Una hacienda en Warnes en la región de Santa Cruz, Bolivia (Aprox. principios de siglo XX) |
Hoy les traemos la cuarta entrega.
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Entradas publicadas:
Parte I - PLACIDO
MOLINA REFUTA A ENRIQUE DE GANDÍA
Parte II- PLÁCIDO MOLINA MOSTAJO REFUTA A ENRIQUE DE GANDÍA Y
SUSTENDENCIOSOS POSTULADOS
Parte III - PLACIDO MOLINA REFUTA A ENRIQUE DE GANDÍA (SOBREMIGRACIONES Y DISCUSIONES LINGÜÍSTICAS)
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«LA CORDILLERA DE LOS CHIRIGUANOS, LIMITE NATURAL ENTRE LOS
GOBIERNOS DEL PERU Y DEL PARAGUAY».
(AL CAPÍTULO II)
En la historia de Santa Cruz no tiene objeto discutir el
valor, poco o mucho, de las concesiones de gobiernos y tierras, anteriores al
15 de febrero de 1560, en que se erigió la Gobernación de Mojos; puesto que
este documento es el acta de su bautismo a la vez histórico y jurídico.
Por su relación directa de integrantes o limítrofes, nos
interesa conocer lo que se asignó a Manso, las provincias que se dieron a
Suárez de Figueroa, a Solís Holguín y otros Gobernadores de Santa Cruz y, más
que eso, las capitulaciones, privilegios y jurisdicciones de las ciudades que
se han fundido en la urbe que las reunió.
Lo de más atrás es innecesario; pues los actos posteriores
derogaron— según regla de derecho y de buen sentido— lo anterior, y lo que
importa es saber a punto cierto cuál es el acervo líquido legado a los
sucesores.
Así, por ejemplo, si hay pugna o malos entendidos entre lo
que se concedió a Pizarro, Almagro y Pedro de Mendoza, o a los que vinieron
después como Irala, Cabeza de Yaca o cualquiera de esos aventureros que
cruzaron o no por esta o aquella parte de las hoyas del Plata o del Amazonas y
que no quedó comprendido dentro de la jurisdicción de «la ciudad predestinada»—
como clarividentemente llama a Santa Cruz el Sr. Gandía—todo eso lo
consideramos como un interesante material histórico, servible quizá para
disputas entre otras naciones o provincias y, en todo caso, para la redacción
definitiva de la Historia de América; pero en tratándose de Santa Cruz, lo
guardaremos como papeles sin valor efectivo.
Es decir, sin desconocer su mérito para los antecedentes
remotos, que ya no tienen relación valedera con la cuestión presente, los
echaremos a la gaveta que guarda esas crónicas antañeras que en la armonía de
los destinos humanos se engranan unos con otros, pero con una relación que ya
no produce utilidad. Cuando revisamos la papelería que se relaciona con nuestra
hacienda, todos aquellos documentos que quedaron sin valor, porque si eran
deudas, las pagamos ya, y si eran créditos, fueron cobrados, condenados o
compensados, los guardamos— quia potest contingere—por precaución de servir a
algún esclarecimiento que ayude a la memoria; pero metiéndolos en un gran sobre
de papel fuerte o atándolos con alguna cinta, les ponemos un rótulo:
«documentos cancelados», o «papeles sin valor».
Eso tenemos que hacer con aquellas concesiones que fueron
títulos para sus dueños; pero que pasaron con éstos «ala memoria de los
tiempos».
En efecto perderíamos mucho tiempo precioso, si para
escribir la verdadera historia de Santa Cruz, nos engolfáramos en las tremendas
discusiones sobre las mil y una cuestiones impertinentes que han traído los
paraguayos a la discusión en el pleito del Chaco: Que la gobernación de D.
