Las niñas de Ayohuma, sublime heroísmo
Luego de la derrota de Vilcapugio, el Gral. Belgrano inició la retirada hacia Salta. La suerte le fue adversa y, al ser alcanzado por los realistas en las pampas de Ayohuma, se vio obligado a presentar batalla a las tropas del Gral. Pezuela.
Es el 14 de noviembre de 1813, en un lugar del Alto Perú (Charcas), llamado "Ayohuma", que significa en quichua "Cabeza de muerto" (Potosí).
Se están enfrentando el Ejército del Norte, al mando de Manuel Belgrano, y el Ejército del Rey al mando de Joaquín de la Pezuela.
No se pide ni se da cuartel. Sangrienta batalla que se pelea con valor. En algún momento se pensó en la victoria, pero sin embargo la suerte del encuentro termina siendo esquiva para las armas de la Patria.
Los hombres heridos y muertos tapizan el lugar. Pero en aquel panorama aterrador de muerte y destrucción, hay tres mujeres que deambulan por el Campo de Batalla.
Una de ellas es más negra que la noche, y desde hace mucho tiempo acompaña a ese Ejército. Desde los tiempos de "Tucumán". Llevan agua y consuelo a los heridos. Muchos de aquellos valientes murieron en el regazo de esas maravillosas hembras valerosas, que en suprema abnegación, esquivan la lluvia de balas realistas sin temor.
Una madre y dos de sus hijas daban de beber a los soldados heridos de ambos bandos.
Se las veía cruzar impertérritas el campo de batalla para ir a buscar el precioso líquido con que aliviar la sed de los caídos, a quienes curaban e infundían consuelo y esperanza. íCuántos de aquellos sufrientes habrán recordado en esos momentos, cuando recibían el afecto maternal de esas mujeres, el de otras madres, esposas, hijas, novias... que en distantes ciudades y pueblos estaban imposibilitadas de hacer otra cosa que no fuera rezar por ellos!
La madre se llamaba María y era conocida en el campamento criollo como "Madre de la Patria".
Tanto la madre como las hijas, nimbadas de altruismo, dieron un formidable ejemplo de valor y caridad cristiana.
Cuando la Batalla termina, son tomadas prisioneras por los españoles, y condenadas a ser flageladas. Una de ellas, en particular, será azotada durante nueve días. Pero una afortunada noche, logran escapar del salvaje enemigo. El español Joaquín de la Pezuela, futuro Virrey del Perú, es un tipo que se caracteriza por su crueldad.
Sólo sabemos el nombre de una de ellas. Los nombres de las otras dos, injustamente, se han perdido en las tinieblas del tiempo.
María de los Remedios del Valle se llamaba aquella mujer negra, que Belgrano junto al Tambor de Tacuari, los consideraba sus más bellos recuerdos de su vida militar. A la negra María, la posteridad la bautizará como: "La Madre de la Patria".
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