Un par de jinetes a orillas del río Piraí (Aprox. 1910) |
En esta oportunidad les traemos la séptima entrega.
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Entradas publicadas:
Parte I - PLACIDO
MOLINA REFUTA A ENRIQUE DE GANDÍA (PARTE I)
Parte II - PLÁCIDO MOLINA MOSTAJO REFUTA A ENRIQUE DE GANDÍA Y
SUSTENDENCIOSOS POSTULADOS (Parte II)
Parte III - PLACIDO MOLINA REFUTA A ENRIQUE DE GANDÍA (SOBREMIGRACIONES Y
DISCUSIONES LINGÜÍSTICAS)
Parte IV - PLÁCIDO MOLINA MOSTAJO REFUTA A ENRIQUE DE GANDÍA(SOBRE LOS
LIMITES NATURALES ENTRE PERÚ Y PARAGUAY)
Parte VI - PLÁCIDO MOLINA MOSTAJO REFUTA A ENRIQUE DE GANDÍA (Sobre la fundación de Santa Cruz de la Sierra)
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LIMITES DE LA GOBERNACION DE SANTA CRUZ DE LA SIERRA
(AL CAPÍTULO V)
Según la proposición rotunda del Sr. Gandía, puesta al
comienzo del capítulo, fijará en él los límites de las gobernaciones de Manso y
Chaves, «con la seguridad absoluta de no equivocarnos en lo que respecta a las líneas
generales».
En seguida declaia «insostenible bajo todos los puntos de
vista la tesis boliviana de que las gobernaciones de Manso y Chaves se
extendían desde los contrafuertes andinos hacia el Oriente hasta el río
Paraguay»... Que este absurdo «ni siquiera es digno de refutación». En la nota
añade: «que muchos estudiosos bolivianos han sostenido por razones políticas y
perfectamente convencidos de su error esta tesis totalmente falta de
documentos, de lógica y de seriedad. La extensión de las gobernaciones de
Chaves y Manso hasta el río Paraguay es una invención que no se funda en ningún
documento, ni puede sostenerse con ningún argumento» .
A la verdad estas afirmaciones tan dogmáticas, expuestas por
historiador tan capacitado— y para el autor de estas líneas tan respetable y
digno de aprecio— son como para retraer de contradecirlas por tolerancia o
urbanidad; pero, consideraciones aparte, son tan graves, en especial por quien
las suelta, que el homenaje que se debe a la verdad, ante la que no se puede
reconocer jerarquías, impone hablar.
En primer término ese aire tan magistral no es de estos
tiempos, y entre hombres equilibrados y conocedores en parte, unos y otros, de
la inmensa documentación existente, no es aceptable: la hay que nosotros conocemos,
por ejemplo, y que por ciertas razones no conoce el Sr. Gandía, y
recíprocamente.
De esa documentación hay gran parte seguramente conocida por
estudiosos de la talla del Sr. Gandía; pero, como está tan dispersa y mucha
parte de ella en nuestros archivos y en muchos otros de España e
Hispanoamérica, es imposible dominarla un solo hombre, (para revisar los
expedientes del Archivo de Sevilla, a uno por día «sin domingos y fiestas» se
precisarían 138 años) que sin un lapsus, pues presunción de infalibilidad no
cabe en un hombre ilustradísimo, no se puede hacer afirmaciones como las
copiadas, explicables sólo por el entusiasmo con que el Sr. Gandía ha tomado la
defensa de su amado Paraguay: «El amor es ciego», dijeron los poetas.
Bien, pues. Restablecida así la necesidad de ser equilibrado
en estas cuestiones en las que nadie debe declararse a sí mismo infalible,
entremos en discusión serena, «sin amor ni odio».
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Resulta medio expedito en una lucha, dirigirse contra el más
enclenque de los que se encuentran al frente, y es el que ha empleado el Sr.
Gandía rompiendo lanzas contra un autor de libros escritos a la ligera, que
jamás fué conocido entre nosotros como preparado en esta clase de estudios, y
que, con el derecho de hallar a mano tinta y papel, hizo hasta tres libretos
sobre estas cuestiones; mas, por lo mismo de no ser «autor prudente», que pueda
citarse como autoridad, bien podemos prescindir de él y no perder el tiempo en
discutirlo; pues quizá merece la afirmación del Sr. Gandía, de «no ser digno de
refutación». Medrados estaríamos si tuviésemos que ocuparnos de tantos como él,
que han metido las manos en este plato.
(Una vez por todas debe quedar sentado que no es decoroso,
ni caballeresco, hacer citas de autores, que han despotricado por ambas partes,
metiéndose a escribir sobre cosas que no entienden).
Cita el Sr. Gandía a dos autores (al parecer extranjeros),
«plagados de infinitos errores». Declaro que no conozco sus trabajos y me
abstengo de todo juicio; tendrá razón el eminente crítico.
Para discutir la opinión o tesis de referencia, vamos a
apelar a tres fuentes: la primera será tomar autoridades de extranjeros de
relieve innegable, como para no arrumbarlos declarando que sostienen «absurdos
faltos de lógica, de seriedad», etc.; la segunda la tomaremos de documentos
auténticos, íntegros y verídicos, por lo tanto irrecusables; y la tercerá será
el mismo libro del Sr. Gandía que contiene estas afirmaciones tan rotundas.
