parte activa en los sangrientos sucesos:
“RELACIÓN DE LOS QUE HAN MUERTO. — José María Torres. —
Hermenegildo Clavijo. — Pedro Espejo. — José Agustín Tapia. — Luis Valderrama.
— Francisco de Paula Belzu. — José María Ubierna. — Juan Crisóstomo Hermosa. —
Mariano Calvimonte. — Victoriano Murillo. — José Ugarte. — José Zuleta./ TROPA.
Manuel Aguilar. — Basilio Suárez. — Manuel Alvarez. — Juan C.Cáceres. —
Bernardino Camacho. — Carlos Pérez. — La Paz, octubre 24 de 1861. El comandante
ayudante. B. Sánchez”.[16]
Aranzáes puntualiza que los inmolados fueron salvajemente
ejecutados “en medio de la más espantosa confusión, unos de pié, otros de
rodillas y otros tendidos en el pavimento. Mientras el comisario Dávila
sacrificaba á los presos de la policía, el alcaide Aparicio a los de la cárcel
y el comandante Santos Cárdenas hacía victimar a los presos del cuartel del
2º”.[17]
LA VERSIÓN DE YAÑEZ
Pero veamos seguidamente qué argumentó Yañez por entonces:
“En la versión defendida por Yáñez, éste dijo que se había
despertado al oír ‘un tiro en el cuartel del batallón Segundo situado a pocas
calles del palacio de gobierno’. Su alarma quedó confirmada por el bullicio
procedente de la plaza y por el hecho de que cuando él y su hijo Darío se
asomaron a los balcones recibieron descargas de arma. Tras llamar al coronel Luis
Sánchez para que sostuviese el fuego con seis rifleros y dos fusileros, Yáñez
salió con la columna municipal —unos cien hombres— a la plaza. Ésta fue
dividida en dos secciones. De una se hizo cargo el oficial Benavente con el
cometido de atacar al grupo que les disparaba, mientras la otra con Yáñez al
mando, tras defender los otros lados de la plaza, se dirigió al Loreto. Una vez
allí preguntó al custodio del lugar, el capitán Rivas, por las novedades
acaecidas y éste le contestó que ninguna, salvo que Córdova había intentado dos
veces atropellar al oficial de guardia Núñez. En respuesta Yáñez dio la orden
de ‘pegarle cuatro tiros’, acción que cumplió el oficial Leandro Fernández.
Después de indicar a Fernández y al oficial Cárdenas que ejecutaran a los detenidos
en el cuartel del batallón Segundo, Yáñez hizo salir a todos los presos del
Loreto de cuatro en cuatro. A excepción del general Calixto Ascarrunz, por el
que intercedió Darío, todos fueron muertos. A ellos les siguieron los presos
encarcelados en el cuartel de policía y en la cárcel, ocurriendo la matanza a
mayor escala en el cuartel del batallón Segundo. Allí el único superviviente
fue Demetrio Urdininea, del que se supo más tarde que era un espía de Yáñez”.[18]
Como se aprecia, con meridiana claridad todo fue parte de un
plan preconcebido y tramado durante años por el extraviado criminal.
