LEY DEL SERVICIO MILITAR BOLIVIANO – 1929


Sus reformas y Complementaciones - Humberto Delgado Ll. 

Todos los bolivianos desde la edad de 19 años hasta los 49, están obligados al Servicio Militar personal, en la forma y categorías que se expresan a continuación:
1ra.- Desde los 19 hasta los 25 años de edad, en el Ejército de línea y su Depósito.
2a.—Desde los 25 hasta los 32 años de edad, en la Reserva Ordinaria.
3a .— Desde los 32 hasta los 40, en la Reserva Extraordinaria,
4a.— Desde los 40 hasta los 49, en la Guardia Territorial.
Artículo 2o.—Los años de edad a que se refieren los incisos del artículo anterior, se computarán, para cada uno, desde el de enero siguiente al día en que el individuo haya cumplido la edad requerida para pertenecer a cada una de las categorías indicadas...
Artículo 3°.- Los servicios de los comprendidos en la primera categoría, tendrán lugar en la forma siguiente: desde los 19 años hasta los 21, en el Ejército de línea, para los sorteados; sólo por tres meses para los no sorteados. Cumplidos los dos años por aquellos y los tres meses por éstos, unos y unos pasarán al Depósito, en el que harán un período de instrucción cada año. de 30 días, en las épocas que designe el Ministerio de Guerra, y en los lugares que elija el Estado Mayor General.
Artículo 4º.- Los comprendidos en la segunda y tercera categorías, harán también un período de instrucción de doce a veinte días, formando cuerpos especiales o incorporados en el Ejército de línea...
Artículo 5° —Los de la cuarta categoría, se organizarán solamente en caso de guerra, para conservar el orden público en sus respectivas localidades
Artículo 6°.—Los extranjeros que obtengan carta de ciudadanía y los bolivianos que recobren su condición de tales, entrarán a servir en la categoría que les corresponda por su edad.
Artículo 7°. El servicio en estado de guerra, durará por todo el tiempo que las necesidades militares lo requieran. En este caso las categorías serán llamadas al servicio por su orden numérico, principiando por el Depósito...
Artículo 8.- Tanto los llamados al servicio en caso de guerra internacional o conmoción interna, como los convocados para ejercicios y maniobras militares, quedarán sometidos a las leyes, reglamentos y órdenes que rigen en el Ejército de línea.
Artículo 9 ° — La obligación del servicio personal en el Ejército de línea, es ineludible, con la única excepción de los físicamente inhábiles y de los dementes. En este concepto los individuos nacidos desde el 1° de enero de 1887. deberán probar que han prestado dicho servicio o han sido declarados inhábiles, si quieren obtener los grados, órdenes y empleos siguientes:
1º . Grados universitarios y títulos profesionales o para revalidarlos.
2º. Ordenes sagradas o vestir hábitos talares.
3º, Títulos de maestros de taller.
4º. Para obtener cualquier empleo por el Gobierno o las Municipalidades.
Artículo 10.—La comprobación del servicio para los efectos del artículo anterior, se hará con la presentación de la libreta del servicio militar que llevará la fotografía y filiación del propietario.al servicio, por un tiempo calculado por el Comandante General respectivo, a mérito de reconocimiento médico legal, los que se encontrasen imposibilitados por alguna enfermedad que no sea de las que inhabilitan definitivamente.
Artículo 11.—Los que llegasen a cumplir los 19 años hallándose estudiando en los Colegios y Universidades del extranjero, para obtener la licencia que retarde su incorporación al Ejército, comprobarán esta circunstancia ante la Comandancia General de su nacimiento, mediante certificados expedidos por los Ministros o Cónsules bolivianos y por conducto de sus padres, tutores o apoderados, señalando precisamente la época de su incorporación. (Solamente consignamos algunos artículos para una referencia rápida).El documento original esta custodiado por la biblioteca central de la UMSA.

—cortegosky©—

MANUEL SILLERICO, SASTRE DE LÍDERES HISTÓRICOS Y PRESIDENTES


Por: Gonzalo Díaz Díaz de Oropeza / Pagina Siete, 28 de noviembre de 2017. 

Una mañana yo abrí mi taller y llegó un señor atlético, bien plantado, moreno y simpático con dos personas. Ahora me imagino que eran sus guardaespaldas. Así recordó el maestro Manuel Sillerico la ocasión en la que conoció al denominado Rey de la Cocaína, Roberto Suárez Gómez.
Habían pasado al menos 15 años desde que don Manuel fundó su sastrería en un local de cuatro metros cuadrados ubicado en la plaza Venezuela de La Paz. Y su fama había llegado hasta oídos de Suárez.
Sé que usted es maestro sastre. Mire, no hay sastres en Beni. Por eso quiero que me haga cinco trajes, le dijo al enseñarle su propia tela. Entonces yo no sabía quién era. Después lo supe, se hizo un buen amigo. Así le conocí, recordó.
Este episodio ocurrió en la década de los 70, cuando el taller de Sillerico ya era un referente de la moda masculina. A él acudían líderes históricos como los expresidentes Víctor Paz Estenssoro y Hernán Siles Suazo; y empresarios como Max Fernández o Mario Mercado Vaca Guzmán. ¿Usted ve la plaza (Bolivia) donde le dedicaron un monumento? Ahí está don Mario Mercado con mi terno, aseguró el maestro.
Por décadas incluso vistió a diferentes generaciones de estudiantes del colegio Alemán, La Salle y San Calixto, entre otros. Les hacía trajes para sus desfiles y para sus primeras comuniones. Hasta hoy día vienen.
Con sus clientes, el maestro sastre también debe ser un asesor de imagen. Por ello, Sillerico aconseja usar los colores que nunca pasan de moda: el azul, el negro y el gris oscuro. En realidad indicó que lo único que cambia son las solapas y los entallados.

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Por: Soledad Mena, tomado de: Urgentebo.com