Para no ser pesados al lector, seremos todo lo breves que podamos, reservando
contrapruebas y discusiones para un trabajo menos improvisado que éste.
I
De un estudio del conocido y notable americanista D. Marcos
Jiménez de la Espada (con estos adjetivos no lo pretendo infalible), y que
original existe en el «Estante de Papeles Particulares», de Sevilla, extracto,
por no alargar, las siguientes afirmaciones que me parecen ciertas, y el autor,
con motivos para decirlas, pues las toma de documenmentos que cita teniéndolos
a mano:
Que «hasta ahora ignoramos el texto de sus capitulaciones
(las de Manso) con el Marqués de Cañete y el convenio concertado con Chaves,
mediante y con la autoridad del Pdte. de la Audiencia de la Plata (si es cierto
lo que asegura Rui Díaz de Guzmán en su Argentina, Libro 3o. capítulo 6o.) y no
cabe resolverlo». Habla de los límites administrativamente fijados de la
gobernación de Manso.
Ante una autoridad tan sesuda y modesta, y mientras no se
presenten las capitulaciones y transacciones de referencia, creo que no es
posible hablar ex cáthedra en este punto.
Hablando de esos límites y extractando conclusiones de los
muchos documentos compulsados allí, de los que debían definir la cuestión, dice
el mismo señor: «No debe perderse de vista que si el Chaco tiene lindes
perfectamente marcados al oriente con el rio Paraguay y al Sur con el Bermejo o
el Salado-, al norte y noreste no sucede lo mismo-». Que en este punto la
cuestión linderos de los Llanos de Manso y del Chaco^tenían íntima relación, se
demuestra con asentar que esa conclusión la extraía de que «los Llanos de Manso
constituyen— parecer deducido de lo compulsado—la parte o zona setentrional
del Chaco, y que esta (zona) es continuación de aquellos (los llanos), hacia el
mediodía».
Son deducciones de centenares de documentos sobre el asunto,
cuyo valor afirma su credibilidad en la prudencia con que se exponen,
demostrativa de imparcialidad del autor, que como todos saben no es boliviano
ni paraguayo.
Extractando posiciones y distancias en lo relativo a la
zona, apunta las siguientes tomándolas de cédulas reales, relaciones oficiales
y autores que hablaron conociendo el terreno, y que por eso—y por su
concordancia con lo que nosotros conocemos— nos parecen cercanas a la verdad:
Que de Santa Cruz de la Sierra, (la de Chiquitos, que por aclarar y por
costumbre llamamos La Vieja), había a Santo Domingo de la Nueva Rioja de Manso,
14 jornadas, que al informante Francisco Ortiz de Veigara, Gobernador del
Paraguay, le parece que eran 50 leguas».
— Que de Santo Domingo a las sierras, «había 5 jornadas (15
o 17 leguas, según la cortedad de ellas) de muy lindas tierras» (del mismo
informe).
— Que siguiendo adelante por el camino que había tomado (el
de Santa Cruz por Santo Domingo a La Plata), «salió al valle de Tomina, donde
tienen estancias y haciendas los vecinos del Perú». (Idem, idem).
— Que Manso, con poca gente que logró atraer de La Plata,
«se metió en las tierras de su descubrimiento..... y pobló a 70 leguas de la
ciudad de La Plata, en los chiriguaneas y a lo que se extendía a otras 70 de
los dos pueblos que tenía Chaves poblados, Santa Cruz y la Barranca». Extracto
esto de la Relación de la Ciudad de La Plata, 8 Oct, 1561.
— Que «la tierra en que entró a descubrir y poblar el Cap.
Manso se llamaba la provincia de los Chiriguanaes» dicen unos documentos, y
otros la sitúan «a la otra parte de las Sierras», «hacia donde comienzan los
llanos», y que «sus pueblos estaban a 70 leguas de La Plata».
— Que de la población de Manso al río Pilcomayo, había 40
leguas». Esto no sólo lo dicen muchos contemporáneos, sino la Real Cédula de 10
de Dic. de 1563.
— Que «la Relación verdadera del asiento de Santa Cruz de la
Sierra, por Dn. Francisco de Toledo (virrey) «que yo (Jiménez de la Espada)
atribuyo a Ruy González Maldonado, bajo la fe del P. Lozano y que luego he
visto que debe ser bajo la fe del autor de La Argentina» (t. IIo délas
Relaciones Geográficas de Indias), se extraen las siguientes conclusiones:
— Que los chiriguanos formaban tres grupos de pueblos, «lo
que puede servir para apreciar aproximadamente el ámbito de la provincia de
Chiriguanaes nombrada en la Relación de la ciudad de La Plata y que parece
equivalente a la conquista de Manso»: el primer grupo «a la salida del Guapay a
la Cordillera para los llanos»— la zona de Yitupué— que siguiendo la Cordillera
hacia el Sur «tenía dos agrupaciones de pueblos» de los que estaban unos
«apartados 12 o 15 leguas del camino que se traía para La Plata»; el segundo
grupo sobre el Condorillo (hoy Parapetí), donde pobló Manso a Sto. Domingo de
la Nueva Rioja; y el tercero «pasando más adelante»— es decir siempre al Sur—
«sobre la ribera del río Pilcomayo, que nace y se hace junto a Chuquisaca,
están los postreros chiriguanos en poco más o menos de 22 grados».
