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Copacabana en 1890. |
Transcribimos a continuación una pequeña parte del diario de
vieje del naturalista y viajero italiano Luigi Balzan, que llegó y viajo por
diferentes partes de nuestro País entre los años 1890 y 1892.
Al salir de Puno que esta en las faldas de una colina, se
atraviesa un pequeño golfo cerrado entre colinas con aguas muy bajas allí fue
que vi las primeras balsas o canoas de los indios. Están hechas de una especie
de junco llamado totora. Atan fuertemente el junco en manojos y después, con
ellos reunidos, los estrechan en las extremidades para formar la proa y la
popa; así se hace la canoa. La vela es hecha del mismo material. Con estas
embarcaciones atraviesan el inmenso lago en todas direcciones. Las colinas de
la orilla están cultivadas y desde el vapor se ven a los indios que atienden sus
trabajos de campo.
La primera parte de la travesía se llama Pampa de Ilave,
nombre de un pueblecito a orillas del lago. Allí sufrí mareos debido a las
rápidas y breves sacudidas ocasionadas al vapor por las pequeñas olas de la
Pampa. A la derecha estaban las puntas de las montañas de la cordillera, el
Sorata a la izquierda, el Huayna Potosí29 en medio y el Illimani30 a la
derecha. Calmaron las olas cerca de la Isla del Titicaca31 , ya en aguas
bolivianas. Es allí de donde, según la tradición vino el primer Inca Manco
Kapac y hay ruinas de monumentos incaicos. Se pasa entre la isla y la orilla
por el estrecho del Titicaca y después se sigue costeando y admirando las
colinas semi-cultivadas
en las faldas de la costa. Después del estrecho las orillas
se acercan hasta que se llega al estrecho de Tiquina que une la parte mayor del
lago con la menor. Entramos en el estrecho teniendo a nuestra izquierda el
pueblo de San Pedro de Tiquina y a la derecha y algo más pequeño, San Pablo de
Tiquina. Poco después anclamos a pocos cientos de metros del puerto de
Chililaya32 porque siendo ya de noche no se podía atracar por prohibición de
las autoridades del lugar.
Cuando me levanté la mañana del día 10 estábamos ya anclados
en el muelle de madera del puerto boliviano Chililaya y una multitud de indios
aymaras había invadido el barco. Escogidos nuestros porteadores éstos se arrodillaron
en el muelle con los hombros apoyados a los baúles puestos verticalmente
pasaron una cuerda de cuero alrededor del baúl y luego se la pusieron alrededor
de los hombros y la aferraron con las manos al pecho. Se pusieron de pie con su
carga en la espalda y se dirigieron a la aduana situada en tierra al final del
muelle. Esta es la manera de alzar pesos que tienen los porteadores en Bolivia.
Para descargarse hacen lo contrario se arrodillan y sueltan dulcemente el
equipaje que queda en pie.
A mitad del muelle encontramos una multitud de indios con
sombrero negro y vestidos azules con anchas rayas rojas que hacían correr unos
carritos por las rieles del muelle. Iban a descargar el piróscafo y así los
vimos trabajar todo el día.
El tipo físico de los aymaras no es pronunciado como los de
las tribus del Chaco, los hombres y las mujeres tienen los pómulos salientes y
los cabellos largos, lisos y negros y la piel no muy oscura.
Era el penúltimo día de Carnavales. En la plaza delante la
aduana vi indios en tropel y medio borrachos igual que la mayoría de los
empleados públicos de ese pueblo. Algunas horas después, el capitán del vapor
también se dedicó a la música y al baile aún debiendo partir esa misma noche.
Los indios llevaban sombreros negros o ceniza, bajos y de alas pequeñas que los
fabrican con lana de oveja igual que toda su vestimenta. Sobre los hombros usan
ponchos de colores muy vivos, pantalones negros de lana de oveja, estrechos en
las caderas pero van ampliándose hasta por debajo de la rodilla, de allí son
cerrados delante pero abiertos por detrás de modo que al caminar o al bailar la
parte del pantalón por debajo de la rodilla esta en un perpetuo movimiento.
