Por: José Loayza Portocarrero - abril de 2018. Artículo publicado en Siglo y Cuarto documentos históricos. // Foto: Barrientos y Ovando (Créditos: Historic Images)
1964-1969. LOS GENERALES EN SU LABERINTO
El día que Paz Estenssoro recibió el beso lloroso del general Alfredo Ovando Candia, antes de partir al Perú, después del golpe del 4 de noviembre de 1964. No supo que Ovando corrió al Palacio, subió las gradas de tres en tres, y cuando entró al despacho presidencial para sentarse en la silla, estaba Barrientos con las cejas bailando al ritmo de su pregunta ¿Ya se fue…? Y cuando salieron con la noticia al balcón para anunciar a la chusma el cogobierno, Ovando oyó el silbido de los falangistas pero nunca supo si eran los silbidos de la gente o sus propios silbidos, porque precisamente ese maldito día se le rompió la placa dental.
Esta es una parte de la historia de ambos generales, pero hablaré de René Barrientos Ortuño que deambuló de un sitio a otro del país, persuadido que los abrazos eran cariños y no ruegos de gente necesitada. Sin embargo no vivía tranquilo, le preocupaba la reunión secreta realizada en 1968, donde el General Ovando y sus camaradas aprobaron su eliminación física, además la reunión de octubre entre Lechín y Fidel Castro sobre el modo de asesinarlo, todo eso recordó el 24 de abril, tres días antes de su muerte, cuando sostuvo una larga conversación con su consejero privado que sospechaba que algo grande y oscuro rondaba por el Palacio. (“El general del pueblo”, Fernando Diez de Medina, Pág. 182, dialogo de Barrientos y su Consejero.)
“Consejero: … Lo rumores que circulan acerca de futuros desórdenes de magnitud el 1 de mayo creo que serán controlados. Estando advertido y preparado el Gobierno ¿qué se puede temer?
Presidente: Siempre le dije que durmiera tranquilo. Pero ahora las cosas cambian. Ese día pretextando la marcha de los trabajadores, los conspiradores de afuera y de adentro, provocarán una insurrección, correrá mucha sangre.
Consejero: ¿No se podría evitar la manifestación y la efusión de sangre?
Presidente: Políticamente no se puede evitar el desfile. Los trabajadores no sabrán que servirán de velo protector de los conspiradores. La cosa es muy grave.
Consejero: Nunca lo vi tan preocupado, General.
Presidente: Hay fundamento: esta vez intervendrán militares y aunque yo sé que los aplastaré, ésta división de las FFAA., me apena porque hará más sangrienta la pelea.
Consejero: ¿Quiénes son los conspiradores?
Presidente: Los pactantes de Caracas: MNR, FSB, PRIN, todos los descontentos en La Paz y en el interior, los grupos extremistas y sectores castrenses adictos a Ovando.”
El matutino Presencia, publicó el 15 de abril de 1969, un cable de la Inter-Press Service de Caracas, decía que el MNR, FSB y el PRIN, celebraron un acuerdo para derrocar al gobierno de Barrientos y gobernar con un Consejo de Gobierno con representantes de cada uno de los partidos pactantes.
27 de abril, Hrs.13.30. Las sanciones divinas no tienen término. El general René Barrientos Ortuño, Presidente de la República, murió en la localidad de Arque, situado a 60 Km. de la ciudad de Cochabamba, cuando el helicóptero de la FAB, en el que viajaba con el piloto Tte. Carlos Estivariz, y su edecán Cap. Leovigildo Orellana, no pudo cobrar cierta altura y el rotor chocó contra un cable telegráfico en medio de dos cerros y la nave cayó a tierra incendiándose y provocando que los tripulantes mueran calcinados. Alguien vio desde un punto lateral que tres gafas de sol observaban y se perdieron después del accidente y más tarde aparecieron abriéndose camino entre el fragor de los gritos. Ese alguien opinó que se disparó balas perforantes incendiarias para que la espoleta impacte como la 303 British, en el sistema de combustible. Otros dijeron que hubo una balacera al interior de la cabina de pilotaje, y la mayoría habló de un asesinato político, pero ninguna hipótesis fue probada. Es posible que se haya tratado de un simple accidente, o de celos, o de una venganza divina, como se decía en las minas: “Y aquella vez yo pude escuchar a algunas señoras que lo maldecían a Barrientos, lo maldijeron de rodillas. Tal vez ha sido en mala hora porque dijeron “Va a morir quemado en su avión”. Y Dios es tan grande que ha escuchado y a muerto quemado. Ha muerto quemado.” (Nos hemos forjado así al rojo vivo y a puro golpe. María L. lagos. P-110.)