Concluye la exposición en la siguiente forma: “ Estos
(llanos) que hay al frente y al este de Condorillo, solían ser muy poblados de
mucha gente de behetría y fueron repartidos y encomendados por él Manso''. Esto
último, según documento de tanta autoridad, prueba no sólo que la provincia de
los chiriguanos llegaba al Pilcomayo, hacia su parte media—lo cual probaremos
ser verdad basta el fastidio, si es necesario— sino que Manso “ tomó posesión
efectiva’’, pues “ repartió los indios que los habitaban” .
— Que “ el camino de Condorillo y Pilcomayo abajo” , podría
allanarlo gente de guerra en cierto tiempo o estación, porque se sabía que
había gentes cercanas como los tobas y otros labradores y cazadores, “ que son
cerca de la Asunción en las riberas del río Pilcomayo; y si el Manso no muriera
tenía determinado de verlo, teniendo más gente”.
Lo cual deja deducir que sus capitulaciones lo autorizaban a
descubrir por ese camino. Como las capitulaciones esas lio han sido halladas
todavía, nadie puede sostener ex-cátedra lo contrario. La Relación oficial
citada, autoriza nuestro criterio como lógico y prudente.
—El Sr. Jiménez de la Espada concluye la exégesis de la
Relación de Santa Cruz de la Sierra con esta deducción: «Se señalan también (en
el documento extractado), otros chiriguanaes al oriente de Santa Cruz, que
procedían de la otra banda del Paraguay, por consiguiente la provincia de los
Chiriguanaes— o la conquista de Manso— llegaba por oriente a las orillas
occidentales del Paraguay», conclusión esta, que si hubiésemos de admitir con
los contrarios el argumento racial, no podrá ser contestado sin caer en una
lastimosa contradicción.
— La Relación de D. Lorenzo Suárez de Figueroa (tomo II,
Relaciones Geográficas de Indias), «documento de mucha autoridad por ser del
Gobernador de la Provincia que se describe», según el citado Sr. Jiménez de la
Espada, dice:
«La ciudad de Santa Cruz está poblada entre dos ríos... El
primero es el Guapay que pasa 40 leguas de la ciudad por la parte del
Poniente... El otro es el río de La Plata (o sea el Paraguay) el que pasa 60
leguas por la parte del Levante». Es decir indica en su texto que la
jurisdicción de la ciudad llega a ambos ríos, pues, entre sus fronteras hay dos
provincias de indios chiriguanaes, nombrada una Itatín» que está de la ciudad
30 leguas a la parte de levante, y la otra es la de los chiriguanaes que están
en la Cordillera del Perú, a 50 o 60 leguas de ésta (Santa Cruz, la Vieja) por
la parte del Poniente entre ella y la Provincia de los Charcas, los cuales
están repartidos en tres fronteras», todo lo cual está confórme con la
ubicación de la ciudad, la distancia a los ríos citados y la división que para
la guerra con los chiriguanos se hizo de las tres fronteras de San Lorenzo,
Tomina y Tarija.
—Extractando de La Argentina de Ruy Díaz, el mismo señor
Jiménez de la Espada— a quien preferimos citar — porquera haciendo
rectificaciones atinadas y resumidas— dice:
«Con este despacho— (de la erección del nuevo gobierno de
Mojos—Santa Cruz) Chávez volvió (de Lima) a esta tierra donde fundó la ciudad
de Santa Cruz en medio de los términos de esta provincia (unas 50 leguas al
Levante de la actual ciudad), al pie de una sierra sobre la ribera de un
delicioso arroyo (se refiere al Sutós), en comarca de gran número de indios,
que fueron empadronados más de 60.000 en su término y jurisdicción, así a la
parte del Septentrión y río de la Platajelrío Paraguay), como a la de Andrés
Manso».
— Refiere también por extenso las idas y venidas de Manso, y
al final de ellas dice que este caudillo «alzó su gente y pasó adelante a un
pueblo de Chiriguanos llamado Sapirán y saliendo a los llanos de Taringui,
distante 12 leguas, sobre un mediano río, asentó su real, haciendo allí su
población donde los indios de toda la comarca le acudieron de paz y le dieron la
obediencia».
— Continuando las narraciones del levantamiento de los
Chiriguanos en 1564 y ruina de La Barranca de Chaves y Sto. Domingo de Manso,
termina con referencia a la catástrofe de esta última:
«De este desgraciado suceso quedó a esta provincia llamarse
llanos de Manso, que es un término dilatado y continuo hasta el río Paraguay,
que está al este y bajando para el Sur de la Sierra, está en la gobernación de
Tucumán (se refiere hoy a la provincia de Salta), y por el poniente Tomina en
las tierras donde nace y corre el río que llaman Yetica que ocupan los pueblos
de los chiriguanos de aquella frontera y que es el propio que los indios del
Perú llaman Pilcomayo».......[Libro III. Cap. IV.).