Tocaban unas flautas de caña y grandes tambores y bailaban girando sobre sí
mismos con las caras tan serias y ridículas que valía la pena de verlas. Junto
a ellos las mujeres vestían chalecos cortos de colores vivos, faldas azules o
rojas con listas azules o rojas.
Fui a pasear con los compañeros de viaje por los alrededores
del pueblo. Se ven muchas piedras ferrosas. Una flor del mismo tipo que aquella
vista en el viaje de Mendoza a Chile con arbustos de hojas recortadas con una
corona de flores blancas pero estos eran rojizos y crecen sobre tallos, también
hay gran cantidad Oxalis y compuestas.
Se ven muchos ranchos de indios y campos cultivados de
cebada y patatas. En el lago había muchas balsas atracadas y redes
confeccionadas como bolsas que se mantienen abiertas por un círculo de madera
con las cuales pescan los indios. Recogí algunos insectos entre los cuales dos
Meloe y un saurio muy bello que un sabihondo del pueblo me aseguró que comido
vivo era muy bueno para el mal de ojos.
Por la noche se bailaba alegremente en la plaza y un
semi-indio muy borracho nos dijo que no sabíamos ni ortografía ni gramática
sólo porque no habíamos aceptado el alcohol que nos ofreció que lo llevaba en
una botella por todas partes.
Dormimos en el único hotel del pueblo que se lo distingue
desde el lago por el nombre escrito con letras de molde sobre el techo de
calamina, pero no se presenta limpio.
El barómetro indicaba 3.870 m.s.n.m.
Desde Chililaya seguimos por el camino en diligencia.
Partimos el 11 de febrero a las 6:30 a.m. Nuestro equipaje estaba ya cargado
sobre el carro desde la noche anterior. Al único empleado del transporte que
había quedado con la cabeza en su lugar lo encontramos en la oficina el día
anterior todo cubierto de harina, porque en Bolivia durante el carnaval en
lugar de echarse con agua como en las Repúblicas del Plata se echan con harina;
costumbre muy conveniente para los sastres.
El camino de Chililaya a La Paz creo que es de 15 leguas o
70 kilómetros y es todo plano, más como se atraviesa el lecho de varios ríos,
la carroza saltaba tanto que había que agarrarse con fuerza para no golpearse
la cabeza contra el techo o con la del vecino.
A las 9:30 a.m. paramos en Machacamarca donde se cambiaron
seis caballos y tomamos desayuno. El camino recorre por cultivos de papas -que
en Bolivia existe muchísima variedad- y cebada y se va siempre por altura. Me
mostraron a la derecha el campo de Letanías donde el tirano Melgarejo venció a
un grupo revolucionario que iba en su contra. En el lugar llamado Ocomisto,
paramos para cambiar de nuevo los caballos y finalmente a las 2 p.m. nos
avisaron que estábamos por llegar al borde del barranco33, en cuyo fondo esta
la ciudad de La Paz, la primera de la República.
Confieso que habría preferido llegar a ese lugar sin haber
leído las descripciones realistas del amigo Germain34 o por lo menos sin haber
sido advertido por los compañeros de viaje. A pocos metros del borde se paró la
diligencia y bajamos para llegar a pie al borde mismo. Qué magnífica vista! El
altiplano35 por el cual vinimos termina repentinamente y baja muy rápidamente
hasta un valle cerrado entre las montañas; en el fondo corre el río, o mejor el
arroyo La Paz, a cuyas orillas esta la ciudad homónima. Vista desde el alto la
ciudad presenta un aspecto muy bello con techos de tejas rojas entre el verde
de las huertas. Volvimos a la diligencia y empezó la bajada por un camino
ancho; al inicio muy recto y luego a rápidos zig-zag van hacia el fondo del
valle llegando a la ciudad. En el valle la vegetación es muy bella y se dan
frutas muy gustosas. Entramos en la ciudad, sus calles empedradas están
franqueadas por casas de dos pisos con balcones adornados de macetas con
flores.
