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MANUEL MARÍA CAMACHO “EL GIGANTE” Y SUS COMBATES EN EL RING

 


Por: Ricardo Bajo / publicado en Escape de La Razón, el 10 de abril de 2022. / https://www.la-razon.com/escape/2022/04/10/camacho-el-gigante-bueno/

Manuel María trabaja de tejero y adobero en la zona sur de Cochabamba. Es hijo de don Pablo Camacho y doña Juliana Medrano. Es el tercero de seis hermanos, todos bautizados en la parroquia de San Antonio de Padua. Pisa barro y cuece tejas y ladrillos frente a los hornos incandescentes de Jaihuayco, cantón de San Joaquín de Itocta.

Manuel María tiene 17 años y sufre acromegalia, una enfermedad rara/endocrina provocada por el exceso de secreción de la hormona de crecimiento. “Manuelito” no sale de día, vive entre las sombras y apenas se escapa de noche para caminar por los senderos de acequias de su comunidad. Sabe que es una persona especial, desde hace unos años no para de crecer. Ahora mide dos metros y 14 centímetros y calza un 54. En el laburo trata de encorvarse para disimular su altura, tiene vergüenza de ser tan grande. Estamos en julio de 1923 y el mundo está a punto de “descubrir” al gigante Camacho.

“Manuelito” se ha acercado a la cancha de football de Jaihuayco para ver el match.  Se para detrás del muro y disfruta del juego. Los players no dan crédito y se preguntan: ¿está a lomos de un caballo?,  ¿está parado sobre algún tronco?, ¿o es un gigante? Entre los futbolistas se encuentra el boxeador Luis Ramos que da la noticia. Algunos vecinos han visto antes a Manuel María alzar burros como si nada.

Las primeras imágenes publicadas en los periódicos de Cochabamba —obras del fotógrafo y cineasta Manuel Ocaña Larraín— provocan una peregrinación/plaga desde la ciudad hacia su casa. El gigante, divino Sansón, huye del gentío. Todavía no sabe que se convertirá en carne de cañón, que sufrirá humillaciones y estafas a mano de empresarios inescrupulosos, que tendrá una vida peregrina y corta, que llegará a medir 2,40 metros, que su cuerpo será su maldición.

“Camachito” no quiere entrar a la ciudad pero la plata es golosa. El Teatro Achá anuncia dos presentaciones del coloso y los aficionados al boxeo llenan las graderías. Lanzan hurras a cada prueba de fuerza del gigante. Manuel María tiene brazos muy largos, pies y manos grandes y piernas delgadas. Su mirada es pacífica, sus ojos suaves, se expresa con sencillez en quechua y apenas chapurrea el castellano. Es simpático y muy amable en el trato. Es un gigante bueno.

El periódico paceño La República titula: “El indígena Manuel Camacho, un posible futuro campeón mundial de box”. Y remata: “no sería raro que con un bien encaminado aprendizaje pronto llegara a imponerse en el mundo deportista y quizás hasta enfrentarse al mismísimo Jack Dempsey que actualmente detenta el cetro mundial del boxeo”.

Mientras se especula sobre el futuro, su grandeza desata un sentimiento regionalista y nacionalista, cuenta Alber Quispe Escobar en su libro Manuel María Camacho Medrano: semblanza del gigante de Jaihuayco (1899-1952), publicado por el Archivo y Bibliotecas Nacionales de Bolivia en 2011. La idea/negocio de viajar al exterior desata un debate nacional. “La suerte del más representativo ejemplar de la raza indígena constituye hoy una cuestión de estado”, se lee en el diario cochabambino El Criterio que sentencia: “Camacho es de Bolivia”.

Carlos Montenegro se suma y dice en la revista anarquista Arte y Trabajo: “Es un exponente de nuestra raza, no nos oponemos a que el Cóndor del Tunari remonte el vuelo, para elevar muy alto el nombre de la Patria, haciendo saber al mundo que no todos somos gente baja, ruin y canalla”.

La primera gira trae al “hombre espectáculo” a La Paz, Sucre, Oruro y Potosí. En la sede de gobierno se aloja en el hotel Torino y se presenta en el Olympic de San Pedro. A la ciudad ha llegado también por esos días el campeón argentino de boxeo Luis Ángel Firpo. Los chismes sobre una posible pelea entre ambos calientan las tertulias paceñas. “Viva Camacho; de Firpo su macho”, gritan los aficionados al box. El anhelado combate no llegará nunca.

Los que sí llegan son —tras algunas lecciones boxísticas a cargo de su empresario Miguel Seleme— sus primeros choques en Cochabamba: contra el japonés Kentaro Hara (maestro de jiu-jitzu), contra Esteban Barnes (el Hércules estadounidense); y contra el australiano Jack Peter (campeón de lucha greco-romana).

En la paceña Exposición Internacional del Centenario (1925), el “Rascacielos humano” es contratado como “vigilante” de la puerta principal junto al enano José Ayala, más conocido como “Ayalita”. El hombre más alto y el más bajo de Bolivia dan la bienvenida a los primeros cien años del país. En todas las fotografías, Camacho sale con una sonrisa eterna, como si estuviese fabricando tejas.

