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¿A Alemania o Francia? AL “CARNICERO DE LYON” NO LO QUERÍA ALEMANIA, FUE EXPULSADO A FRANCIA. (Parte II)

 

Klaus Barbie, ex jefe de la Gestapo de Lyon, en la prisión de San Pedro en la ciudad de La Paz-Bolivia (mayo de 1973) (Foto de Nicole BONNET - Getty Images)

Fuente: Criminal hasta el final Klaus Barbie en Bolivia. / Gustavo A. Sanchez y Elisabeth Reimann.

Primera parte: LA EXPULSIÓN DEL NAZI KLAUS BARBIE Parte I (EL PENAL DE SANPEDRO)

No había escolta. El automóvil partió a toda velocidad y Sánchez comenzó al chófer: “no corras tanto el señor no tiene apuro”.

¿a dónde vamos?” -preguntó “Diablo”

 “A nuestra casa”

El chófer comprendió y se dirigió al edificio del Ministerio del interior en la avenida Arce. El vehículo entró, se cerraron las puertas del garaje y el grupo descendió.

En una de las habitaciones del sótano esperaban algunas personas que habían trabajado con Barbie y lo conocían bien. Lo llamaban “Don Claus”. Estaban sentados sobre bolsas de cemento cubiertas con una manta. Al centro quedaba un espacio.

“Ocupe ese lugar” -ordenó Sánchez

Barbie se sentó, relajado y sonriente. Nadie hablaba: sólo las miradas se cruzaban.

“Pueden conservar conversar si así lo desean. Ustedes son amigos, se conocen y probablemente esta sea la última vez que están juntos” comentó el Viceministro.

Un equipo de la televisión estatal filmaba la escena. Los cuatro hombres permanecieron sentados mustios, intercambiando miradas amenazadoras. Eran todos miembros del grupo “Los Novios de la Muerte”, unidad terrorista formada por Barbie sobre el cual tendremos mucho que decir más adelante.

Uno de ellos era Alfredo Mingolla, oficial de la inteligencia argentina que trabajaba para la CIA y había estado en Guatemala y El Salvador como asesor militar. En Bolivia había trabajado para el departamento II (inteligencia) del Ejército durante el Gobierno de García Meza. Otro era Omar Casis, narcotraficante internacional al servicio del coronel Arce Gómez, ministro del Interior de García Meza. Había sido extraditado de Panamá. Completaba el grupo Adolfo Usterez, abogado de Barbie y ex contralor general de la República.

Durante ese día 4 de febrero, habían ocurrido muchas cosas en La Paz. Desde temprano en la mañana, el lugarteniente de Barbie, Álvaro de Castro se movió apresuradamente a fin de conseguir el dinero necesario para pagar los intereses de la deuda cancelada de USD$ 10,000 y obtener la orden de libertad de su jefe. “Me puse a correr como un demente, arañando hasta reunir el dinero. Hasta hablé con el director de un Banco para que me dejara, al mediodía, abierta la caja”, -diría después en declaraciones a la prensa.

Entretanto el embajador de Alemania federal en La Paz, Helmud Hoff, fue citado nuevamente por el ministro del interior, Mario Roncal, para informarle de la inminente expulsión de Barbie a la Republica Federal de Alemania. Si su ciudadanía boliviana quedaba anulada por haberla obtenido bajo una falsa identidad, Barbie continuaba siendo súbdito alemán. El embajador se puso muy nervioso y pidió hablar con el presidente Siles. Aun antes de que concluyera la reunión de gabinete citada para esa mañana.

Alrededor de las 11:00 am el presidente recibió al Embajador Hoff. No se llegó a ningún acuerdo definitivo. Siles debió informar a su gabinete: los alemanes próximamente tendrán elecciones y la presencia de barbie perjudicaría a la política del partido gobernante.

Otro argumento de Hoff era que Alemania había pedido una extradición -que la corte suprema jamás concedería- y no una expulsión. La verdad era que, al menos en ese momento para el Gobierno de Alemania Federal era perjudicial recibir a su compatriota, así se tratara de un ex oficial SS declarado criminal de guerra. Muchos de los amigos y compañeros de armas de Barbie estaban en libertad, ocupaban incluso cargos burocráticos claves del Gobierno y, en varios casos se habían enriquecido como directores de empresas industriales.

Lo que planeaba Alemania, en suma, era dejar pasar un tiempo y esperar el fallo del Tribunal Supremo De Justicia para la extradición.

Ante la insistencia del Dr. Siles, el embajador alemán afirmó que no existía ninguna posibilidad de apoyar los propósitos bolivianos por “el corto plazo que la transportación de Barbie”.

Se discutieron varias opciones: transportar a Barbie a algún país fronterizo en un avión de la Fuerza Aérea boliviana para entregarlo al Gobierno Alemán, o enviarlo desde La Paz hasta la República Federal de Alemania en el vuelo regular de Lufthansa, custodiado por agentes bolivianos o de la interpol.

No se llegó a ningún acuerdo.

El gabinete en pleno resolvió la expulsión de Klaus Barbie como extranjero indeseable e indocumentado.

Al estado boliviano no le quedaba otra alternativa que expulsar a Barbie utilizando otros canales. Ya que los alemanes no lo querían, se buscaría otra solución. Los detalles estaban en plena marcha, sin que se enterasen los servicios secretos de la Alemania Federal.

El embajador francés fue informado desde París sobre la inminencia de la expulsión y recibió instrucciones de apoyar este plan sin reservas. Manejó el manejó el asunto con extrema cautela, poniendo todo tipo de cooperación a disposición del gobierno boliviano. El ministro roncal fue el encargado de mantener informado al diplomático.

El plan era aparentemente simple un avión C-130 recibiría el “cargamento” y lo depositaría en manos de las autoridades francesas de Cayena, en el departamento de ultramar francés de Guiana. Desde allí, un avión presidencial enviado por Mitterrand se encargaría de transportar al “carnicero de Lion” al escenario de sus crímenes. Posteriormente seria JUZGADO con todas las garantías de la Ley.

Telefoneando desde París Regis Debray confirmó a Gustavo Sánchez la decisión del presidente Mitterrand te apoyar la expulsión. “Francia era el único país que aceptaba recibir a Barbie”, dirían más tarde las autoridades bolivianas a la prensa.

Debray informó a Sánchez: “todo está previsto. Ahora el éxito depende de vosotros”. Faltaban sólo pocas horas para el despegue del avión que llevaría a Barbie a Cayena.

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