Era el último día de carnaval y en todas las calles algo
anchas y en las plazuelas estaban los indios festejando. Los vestidos que
llevaban eran más o menos los mismos que había visto en Chililaya. Los hombres
llevan sombreros de lana negra adornados con una cinta a placas o bordados
dorados y plateados. Sobre el sombrero se elevaba en forma de medio círculo un
friso lleno de dorados y colores vivos rodeado de algunas plumas rojas,
amarillas y azules. Por detrás del sombrero pendía otro adorno de colores y
dorados en cuya punta se encontraba engastado un espejito redondo. Las mujeres llevaban
falda, chaleco a colores brillantes y un sombrerito. Es curioso el modo en que
portan el chal especialmente las cholas. El chal es echado sobre los hombros y
prendido en el hombro derecho quedando la abertura por el brazo. Los indios
bailaban girando sobre si mismos, serios y graves al son de flautas y tambores.
La diligencia se paró en una plazuela. Desmontamos y nos dirigimos a un hotel
situado en la plaza mayor de la ciudad.
La Paz cuenta con 40.000 habitantes según las noticias
recibidas y esta construida en el fondo de una quebrada (literalmente: rotura o
quebradura) donde corre un río que atraviesa la ciudad y que en la época de la
conquista parece que transportaba mucha arena aurífera. Sus calles son a menudo
muy pendientes lo que hace difícil el uso de la carroza -que son muy raras-, lo
cual es muy molesto para quien no haya nacido en el lugar porque, a esta altura
-cerca los 3.700 m.s.n.m.- subir una de esas calles produce inmediatamente el
soroche, es decir una fuerte opresión a los órganos respiratorios y con el
tiempo da lugar a serias enfermedades del corazón.
La plaza mayor36 tiene una fuente en medio. Quisieron
transformarla en jardín pero por lo que se puede ver ahora, resultará una cosa
más bien deslucida. A un lado y en una esquina de la plaza surge el Palacio de
Gobierno -de tres pisos- y después, al mismo lado, las bases para una catedral
empezada quién sabe hace cuantos años pero que no llega ni al primer piso del
Palacio. Por otro lado está una antigua iglesia transformada en sede del
Congreso.
Dos horas después de mi llegada conocí a nuestro Real
Cónsul, el caballero R. Bertini, natural de Lucca. Egregia y estimada persona
que reside en el país desde hace muchos años y a quien debo varias cortesías.
Por la noche conocí al doctor E. di Tommasi, de los marqueses de Battiloro,
distinguido médico que con su ciencia y con sus maneras supo en pocos meses
cautivar la simpatía de toda la ciudadanía y de una excelente clientela.
Al día siguiente de mi llegada era el primero de Cuaresma,
pero el carnaval seguía por las calles con la excusa de enterrarlo. Vi una
comparsa de cholos y cholas. Ellas estaban guiadas por una vieja y cantaban y
bailaban acompañadas de la música de los cholos armados de violines, flautas y
pífanos. En los días siguientes conocí a varias egregias personas del lugar,
entre las cuales recuerdo al señor ministro de relaciones exteriores, el señor
M.V. Ballivián37 cultor de la geografía patria, el señor J. Méndez y otros más,
y encontré en todos una cortez acogida.
Noté que aquí las personas educadas lo son de verdad, cosa
que no sucede siempre en otros países donde algunas veces presidentes y
ministros les gusta mezclarse con la peor gente. Por ejemplo, jamás oí a una
persona de la buena sociedad hablar aymará en mi presencia excepto con la
servidumbre, mientras que en Paraguay38 se habla guaraní sin preocuparse del
extranjero aunque este en calidad de invitado.
Junto a la clase culta existen en La Paz otras dos clases:
los cholos y los indios. Los primeros que ya tienen en las venas bastante
sangre caucásica, hablan castellano y no les gusta estar mezclados con los
segundos. Entre las mujeres cholas se ven ojos y cabellos negrísimos y
fisonomías no feas. Tienen una pasión especial por los zapatos y les gusta
mostrar los pies cubiertos por botines de raso blanco o gris. La cabeza esta
siempre cubierta por el sombrero de lana o paja, alrededor el chal y una falda
muy gruesa de colores vivos puesta sobre otra falda de otro color, de modo que,
por su grosor, se abren en la parte inferior y toman una forma casi cónica. Las
faldas bastante ajustadas a las caderas hasta el inicio del fémur se recogen
con alforzas y caen en pliegues. Se ocupan del pequeño comercio como diré más
tarde.