Refiriéndose al valor probatorio de estos relatos, hace
notar el Sr. Jiménez de la Espada, que esos textos que copia o extracta «son
independientes los unos de los otros, cada cual tiene su origen propio y no hay
indicio de que sus autores se hayan consultado mutuamente, ni conocido los
documentos para dar el correspondiente suyo». Y concluye: «y me fijo
especialmente en estas circunstancias para hacer resaltar en todo su valor el
hecho de que todos (autores y documentos), coinciden en lo esencial». Esta
conclusión es un razonamiento de gran valor jurídico que recuerda las reglas
que los maestros de derecho fijan para dar, en materia de pruebas en los
juicios, valor probatorio a los indicios. En efecto, condensando esas
conclusiones enteramente armonizadas en historia y en derecho, dice: «hubiera
podido añadir algunos datos más; pero yo creo que con este conjunto ordenado
hay bastante para formarse idea exacta del asunto y fundar con bastante solidez
una opinión basada en las deducciones, indicios y aun pruebas que de ellos
resultan a un simple examen comparativo».
— Entre muchos documentos valiosísimos que anota el mismo
señor de la Espada, está la capitulación del Capitán Lope de Castro de 1590,—
que entre otras muchas semejantes otorgadas por virreyes y la Audiencia de
Charcas sobre los territorios que se asignaron a Manso— , contiene
determinaciones tan claras, como éstas:
«Que se le haría merced de la gobernación de los
chiriguanos, y demás anexos que están dentro de los límites de esta
gobernación, según que la tuvo el Capitán Andrés Manso y la deslindó por orden
del Virrey Conde de Nieva el Regente Pedro Ramírez de Quiñones, en el pleito
que sobre esto tuvieron el dicho Capitán Andrés Manso y Nuflo de Chaves
Gobernador de Sta. Cruz de la Sierra».
(Por no alargar ésto, no seguiremos explotando las concesiones
de Riquelme, con referencia a la de Rui Díaz, etc.)
Creemos haber comprobado, con las citas hechas de documentos
oficiales analizados principalmente por el conocido americanista español
Jiménez de la Espada, que la opinión de los estudiosos bolivianos, de que los
territorios de Chaves y Manso llegaban al Río Paraguay, no es absurda, ni
ilógica, ni desprovista de pruebas. En la 2a. parte de esta exposición se
confirmará especialmente lo último.
II
Muy a la ligera—pues de lo contrario haríamos un tomo con
sólo esto—vamos a exhibir documentos de valor incontrastable sobre lo mismo.
No consignaremos algunas decenas de informes oficiales sobre
las provincias de Cordillera y Chiquitos—pueblos, misiones, fortines,
deslindes, etc.— desde los primeros tiempos de la conquista, que
reservaremos^para trabajo menos improvisado que este, y nos vamos a concretar a
los más próximos al uH posidetis, que naturalmente tienen doble valor, porque
cualesquiera pugnas con datos de anterior'fecha, quedan rectificadas'y
corregidas por éstos, según la regla de lógica y de derecho, «que lo posterior
reforma o deroga lo anterior».
— La Real Cédula de 17 de Dic. de 1743 es un documento que
en'concordancia con sus antecedentes y con la conformidad de cuantos le siguen,
reconoció que en el territorio de las Misiones de Chiquitos, «se comprenden
todas las Naciones o! Parcialidades de Indios’ que hay entre los ríos Pilcomayo
y Paraguay, desde las vecindades de Santa Cruz de la Sierra, a cuya Gobernación
y Obispado se juzgan pertenecer», entre cuyas misiones se nombra la de San
Ignacio de Zamucos, y conteniendo a la vez la declaración de que testos indios
pertenecen al distrito de la Real Audiencia de Charcas».
Mucha dialéctica se ha empleado por 'los paraguayos y sus
amigos para tergiversar las declaraciones de esta R. Cédula; pero sus términos
claros, y su concordancia con los antecedentes anotados, y los confirmatorios
que después vendrán, refuerzan la verdad de su declaración y la ratifican
elocuentemente.
— En obedecimiento la R. Orden de 31 de enero de 1784—
publicada ya con pocos anexos dos veces por mí en los folletos I o. y 3o. de la
serie del «Litigio Boliviano-Paraguayo», y una vez por el Sr. Mujía en «El
Chaco»— , se hicieron a doble mandato del Rey y^del Obispo de Santa Cruz Dr.
Dn. Alejandro José de Ochoa y Morillo, informes de notoria exactitud, con
censos y estadísticas minuciosos, de los cuales sólo vamos a reproducir los
puntos pertinentes, es decir los que demuestran que Chiquitos, dependencia de
aquel obispado, comprendía la región de Zamucos, o sea la parte del Este de lo
que ahora se llama «Chaco Boreal», y la margen derecha del río Paraguay.
— Dejando para los anexos los censos y estadísticas, tomemos
sólo los puntos en que delimitando las parroquias fronterizas, indican linderos
que vienen al caso:
— «Extracto de este Pueblo del Patrocinio Señor San Joseph,
en la Prova. de Chiquitos: el pueblo tiene 20 quadras en contorno, la
jurisdicción dél tiene poco más o menos al Oriente doce leguas, al Occidente 30
leguas, al Sur 60 leguas, y al Norte 19 leguas; es de advertir que este pueblo
se compone de tres Naciones, nominadas Zamamuca, Penoquiquia, y Piococa; estos
naturales solamente ablan la lengua general chiquita, y esta es su perfecto
idioma; de todos estos los mas medio entienden, y ablan tal cual razón del
castellano; exeptuando las mujeres que totalmente no saben por ser su idioma
serrado y solo en su idioma se manejan. Mission de Sn. Joseph de Chiquitos.