Aranzáes menciona que “el victimador para su defensa, hizo
publicar una hoja inmunda El Boliviano, de quien [sic] un hombre serio,
dice: ‘escrito impávidamente por puños más diestros en manejar la daga que la
pluma’. No tuvo circulación y fué secuestrado por el odio público".[19]
ALGUNAS REACCIONES
El gobierno —como veremos adelante—, apenas conocidos los
hechos, reunió al gabinete que sacó un pronunciamiento tibio sin condenar el
desenlace, quizá con el pensamiento puesto en que evidentemente fue controlado
un golpe de estado, abortado gracias a la oportuna intervención de Yañez y su
caterva. Al respecto, Martha Irurozqui sostiene:
“Achá recibió la noticia en la ciudad de Sucre a través del
ministro Fernández, quien interpretó muy favorable para los septembristas la
casi desaparición de los principales miembros del partido de Belzu. La actitud
victoriosa de muchos de ellos no sólo obligó al ministro Bustillos a renunciar
a su cargo, sino que también debilitaba políticamente a Achá ya que mostraba
fracasada la política de fusión a causa de la irredente actitud
conspiradora de los belcistas. Bajo el entendimiento de que con lo ocurrido se
había abortado una revolución y salvado el orden público, las cartas que el
presidente envió en un inicio a Yáñez no lo reprobaron, sino que parecían
aceptar que las autoridades escarmentasen a los belcistas por el miedo a una
conspiración. Si bien ello fue más tarde utilizado para imputar a Achá la
responsabilidad de los hechos, es necesario precisar que las primeras
informaciones oficiales remitidas justificaban lo sucedido, sin que personajes
críticos con Yáñez como el jefe político Rudesindo Carvajal expresase aún el
horror que le producían sus actos. También hay que tener en cuenta que en esos
momentos Achá se encontraba en una situación delicada debido al comportamiento
hostil de Fernández y al favor que recibía de los linaristas”.[20]
“Por un lado —continúa Irurozqui—, estaban quienes aplaudían
y alentaban el celo demostrado por el militar para evitar una nueva revolución;
por otro, quienes no sólo consideraban extremas las medidas contra los
belcistas, sino contrarias a la ley, siendo al principio mayoría los primeros.
Frente a ello, en su papel de ‘sostenedor del orden público’, Yáñez persistió
en su conducta de encarcelar a todos los belcistas de La Paz, incluido el ex presidente
Jorge Córdova. Tras un intento fallido de demostrar que en su quinta de San
Jorge éste hacía reuniones conspiradoras y acopio de armas, fue apresado el 21
de octubre debido a una nueva denuncia hecha por un sargento segundo y un
soldado de la columna municipal que le acusaban de haberles abordado en la
pulpería del barrio de Huturunco y pagado para que le ayudasen a liberar a los
prisioneros. Se le recluyó en el Loreto junto a los principales prisioneros
políticos”.[21]
EL SILENCIO DE LA PRENSA
Lo que llama la atención de este hecho atroz, es que la
prensa de la época mantuvo un silencio sepulcral sobre el mismo… apenas
escuetos comentarios sobre el particular, lo que induce a pensar, inclusive,
que se trató de hacer que el hecho pase desapercibido, salvo por la frontal
y valiente actuación de un solo periódico que intervino como una especie
de juez ciudadano. Al respecto, Moreno dice:
“La prensa setembrista y la prensa gobiernista, que juntas
formaban la mayor parte de la prensa, sepultaron en una ola inmensa de olvido
la carnicería del 23 de octubre. Por eso mismo y persiguiendo en ello una
especie de reparación, he querido conceder, en estos anales, páginas extensas
al asunto, y por ende a El Juicio Público que fue, contra ese crimen,
el campeón denodado de la vindicta pública”.[22]
Publicaciones como El Boliviano, El Telégrafo y El
Constitucional, se ocuparon de indisponer a la opinión pública contra el
belcismo.
EL PUEBLO TOMA LA JUSTICIA EN SUS MANOS
Habida cuenta que las autoridades de gobierno no sancionaron
a los culpables de semejante masacre, el pueblo, que tardó en salir de su
asombro ante la crueldad demostrada por los asesinos, a treinta días de los
luctuosos sucesos, tomó la justicia en sus manos, y en medio de una asonada,
ajustició a Yañez y a algunos de sus subsecuentes seguidores, o mejor dicho en
este caso concreto, cómplices.
Llama la atención la actitud tibia y hasta complaciente de
Achá con los acontecimientos. Si bien es cierto que en los hechos significó
quitar del camino a un significativo grupo de belcistas, con lo que resultó
seriamente herido el partido, bajo ningún punto de vista es admisible la bestialidad
con la que obraron Yañez y sus esbirros. Y más aún, que todo haya quedado como
si nada hubiera pasado.