Los indios hablan aymará llevan sus tradicionales pantalones
negros o blancuzcos abierto por atrás de la rodilla para abajo, chaleco y
chaqueta corta negra, todo en lana de oveja, camisa y calzoncillos de algodón
bastante anchos. Estos últimos salen por debajo de la apertura de los
pantalones. En la cabeza el sombrero de lana con alas más o menos anchas pero
siempre durísimo. Debajo del sombrero llevan un gorro a puntas como los de
noche, de lana a franjas de colores vivos cosa que había notado también en
Chililaya. Algunos de estos gorros tienen dos bandas que caen escondiendo las
orejas.
Los indios fleteros son los que se ocupan del transporte con
mulas, asnos o llamas y son pongos aquellos que sirven para las ocupaciones más
duras de la casa. Estos pongos se alquilan como bestias y las autoridades
tuvieron que prohibir ciertos anuncios en los periódicos en los cuales se
ofrecía pongos en alquiler. Van a recoger agua en recipientes de cobre o
arcilla que llevan a la espalda con una cuerda igual que con los baúles y
tienen siempre como parte esencial de su vestimenta una larga faja envuelta alrededor
de los riñones.
Existe otra casta de indios llamada aparapitas; de
aparapita, palabra aymara que quiere decir "llévame una cosa". Se
ocupan de portear en la ciudad, que es un trabajo que tiene un buen mercado, en
proporción mucho mayor que entre nosotros [los italianos].
Algunas indias en lugar de sombrero llevan en la cabeza, una
tela doblada como las napolitanas y romanas. También he observado algunos
ponchos -y especialmente mantas- con las que cubren la carga de los asnos o de
las mulas para repararlas de la lluvia; son del mismo color que las hechas por
los indios del Chaco angaytés y sanapanás es decir alternando grandes franjas
marrones y blancuzcas. Los aparapitas y los indios en general envuelven las
cargas pequeñas en una manta: ponen la carga en medio, echan las puntas de la
manta sobre el bulto y las otras dos puntas se anudan en el pecho llevando el
peso en los hombros. De la misma manera las mujeres del pueblo llevan a los
niños amarrados dentro de la manta o del chal y con la cabeza afuera. Cuando se
lo quitan de encima lo hacen exactamente como cuando los soldados se quitan la
mochila, es como si se tratase de una normal carga no muy frágil. Todos los
indios tienen además una bolsita de lana de colores colgada de un hombro. Es
allí donde tiene la coca39 que mastican continuamente. Me dicen que algunos
para atenuar el efecto, mastican junto con la coca las cenizas de una planta
llamada chutta40 . La coca representa en Bolivia el mate del Paraguay con la
diferencia que éste último es usado por todos y la coca solamente por los
indios.
Una cosa digna de ser vista es el mercado donde asisten las
señoras los domingos por la mañana para hacer sus compras. El mercado está
dividido en patios y corredores. En uno de éstos se ven solamente grandes pilas
de pequeños recipientes, cestos llenos de raíces y hojas y flores de varias
especies, piedras de varios colores, cueros de animales, estrellas de mar, etc.
todo son medicinas para diferentes enfermedades41. En otra parte se vende
fruta, gorros de los indios, faldas, sombreros, etc. etc. Las vendedoras son en
su mayoría cholas en sus vestidos tradicionales. El domingo hay una sucursal
del mercado en las calles adyacentes. Allí las cholas y los indios exponen su
mercadería sentados en el suelo a los dos lados de la calle: fruta, yuca o
mandioca del Paraguay, chuño blanco o tunta y chuño negro que son patatas
secas. El chuño negro se prepara en el altiplano o puna exponiendo las patatas
frescas a la helada, se lo remoja en agua y después se los seca. La tuntilla es
un chuño de patatas dulces.