Dic. de 1784 añs. ^Fdo] Manuel Roxas». (rúbrica). De los datos estadísticos
resulta que este pueblo tenía 2527 habitantes.
«Extracto de este Pueblo de San Juan Bauptista en la
Provincia de Chiquitos.— Del lugar donde este Pueblo se halla situado a la
parte del Naciente, tiene de lonjitud 14 o 15 leguas, poco mas, o menos, hasta
una moutaña nombrada el Suciis (serranía del Chochiís), y confina con la
jurisdicción del pueblo de Santiago; a la parte del Poniente tiene de pertenencia
21 o 22 leguas, poco mas o menos, hasta un lugar llamado Votigas (Botijas),
donde se hallan dos Ramadas, una perteneciente a este dicho pueblo y la otra al
de San Joseph, por confinar allí ambas jurisdicciones. Por la parte del Norte
tiene de latitud 70 a 80 leguas (según dicen) poco mas o menos, hasta una
estancia que tuvo este pueblo nombrada San Cristóbal, y de esta estancia hay 6
u 8 leguas al río del Paraguay. A la parte del Sur no tiene término por ser
todo una montaña intrancitable-».
«Las Naciones qe. hay en esta Población, son dos, una
nombrada Bora y otra Morotoca...Missión de San Juan Bauptista de Chiquitos, y
Diciembre 23 de 1784 años.— (Fdo. J Francisco Xavier Manzilla». (rúbrica),
Según los cuadros estadísticos la misión tenía 1279 habitantes.
«Estracto de este Pueblo de Sn. Thiago Apóstol en la
Provincia de Chiquitos. Por la parte del Oriente tiene de jurisdicción 20
leguas, por la del Ocaso 18, por la parte del Norte 15, por la del Sur se
ignora su longitud por no poderse mensurar las leguas que distaran a los
deslindes de las nuebas Misiones de la Cordillera de los Indios nombrados
Cambas... Chiriguanos; sobre que conmedian unas montañas mui densas», etc. «Las
Parcialidades o Naciones, son quatro, dos de Matauca, otra de Macay potoreraca
entre muchos de dichos matauca y la otra de Macarañuca...Misión del Pueblo de
Sn. Thiago Apóstol, Diciembre 24 de 1784 años.— (Fdo.) Nicolás Chavarría».
Según los cuadros estadísticos tenía esta misión 1287 almas.
Santo Corazón.— «La situasión de este Pueblo de Santo
Corazón de Jezu, Prova. de Chiquitos es al Levante: Gosa de quatro
Parcialidades, que son Mataucas: Utuques: (otuquis): Boros: y Zamucos:... Parte
jurisdisiones por el Levante con los Bárbaros Guaycurús, por el Mediodía, con
Santa Fée por Tramontana con el Reyno de Portugal; (es decir que colinda,
intermediando montañas, con el Brasil), por el Poniente con el Pueblo de Sn.
Tbiago, que dista de este treinta leguas castellanas, a las beinte parte
jnrisdisión, y para que conste lo firme en el dho. y Diciembre 31 de 1784 años,
(fdo) Pr. Thomas Duqe. de Estrada», (rúbrica). Según los cuadros, esta misión
contaba con 1132 habitantes.
Estos documentos de una autenticidad indiscutible,
demuestran que las Misiones de Chiquitos colindaban en la paite del Sur, al
occidente con la Cordillera de los chiriguanos, al Sur con las montañas
(bosques) ocupadas por tribus de zamucos y guaycurús de la parte que hoy hemos
consentido en llamar Chaco Boreal -pero que según lo demostrado es el Chiquitos
meridional— y por el Este con el Brasil.
Anteriores con sólo un cuarto'de siglo al utiposidetis de
1810, estos documentos extendidos a conciencia por los conversores de esas
Misiones, reforzados en sus afirmaciones por todos los caracteres de
credibilidad, traen a una discusión serena, la convicción más completa.
Ellos corroboran la posesión del Obispado y la Intendencia
de Sta. Cruz, sobre el ángulo Paraguay— Pilcomavo, que estableció con tanta
claridad la Cédula Real de 1743, anteriormente citada.
No valen al frente de tales comprobantes los distingos
mañosos que se han querido sostener sobre su sentido, violentándolo, a la vez
que a la historia y a la lógica.
Ya hemos dicho que hay que abandonar ese maquiavelismo que
tuerce lo más derecho y oscurece lo más claro, y traer a la discusión honesta y
honrada, el análisis de los documentos, armonizando todos los elementos de una
convicción sana, que se rinde ante la verdad, cuyos fueros son sagrados y
tienen que triunfar, más tarde o más temprano, sin que haya fuerza sofística
capaz de impedirlo.
Remitimos a los que gusten divertirse con argucias, a los
autores que han tratado de extraer de esta Cédula conclusiones contrarias a su
texto, que siendo claro, no se presta a las tergiversaciones de exégesis
enrevesadas y a costa de ser sutiles se tornan en recursos de mala ley, propias
de litigantes maliciosos y defensores de causas perdidas.
— De la enorme documentación que se refiere a los tratados y
delimitación español-portuguesa, tomaremos solamente informes que, a más de ser
oficiales y de imparcialidad ejecutoriada, sean próximos al uti posidetis, de
modo que sus afirmaciones a más de ser dignas de fe por lo veraces y de autores
conocedores del asunto, lo sean más por de última data, cercana, firme por lo
tanto, a ese punto de partida y de parada del derecho americano.