Con traje azul oscuro impecable, camisa blanca y corbata guinda, así viste Manuel Sillerico, el maestro sastre y el más requerido por mandatarios, banqueros y personalidades reconocidas a nivel internacional. Con una experiencia de 67 años en la costura, ahora es formador de generaciones.
“Tengo la satisfacción de haber servido a personas que han sido parte de la historia”, dijo en entrevista con el semanario El Compadre el sastre de 80 años que empezó aprender su oficio en distintos talleres de costura desde sus 13 años.
La calidad del acabado de sus trajes le llevó al éxito y le dio fama. Su más grande satisfacción es haber vestido a mandatarios del exterior e incluso al Papa Juan Pablo II que llegaron hasta su taller para solicitarle un traje.
“Hice trajes para el presidente de Venezuela, Andrés Pares, al de Brasil, Luiz Ignácio Lula da Silva, hice abrigos para el Papa nos han venido a visitar, les he tomado medida acá. Han pasado personajes tan importantes”, destaca.
Diferentes autoridades de gobierno y varios expresidentes del país pasaron por su taller. Recuerda que los exmandatarios eran exigentes en su manera de vestir, en particular Víctor Paz Estensoro y Hugo Banzer, “los que fueron a misiones importantes fueron amigos vestidos por la sastrería Sillerico”, dijo.
Sillerico acostumbraba llevar a sus hijos a palacio para que conozcan de su oficio. Ya en el interior de palacio fluía la confianza entre el sastre y las autoridades, en la toma las medidas el trato era de amigos, no había jerarquías.
“Nos llevó a las pruebas. Tengo el gusto de haber conocido a Víctor Paz Estensoro en sus ensayos, se trataban de tú a tú, era una armonía única entre maestro y cliente. Mi padre nos decía que la experiencia era única y que una sola ves íbamos a vivir aquello”, remarcó Bernarda Sillerico, su hija que ahora dirige la empresa por tradición.
Sillerico no solo viste a autoridades, sino también es un experto en asesorar siguiendo normas en la vestimenta para mandatarios del estado, “el maestro sastre tiene que estar suficientemente instruido para asesorar a las personas la manera que estén vestidos adecuadamente para diferentes ocasiones”, manifestó.
Empezó su oficio a sus 13 años en distintos talleres. Inauguró su primera sastrería tras haber prestado su servicio militar. Tuvo maestros extranjeros europeos (Catalanes). Desde ahí las telas, agujas e hilos forman parte de su vida, se convirtieron en su esencia.
Recorrió casi todo el mundo con la sastrería. En 1970 representó por primera vez a Bolivia en un congreso mundial de sastres en Madrid España.
Se especializó en la alta costura en Barcelona, ello le dio paso a representar al país llevando la moda de la bayeta nivel internacional junto a sastres como Sirilo Villalobos y Poli Peñaranda.
“La meta es que la sociedad aprecie que un traje es importante y debe estar bien hecho por un buen maestro sastre, es el complemento de la personalidad de una persona”, aconseja.
Fundo una Academia, aunque todavía no tiene una infraestructura, pero usa taller como espacio de enseñanza, donde comparte sus conocimientos con las futuras generaciones que lo buscan para aprender del maestro.
Es una Academia que ha generado una gran repercusión e interés en el mundo de la costura.
“Actualmente sigo enseñando a las generaciones, he formado muchas personas como maestros, sastres para que puedan desenvolverse como sastres fuera de nuestras frontera. Nosotros los bolivianos somos muy requeridos en Italia y otros paises de Europa”, destacó Sillerico.

Foto- postal / Confección de ropa por sastres bolivianos - principios de siglo XX.
Más historias en: Historias de Bolivia.

EL DUELO DE HONOR DE FEDERICO ROMÁN Y NICOLÁS SUÁREZ (hijo) QUE NO FUE


Por: J. L. Bernabe C. para: Historias de Bolivia

20 años después de la guerra del Acre, uno de los miembros de la Columna Porvenir, Federico Román, convertido en coronel del ejército, dio una conferencia en La Paz en la que acusó a Suárez de haber luchado en la guerra exclusivamente para defender sus intereses económicos; de haber tratado de rendirse ante los invasores en vísperas del encuentro de Bahía, acuerdo que los brasileños habían rechazado; de haber saboteado la causa boliviana, retirando de la batalla a la tropa que respondía a su mando, actitud que solo cejó cuando la victoria boliviana ya se hallaba consolidada.
Esta acusación dio lugar a una curioso proceso entre las partes, que tuvo un poco de jurídico y otro poco de historiográfico, y también a un desafío a duelo entre Román y el hijo del patriarca Suárez, quien también se llamaba Nicolás.
El 3 de febrero de 1923, Suárez hijo respondió a las “hostilidades” de Román con una carta abierta en la que lo invita a “un Tribunal de Honor, para comparecer ante él y hacerlo el depositario de documentos y antecedentes que comprueben la modesta pero patriótica actuación de los unos y las felonías y falsedades de los otros”. Al finalizar su carta, Suárez hijo introduce una frase cuya exacta interpretación sería causa de un conflicto potencialmente grave. Dice: “Con su respuesta iremos al terreno del honor”.
Sea que la intención del Coronel Román fuera distraer la atención, apartándola del asunto del Tribunal de Honor, que como veremos el militar rehuirá hasta el final, o sea que Román realmente entendió la citada frase como un desafío a duelo (costumbre entonces todavía vigente), lo cierto es que respondió a Suárez lo siguiente: “Mi respuesta es que, dentro del término más breve, veamos la forma de colocarnos a una decorosa distancia de algunos pasos, para lo que he encargado la tramitación de este asunto a verdaderos caballeros”.
En esta carta Román también ratifica lo que había afirmado en su conferencia y advierte de que aún se había quedado corto, ya que por pedido de la Sociedad Beneméritos del Acre había suprimido algunas de las denuncias que tenía planeado hacer (posteriormente prometería revelar informaciones de “repercusión internacional”, sin hacerlo).
En cambio, Román cumplió su amenaza de enviar dos padrinos a Suárez, y este hizo lo propio. Entre ellos acordaron las condiciones en las que se darían tanto la aclaración histórica como el duelo. El libro incluye todas las comunicaciones entre estos equipos de padrinos/abogados, que manejaron ambas cuestiones más o menos por separado. Sus cartas y actas están escritas con ponderación, cortesía, idoneidad y buena redacción, por lo que distan años luz de cualquier relación escrita de una querella judicial hecha en la actualidad. La educación de estos hombres era muy distinta, incluso considerando que vivía en una región marginal de la República.
El equipo de Román se opuso a la conformación de un Tribunal de Honor de carácter especial, y en cambio solicitó que el asunto se tratara en el Tribunal Supremo de Guerra, el máximo órgano de la justicia militar. Cedió a ello el equipo de Suárez y ambas partes quedaron en que debían entregar sus pruebas en 60 días. Suárez hizo el trámite ante el Ministro de Guerra, que se avino y convocó a Román a presentar estas pruebas, a lo que este replicó cambiando de argumento; señaló que el Tribunal de Guerra tenía que considerar los hechos no en calidad de Tribunal de Honor, sino de corte penal, porque en el proceso él denunciaría graves delitos contra la patria. Ante ello, el Tribunal prefirió no arriesgarse a prejuzgar sobre un potencial caso criminal.
Así se cerró esta parte del conflicto, sin soluciones, lo que impulsó a Nicolás Suárez padre a publicar el libro sobre la guerra, y sobre su actuación en ella, que estamos reseñando.
En cuanto al duelo, los padrinos tuvieron que dirimir primero, acudiendo a un árbitro, si Suárez hijo había desafiado a Román o si Román había desafiado a Suárez… El árbitro dictaminó que lo segundo. Posteriormente, los padrinos llegaron a la conclusión de que era insulso concertar un duelo que, en el mejor de los casos, se verificaría seis meses después, ya que ambas partes habían acordado pleitear ante el Tribunal de Guerra (lo que, como sabemos, al final no ocurrió). De modo que decidieron suspender el duelo sine die, seguramente para gran alivio de las partes, que parecen haber sido arrastradas a este lance más por la dialéctica epistolar que por real encono o arrojo violentista.
Dada la actitud evasiva de Román, uno tiende a creer que sus acusaciones fueron falsas; sin embargo, no hay prueba concluyente: las que presenta Suárez son circunstanciales. En todo caso.

Dato

Federico Román Calderón, héroe de la guerra del Acre nació en Chulumani, departamento de La Paz el 21 de febrero de 1875. Es muy destacable que Román aparte del servicio que brindo en la defensa del Acre también desempeñó un papel clave en la defensa del Chaco en la guerra con el Paraguay (1932-1935). Federico Román falleció en el Chapare el 1 de Julio de 1943.

Foto: Federico Román. / Mas: Historias de Bolivia

JUAN ANTONIO FIGUEROA, EL PATRIOTA DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA QUE NO PODÍA MORIR


Por: J. L. Bernabe C. para Historias de Bolivia.