Cuando yo bajaba a la plaza el domingo por la mañana a la
farmacia del señor Bertini, se me presentó un bellísimo panorama con la calle
llena de faldas rojas, azules, verdes y amarillas. Algunos indios ofrecían
diferentes colores en tarros de lata que sirven para teñir la lana con que se
confeccionan los gorros, ponchos, etc. Las señoras que yo vi en el mercado iban
casi todas vestidas de negro aún durante el día y llevaban el chal alrededor de
la cabeza y en los hombros fijado a la cintura, como lo vi en Chile. Algunas
llevaban la parte del chal que circunda la cara adornado de encaje.
Dije que las personas educadas no usan el aymará, pero son
entusiastas sostenedores de él pues lo consideran el primer idioma del mundo.
El castellano que se habla en La Paz es bastante puro: se hace sonar mucho la s
y se abusa de la palabra pues que se pone a cada instante en el discurso.
El domingo fui con el caballero Bertini a visitar el paseo
público llamado El Prado42 . No tiene nada de lindo. Es una avenida bordeada de
árboles de especies muy diversas, desde el Eucalyptus hasta el cerezo y desde
ciertos sambucos inmensos hasta un manzano! Cerca de una fuente en medio del
paseo se encuentra una enorme cabeza de piedra, que es parte de una estatua
incaica43 existente en el pueblo de Tihuanacu44 Lo que si es verdaderamente
bello es la vista que hay desde el puente sobre el río de La Paz, justo antes
de llegar a El Prado; de allí se divisa una parte de la ciudad, colinas,
montañas, huertos, jardines y el borde el altiplano.
Las calles de la ciudad son bastante limpias y es así porque
la limpieza la hacen los privados. De noche por lo menos en las calles
principales, en cada esquina esta apostado un rondin, especie de guardia de la
policía envuelto en un abrigo claro que parece un fantasma y con un casco negro
en la cabeza; se llaman entre ellos con un silbato cada cuarto de hora hasta
una hora después de medianoche, más tarde ya no se oyen los silbatos. La
seguridad personal no corre serios peligros, los únicos que se hieren y se
matan entre si son los indios que de cuando en cuando organizan un encuentro de
hondeadura combatiendo con piedras y hondas; y si aparece la policía los dos
bandos se reúnen y empiezan a echar piedras contra los infelices guardianes del
orden.
En cuanto a la milicia, los soldados son en su mayoría
cholos o indios. Están bien vestidos y cada cuerpo usa dos o tres uniformes
diferentes como que yo creía al principio que habían muchos cuerpos. La
infantería usa un kepí, parecido al antiguo kepí francés abultado por adelante.
La caballería, la artillería y la guardia presidencial usan en cambio una
especie de Ros español.
La guardia se viste de rojo y parece una escuadra de grandes
camarones!. En este escuadrón predomina la gente blanca. Están armados de
Remington y los soldados en servicio usan una especie de sandalia asegurada al
pie con correas y se llaman ojotas. En la plaza mayor, los domingos y los
jueves en la noche cuando no llueve, debajo el balcón del presidente oí música
de los militares. No tocan muy bien pero desentona mucho más ver a los músicos
darse tranquilamente a actos mandados por las necesidades naturales
dirigiéndose al público que pasea por las aceras, cosa que también hacen las
cholas o las indias por la calle sin el menor escrúpulo ni discreción; peor que
en Paraguay.
Dije que una buena parte de los indios se dedican a la
actividad de fleteros transportando mercaderías de un lugar a otro. Usan
generalmente asnos de pelo largo que son necesarios por el frío de la puna o
altiplano y llamas guiadas por dos o tres indios. Caminan rapidísimo moviendo
el cuello y la cabeza adelante y atrás con movimientos ondulantes. Cuando
corren los movimientos se hacen más pronunciados y casi a saltos. Llegan a
menudo de la puna cargados con dos sacos llamados talegas llenos de estiércol
de las mismas llamas que es casi el único combustible usado en la ciudad por
estos pueblos de altura sin árboles.
Un día el doctor Di Tommasi me invito a una fiesta campestre
en una chacra y huerta de un amigo. Fuimos y encontramos a varias señoras y
señoritas y algunos hombres -caballeros, como se los llama en toda la costa del
Pacífico-. Salimos de la casa por angostos andenes y senderos, y llegamos a un
huerto en la falda de una colina donde tenía lugar la fiesta. El paisaje desde
allí arriba era estupendo: se veían los suburbios de la ciudad y a lo lejos
sobresalía, descubierto por casualidad, todo el cono nevado del Illimani. En la
chacra había amplios campos de habas, comunes en los alrededores de La Paz.