Uno de esos documentos es el proveniente del último de los
Comisarios españoles que debió concurrir a la delimitación español portuguesa
emergente del cumplimiento del Tratado de límites de 1777, que era el vigente
al comenzar la independencia de estas Colonias, y de cuyo pacto arrancaron sus
derechos territoriales respecto del Brasil.
«Español venido de los reinos de España», y con una
actuación de científico por ser ingeniero, y de enemigo de la independencia del
Alto Peni-hoy Bolivia-que combatió ardientemente como militar, D. Antonio
Rafael Alvarez de Sotomayor, es insospechable de parcialidad en la cuestión, en
el doble aspecto internacional e interno que ella revestía, porque su informe
puede servir a la vez para esclarecer la cuestión--fenecida-con el Brasil, como
esta boliviano-paraguaya, en cuanto las líneas a trazarse que se le confiaron
en la inmensa frontera, y que fueron las del río Apa al Norte, que hacen parte
ahora del pleito que nos ocupa. Fue de los compañeros de labor de Azara, tenido
por gran autoridad en la época, y al que el Paraguay no puede recusar.
Vamos, pues, a tomar sólo los puntos más pertinentes del
informe prestado con motivo de la propuesta Desalines al Gobierno de Bolivia, y
que fué expedido en 23 de noviembre de 1831, con referencia a la época que nos
interesa:
«La primera consideración que ocurre sobre este negocio es
el de los establecimientos que ocupan los portugueses en el territorio de la
provincia de Chiquitos con infracción de los tratados de límites entre España y
Portugal y señaladamente del celebrado entre ambas potencias el año 1777.»
Por lo que sigue del interesante documento, se desprende que
esos establecimientos, que estan hacia el
río Paraguay, y que se proponen embarazar la navegación de él para los
españoles, que según el tratado debía ser común, pues el lindero en esa parte
«debe ser la corriente del río Paraguay desde el confín de dicha provincia (la
de Chiquitos) al Norte de la Villa de Concepción, común a ambas naciones
(España y Portugal), hasta la confluencia del río Jaurú, que le entra por la
orilla occidental en la dirección o camino que va de Mattogrosso a la ciudad de
Cuyabá, y ninguna de las dos naciones debe formar establecimiento alguno que
pueda embarazar la dicha navegación.»
«Faltando a ese principio edificaron los portugueses en el
mismo año en que se celebró el dicho último tratado, el Fuerte y población de
Coimbra en el Estrecho de San Javier, que forma dicho río y en la orilla que es
privativa a la provincia de Chiquitos, entre los 21 y 22 grados de latitud
austral.»
Si se nota la ubicación de ese Estrecho, que es el llamado
por los antiguos autores «el paso de los Jesuítas», y que después se trasladó
Coimbra al lugar que hoy ocupa, no podrá menos que aceptar estas probanzas como
de las más pertinentes y convincentes que se han aportado a esta litis.
Sigue el informe historiando la formación de otros
establecimientos, y tanto al hacerlo del pueblo de Albuquerque, «treinta leguas
al Norte del Fuerte anterior y orilla del río igualmente privativa de la
provincia de Chiquitos,» como del pueblo de María «en territorio privativo de
la provincia de Chiquitos, sobre el camino que va de Mattogrosso a Cuyabá,» y
de «la población y Fuerte de Casalvazco, con guardias muy avanzadas hacia
Chiquitos, en que sus sucesores (los del Capitán Luis Albuquerque de Mello
Pereira y Cáceres,) han ido avanzando hacia la misma provincia (de Chiquitos,)
a más de 20 leguas de la línea que establece el mismo tratado del 777 a pesar
de las repetidas reconvenciones que yo (el Cnel. y Comisario informante,) les
hice desde el año 793 en que se me encargó la demarcación de dichos límites por
el Gobierno español y lo mismo por los Virreyes de Buenos A ires, de que
resultó negarse a concurrir a la obra de demarcación convenida por ambas
Cortes».
En fin, sería largo seguir al experto informante sobre las
peripecias do esas gestiones para asegurar para Chiquitos, Santa Cruz, Charcas
y España, esa navegación del río-límite entre las dos coronas. Lo copiado es
demasiado explícito y luminoso para probar que la margen derecha de la que se
habla con tanta certeza y conocimiento de causa y del terreno, era privativa de
la provincia de Chiquitos.
Como este informe tenemos media centena, prestados por
gobernadores, obispos, conversores, viajeros, etc., que dicen lo mismo, y que
publicaremos en seguida.
Con lo dicho basta para esta parte de la demostración de que
no es absurda ni insostenible la tesis boliviana de que Chiquitos llegaba al
Paraguay. Que por el contrario está demostrada en forma que para espíritus
serenos e imparciales, lleva el sello de la verdad.