El levantamiento del 16 de julio en la ciudad de La Paz había sido controlado por los realistas españoles, ahora llegaba la hora de castigar y escarmentar a los levantados.
Llegó el fatídico día de martirio y crueldad, 29 de enero de 1810, la Plaza Mayor frente a la capilla del Loreto presentaba las horcas y un tablado con todos los preparativos necesarios para la ejecución de los patriotas paceños
Goyeneche, con total frialdad, sin inmutarse, presenciaría desde el balcón de su tribuna en la plaza principal la ejecución de los sentenciados. El primero en ser ejecutado fue Pedro Domingo Murillo. Después era el turno de Juan Antonio Figueroa. Goyeneche lo había condenado a la horca, el patriota se encontraba suspendido pero al momento de la ejecución se rompió la soga arrastrando en su caída al verdugo, entonces fue sometido a la pena del garrote. Golpe tras golpe cayó sobre el hombre, pero éste se levantó, vacilante, ante el asombro de los espectadores. Aun así no murió entonces un soldado se acercó para cortarle la cabeza. Juan Antonio Figueroa tristemente sufrió triple martirio.
Cuando Figueroa finalmente dejó de existir, su cadáver fue sepultado en la iglesia del Sagrario.

ESPAÑOL

Había nacido en España, más concretamente en Galicia, en el siglo XVIII. Su padre lo llevó cuando aún era niño a Potosí (Bolivia). Ya en la edad adulta, militó varios años en la Marina, después regreso a Potosí y ejerce allá su profesión de sastre.
Tras el levantamiento del 16 de julio de 1809, al mando del patriota paceño Pedro Domingo Murillo, fue nombrado teniente de artillería.

LOS OTROS PATRIOTAS AJUSTICIADOS

Después de la ejecución de Murillo y el degollamiento de Figueroa prosiguió el colgamiento de Juan Basilio Catacora, Buenaventura Bueno, Melchor Jiménez, Mariano Graneros y Apolinar Jaén.
Además con el suplicio del garrote (muerte lenta por asfixia en una máquina de tortura rudimentaria) fueron ejecutados Gregorio García Lanza y Juan Bautista Sagárnaga.
El cura José Antonio de Medina salvó su vida por su condición de prelado de la Iglesia pero fue enviado a Lima con grilletes de hierro en los pies y una cadena en la cintura.

Fuentes:

Foto: Ejecución de Murillo.
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EL FINAL DEL HISTÓRICO PARTIDO POLÍTICO BOLIVIANO MNR


Hoy es un día histórico, el MNR Movimiento Nacionalista Revolucionario, partido político histórico, protagonista de la Revolución Nacional y de la vida política de la segunda mitad del siglo XX deja de existir hoy 20 de octubre de 2019... luego de 78 años de existencia.

Nada dura para siempre.

FOTO: Fundación del MNR en Viacha, 18 de noviembre de 1941

(Públicado por Pablo Michel en: Siglo y cuarto, documentos históricos)


El Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), fue el partido político más importante del siglo XX y para muchos historiadores, analistas políticos, económicos y sociales, fue el partido que marcó la historia de nuestro país.
Fundado en 1942, este domingo 20 de octubre de 2019, tras 77 años en la política boliviana, el MNR perdió su personería jurídica. La revolución de abril de 1952 es el hito que demarca el pensamiento nacionalista y revolucionario de este partido político porque buscó construir la nación fortaleciendo al Estado en base a la participación social de los obreros, campesinos y la clase media donde se implementaron importantes reformas.
En 1964 mediante un golpe de estado, el general René Barrientos Ortuño, puso fin al proceso revolucionario del MNR y hasta 1982 se da paso a una serie de gobiernos militares donde varias figuras de ese partido tienen participación activa.
Al se recupera el proceso democrático en 1982 y tres años después en 1985 tras la crisis económica y la hiperinflación que derivo en la salida de la UDP, se da inicio al segundo periodo de gobierno del MNR junto a Víctor Paz Estenssoro, que obliga a ese gobierno a tomar una serie de medidas para estabilizar la economía del país.
Para muchos analistas políticos 1993 fue el punto de inflexión, que dio inicio a la debacle del MNR donde Gonzalo Sánchez de Lozada, es elegido presidente e implementa una serie de medidas económicas que van en contra de la ideología nacionalista de ese partido poniendo en práctica el neo liberalismo y que culminó años después con la guerra del gas y la salida de Sánchez de Lozada en 2003.

MAGNICIDIOS DE PRESIDENTES Y EL ASESINATO DEL PRESIDENTE PEDRO BLANCO SOTO


El Año Nuevo de 1829 sorprendió a la joven república de Bolivia con la noticia del asesinato del presidente Pedro Blanco Soto.
Blanco Soto había Nacido en Cochabamba el 19 de octubre de 1795 y termino sus días asesinado en la ciudad de Sucre el 1 de enero de 1829.
En rigor de verdad, es posible que la noticia haya conmovido a Sucre, la capital, donde ocurrió el magnicidio; a la vecina Potosí y a La Paz cuya anexión al Perú fue una de las razones que desencadenaron la crisis. El resto del país, carente de medios de comunicación, se enteraría días después —y habría lugares a los que la noticia nunca llegaría— debido a que Blanco ejerció la presidencia apenas cinco días: fue posesionado el 26 de diciembre de 1828 y lo depusieron del mando el 31. Cuando lo asesinaron, en la madrugada del 1 de enero de 1829, ya no era presidente pero sí un prisionero incómodo. Sus captores, Mariano Armaza, Manuel Vera y José Ballivián, decidieron que lo mejor era matarlo.
La muerte de Blanco fue, probablemente, el corolario a la mayor situación de crisis política que vivió Bolivia porque fue provocada por la primera invasión peruana encabezada por Agustín Gamarra que, previamente, provocó el motín contra el mariscal Sucre y su renuncia a la presidencia. El presidente asesinado era opositor al vencedor de Ayacucho y, antes de ser elegido, se había puesto de acuerdo con Gamarra para la invasión.
Su efímera presidencia, la más corta en la historia del país, resume la inestabilidad política que caracterizó a Bolivia.
Si, para medir esa inestabilidad, hay que tomar como parámetro los asesinatos de presidentes, Bolivia tiene una alarmante cantidad de gobernantes muertos y algunos en circunstancias particularmente espantosas como fue el caso de Gualberto Villarroel (21 de julio de 1946).
Por otro lado René Barrientos murió el 27 de abril de 1969 en una situación confusa y hasta hoy no aclarada.
Otros presidentes, o ex presidentes, que murieron asesinados fueron Hilarión Daza (febrero de 1894), Manuel Isidoro Belzu (marzo de 1865),
Juan José Torres (junio de 1978) y Jorge Córdoba (octubre de 1861).En todos estos casos, las razones para el crimen fueron enteramente políticas.
Justifiquemos esa afirmación:
Daza volvía al país para defenderse de las acusaciones de traición a la Patria que pesaban sobre él desde la Guerra del Pacífico. Lo mataron en Uyuni, a traición, e hicieron desaparecer los documentos que traía para probar su inocencia.
Belzu fue uno de los líderes más influyentes de su tiempo. Cuando volvió al país, en 1865, encabezó una sublevación contra el gobierno de Melgarejo. Triunfó pero el tirano del sexenio logró llegar a él y lo mató a balazos.
Torres fue una víctima de la “Operación Cóndor”. Tras haber sido derrocado por Bánzer, en 1971, estaba exiliado en Argentina donde fue secuestrado y asesinado el 2 de junio de 1978 en un operativo coordinado con el gobierno de Jorge Rafael Videla.
Córdoba murió en las tristemente célebres “matanzas de Yáñez”. Había sido tomado prisionero, acusado de conspirar a favor de Belzu, cuando el comandante de la plaza, Plácido Yáñez, lo hizo fusilar sin contemplaciones el 23 de octubre de 1861.
Noviembre es el mes con la mayor cantidad de magnicidios, dos: Mariano Melgarejo, asesinado por el hermano de su examante en Lima (1871) y Agustín Morales a quien su sobrino, Federico Lafaye, mató a tiros cuando el presidente lo agravió en Palacio de Gobierno.
Sobre el asesinato de Blanco queda un asunto pendiente: ya sea por buenas o malas razones, uno de los responsables de su muerte fue Ballivián quien después pasó a engrosar la lista de los mayores héroes de nuestro país.