La diversión principal consiste en un juego muy de moda,
especialmente en estos meses. Hombres y mujeres se persiguen con las manos
llenas de la semilla de una planta llamada romaza, una especie de Rumex, para
echárselas por la cara y cuello. Frescas no dan fastidio pero secas les salen
unas puntas que incomodan muchísimo.
La cena campestre tenía en su menú la huminta, pasta de maíz
molido y cocido entre dos hojas de la mazorca de la misma planta. A su vez se
hace un horno de piedras que después se calienta por abajo y cuando están bien
calientes se pone a cocinar la huminta entre dos de ellas.
Y ya que estoy hablando de cocina local, nombraré el chairo
hecho de cebada, habas, guisantes, maíz, carne seca, etc. etc., el charquican o
carne seca picada, el puchero a la paceña de carne hervida con guisantes,
frijoles, col, chuño, duraznos, manzanas, zapallitos y .... basta! A todos estos
ingredientes hay que añadirles los pimientos de los cuales, creo haberlo dicho,
se hace gran abuso en toda la costa del Pacífico y que además de entrar en la
composición de diferentes platos se ponen frescos en la mesa para que si no
fuera bastante puedan servirse al gusto. Salimos cuando era ya tarde después de
bailar con pañuelos en parejas una especie de cueca chilena.
La colonia de extranjeros en La Paz no es muy numerosa.
Predomina el elemento alemán. Los italianos son unos treinta que se dedican al
comercio 45 y alguno a la enseñanza.
En tanto los días pasaban y se apresuraba la partida. Todas
las mañanas al levantarme veía que el altiplano, por donde había venido, estaba
cubierto a mitad por nubes. Además no podía ver a nadie hasta las 12 p.m.,
costumbre local y también de Chile, la cual me parecía muy extraña llegando del
Paraguay donde las mejores horas para encontrar a una persona en casa son las
mañanas, desde las 6 o 6 1/2 a.m. a las 9 a.m.
En La Paz conocí al Padre Recoleto Nicolás Armentia
español46. Una persona bien instruida que hizo muchos viajes interesantísimos
entre los cuales dos al río Madre de Dios y él me dio noticias importantes.
También conocí al señor M.V. Ballivián que me ofreció ir a su finca de Yungas.
Acepté por supuesto y después de mucha búsqueda encontré un arriero con tres
mulas que me acompañarían partiendo el primero de marzo.
De hecho, en la mañana de aquel día a las 9 a.m., aunque
debía venir a las 7 a.m., apareció el arriero con animales de una apariencia tan
mezquina que casi los devolví pero, al final, cargamos los baúles y partimos.
Había recibido la grata visita de despedida del señor
cónsul, del doctor Di Tommasi y de algunos otros compatriotas. Y a propósito
del doctor, fui con él a visitar el hospital donde sirven como enfermeras
varias monjas de caridad compatriotas nuestras. Merecerían de verdad un
monumento por la sacrificada vida que llevan en medio de estos espectáculos: la
sala de los enfermos de lupus ocasiona escalofríos. Visité también el asilo de
ancianos que es un modelo de orden, disciplina y limpieza. Está dirigido por
monjas francesas y peruanas.
Aquí recuerdo también otra cosa: para no perder la costumbre
estalló una revolución en Santa Cruz de la Sierra47, al E. de la república. Se
decía incluso que el gobierno debería abandonar la ciudad de La Paz, porque en
este Estado la sede del gobierno era ambulante y va de una ciudad a otra pero
parece que no se hará nada48.
Notas:
29 El Huayna Potosi tiene una altura de 6 200 metros.
30 El Illimani tiene una altura de 6402 m.
31 Sin duda se refiere a la Isla del Sol.
32 Hoy llamado Puerto Pérez
33 La ciudad de La Paz, se sitúa a 10 km del borde del
altiplano, 350 metros mas a bajo. Se instaló desde 1974 una nueva ciudad a 4000
metros de altura, llamada El Alto, sobre el altiplano.