Hemos de anotar la perfecta concordancia de las deducciones
de estos documentos, con las que trae el señor Gandía en las págs. 119, 120 y
121 del libro que anotamos, cuando se refiere a las precauciones ordenadas por
el Rey y su Consejo para defender las fronteras con el Brasil, para lo que
debía «encargarse al Corregidor de Chiquitos que cele con especial cuidado los
confines de Mattogrosso, de que injustamente se hallan apoderados los
portugueses, como también de las grandes y ricas minas de Cuyabá, pareciéndole
muy preciso, para que no continúen con sus usurpaciones, se formen hacia las
lagunas de Manioré, Yayuba y Jarayes, que hacen caudaloso el río Paraguay (en
territorio de Chiquitos,) otros pueblos de españoles de la misma naturaleza y
para los propios fines con un pequeño fuerte o vigía»... y creyendo preciso
para hacerlos bien «cree por más acertado que antes de ejecutarse se pida
informes al Presidente de Charcas, al Gobernador de Santa Cruz de la Sierra, a
su Obispo como tan instruido y celoso», y si bien este documento dice el señor
Gandía «no define ni señala límites ni circunscripciones», es obvio comprender
que esto no era necesario, siendo tan sabido por el Rey y su Consejo que esos territorios
estaban en el Corregimiento de Chiquitos, en la Gobernación y Obispado de Santa
Cruz y en la Audiencia de Charcas, por lo que debía pedirse informes a los
Jefes de esas reparticiones; como que se pidieron y con ellos se dictaron
nuevas Cédulas comisionando al Gobernador Militar de Chiquitos para fundar dos
ciudades en su provincia, que por su situación hacia el Sur de las antiguas
misiones, atendiesen a la vez a la sumisión de los salvajes de lo hoy llamado
Chaco Boreal, y a la defensa de la frontera internacional que es precisamente
lo que contienen las instrucciones al Gobernador de Chiquitos, Verdugo,
trascritas en parte, en la pág. 124 del libro que anotamos.
No tendría sentido que si esa frontera haya estado en la
jurisdicción del Paraguay, sin pedir informes a su Gobernador ni a su Obispo,
los hayan pedido Rey y Consejo, al Corregidor de Chiquitos, al Gobernador y
Obispo de Santa Cruz y al Presidente de la Audiencia de Charcas, si no es que
por hallarse en sus respectivas jurisdicciones debían saber del asunto. No
concebimos que sea lógico y, por tanto, lícito, sostener lo contrario, sino
poniéndose los lentes colorados del poeta que dijo: que «todo es conforme el
color del cristal con que se mira», lo cual tratándose de historia, es una ironía
socrática que en el caso vale por una refutación.
Para terminar este capítulo, anotamos una observación al
período final sentado en la pág. 125; pues cuando dice: «por este tiempo (la
última fecha citada es la de 1792), como veremos más adelante, la Gobernación
de Santa Cruz ya se había convertido en Intendencia, pero sus límites siguieron
inalterables, feneciendo, por el Este en el río Parapetí», contiene grave
inexactitud y contradicción, aunque ello sea irreverencia el decirlo, cediendo
a la presión del ya citado apotegma: amicus Plmito,sed magis veritatis.
En efecto, si bien la Gobernación de Santa Cruz se
transformó en Intendencia en 1783 y se habían erigido en 1777 los Gobiernos
Militares de Mojos y Chiquitos, que si se los mantuvo dependientes de la
Intendencia en lo militar y del Obispado en lo eclesiástico, se los separó de
Santa Cruz en lo territorial y económico haciéndolos depender por entonces,
directamente de la Audiencia de Charcas,— no se puede afirmar, comprobante en
mano, «que los límites de la antigua Gobernación hayan quedado inalterables», y
tau es ésto así;— que hubo enorme disgregación temporal, que sólo a esa
condición de reconocer qrre los límites de Santa Cruz, que por ese entonces
fueron reducidos a la «Subdelegación» dentro de la Intendencia cuya capital se
llevó a Cochabamba, «fenecieron por el Este en el Parapetí»; porque la otra
parte había quedado para el Gobierno Militar de Chiquitos que comprendía no
sólo hasta donde estuvo la antigua capital de la Gobernación— qrre era en el
centro de Chiquitos— sino hasta el río Paraguay, como no puede menos de
convenirse, si no se quiere romper con la historia, con la geografía y con la
lógica.
III
Sólo por haber ofrecido terminar esta parte extrayendo del
mismo libro del señor Gandía, la comprobación de esa afirmación, vamos a
hacerlo, aunque muy brevemente:
Respecto de Manso y Chaves se hacen algunas afirmaciones
seguramente inexactas o aventuradas; sólo vamos a tratar de las que tengan
relación directa con esta parte de la polémica:
1 ° .— Que Chaves «no fué Gobernador, sino teniente de
Gobernador de la provincia concedida a D. García de Mendoza y Manrique por su
padre el Marqués de Cañete». La verdad bien documentada rectifica esto, «pues
como D. García de Mendoza (prosigue el señor Gandía), nunca se hizo cargo del
Gobierno de Mojos-Santa Cruz, pues ya tenía el de Chile», el vecindario y
Cabildo de la capital de la Gobernación gestionó para Chaves el título aquél,
mediante las instrucciones conferidas en 22 de septiembre de 1561 a Alonso de
Herrera, y al Capitán Hernando de Salazar, para que si no pudiese venir a su
Gobernación el titular, «se había de suplicar a S. E. (el Virrey), haga merced
a esta cibdad (Santa Cruz) y gobernación de hazer gobernador della al general
Nuflo de Chaves confirmándole la provisión que tiene de que no se le pueda remober
sino biniendo la persona del señor Gobernador»... lo cual accedido, dió a
Chaves desde ese año el título y carácter de Jefe de su gobernación hasta su
muerte. Exhibiremos los comprobantes, si estos antecedentes no se considerasen
bastantes.