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Foto: Pedro Blanco Soto (Créditos: www.tiki-toki.com)
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LA PRIMERA BATALLA AÉREA EN CIELOS DE AMÉRICA


(Por Ramiro Molina Alanes)  

UNA INVEROSÍMIL INCURSIÓN AÉREA

Durante la Guerra del Chaco, la aviación paraguaya al margen de ser empleada casi exclusivamente en misiones de observación y reconocimiento, muy raras veces se aventuraba a realizar furtivas incursiones a nuestras líneas y fortines avanzados; pero, el día domingo 8 de julio de 1934, cuatro Potez 25 ejecutaron un audaz bombardeo, a gran altura1), al fortín Ballivián; si
bien, uno de los objetivos era destruir en tierra los cinco aviones alineados al borde de la pista, todas las bombas cayeron lejos del blanco o no estallaron2), lo que dio la oportunidad para que despeguen rápidamente cuatro Curtiss.

BATALLA AÉREA

Por primera y única vez en ese conflicto bélico se enfrentaron dos escuadrillas de cuatro aviones cada una. Para ser más ecuánime, me remito a la versión de uno de los pilotos paraguayos, el Tte. Homero Duarte, que dice: “Cuatro aviones bolivianos dieron alcance a nuestros Potez, entablándose un combate espectacular que acaso haya sido el más memorable de cuantos se libraron en el cielo chaqueño...nuestra escuadrilla siempre en rigurosa formación, describiendo un amplio círculo recibe el ataque de los cazas bolivianos, superiores en performance;…Atacaban furiosamente, ametrallando desde cortísima distancia, viniendo de todas direcciones –de atrás de los lados, en picada desde arriba, por delante. Esos pilotos bolivianos estaban bien adiestrados y eran de gran coraje porque aprovechaban al máximo la maniobrabilidad de sus máquinas y se exponían de
continuo a la potencia de fuego de las ametralladoras apareadas de nuestras torrecillas…Era inexplicable el empecinamiento aparentemente suicida de los aviadores enemigos por el hecho de que a poco de iniciado su ataque, habían logrado herir a dos de nuestros observadores, cuyas ametralladoras se veían oscilando inofensivas en sus torrecillas…Con todo, después de innumerables ataques tendientes a romper nuestra disciplinada formación de combate con la evidente intención de batirnos uno a uno, sin poder lograrlo…Y volando aún nuestra escuadrilla en plena retaguardia enemiga pudo verse a los cazas bolivianos abandonar la lucha y descender desordenadamente hacia su base”3).
Otro aviador de ese país complementa: “…Del lado paraguayo el Tte. Fabio Martínez resultó con siete heridas, todas felizmente leves. Salieron igualmente tocados por las balas en aquel combate, el Comandante de la patrulla Cap. Isidoro Jara, el
piloto Tte. Arsenio Vaesken y el observador Tte. César Corvalán, el 50% del personal paraguayo herido, sin haberse perdido una sola máquina. Los aviones literalmente fueron cubiertos de impactos; en el del Cap. Jara llegó a contarse 80 perforaciones”4).
La conformación de las tripulaciones bolivianas era la siguiente: Los dos Curtiss 35 “Hawk” II estaban al mando del My. José P. Coello y del Cap. Juan A. Rivera; mientras que los otros dos Curtiss “Osprey” C14R tenían como tripulantes al Tte. Carlos Lazo (piloto) y al Sgto. Luis Lavadenz (Metrallista) y al Sbtte. Alberto Alarcón (Piloto) y al Sof. Federico Pol (Metrallista).
En el fragor de la emocionante batalla, el tanque de combustible del “Hawk” del My. Coello recibió algunos impactos, lo que le obligó a aterrizar para despegar casi inmediatamente en otro “Hawk”; pero, los paraguayos ya habían emprendido el retorno.
Esta sensacional batalla aérea, no fue un espectacular “dogfight”5), porque la escuadrilla paraguaya siguiendo una de sus peculiares tácticas volaba en formación cerrada, lo que dificultaba el ataque de las aeronaves bolivianas; pero aun así lograron ponerlos en precipitada fuga con el resultado descrito por sus historiadores.
El siguiente documento testimonia el éxito de la batalla aérea: “El Jefe de las Fuerzas Aéreas, Tcnl. Jorge Jordán, felicita a la ‘Escuadrilla Coello’ por su actuación frente a los cuatro aviones enemigos que volaron sobre Ballivián. Se hace extensiva esta felicitación al Sbtte. Alberto Alarcón, quien no obstante no pertenecer a la Escuadrilla, tomó parte con decisión en el combate”6).

LA FALACIA DE UN DERRIBO

Uno de los mitos más falaces que actualmente se viene manejando en la historiografía paraguaya es el imaginario derribo en esa batalla de uno de los aviones bolivianos, donde supuestamente perdieron la vida el My. Eliodoro Nery y el Sbtte. René Dorado. Pero, la abundante documentación oficial y los testimonios de contendientes de esa gesta histórica, de ambos bandos,7)
desechan ese mito, porque ambos aviadores bolivianos perecieron en un accidente aéreo que infortunadamente se produjo ese mismo día en Villamontes (A más 200 km de Ballivián) y a la vista de casi toda la población; el envejecido avión de observación y bombardeo Vickers “Vespa” No. 23, que era utilizado sólo para entrenamiento de vuelo, se precipitó a tierra por la rotura de la hélice de madera, que provocó una intensa vibración y el posterior desprendimiento del motor en pleno vuelo.
Sin embargo, deshonestos pseudohistoriadores paraguayos imbuidos de un excesivo e incomprensible chauvinismo, siguen pregonando, sin fundamento alguno, esa imaginaria “victoria aérea”, al extremo de que desde 1995 conmemoran el 8 de julio como “Día de la Aviación de Caza en el Paraguay”.

NOTAS:
1) Debido a la batería antiaérea "Gorriti" con piezas Oerlikon.
2) Estas rústicas bombas de fabricación paraguaya, denominadas “Piñas”, eran muy ineficaces.
3) My. Leandro Aponte. La Aviación Paraguaya en la Guerra del Chaco, Pág. 219-222.
4) My. Leandro Aponte. 50 Años de Aeronáutica en el Paraguay. Pág. 228
5) “Pelea de perros”, combates acrobáticos de escuadrillas de la I Guerra Mundial.
6) Orden del Día de las Fuerzas Aéreas de 8 de julio de 1934.
7) My. Homero Duarte (Piloto paraguayo), Sof. Luis Lavadenz (Observador boliviano); Cnl. César Gorriti (Cmdte. Batería. Antiaérea y Cnl. Alfredo del Río, mecánico..