Hubo muchas muertes, y muertes encubiertas por el poder. Si ese daño hubiera sido cometido por un palurdo hubiera sido una vil inmoralidad, pero el escándalo cayó sobre un personaje público y de aprecio y se pasó por alto, eso se llama en el buen decir, la estrategia de la contención, donde la figuralidad del hecho pasa a ser una mera fantasía ideológica y social. ¿Pero qué delitos hubo?:
En el cogobierno Barrientos-Ovando, se compraron armas para Israel, el negociado lo hizo Barrientos y el senador Jorge Solíz, con cuya hija tenía un heredero que residía en Ucureña, antigua propiedad de las monjas clarisas. Lo cierto es que una vez que se concretó el trato con el embajador de Israel Nathaneal Lorch, con conocimiento del Gobierno israelí, y de la Primer Ministra la señora Golda Meir, en guerra contra las Repúblicas Árabes Unidas, se adquirió el armamento en Bruselas de la Fabrique Nacionale de Herstal y llevada en secreto al Puerto de Gaza. Por ese negociado denunciado mediante declaración jurada por el súbdito alemán Richard Heber, y publicado en el periódico “Hoy” en marzo de 1971, se supo que Barrientos y Ovando recibieron cinco millones de dólares… De este hecho estaba enterado Jaime Otero Calderón, y le propuso a Ovando venderle los detalles y los documentos sobre el contrabando de armas y de la venta de harina americana en 50.000 dólares. El encuentro para la transacción se realizó en la imprenta de Otero, frente al Cine Scala, no se sabe que pasó, pero a las 11 de la noche salió de allá el capitán Luis Arce Gómez, acompañado por el “equipo Sucre”. Otero poseía la copia original de la póliza de embarque, y el sábado 14 de febrero de 1970, trabajaba en una edición que iba a incluir la copia en cuestión. El cadáver del periodista fue encontrado el lunes 16. El matutino Presencia mostró como los autores revolvieron la imprenta, y la policía explicó que la muerte de la víctima fue por estrangulamiento.
Tampoco se esclarecieron las muertes de la Quintana y del Cnel. Alberto Larrea, que el 19 de abril del 69, debían entregar los documentos revelando la identidad de los que se beneficiaron con varios millones de dólares por el negocio de harina americana, y que provocó, posteriormente, que el 14 de marzo del 70, los esposos Alfredo Alexander Jordán y Martha Dupleich de Alexander, sean asesinados en su domicilio de la Av. 6 de agosto de La Paz.
Para los frívolos, Barrientos era un hombre audaz por antonomasia. Lo elogiaron sus adictos cuando se casó en 1955 con Carmen Porro Salinas, el 57 con Martha Cuellar Landívar, y el 58 con Rose Mary Galindo, ¡y todas fueron bigamias! Su cuarto matrimonio fue en 1969, con Katya Rivas, también sin el divorcio previo. Así y todo era un ferviente católico, aunque las masacres y los asesinatos mineros no lo homologaban con las Sagradas Escrituras. El 2 de agosto de 1965 Cesar Lora fue asesinado, a los dos años Isaac Camacho, y Federico Escobar fue llevado a La Paz el 7 de noviembre de 1966 para ser operado del codo, y en una clínica de la calle México, misteriosamente perdió la vida según un diagnóstico de trabalenguas: “descortización cerebral por paro respiratorio, y daño en el cerebro por falta de oxígeno” Se evitó la autopsia de ley.
Barrientos despidió a 10.000 mineros, rebajó entre el 40 al 50% los salarios. La negación a las medidas se tradujo en la resistencia laboral que derivó en las masacres de mayo y septiembre de 1965. 600 trabajadores murieron y 2.000 cayeron heridos entre obreros, mujeres y niños en los funestos asaltos militares contra Catavi, Siglo XX, Milluni, Quechisla, Kami, y otras minas. Pero la noche triste fue la masacre de San Juan, el 24 de junio de 1967, Barrientos y Ovando salieron de su laberinto para merecer un brindis en la Embajada americana que les abanicó el financiamiento para ejecutar la 3ª fase del “Plan Triangular”, después de cometer con eficiencia servil los crímenes en su expresión más cruel con el apoyo de las FF. AA., y por haber callado el grito bravo del minero: “¡NOSOTROS AQUÍ LLAMAMOS AL CARAJO CARAJO, Y AL TRAIDOR TRAIDOR!”
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