Santa Cruz entre 1927 - 1929. |
Continuamos con la respuesta de Placido molina al argentino
Enrique de Gandía y sus descabelladas apreciaciones. (Parte II)
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Entradas publicadas:
Placido Molina refuta a Enrique de Gandía (Parte I)
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Consideraciones Generales
(AL PREFACIO DE “LA HISTORIA DE SANTA CRUZ DE LA SIERRA”)
La independencia de Santa Cruz no sería la «libertad del
último pueblo que aún permanece sujeto en el Nuevo Mundo», porque de un lado es
verdad que como él hay muchos otros dentro de la comunidad de casi todas las
naciones actuales y en especial de Hispanoamérica: en la Argentina, por
ejemplo, están las provincias centrales y del norte sujetas al régimen de las
«intervenciones» y uncidas a la hegemonía de Buenos Aires; y de otro lado Santa
Cruz no es un pueblo «sujeto»; pues por el contrario, por sus condiciones
peculiares, es el más consciente de sus intereses y destino y por lo tanto uno
de los más libres de Iberoamérica. Lo único de que se queja en la comunidad
boliviana, es del descuido o postergación de aquellos asuntos que, como la
vialidad, debieron levantar sus industrias, lo cual es efecto del centralismo
que se preocupó preferentemente de los Departamentos usufructuarios del
unitarismo o de regímenes personales y transitorios que ha soportado la
República.
Es la misma queja que hemos oído en Córdoba y en Tucumán, en
Salta y en Jujuy, con la variante de la «federación», cambio de forma que por
sí solano cambia lo sustancial en el modus vivendi de los pueblos.
Aunque en el Departamento de Santa Cruz hay razas
diferentes, no hay ya luchas entre ellas, y hasta el chiriguano, el más reacio
a la cultura, es tratado con la igualdad que le permite contratar sus servicios
con toda libertad y regresarse a su pago en el momento que place a su soberana
voluntad.
No hay allí el llamado «problema de razas»; porque ha
desaparecido todo régimen de servidumbre a que los españoles sometieron a los
autóctonos rebeldes. Tampoco se tolera allá ese «caciquismo» tan común todavía
en Iberoamérica, que hace sentir el peso de una autoridad omnímoda, que signifique
la sujeción en el sentido que se ha supuesto. Ciertas arbitrariedades, en esa
forma que es mal de toda Iberoamérica, efectos pasajeros de la politiquería
ambiente, que abandera a los que quieren ganar con los cambios de los «partidos
imperantes», siempre fueron en Santa Cruz menos pronunciadas que en el resto
del país.
Como Santa Cruz es una región sui géneris, hay que visitarla
para conocerla y no decir despropósitos: el «cruceño» es franco, muy
hospitalario, y altivo si llega el caso. En la campaña cruceña no hay
«cuatreros» ni sus similares, las gentes son muy respetuosas de la vida y de la
propiedad de sus semejantes, y en sus ciudades no hay «compadritos», ni
«matones». Son centenares de ilustres viajeros extranjeros los que atestiguan
estas cosas.
En Santa Cruz en 1876 se proclamó el sistema federal para
Bolivia, creyendo que con él se cura[1]ban no sólo defectos
institucionales, sino las desigualdades achacadas al unitarismo. Más adelante
comprobaremos el por qué del fracaso. Otras proclamaciones en 1892 y 1924, sólo
fueron aventuras de militares quejosos la una, y de políticos caídos la otra,
que sucumbieron sin resistencia por la impopularidad de sus promotores y porque
los otros pueblos, contra lo que esperaban, no secundaron.
La doctrina y la experiencia de la Historia enseñan aúna,
que las deficiencias de los pueblos no se curan con cambios de formas de
gobiernos: con «federales» a lo Rosas, Quiroga y Aldao, antaño, y con sus
«intervenciones» hogaño, no sólo el ideal federalista, sino la república, la
democracia y hasta la civilización se van de paseo.
Lo que Santa Cruz reclama es completar su vinculación
ferrocarrilera con el resto de Bolivia; porque sabe que es lo único que le hace
falta para obtener una prosperidad que le dé el puesto que le corresponde entre
los pueblos hermanos, como cual[1]quiera de ellos, y
quizá, por conveniencia nacional, como uno de los que más.
https://www.youtube.com/watch?v=S_BX00ZzKtw
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