“El gobierno a la noticia oficial de los terribles
acontecimientos de La Paz —refiere Nicanor Aranzáes—, comunicada por su
promotor, la consideró inmediatamente en consejo de gabinete. Asistieron a este
acto y tomaron parte en las deliberaciones los ministros, Ruperto Fernández,
Rafael Bustillos, Manuel Macedonio Salinas y Celedonio Avila. De común acuerdo
con el Presidente Achá, acordaron contestar en términos vagos e indefinidos,
esto es sin pronunciarse sobre los hechos producidos”.[23]
Añade Aranzáes: “El General Achá descendiendo de su alto
puesto de primer magistrado de la Nación, escribió al asesino el día 10 de
noviembre de 1861, titulándole su querido amigo, demostrando una señalada
afectuosidad en el hecho de expresarle que le deja esa carta en el correo,
porque al día siguiente tenia resuelto emprender viaje al Norte, tomando esa
precaución para que no le falten sus comunicaciones ni entre en cuidados”.[24]
“Pasado un mes de estos espantosos asesinatos políticos
—relata José Macedonio Urquidi—, el 23 de noviembre, el Coronel Narciso Balza
se sublevó en la misma ciudad, pronunciándose á favor de Ruperto Fernández;
atacó, con el batallón de su mando y la columna municipal, al batallón del
Coronel José María Cortés, militar pundonoroso que cayó herido de muerte; el
pueblo, aprovechándose de este desorden, se amotinó en grandes masas, pidiendo
la ‘cabeza de Yáñez’, el que sitiado y atacado en el palacio, en su
desesperación había logrado escalar uno de sus muros y, herido por una bala
certera en el tejado, rodó (desde 15 m. de altura) hasta el suelo, siendo
después arrastrado por las calles su sangriento cadáver, que fue desgarrado por
la ira popular…”.[25]
Enrique Finot dice: “Cuando Achá llegó a Oruro, Balsa se
encontraba en La Paz, al mando de un batallón, con el que se sublevó el 23 de noviembre,
atacando el cuartel de las fuerzas adictas a Achá. Dominadas éstas, con el
auxilio de la plebe que se congregó con propósitos de venganza contra Yáñez, la
tropa amotinada fue arrastrada por el pueblo hasta la casa de gobierno, en la
que se había refugiado el asesino de octubre, al mando de un piquete que no
pudo resistir el ataque. Tomado el palacio, Yáñez pretendió escapar por los
techos, pero derribado de un balazo hasta el patio de una casa contigua, donde
se descubrió su cadáver, el populacho lo escarneció y arrastró por las calles.
Así fueron castigados, por la justicia popular, los crímenes perpetrados por
aquel malvado”.[26]
El tendencioso historiador chileno Ramón Sotomayor Valdés,
en su incomprensible afán de atenuar la responsabilidad de Yañez en los
dramáticos sucesos dice a la letra: “Nada prueba concluyentemente que Yañez
tuviese meditado i resuelto un plan para aquella trajedia, ni que no hubiese
creido de buena fé en las provocaciones i síntomas de desórden de aquella
noche. Pero aceptado todo esto en favor de Yañez, ¿con qué puede medirse
todavía su ferocidad i su torpeza en aquellas órdenes de matar á tantos desdichados
prisioneros, sin más que oir algunos tiros i ver algunos grupos de gente alzada
en la calle?/ El pueblo, que á menudo adivina la verdad i suele pesar los
grandes sucesos en justiciera balanza, vió en Yañez la única cabeza responsable
de aquel atentado. Maldíjole en su corazon i esperó la oportunidad del
castigo”.[27] No obstante, como dijimos antes, el
hecho de que haya fraguado una asonada para justificar los asesinatos, de suyo
es suficiente para tener la certeza de que todo fue parte de un plan
previamente elaborado para acabar con el belcismo y el “peligro” que
representaba.