2 ° .— Que «la Gobernación de Ñufrio de Chaves no tenia más
que 40 leguas de contorno dentro de las cuales se hallaban las ciudades de La
Barranca y Sanca Cruz de la Sierra» (pág. 107). Para comprobar lo inexacto de
esta afirmación, bastaría tener en cuenta que en la pág. 87 ha dicho “que Santa
Cruz según la relación verdadera de su asiento hallábase a 50 leguas de La
Barranca, que se encontraba a 17º de lat. Sud”, de modo que aun suponiendo que
el territorio de la Gobernacion se haya
concretado a esa distancia de 50 leguas, como el entorno debia rodear ambas
ciudades y algún territorio intermedio, siempre habría un diámetro de 50 leguas
mínimo, que en la proporción de Arquimides (7 a 22) daría una circunferencia de
más de157 legras, y si se añade que en seguida en la misma pág. 87 cita el
autor la Relación del Gobernador Suárez de Figueroa que «atestigua que Santa
Cruz estaba situada én 16°.30’ de latitud Sud y que distaba treinta leguas de
los Itatines, que como lo afirma en otra parte el señor Gandía, estos indios
fueron traídos por Ñuflo de Chaves y establecidos al oriente de Santa Cruz
hacia el río Paraguay, resulta que desde La Barranca hasta Itatín, que el señor
Gandía lo hace puerto, seguramente sobre el Paraguay, y suponiendo que hubiesen
estado precisamente en el extremo E. y O. cada una, habría 80 leguas, diámetro
que exigiría 251 de circunferencia.
Ahora bien, como en la pág. 107 ha dicho que Chaves
empadronó y «visitó en contorno de 80,000 fuegos» (familias u hogares), y consignando
sólo 5 personas a cada hogar (que es poco suponer para gente tan prolífica),
tendríamos 400,000 habitantes, lo que daría en el reducido espacio de un
círculo de 6 y 2[3 de leguas que eoi'responde a la circunferencia supuesta de
40, habría de suponerse una densidad de población como de la mayor de las
naciones europeas de aquel siglo, lo que es absolutamente inverosímil.
En la pág. 108, siguiente a la en que afirma lo de las 40
leguas de contorno, dice que la Gobernación de Ñuflo de Chaves no pasaba de los
16° lat. Sud, pero como en otra parte dice que Santa Cruz estaba a los 16° y
30’ y que por el O. llegaba, como máximo, al 64° de longitud (Greenwich) y por
el E. a los 50°, tenemos un diámetro de 6 grados y una circunferencia enorme.
Mas, si recordamos que la Gobernación se llamó inicialmente
Mojos y el país de este nombre comenzaba en los 14 grados hacia los 7o o 10,
según los tiempos, se verá que tales afirmaciones no tienen lastre alguno.
Y no puede decirse que es duro este juicio, cuando en el
libro se encuentran afirmaciones tan opuestas a los propios antecedentes
traídos. Por ejemplo, en las págs. 112 y 113, se concluye que la Gobernación de
Santa Cruz asignada en 1571 al Cap. Zurita «quedaba circunscripta a los lugares
de Santa Cruz, La Barranca y Condorillo» cuando renglones antes ha dicho que
debía «descubrir camino y puerto» no sólo «para comunicar el Perú con la mar
del Norte» (y para los Reynos de España, dice el original), sino «camino
abierto y seguro para comunicarse con el Paraguay o río de La Platas— es decir,
buscar salidas para las dos hoyas fluviales máximas del Continente y del Mundo—
las del Amazonas y el Plata, quedando sin embargo la Gobernación
«circunscripta» siempre a los «tres lugares de Santa Cruz, La Barranca y Condorillo»,
lo cual hace preguntar: ¿Así se debe escribir la Historia de una nueva
República?
Hacemos propósito de dejar la revisión de las demás
extensiones y algunas de las ubicaciones anotadas en el libro, sobre la
Chiriguanía, Chiquitos, etc., reservándolas para otra oportunidad si se
presentase.
Por lo anotado en los tres párrafos anteriores, podrá el
lector imparcial, juzgar si la tesis boliviana de que los territorios sujetos a
la Gobernación y Obispado de Santa Cruz incluidos en la jurisdicción de la Real
Audiencia de Charcas llegaban al río Paraguay, merece los pesados adjetivos que
le ha prodigado el señor Gandía.
Los errores que en estos asuntos cometían los Reyes desde
Madrid, los Virreyes desde Lima o Buenos Aires, a miles o varios cientos de
leguas en los siglos X V I y X V II, resultan insignificantes y muy
disculpables si se comparan con los que en estos tiempos «de luces», se cometen
por historiadores pletóricos de bibliotecas, de libros y documentos, y
poseedores de vastísima ilustración.
Esto no se explica sino por ponerse al servicio de causas
sólo defendibles a costa de ese esfuerzo intelectual, que cree lícito inventar
argumentos, aunque sea luchando contra la realidad de las cosas y de los
hechos. Por eso las contradicciones se revelan con sólo comparar unas páginas
con otras, como se habrá visto en este incipiente análisis.
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