BARZOLA INDOMABLE: LA COMANDANTE GUEILER (primer presidente mujer de Bolivia)


Por: Lydia Gueiler Tejada / Pagina Siete, 6 de octubre de 2019. 

Nací en 1921, a tres cuadras de la plaza principal (en Cochabamba). Mi madre fue Raquel Tejada Albornoz, una mujer pequeña de ojos azules, tan enérgica como exigente, tan recta como desafiante. Mi padre fue Moisés Gueiler Grunewelt, un suizo alemán que llegó a Bolivia tratando de completar una compleja teoría sobre el origen de la inclinación de la tierra. Murió cuando yo tenía apenas dos años.
Creo haber heredado de él su perseverancia y avidez por encontrar explicaciones a lo que parece indescifrable. De mi madre heredé la compulsión por cambiar las cosas, la disciplina y una fortaleza que siempre me fue útil. Me prohibió llorar desde muy pequeña. Alegaba que sollozando no se conseguía nada, detestaba cualquier berrinche, insistía que en Bolivia el llanto era una especie de deporte nacional que había que empezar a eliminar.
Cuando su hermana Rosa decidió casarse (la primera vez) mi madre no encontró mejor expediente que colocar cortinas negras en señal de algo así como un duelo. Subrayó que su hermana había pasado a ser un recuerdo y que no mencionaría nunca más su nombre en la casa. Se sentó luego a tejer ropas de niño en un rincón, sin hablar, sin llorar, inexpresiva, durante varios días. Este episodio me marcó profundamente. Sólo mucho después pude llegar a entender lo que mi madre había sufrido a raíz de la decisión de mi tía, aunque con los años su dolor y enojo se fueron disipando.
No éramos precisamente pobres, pero estábamos muy lejos de ser ricas. Siempre me causó una suerte de gratitud interior el trabajo, dedicación y amor que mi madre invirtió en mí para mantener alejadas todas la penurias económicas que sin duda tuvo que pasar, a partir especialmente del día en que murió mi padre.
Una de las aparentes contradicciones de mi madre que más apreciaría con el tiempo fue su determinación de mandarme a un colegio no católico a pesar de ser devota. Resistiendo la desaprobación de parientes y amigos que insistían que en el Instituto Americano se formaban “ateos” e incluso subversivos de “dudosa moral”, mi madre me mandó a estudiar ahí.
Cuando tía Rosa decidió vivir con nosotras, las cosas mejoraron. Ambas mujeres se sostuvieron mutuamente, alquilando casonas (cuyos cuartos a su vez alquilaban). Fuimos vecinos de la familia Torrico, que ejercía una fascinación sobre mí por estar emparentada con Adela Zamudio.
Ese fue mi primer contacto con lo que después se volvería la razón de mi vida. La que me hizo abrir los ojos y me despertó hacia el cuestionamiento de lo que hasta ese momento aceptaba como la naturaleza de las cosas fue mi tía Rosa. Aunque no fue del todo explícita, intuía la irracionalidad del lugar que a las mujeres nos había tocado experimentar por el hecho de ser mujeres.
Sin hacer completamente suyos sus conceptos, tía Rosa gustaba de leer los poemas de Adela Zamudio a solas conmigo. Mi vida cambió el día en que tía Rosa decidió partir de la casa luego de casarse (por segunda vez).
Una vez concluidos mis estudios en la sección comercial del Instituto, el Director me ofreció el cargo de Profesora de Educación Física. Semanas más tarde (mi madre) no desechó la oportunidad que nos brindaba la visita a Cochabamba del Presidente de la República, José Luis Tejada Sorzano, pariente de la familia.
Emperifollada, partí junto con mi madre a visitar al “tío presidente” como quien va a saludar a una suerte de monarca. Contrariamente a lo que temía, el Presidente se interesó rápidamente en saber si había concluido mis estudios y al confirmarlo, no dudó un instante en llamar a su edecán e instruir que me diera un cargo en la Alcaldía.

MUJERES EN TIEMPOS DE GUERRA

Aún no había cumplido veinte años cuando conocí al que sería mi esposo y padre de mi única hija. Al principio, la guerra (Guerra del Chaco 1932–1935) no había cambiado sino levemente la vida cotidiana en Cochabamba. Poco a poco, sin embargo, empezamos a ver mayores movilizaciones de gente. Empezaron a escasear los alimentos y se comentaba con más vehemencia las historias que traían los heridos que retornaban del infierno verde.
Muchas mujeres, de todos los sectores sociales, empezaron a asumir, ante la ausencia total de hombres, las responsabilidades tradicionalmente asignadas a ellos. Por primera vez se vio mujeres albañiles, carpinteras, mujeres utilizando pico y pala.
De los 2.500 prisioneros de guerra paraguayos, unos 800 fueron concentrados en Cochabamba y sus alrededores. Se los obligó a construir caminos. A cambio recibían un modesto estipendio, alimentación y un trato respetuoso y considerado.
Por ese entonces, seguía trabajando en la Alcaldía de Cochabamba. Estaba en una pequeña repartición que se dedicaba a supervisar los trabajos en los caminos. Me tocó un día hacer firmar la planilla de pago con los oficiales prisioneros. Al alcanzar el lápiz a uno de ellos para que firmara la planilla, me rozó la mano y yo sentí un estremecimiento ante el contacto con esa piel caliente. Había caído en Cañada Strongest junto con otros oficiales.
A principios de 1936, un domingo llegó la noticia a Cochabamba que se había firmado un Acta Protocolizada entre Bolivia y Paraguay estableciendo la mutua devolución de prisioneros. Todos podían irse a casa.
Nos enamoramos perdidamente, como Romeo y Julieta. El anuncio del inminente matrimonio fue un escándalo mayúsculo. Mi madre me había pegado un par de veces cuando era más chica, pero esta vez casi me manda al hospital.
Los rumores de que la iglesia sería apedreada si se consolidaba un matrimonio con el enemigo nos hizo desistir y al final la boda se llevó a cabo en casa. A los dos días , el mejor amigo de Mareiriam (Pérez Ramírez –el esposo paraguayo–), Noel Estigarribia, hermano del Mariscal Félix Estigarribia, Comandante del Ejército paraguayo, con quien había combatido codo a codo en Boquerón y Cañada Stronguest, decidió también casarse con una chica boliviana, una orureña de origen yugoslavo.
(El matrimonio no duró mucho). Éramos demasiado jóvenes, estuvimos demasiado enamorados, nos separaba no sólo una guerra, sobre todo nos distanciaban los objetivos de nuestras energías. A él lo esperaba una pionera carrera empresarial, a mí me esperaba Bolivia, las conspiraciones, la clandestinidad, las huelgas de hambre y la Revolución.