Más adelante, sin embargo, el propio historiador chileno
apunta: “…mui bien pudo atravesar por la mente febril de Yañez la idea de
sacrificar de una vez á sus prisioneros, lo que para el importaba romper los
lazos convencionales de la justicia humana para dar, sin embargo, un golpe
merecido a un partido funesto i evitar muchos nuevos trastornos a la nación”.[28]
Este hecho no tiene parangón en la historia de Bolivia ni
pretérita, ni actual, tanto por la sangre fría con que ocurrieron las
ejecuciones, cuanto por la cantidad de inmolados. En efecto, los ajusticiados
no tuvieron oportunidad de defenderse, ya que desarmados todos ellos, fueron
fusilados sin contemplación de ninguna naturaleza ya sea en grupos de a cuatro
o individualmente, como ocurrió en el ex presidente Jorge Córdova.
Sin embargo de ello, Arguedas sostiene que el sangriento
suceso fue “la repetición, con ligera variante, de la victimación de Blanco, el
1° de enero de 1829, sólo que esta vez las víctimas eran cincuenta,
comprendiendo hasta soldados cuya lealtad se había hecho sospechosa. Una
verdadera carnicería, imputable principalmente a la ferocidad de Yáñez. Tanto
en el edificio del Loreto, como en la plaza principal, en el cuartel del
batallón segundo y en la cárcel, lugares de concentración de los presos, la
matanza fue espantosa. El gobierno, al conocer los sucesos, no tomó medida
alguna, aunque se conocían anticipadamente las intenciones de Yáñez”.[29]
Esta matanza queda registrada como una mancha imperecedera
que cubre de sangre la administración de José María Achá, aunque la
responsabilidad no ha sido imputada directamente al ex presidente, ya que el
peso de la misma recayó exclusivamente sobre el extraviado militar Plácido
Yañez.
Por ello, Aranzáes señala de manera contundente: “Tan
horrendo crimen llenó de terror y espanto á la nación, solo Achá permaneció
impasible, no le negó sus favores al asesino, no le destituyó ni le sometió a
juicio cual lo requería la justicia y la vindicta pública. Responsable ante la
posteridad, así como sus ministros que no supieron llenar su deber”.[30]
Consideramos, pues, que dada la frialdad de la reacción del
mandatario, que ni siquiera pretendió llamar la atención de Yañez por la
brutalidad de los ajusticiamientos, que al menos secretamente en su interior,
avaló el accionar del enajenado militar, si no es que dio luz verde para tal
conducta, ya que, como vimos en párrafo anterior, no eran desconocidas las
intenciones de Yañez, y convenientemente, en los días previos, Achá se alejó al
sud del país a restaurar el orden…
Fuentes consultadas
Aranzáes, Nicanor. Las revoluciones en Bolivia. Segunda
edición, Librería editorial Juventud, La Paz, 1980.
Aranzáes, Nicanor. Diccionario histórico del
departamento de La Paz. Segunda edición facsimilar, Fondo editorial municipal
Pensamiento Paceño, La Paz, 2018.
Arguedas, Alcides. Historia General de Bolivia. Archivo
y Biblioteca Nacionales de Bolivia, Sucre.
Finot, Enrique. Nueva historia de Bolivia. Ensayo de
interpretación sociológica. 7ª Edición. Editores: Gisbert & Cia. S.
A., La Paz, 1980.
Moreno, Gabriel René. Matanzas de Yañez. Librería
Editorial Juventud, La Paz, 1976.
Irurozqui, Martha. “Muerte en el Loreto. Ciudadanía armada y
violencia política en Bolivia (1861-1862)”. Revista de Indias, 2009,
vol. LXIX, núm. 246. Págs. 129-158.
