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12 DE NOVIEMBRE DE 1879 - EL EJÉRCITO BOLIVIANO DERROTA AL EJÉRCITO CHILENO EN "CANCHAS BLANCAS"

 



El coronel Lino Morales encabezó la batalla que evitó la invasión chilena a los departamentos de Potosí y Chuquisaca. Ocurrió el 12 de noviembre de 1879 y causó cientos de bajas en filas chilenas.


Lino Morales de los Reyes nació en la pequeña población de San Lorenzo el 24 de septiembre de 1825, un mes después de creación de la República de Bolivia. Murió en Tarija, en 1923, a los 98 años, enfermo, y casi en el olvido.


El coronel tarijeño fue el comandante de una de las dos batallas que ganó el Ejército boliviano contra Chile durante la Guerra del Pacífico: Canchas Blancas, ocurrida entre el 26 de octubre y el 12 de noviembre de 1879, y que evitó el ingreso de las tropas chilenas a los departamentos de Potosí y Chuquisaca. Según el diario de campaña del coronel Ezequiel Apodaca, comandante del Estado Mayor, el enfrentamiento dejó un saldo de 300 soldados chilenos muertos y 400 heridos.


Por razones políticas, la historiografía boliviana y el Gobierno chileno han mantenido a Canchas Blancas en silencio en los anales de aquella conflagración bélica que cercenó el acceso soberano de Bolivia al Océano Pacífico.


Morales dirigía el batallón Ayacucho que formaba parte de la V División del Ejército, comandada por el polémico Narciso Campero, encargado por el expresidente Hilarión Daza para la reconquista de Calama, que había caído en manos chilenas durante la batalla del Topáter, el 23 de marzo.


Siete meses después, y tras recibir informaciones de los campesinos del lugar sobre una avanzada del Ejército chileno con unos 1.500 hombres, Lino Morales organiza una emboscada en Canchas Blancas (sur de Potosí) con los batallones Ayacucho, Méndez y Granaderos de Tarija.


En su Diario de Guerra, Apodaca registra con detalle una de las gestas militares más destacadas de la historia boliviana.

El 12 de noviembre, desde las cinco de la tarde, los chasquis y algunas patrullas adelantadas traían informaciones del avance de una patrulla chilena.


“A las siete de la noche nuestros vigías vieron la enorme polvareda que levantaba el enemigo, viniéndose con toda franqueza rumbo a la khocha (laguna) de agua, que era la única de la región y ubicada en la base de la garganta de nuestras posiciones.


Calculando su llegada a caballo repartimos las bebidas a nuestros soldados, los que tomaron su merienda hacía una hora y, cuando repartimos la última yambui (tinaja) en el extremo del ala derecha, las tropas chilenas -seguramente sus caballos sintieron la humedad de la aguada que, sedientos se precipitaron en confusión- se lanzaron en desorden polvoriento sobre el agua, y al borde de la khocha se pisaron los unos a los otros, para llegar primero a tomar agua”.


“En ese momento vino la orden, se deslizaron silenciosamente los bolivianos y atacaron frontalmente, mientras que los indios ganan la retaguardia del enemigo para caerse sobre sus provisiones y destrozarles la cerca a pedradas aprovechando la noche”.


“Los chilenos reciben la sorpresa desmontados, y ven caer en masa primero sobre su caballería, los caballos inmediatamente son dispersados o tomados por los nuestros y llevados a buen recaudo, mientras que se sigue acometiendo a lo largo de las columnas chilenas, ya totalmente sorprendidas y confusas, pues con el primer plan se dividió a los enemigos con una maniobra del ala izquierda que se encajó entre ellos, mientras que los de la derecha atacaban a su retaguardia y los indios y parte del Ayacucho”. “Los sanlorenceños del Méndez atacaron a cuchillo y machete limpio al enemigo”, relata Apodaca.


“Desde el fondo de la batalla, se sentía dolorosos ayes cuando las tropas del San Lorenzo hundían sus filos en el vientre enemigo o en la garganta y hasta se vio cuadros de luchas debajo del caballo, cuerpo a cuerpo y escucharse tremendas interjecciones chapacas. Transcurrió más de tres cuartos de hora y los tiros se fueron alejando y conforme íbamos avanzando sobre el enemigo. De rato en rato aún se sentía el silbar de piedras de hondas indias dando caza a algún fugitivo.


En este afán llegó la media noche y los chilenos quedaron destrozados”. “Juan Bautista Ayoroa y sus tropas siguieron persiguiendo al enemigo con la caballería”.


“A las tres de la mañana, están de regreso Ayoroa y Villarpando. Este deseó hablar a sus soldados a quienes solo atina a decirles: ¿Soldaditos. queridos hijos míos y sigue: soldaditos, indiecitos queridos, ustedes han salvado a Potosí y la Patria”.


De parte del coronel Lino Morales, adjunto a la memoria precedente, “se establece como resultado favorable para Bolivia, entre otros, nada menos que 330 muertos y 400 heridos chilenos, 480 caballos, 550 entre mulas y burros, bastante material bélico y especialmente documentación que comprueba que Chile buscaba ocupar Potosí y Chuquisaca”.


El 20 de noviembre, continúa la memoria de Apodaca, “fue muy triste, despedimos a todos los que iban a reunirse con Campero en la región de Tomave, o sea que ahora los vencedores de Canchas Blancas, por orden suprema, retrocedían como vencidos”. Campero – vinculado a intereses mineros bolivianos y chilenos – evitó el posterior avance del Ejército boliviano en la zona, lo que terminó favoreciendo a Chile.


El historiador Rodolfo Becerra afirma: “Cada año los bolivianos rememoramos el sublime sacrificio de Eduardo Abaroa en Calama, pero hemos olvidado una epopeya que siguió con la batalla de Canchas Blancas, en la que el Ejército boliviano le infringió una derrota calamitosa al invasor chileno. Vale la pena recordarlo”.


Publicado en el periodico "El Deber" el 24 de noviembre de 2015

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