BARZOLAS

Ingresé en la actividad política prácticamente por instinto. La formación que hasta entonces tenía se limitaba a mis estudios de contadora pública. No obstante, gracias a ese título pude trabajar en el Banco Central de Bolivia a mediados de 1942. Necesitaba un ingreso para mantener a mi hija ya que había rechazado irresponsablemente la pensión que caballerosamente me enviaba Mareiriam.
Cuando fracasó la huelga de trabajadores bancarios de mayo de 1947, que pedía un aumento de sueldo, se me despidió sin más miramientos. Se me achacó una militancia que en ese momento aún era solo un deseo ni siquiera muy consciente. Fue entonces que empecé a considerar seriamente involucrarme en el naciente MNR. Luis Peñaloza, dirigente metódico y detallista, me tomó un ceremonioso como clandestino juramento el 19 de enero de 1948.
Una vez, en una tienda de la calle Comercio, una señora al verme se detuvo en seco, como si hubiese visto un marciano. Me miró con sus ojos saltones, apuntándome con el dedo, y les advirtió a sus dos pequeños hijos: “¿Ven a esa mujer? Mírenla bien, es la Gueiler, tienen que tener cuidado con ella, es una movimientista, una loca”.
Algunas mujeres de clase alta y media alta eran las más agresivas a la hora de descalificar a quienes habíamos roto con los esquemas predominantes. Divorciada, con mi hija en un internado, política, cotizada por los hombres, viviendo sola, yo era el equivalente de quien había optado por una vida disoluta y descarriada. En la percepción de la diminuta sociedad paceña y especialmente para las señoras de nuestra provinciana alcurnia, Lydia Gueiler era una barzola indomesticable de ojos verdes.
María Barzola murió empuñando la bandera boliviana en diciembre de 1942 cuando el ejército disparó a quemarropa contra una marcha de mineros que exigía se abran las pulperías cerradas durante ocho días como represalia por una huelga que pedía un aumento de salarios. Al margen de dónde uno se ubique en relación a la interpretación histórica del hecho, María inspiró respeto, empezando por el enemigo.
Sin embargo, desde la década de los 50 en adelante “barzola” habría de volverse un insulto, una forma displicente de referirse a las mujeres, sobretodo a las que en años posteriores fueron protagonistas de un estilo autoritario y desordenado de exigir sus reivindicaciones.
La primera organización que formalmente se denominó María Barzola fue el comando femenino de la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia dirigido por Julia María Bellido. Luego, mujer movimientista se convirtió, apropiadamente o no, en “barzola”.

MUJERES CONSPIRANDO

En cierto sentido, ser política la ubicaba a una en el lugar más despreciable de la jerarquía social local, justo por encima –en el imaginario colectivo local– de las prostitutas. Ser política y militante del MNR ya era la peor categoría, algo así como ser una loca sin remedio.
Las tareas que generalmente se nos encomendaban eran lo que se entendía por responsabilidades “femeninas”: llevar ropa y alimentos para los que se encontraban escondidos, acarrear mensajes, distribuir las publicaciones del Partido, pegar volantes en las paredes y reclamar por los detenidos.
Recuerdo con afecto y no poca melancolía a Julia Flores, una compañera que se ponía a llorar de verdad ante los policías alegando que el detenido era su marido. Los policías ritualmente le respondían como recitando que ella seguramente tenía diez maridos porque el detenido siempre resultaba ser su esposo. Y ella decía. “¿Y qué tiene pues señor oficial, acaso no tengo derecho a recasarme o usted me va negar el amor? ¡Si en este país hay divorcio desde 1932!”
Sucedía algo curioso pero revelador de ciertas ventajas del irracional machismo predominante, que obviamente no excluía a los propios movimientistas. En voz alta, los compañeros aplaudían nuestras hazañas, pero luego, solos, censuraban que anduviésemos en correteos al igual que ellos y decían cosas como: “Si fuera mi mujer, le doy una paliza”.

COMANDANTE GUEILER

La participación de la mujer en elecciones prerevolucionarias se limitó a vigilar las ánforas, proveer refrigerios y cumplir con una labor de supervisión y apoyo. Recuerdo con precisión fotográfica la impotencia que sentí en esas últimas elecciones del viejo régimen en mayo de 1951. Hasta la prensa oficialista comentó que la huelga de hambre realizada por las mujeres movimientistas (que pedían liberación de presos políticos y retorno del exilio de sus compañeros) había contribuido decisivamente al triunfo electoral del MNR. Y resulta que, habiendo sido las protagonistas de que el gobierno ceda, nos tocó limitarnos a contemplar cómo los hombres ejercían el derecho de votar.
Era una larga fila de señores con sus sombreros para quienes era más que natural que nosotras no participáramos. Recuerdo que a unos compañeros les gritábamos: “pueden votar los idiotas sólo que son hombres”. Nos reíamos traviesamente.
Mamerto Urriolagoitia, Presidente de la República vinculado a la “rosca” minero feudal, había entregado el gobierno a una Junta Militar (el llamado “mamertazo”). La Revolución de abril estaba cerca. Se conformaron entonces los llamados “grupos de honor” del MNR. Agrupaciones subversivas secretas de civiles armados, preparados para el combate, que seguían incluso rituales de afiliación inspirados en los Ku Klux Klan estadounidenses. Gueiler fue la creadora, única mujer miembro y comandante. Pasada la Revolución, estos grupos torcieron su fin inicial –efectivamente turbulento con fines revolucionarios– y adquirieron rasgos paramilitares delincuenciales.

CUATRO DÍAS REVOLUCIONARIOS

(Abril de 1952). La labor de las mujeres durante estos días revolucionaros fue realmente encomiable y digna de ser mencionada. Sin asustarnos por las continuas balaceras, compartimos los riesgos, auxiliamos a los heridos, transportamos municiones, agua, y alentamos permanentemente a los combatientes.
En la mañana del viernes 11, me encomendaron junto con Pepita Ascarrunz, la macabra misión de velar porque todos los muertos, sin importar el bando, fueran primero identificados apropiadamente en la morgue y luego sepultados cristianamente. Nunca olvidaré esos cuerpos rígidos, ese olor y la sensación de que después de todo, sí había tanto que no estábamos preparadas para soportar.
Lamentablemente, la mujer revolucionaria, valerosa y abnegada, no alcanzó el sitial que le correspondía en el nuevo estado de cosas. En realidad muy pocas cosas cambiaron, salvo por el voto universal cuatro años más tarde. Yo misma, que fui Comandante de las milicias armadas, los grupos de honor, con experiencia militar, acabé asumiendo una responsabilidad administrativa secundaria.
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Instalado el gobierno de la Revolución, con Paz Estenssoro en la Presidencia, en 1953, en medio de intrigas propias de aquel momento político, su propio partido acusó a Gueiler de haber atentado contra el Presidente con una bomba en el Palacio. Con tal motivo, ella acabó en un cargo diplomático en Alemania. Volvió al país para organizar el Comité Electoral Femenino para las elecciones de 1956.