Urquidi, José Macedonio. Compendio de Historia de
Bolivia. Segunda Edición, notablemente corregida y aumentada, Imprenta de El
Heraldo, Argentina, 1905.
Sotomayor Valdés, Ramón. Estudio histórico de Bolivia
bajo la administración del jeneral D. José María de Achá. Con una
introducción que contiene el compendio de la guerra de independencia i de los
gobiernos de dicha República hasta 1861. Imprenta Andrés Bello, Santiago,
1874. 550 P.
Webgrafía
https://es.wikipedia.org/wiki/Pl%C3%A1cido_Ya%C3%B1ez recuperado
el 10 de mayo de 2020.
[1] Moreno, Gabriel René. Matanzas
de Yañez. Librería editorial Juventud, La Paz, 1976. P. 14.
[2] Aranzáes, Nicanor. Diccionario
histórico del departamento de La Paz. Segunda edición facsimilar, Fondo
editorial municipal Pensamiento Paceño, La Paz, 2018. P. 799.
[3] V. https://es.wikipedia.org/wiki/Pl%C3%A1cido_Ya%C3%B1ez recuperado
el 10 de mayo de 2020
[4] Arguedas. Historia General
de Bolivia. Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia. Sucre. P. 167.
[5] Moreno, Gabriel René. Matanzas…
P. 22.
[6] Moreno, Gabriel René. Matanzas…
P. 23.
[7] Arguedas. Historia… P.
167.
[8] Moreno, Gabriel René. Matanzas…
P. 39.
[9] Moreno, Gabriel René. Matanzas…
P. 40.
[10] Finot, Enrique. Nueva
historia de Bolivia. Ensayo de interpretación sociológica. 7ª Edición.
Editores: Gisbert & Cia. S. A., La Paz, 1980. P. 262.
[11] Moreno, Gabriel René. Matanzas….
P. 8.
[12] Arguedas. Historia… P.
169.
[13] Arguedas. Historia… P.
169.
[14] Martha Irurozqui. “Muerte en
el Loreto. Ciudadanía armada y violencia política en Bolivia (1861-1862)”.
P. 129, 130.
[15] Aranzáes, Nicanor. Las
revoluciones en Bolivia. Librería editorial Juventud, La Paz, 1980. P. 173.
Reproduce el informe de B, Sánchez, transcrito inicialmente por Moreno. Matanzas…
P. 27.
[16] Moreno, Gabriel René. Matanzas…
P. 27.
[17] Aranzáes, Nicanor. Diccionario…
P. 799.
[18] Irurozqui. “Muerte…”. P. 138,
139.
[19] Aranzáes, Nicanor. Las
revoluciones… P. 174.
[20] Irurozqui. “Muerte…”. P. 139.
[21] Irurozqui. “Muerte…”. P. 138.
[22] Moreno, Gabriel René. Matanzas…
P. 20.
[23] Aranzáes, Nicanor. Las
revoluciones… P. 173.
[24] Aranzáes, Nicanor. Las
revoluciones… P. 174.
[25] Urquidi, José
Macedonio. Compendio de Historia de Bolivia. Segunda Edición, notablemente
corregida y aumentada, Imprenta de El Heraldo, Argentina, 1905. P. 109.
[26] Finot, Enrique. Nueva historia
de Bolivia... 261, 262.
[27] Sotomayor Valdés,
Ramón. Estudio histórico de Bolivia bajo la administración del jeneral D.
José María de Achá. Con una introducción que contiene el compendio de la
guerra de independencia i de los gobiernos de dicha República hasta 1861.
Imprenta Andrés Bello, Santiago, 1874. P. 216.
[28] Sotomayor Valdés,
Ramón. Estudio histórico… P. 215.
[29] Arguedas, Alcides. Historia…
P. 180.
[30] Aranzáes, Nicanor.
Diccionario… P. 799, 800.
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