Entre 1925 y 1936 se pierde la huella del gigante. No sabemos qué hizo durante la Guerra del Chaco. Finalizada la contienda bélica, Camacho viaja por primera vez a Tucumán, Argentina. Manuel María tiene 35 años y sigue creciendo. Su castellano ha mejorado, ha aprendido algunos pases de fox trot, ha abandonado las abarcas y la bayeta y se ha casado con una chica de La Recoleta, Vicenta Gamboa, con la que tiene ya dos hijos: Apolinar y Gerardo (más tarde tendrían dos más: Valentina y Raúl Manuel, conocido como “Walter”, este ya nacido en Buenos Aires). En San Miguel de Tucumán, el coloso se presenta en el Cine Moderno y vende artesanías de la Llajta. Todavía hoy, los tucumanos y tucumanas para referirse a una persona muy alta dicen: “Es un Camacho”.

“Manucho” reaparece en La Paz a finales del 37 con la moda del catch-as-catch can. Camacho vuelve a copar las primeras planas de los periódicos cuando enfrenta a los máximos ídolos de la lucha libre. La pelea contra el campeón norteamericano Jack Russel en el Teatro Municipal de La Paz en 1938 termina mal por los problemas físicos y “el estado deplorable del gigante maltrecho”.

El periódico La Razón de la época no tiene perdón: “Luciendo su longitud extraordinaria y desagradable, afeada por la deformidad, hizo frente a Russel cuanto pudo, como nada pudo, nada hizo. Los asistentes salieron del espectáculo con una impresión entre indignada y compasiva de ver a un hombre grande desorientado y luciendo una deformidad de la cual no es culpable y que no puede ser convertida en espectáculo. Camacho no es un gigante que expresa fuerza y grandeza. Carente de musculatura, su cuerpo delgado y desproporcionado tiene en la joroba su expresión de conformación defectuosa. Y la gran mole humana descansa sobre dos piernas raquíticas que causan la impresión de una evidente falta de equilibrio. Sería una medida de cordura de parte de las autoridades impedir que se siga lucrando con la desgracia de un hombre que nació diferente a los demás por un azar del destino”.

El italiano Renato Gardini, alias El Bruto, olímpico en Estocolmo 1912, se apiada de Camacho y comienza a entrenarlo. Las victorias, entonces, llegan solas: ante los argentinos Ramón Cernadas y Juan Antonio Comas, ante el polaco Stanislao Wyrzcowsky y ante el propio Gardini. Las gigantescas proporciones de Manuel María compensan la técnica que no tiene ni quiere. El esperado combate contra el italiano Angelo Siciliano, alias Charles Atlas, no llegará nunca, como aquella no-pelea contra Firpo.

Ante el anuncio de combates de lucha libre en la Argentina, el periódico El Diario dispara a matar: “Es preciso, aunque se trate de combates de ‘catch as can’, que se resguarde el prestigio del país porque el público argentino sonreirá sarcásticamente frente a la exhibición del gigante maltrecho y de la explotación de que es objeto. No se puede a base del factor económico o del fraude más propiamente hablando escarnecer a un hombre por su propia condición y mucho menos a un país que solo exhibe en el extranjero cosas ridículas”.

Los días de la lucha libre agonizan para “Camachito” y el pase al circo está cantado. La gran mayoría de hombres y mujeres que a lo largo de la historia han sufrido gigantismo y acromegalia han terminado bajo las carpas circenses, ora como monstruos, ora como atracción de feria. El de Manuel María se llamó Gran Circo Norteamericano. El cochabambino debuta en 1943 en el barrio bonaerense de Junín bajo la chapa de “un hombre gigante llamado Camacho” y alcanza a pelear boxeo en el mítico Luna Park.

Los últimos nueve años de su vida los va a pasar en Buenos Aires; viviendo con su familia en el barrio de Congreso; viajando con el circo por Brasil y Uruguay como “domador de fieras”; trabajando de portero en hoteles disfrazado de mariscal; y volviendo una vez al año a su tierra natal para matar nostalgias, comer platos de la cocina criolla y beber chicha en tutumas enormes en su añorado Jaihuayco donde ha construido su casa a una cuadra de la plaza.

El epílogo de su vida está envuelto en un misterio, como su propio descubrimiento a la edad de 22 años. Dicen las malas lenguas que Manuel María tuvo un idilio con una prestigiosa bailarina polaca o sueca; que tuvo dos hijos cuando el circo aterrizó en Río de Janeiro; que viajó por media Europa (como aseguró Nestor Taboada Terán en su libro Manuel Camacho: vida, pasión y muerte de un gigante, Biblioteca Popular Boliviana de Última Hora, 1981 y segunda edición en Kipus, 2003).

Dicen que fue envenenado cuando anunció su retiro del circo; que vendió sus restos a un museo de Nueva York tres años ante de su fallecimiento; que sus familiares en Cochabamba intentaron sin éxito repatriar el cuerpo cuando murió para ser enterrado en Bolivia.

Dicen también que el museo de Luján en la provincia de Buenos Aires (actual Complejo Museográfico Enrique Udaondo) expuso su esqueleto durante los años 50 y 60. Otras versiones aseguran que el cuerpo de Manuel María Camacho Medrano se encuentra en el Museo de Historia Natural de Amsterdam, Países Bajos. Sostiene uno de sus nietos, Pablo Andrés, en el citado libro de Alber Quispe Escobar, que hasta hace poco los restos del gigante junto a los de su esposa descansaron en el cementerio de Flores en Buenos Aires y que luego fueron cremados. Dicen y dicen pero lo único cierto es que Camacho no ha muerto pues vive en la memoria del pueblo boliviano como aquel gigante bueno, fabricante de tejas y sonrisas eternas.

 

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