MUJERES AL PARLAMENTO

Las barzolas eran convocadas sólo como grupos de choque para dar una paliza a algún desafortunado opositor y en algún caso, incluso se produjo la nada generosa situación en la que la víctima fue desnudada por completo y perseguida por una suerte de jauría femenina.
Terminadas las elecciones, la mayor parte de las mujeres volvieron a sus casas. Yo me preparaba para ingresar al Parlamento como diputada suplente por el departamento de La Paz para ocupar uno de los curules donde se habían sentado sólo hombres durante 130 años.
A pesar de concitar la atención de los presentes, empecé a darme cuenta que, en realidad, allí no lograría nada substancial. Entonces tomé la decisión de presentar un proyecto de ley cuyas consecuencias no fueron menores, ni se limitaron al campo político.
El proyecto de resolución que presenté instruía que todos los diputados nacionales hicieran llegar sus declaraciones juradas de bienes con especificaciones concretas de los bienes que poseían antes del 9 de abril, y los que poseían entonces.
Mi propia declaración motivó la burla del periódico El pueblo, diario comunista que dirigía un señor Siñani. El periódico publicó que “la Honorable Gueiler es tan pobre que ha puesto sus cositas que tiene y se ve que no le alcanza ni para su responso”. Lo que ocurrió es que al margen de mi casa, yo había detallado cocina, refrigerador, muebles y así sucesivas marcas y fechas de adquisición. Fue demasiado ingenuo.
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En 1963 fui elegida diputada nuevamente pero esta vez titular. Me dediqué íntegramente a trabajar en los problemas de la mujer. Mucho se ha especulado sobre cuál es la visión de la mujer y del feminismo que tenía. Quiero decir que nunca fui propiamente una feminista, menos simpaticé ni simpatizo con aquellos grupos extremistas radicales que conciben las relaciones entre géneros como una especie de guerra, donde deben haber vencedoras y vencidos. Cada desafío tiene sus representantes y muy lejos de mí la idea de restarle legitimidad a nadie, todos tienen igual derecho de hacerse escuchar y plantear sus reivindicaciones.
En 1964, las intenciones de Paz Estenssoro de presentarse nuevamente a elecciones incumpliendo el pacto de alternancia con sus propios compañeros de partido derivó en la fragmentación final del MNR. Lydia Gueiler y otros, por ejemplo, fundaron el PRIN. Paz Estenssoro optó por el general Barrientos que protagonizó un golpe de Estado contra el propio Paz Estenssoro. El poder volvió a los militares. Fueron años de exilio para la clase política con dos brevísimos respiros en 1970, cuando subió Torrez y la Asamblea Popular, y 1978–1980 luego de la dictadura de Banzer. Gueiler también vivió en el exilio y en cada oportunidad democrática volvió.
En 1979 fui elegida Presidenta de la Cámara de Diputados. Se trataba de elegir entre los candidatos más votados para Presidente y Vicepresidente. Una tras otra, las votaciones reflejaban la misma obstinación y falta de visión, la ausencia de generosidad. (Finalmente) se propuso una solución de consenso que no era del agrado de nadie pero resultaba aceptable para casi todos: Wálter Guevara (Presidente del Congreso) sería nombrado interinamente por un año, con la misión de convocar a elecciones al cabo de ese tiempo.
A poco de iniciado su gobierno, en septiembre de 1979, Walter Guevara decidió aceptar una invitación de cuatro días a Panamá. Se abrió entonces un breve pero intenso debate sobre quién debería ocupar su lugar en su ausencia. El mismo fue un ensayo general del que tendría lugar tres meses más tarde. No debe haber constitución ni tratado jurídico que el vicepresidente del congreso, el presbítero Leónidas Sánchez, no haya puesto en consideración para demostrar que, en ausencia del Presidente, le tocaba a él desempeñar ese trabajo.
No obstante se impuso el sentido común, debidamente ratificado por la Constitución. Guevara me entregó el mando en un sencillo acto en el hall de Palacio de Gobierno el 29 de septiembre de 1979, al que asistió una inusual cantidad de gente. No hubo ni honores militares ni nada, no era difícil suponer que a los militares les incomodaba sobremanera rendirle honores a una mujer y peor a una barzola.
Cuando subí al aeropuerto (a recibir al Presidente) luego de mi media semana como Presidenta interina de la República; precedida de dos motocicletas que abrían el paso a través de las empinadas calles de La Paz, seguida por un vehículo que brindaba un supuesto aparato de seguridad, me tocó vivir una experiencia notable.
Hasta ahí yo era “Su Excelencia, la Presidenta”. Tanto los individuos que se amontonaron en el vehículo de seguridad, como los que me recibieron en el aeropuerto, se deshicieron en saludos, alabanzas y muestras de obsecuencia. Luego de los honores militares, que sorpresivamente le fueron brindados al Presidente Guevara, todo el mundo se apresuró en subirse a cualquier vehículo de la comitiva.
En cuestión de minutos me di cuenta que, absolutamente sola, un taxi era mi única opción para bajarme de El Alto. En el lapso de unos 20 minutos había pasado de ser el objeto de exageradas muestras de consideración, obsecuencia y amabilidad a ser una ciudadana necesitada de un taxi.
Cuatro días estuve trabajando en el despacho presidencial, durante los cuales instituí, entre otras cosas, el Día de la Mujer. Éste había sido fijado tiempo atrás como el 11 de octubre, fecha del nacimiento de Adela Zamudio, pero no estaba reglamentado como día de descanso.
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Guevara, por demás sincero, insinuó que un año sería insuficiente para enderezar al país. Interpretado como intento de prorroguismo, aquel fue pretexto suficiente para que el coronel Natusch protagonizara un nuevo, absurdo y fracasado golpe de Estado que dos semanas después tuvo nuevamente al Congreso discutiendo quién sería Presidente. Luego de una pugna previsible, venció el sentido común y Lydia Gueiler, Presidenta de la Cámara de Diputados, fue finalmente elegida Presidenta interina de la República.

UNA BANDA PARA LA SEÑORA PRESIDENTE

Una comisión fue designada para acompañarme a pasar al hemiciclo. Mientras la esperaba, un celoso funcionario del Palacio de Gobierno me llamó y con una vez que me sonó solemnemente desubicada, me dijo:
— Señora Presidente, ¿quiere que le mandemos la banda?
— ¿La banda?, ¿y para qué quiero yo una banda?, respondí sin demasiada reflexión, pensando que este hombre hablaba de una agrupación musical.
— Pero es que la van a posesionar y tiene que colocarse una banda.
La banda llegó mientras yo ingresaba al hemiciclo en medio de un aplauso cerrado. A través de una cortina de lágrimas pude ver que no pocos diputados también lloraban. Se hizo silencio. Se entonó el Himno Nacional.
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Ninguna otra mujer en la historia de Bolivia ocupó el cargo de Presidenta del Estado. Durante su corto gobierno interino, a pesar de la presión social y política de uno de los momentos más críticos de nuestra historia contemporánea, Lydia Gueiler cumplió con valentía y a cabalidad la misión encomendada, de llevar a cabo, una vez más, elecciones nacionales (julio 1980) como solución a la situación de grave crisis y en el intento por recuperar la democracia. Gueiler asumió su rol con inmensa valentía y soportó maltrato y burlas por su condición de mujer, no sólo por parte del poder militar sino de buena parte de la clase política. Víctima del golpe militar de Luis García Meza el 17 de julio de 1980, salió al exilio. Retornó al país en democracia. Murió en La Paz, el 9 de mayo de 2011.
Mi pasión de lidereza, CIDEM, PROLIB/BID, La Paz, 2000.

Esta es una edición personal del libro Mi pasión de lidereza, de Lydia Gueiler Tejada, Presidenta de la República en 1979.
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PRENSA BOLIVIANA - MIÉRCOLES 11 DE OCTUBRE DE 1933 - GUERRA DEL CHACO



Las tropas bolivianas, reclutadas en su mayoría de los centros demográficos más densos eran collas en un elevado porcentaje; provenían de las mesetas altiplánicas, donde la vista se hunde en la infinidad de la pampa árida, fría y seca hasta toparse con las cimas de los Andes y sus riscos o de las hondonadas de los valles al amparo de las rocas donde crecía una bucólica vegetación. El soldado boliviano sentía el suelo chaqueño como parte de la heredad nacional en virtud de una entelequia, pues distaba totalmente de su escenario real. Por otra parte, la instrucción militar impartida en la conscripción se había concebido y desarrollado siempre para zonas montañosas en la hipótesis de un casus bellis en la frontera con Chile. No existía tampoco el intenso acicate vital de la lucha por lo intrínsecamente suyo: su familia, su hogar, su paisaje espiritual y físico en esencia. 
(EMILIO SARMIENTO - MEMORIAS DE UN SOLDADO DE LA GUERRA DEL CHACO) cortegosky©


LA VICTORIA PÌRRICA PARAGUAYA - BATALLA DE BOQUERÓN EN LA GUERRA DEL CHACO


Por: Oscar Córdova. 