34 Germain vivió en Bolivia y describió su estadía en sus
publicaciones.
35 El altiplano es una vasta meseta situada entre 3 700 y 4
100 metros de altura, situada en la parte andina del Perú y de la Bolivia.
36 Se llama Plaza Murillo y ahí se encuentra el Palacio de
la Presidencia y el Senado.
37 M.V. Ballivían, fundador y alma de la sociedad Geográfica
de La Paz nació en Arequipa (Perú) y ahí se exilió su familia durante la
dictadura de Belzu. Estudió en París y allá presenció la guerra entre Francia y
Alemania de 1870 que lo afectó profundamente. A su vuelta a Bolivia se dedicó a
defender las fronteras de su país como buen patriota; luego trabajó con el
obispo N. Armentia para defender los derechos bolivianos durante el arbitraje
argentino de 1910.
38 La comparación que hace Balzán entre Bolivia y Paraguay
es en algo especiosa. En Paraguay, como consecuencia de la Guerra de la Triple
Alianza (1865-1870) la población fue aniquilada y el mestizaje vino a ser una
urgente necesidad para asegurar la sobre vivencia de la nación; además, debido
a las pérdidas padecidas por el genero masculino durante este conflicto, la
Iglesia Católica autorizó la poligamia como preocupación de un renuevo
patriótico. En Bolivia, aunque un mestizaje existía , también era practicado
una segregación cultural y socio económica entre criollo , mestizos e indios.
39 Erythroxylum coca pertenece a la familia de los
Erythroxylaceae. La coca se encuentra en los contrafuertes de los Andes desde
Colombia hasta Bolivia. El Perú según los archivos y antiguos testimonios, fue
el área privilegiado del cultivo de esta planta llamada planta sagrada. Ver.
MORTIMER. W:G: Perú. History of coca, Vail & Company. 575 p. N.Y. 1901.
40 Es para incrementar el efecto .
41 Estas practicas de medicina tradicional remontan a los
Kallawayas. Estos curanderos pertenecen a una antigua escuela andina de
medicina que es propia a la provincia de B. Saavedra, en Bolivia . Cf. Girault
etc.
42 El Prado representa hoy en día una de las principales
arterias del centro de la ciudad de La Paz.
43 Balzán hace una confusión entre la cultura Inca (siglos
XIVAD-XVIAD) y la cultura de Tihuanacu, mas antigua (siglo III AC- siglo
XIIIAD). Esta estatua desapareció y fue reemplazada a la salida Norte del
Prado, en la plaza San Francisco por un conjunto de estatuas modernas.
44 El pueblo Aymara desciende de los fundadores de la
cultura Tihuanacu.
45 Las sociedades de comercio tenían a partir de 1825 su
cede en Arica, puerto Peruano hasta 1880, que alimentaba La Paz a través de una
mala pista de montaña. Ver. PENTLAND, Informe sobre Bolivia. Ediciones Potosí.
200 p. Traducido del inglés. Reeditado en 1976.
46 El Padre Armentia era un misionero, que nació en 1845 y llegó
a Bolivia en 1866. Se dedicó a la evangelización de las regiones orientales
amazónicas que recorrió como explorador. El fue el defensor de la soberanía
boliviana contestada por el Perú (para la provincia de Caupolicán) y del Brasil
(para el Acre). Escribió numerosas e interesantes obras acerca de estas
regiones.
47 Santa Cruz era la única ciudad importante del Oriente
boliviano y la capital del vasto departamento del mismo nombre. En la epoca
contaba al los alrededores de 20.000 habitantes y ahora, se dice que Santa Cruz
es la capital económica de Bolivia, y cuenta con 900.000 habitantes .
48 A partir de la Independencia, Sucre, antigua cede de la
audiencia de Charcas y fue escogida como capital. Pero esta ciudad estaba en
declive y se sitúa lejos de La Paz, el centro comercial de Bolivia en el siglo
XIX. Sucre fue abandonada poco a poco como cede de gobierno dado que las
reuniones del Congreso Nacional se realizaban