A TRAVÉS DE LA PRENSA
En el mes de abril de 1930, los periódicos de la ciudad de La Paz, publicaron
curiosas notas sobre un joven que voluntariamente deseba lanzarse en paracaidas
desde un avión utilizando para ello uno de los artefactos de la Escuela Militar
de Aviación (EMA). La noticia causó expectativa, pero no la atención de las
autoridades militares, por esta razón, Felix Guzmán, que así se llamaba el
intrépido joven, envió una carta al propio Presidente de la República, Dr.
Hernado Siles, solicitando la autorización correspondiente.
Pero, ¿cómo había concebido este propósito? “La primera vez que ví un
paracaidas fue en una revista, después en el cine, hasta que al tener
conocimiento de la existencia de estos aparatos en nuestra Escuela de Aviación
y que no se los utilizaba porque se tenía gran desconfianza en probarlos, me propuse
ser yo uno de los primeros, para lo cual hice gestiones ante el Estado Mayor
General” (1)
LA GRAN PRUEBA
No queriendo defraudar la expectativa de la población ni obstaculizar el
valiente intento de Guzmán, la Escuela Militar de Aviación accedió para
realizar el inédito experimento. Inicialmente se fijo el 1 de mayo como fecha
para la gran prueba, como un homenaje al “Día de Trabajo”, pero debido a que
por dicha conmemoración se tenían previstos encuentros futbolísticos
interdepartamentales, se postergó para el día siguiente.
El histórico viernes 2 de mayo de 1930, amaneció algo nuboso; a las 10:30, a
bordo de un automovil dispuesto por la Escuela Miliotar de Aviación, Félix
Guzmán junto al Jefe de Investigaciones de la Policía y algunos periodistas, se
hizo presente en el aeródromo de El Alto, donde ya se había congregado una
considerable multitud.
Como primera medida, el médico de la Escuela le practicó un minucioso examen,
declarándolo apto para la prueba. Después, en presencia de los funcionarios policiales
y los periodistas, se suscribió un documento en que se deslindaba
responsabilidades a la Escuela Militar de Aviación y al piloto que debía
conducirlo, por las consecuencias que pudiera tener el arriesgado proyecto.
Posteriormente, en el comedor de oficiales, los mecánicos Cecilio Holmes y
Alejandro Robles desdoblaron, en su presencia y de las personas que le
acompañaban, el paracaidas que habría que utilizar; seguidamente volvieron a
doblar prolijamente y colocárselo a Guzmán.
EL VUELO
El propio Director de la EMA, Tcnl. Bernardino Bilbao Rioja, resolvio ser el
piloto del Vickers “Vespa” No. 5 de observación y bombardeo, que debía conducir
al neófito pero intrépido paracaidista; para lo cual, junto a la aeronave le dio
las indicaciones objetivas; es decir, cómo debía salir de la cabina, deslizarse
por una escalerilla y lanzarse al vacío.
El decolaje del “Vespa” se produjo a las 11:50, el cual dando vueltas alrededor
del aeródromo en círculos cerrados, se elevó hasta las 2.800 metros de altura
(6.900 m.s.n.m.); exactamente a las 12:55, a una señal del piloto, Félix Guzmán
salió de la cabina, se descolgó por la pequeña escalera y dio ese trascendental
salto al vacío confiando la vida en ese sutil y desconocido artefacto de seda.
El Tcnl. Bilbao en una declaración al periodista de “La Razón” señaló: “Sentí
gran ansiedad y mi única preocupación fue la de observar si el paracaidas se
desplegaba, lo que ocurrió instantes después”(2)
Mientras que Guzmán con el paracaídas completamente desplegado, descendía
balanceándose suavemente; el viento lo impulsaba hacia el oeste, cerca de la
región de Laja; el aviador vigilaba el descenso, “por mucho rato traté de
avistarlo, pero a cierta distancia desapareció entre las nubes”, dijo. Sin embargo
logró localizar el sitio donde tocó tierra, aproximadamente a nueve kilómetros
del aeródromo de El Alto, lo cual facilitó su ubicación cuando aterrizó y fue a
su encuentro.
Por su parte, Guzmán apenas tocó tierra, hizo un bulto del paracaídas y se lo
echó a cuestas dirigiéndose al aeródromo; pero, apenas había avanzado dos
kilómetros, le encontró el Tcnl. Bilbao en su auto. Cuando llegaron al
aeródromo militar, fueron recibidos por una ovación de los periodistas,
miembros de la EMA y la multitud que acudió a observar el sensacional
espectáculo.
Guzmán narró sus impresiones así: “Veía los techos de calamina de los hangares
y de los demás edificios ubicados alrededor del aeródromo relucir como
espejitos por lo pequeños…cuando el Tcnl. me hizo la señal para que bajara de
la cabina, vi hacia abajo, pero todo era negro. No supe más ni me acordé de
contar hasta seis como se me había instruido para maniobrar sobre el resorte.
Me pareció hallarme en un columpio en el que daba violentas mecidas.
Transcurrieron varios minutos y nunca llegaba a mi destino. Después sentí una
especie de vértigo hasta el final en que reaccioné con una fuerte conmoción en
la cabeza…había llegado a tierra”(3).
LO ANECDÓTICO
Después de la prueba, Félix Guzmán fue invitado a almozar en el hotel “Rigoli”,
pero al abandonar el local, el hombre que había salido ileso de una prueba tan
peligrosa, tropezó violentamente en una grada, yendo a caer al pavimento; por
lo que se fue a su casa caminando derrengado e inseguro.
EL PARACAÍDAS QUE UTILIZÓ
Era de pecho, de la marca Irvin Air Chute, de Inglaterra, todo de pura seda,
fabricado en 1929 y adquirido como complemento del material de vuelo Vickers;
tenía un diámetro de 28 pies, con una circunferencia de 92, que podía soportar
un peso de 2.136 libras.
EL PRIMER PARACADISTA BOLIVIANO
Félix Luis Guzmán Durán, era natural de Tarija, contaba con 19 años; hizo su
Servicio Militar en el Regimiento “Ballivián” en 1927. Trabajaba como
Carabinero de Policía, pero anteriormente se había desempeñado como ayudante
mecánico en la Escuela Militar de Aviación.
Durante décadas no se volvió a saber de él, hasta que el año 1962 solicitó al
Ministerio de Defensa Nacional se le concediera una pesnsión por la gran hazaña
que cumplió el 2 de mayo de 1930; al respecto, en un informe al titular de esa
cartera de Estado, el Comandante de la Fuerza Aérea, Gral. Brig. Aé. René
Barrientos Ortuño, da su opinión favorable a esta solicitud, afirmando que,
“Evidentemente se trata de un pionero de la aviación nacional y un meriitorio
servidor de la Patria”(4).
NOTAS
(1) El Diario, La Paz, 3 de mayo de 1930.
(2) Ibidem
(3) La Razón, La Paz 3 de mayo de 1930
(4) Informe de 7 de mayo de 1962
(1) El Diario, La Paz, 3 de mayo de 1930.
(2) Ibidem
(3) La Razón, La Paz 3 de mayo de 1930
(4) Informe de 7 de mayo de 1962
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