Esta pírrica y extemporánea victoria de Estigarribia fué, estruendosamente festejada en todo el Paraguay. Sus 3.000 bajas -entre muertos, heridos y desaparecidos- fueron celosamente ocultadas a la opinión pública. El Gral. paraguayo Basiliano Caballero Irala las estimó en 4.000. El, también paraguayo, Tcnl. Arturo Bray, confirma esta cifra de 3.000 bajas. Oficialmente, la sanidad militar paraguaya admitió 1.890; obviamente, con fines de propaganda. Y con los mismos fines, la propaganda paraguaya infló las 52 nuestras: multiplicaron por dos los prisioneros del reducto (a 820) y aparte nos atribuyeron otras 1.878 bajas en nuestros "intentos fallidos de romper el cerco". En realidad, de acuerdo al Parte de la 4ª Div. al Gral. Quintanilla, el efectivo faltante en la división (incluyendo a la guarnición del fortín) el día 1º de octubre de 1932 era de 1.500 hombres en total (muertos, heridos, desaparecidos y prisioneros), considerando la totalidad de las operaciones. Los festejos en Asunción duraron varios días. La gente besaba y obsequiaba a los uniformados en las calles, instituciones, oficinas, tiendas, etc. La locura alcanzó hasta las máximas autoridades.
Un episodio realmente jocoso es el siguiente:
"Apenas conocida en la capital la capitulación de Boquerón -esta vez real y efectiva- el presidente Eusebio Ayala se dirigió al Hospital Militar Central para saludar a algunos de los heridos en la mencionada acción de guerra, que allí se asistían. Apenas había descendido de su automóvil -según relataron testigos presenciales del hecho- cuando se precipitó a su encuentro un sujeto, no ya joven, envuelta la cabeza en vendas y con la cara embadurnada con cuajarones de sangre. (Como si en ese estado hubiese podido llegar desde el campo de batalla, situado a más de quinientos kilómetros de distancia, con muchas etapas intermedias de evacuación). La cosa es que don Eusebio lo estrechó conmovido entre sus brazos, murmurando palabras de encendido patriotismo. Pero en medio de la euforia presidencial, encargóse el médico de guardia de poner las cosas en su lugar: tratábase, en realidad, de un beodo consuetudinario que la noche antes se había ido de narices contra el empedrado de la calzada, a media cuadra del hospital, en la calle entonces llamada Cachinga. Se comentó -no me consta- que a partir de entonces, nunca más volvió a visitar el presidente un hospital de sangre durante la guerra". (Luis Fernando Sánchez G. - Boquerón 1932).

EL LLANTO Y LIBERACIÓN DE REGIS DEBRAY


 Por: Tomas Molina. / 23 de diciembre de 2017.

Un día como hoy, 23 de diciembre de 1970, vísperas de la Navidad, fue liberado de la cárcel de Camiri, por orden del Presidente Juan José Torres, el francés Regis Debray y sus demás compañeros, lugar en el que se encontraban cumpliendo condenas máximas por su participación en la guerrilla del Che Guevara. El repentino operativo fue ejecutado por un comando militar, que los puso en un avión militar y los exilió a Chile. Así, Debray y los demás, se salvaron de ser desaparecidos en el gobierno de Banzer que se avecinaba. En el libro “CHATO PEREDO, EL ÚLTIMO SOLDADO DEL CHE”, Chato Peredo cuenta su encuentro con Regis a su llegada a Chile. Estas son sus palabras: “…En 1968 tuve una conversación con Elizabeth Burgos, entonces mujer de Regis Debray que fue pieza fundamental para socorrer internacional y publicitariamente al “gringo Debray”. En esa conversación, me confesó que su marido estaba “quebrado y lloraba como un niño en la prisión”.   

 “… Una de nuestras preocupaciones era la suerte que correría Debray en caso de que Banzer tome el poder, por lo que sugerimos al Presidente Juan José Torres hacer algo al respecto. Y lo hizo, corriendo todos los riesgos y ahorrando así un nombre más en la lista de los asesinados y desaparecidos después del golpe. Cuando fue liberado Debray llegó directamente a Chile, donde yo estaba. Nos encontramos el primer día de su llegada. Después de una abundante conversación, él me preguntó cuántos años tenía yo. 29 le dije. El diálogo sigue así: 

- Eres mayor que yo.

- Y tú, cuántos tienes?

- ¡Veintisiete!

- Yo te hacía mayor que yo.

- En realidad he nacido hace 30 años, pero tengo 27 porque NO HE VIVIDO los tres años que pasé en la cárcel. 


Pensé en lo que su mujer me contó  sobre su actitud en la prisión. Un hombre tiene derecho a renunciar a la lucha, incluso a sus ideas. Un hombre puede quebrarse y seguir siendo hombre. Un detractor como Debray, un hombre que miente o avala una mentira para justificarse, deja de ser hombre de verdad…” 

BAUTISTA SAAVEDRA ANALIZA Y CRITICA AL EJÉRCITO BOLIVIANO DESPUÉS DE LA GUERRA DEL CHACO


Fuente: La guerra del Chaco – Historia (Grafica) y Literatura. De Mariano Baptista Gumucio /  Comunicaciones El País, La Paz – Bolivia, marzo de 2002.

En su obra El último girón de la patria escrita después del conflicto, Bautista Saavedra analizaría duramente otro de los factores en el que debió haberse pensado antes de afrontar el desafío “En cuanto a la deficiencia profesional de los señores militares –decía el viejo republicano- no hay mucho que decir. Al comienzo del conflicto bélico habían en Bolivia Veintiún generales, incluso el general Montes, y ninguno era capaz de manejar y dirigir un ejército, menos una guerra. Es que todos ellos carecían de instrucción, ciencia y práctica militares. Salidos casi todos del colegio militar, a donde iban a parar todos los jóvenes indóciles a la educación paterna, los indómitos para el estudio, aquellos que desde temprana edad eran reacios a toda disciplina y buenas costumbres, ese centro no podía ser sino un seminario de fracasados y de candidatos a la disipación. Los gobiernos pusieron muchos y solícitos ciudadanos para que ese  plantel fuera hogar de cultura y moral, pero en manos de jefes militares que no velaron porque el reuniese condiciones educativas siquiera a medias no llego nunca a ser selección de futuros soldados de honor y trabajo… Salidos del seminario militar y desparramados por los cuarteles, no se preocupaban de completar su espíritu militar ni ilustrar su inteligencia. Después de las faenas cotidianas de carácter usual, el juego, las diversiones, las jaranas y las mujeres eran sus habituales ocupaciones. ¿Es que con tales elementos podía ganarse la guerra? ¿Es que con tal composición militar podía formar un ejército capaz de defender el honor y la integridad territoriales?
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