Pedro de Mendoza, no fué de 200 leguas hacia Magallanes a partir de donde
terminaba la de Almagro (que tenía otras 200 leguas); sino que además fué
paralela a ésta y a la de Pizarro que tenía 270 leguas más, y que iba hasta el
Amazonas y las Guayanas, haciendo un martillo monstruo— y tanta otra patarata
como ésta— es discusión inútil, especialmente si se ha de empeñar con gentes
apasionadas que razonan con argucias, y que a falta del dato serio, lógico o
verosímil siquiera, apelan a la novela, a la suposición y a la audacia.
Y tan no son de extrañar las falsas creencias de pasados
tiempos, respecto de países desconocidos como eran estos nuestros, que hoy
mismo historiadores y geógrafos las tienen y conservan. ¿Puede extrañarse que
quizá con aquellas creencias— que no consta las tuviesen— Irala pretendió ir
hasta el Gran Lago de los Mojos y Chaves embarcarse en Abapó e ir navegando
hasta España?
La diferencia en contra de los actuales fantaseadores, está
en que ahora se sabe lo que es el Lago de los Mojos, lo que de allí dista al
Amazonas y a las Guayanas, y que para navegar desde Abapó hasta España, uno de
los menores obstáculos —el de las rompientes del Mamoré y del Madera— se ha
salvado sacrificando 16,000 trabajadores, con un gasto de £. 7.000,000 y
empleando millones de litros de petróleo y muchas toneladas de quinina para
sanear una región y construir el ferrocarril Madera-Mamoré, lo que quiere decir
que los sueños de ahora son ignorancias; mientras que los de antes eran imaginaciones
brillantes a veces, disculpables en todo caso.
No discutiremos, pues, sino al pasar, tales... tesis, no por
falta de razones—puesto que a veces basta señalar el texto y lo sustancial de
los documentos para descubrir el error o el sofisma— sino por convicción íntima
y honrada de su invalidez en un debate que se quiere intensificar más de lo
justo, trayendo a él discusiones sabihondas, asuntos extraños y afirmaciones
injustificadas, que el porvenir se encargará de restringir dándoles el valor
que un análisis sereno, imparcial y los comprobantes suficientes a la vista,
asignará para la facción definitiva de las crónicas del descubrimiento,
conquista y civilización de esta parte del mundo.
Veamos un ejemplo: la concesión de La Gasea a Diego Centeno
en 1584 de que habla Herrera, hubo ya de prescindir de la asignada a D. Pedro
de Mendoza, muerto no sólo sin sucesores, sino sin cumplir las condiciones de
su contrato. No puede ser extraño, que algo después el Marqués de Cañete,
muerto igualmente Centeno sin posesionarse del Gobierno, prescindiese de ambos,
para asignar la Chiriguanía a Manso, y Mojos y Chiquitos a su propio hijo y a
Ñuño de Chaves.
Las últimas concesiones revocaban las anteriores, con tanta
más razón cuanto que eran limitadas en el tiempo «por una o dos vidas», o «a
las personas;»,y además «condicionales», es decir dependientes de la fundación
de pueblos y ciudades, de hacer conquistas a costa propia, de llevar ganados y
hacer caminos, etc., lo cual las revertía a la masa común, por el
incumplimiento de la condición, sin argumento valedero en contra. Negarlo es ir
contra el texto o título de las concesiones, contra el derecho antiguo y
moderno, y hasta... contra el sentido común, por más que a veces, en causas
discutidas con prejuicios o errores arraigados, sea éste «el menos común de
todos los sentidos».
Siendo esto incontrovertible, viene abajo, como un castillo
de naipes, aquello de que la Gobernación del Paraguay por los títulos de
Mendoza, de Irala o de Centeno (todos caducos sucesivamente) dén a la actual
república del Paraguay—nacida siglos después— derechos hasta las Guayanas por
el norte, las sierras de Incahuasi por el oeste, y hasta la línea de
Tordesillas por el levante.
Esa pretensión no la vamos a objetar en lo referente a
linderos y títulos que ahora no están en discusión, Vamos a ceñirnos a los
numerosos, auténticos, íntegros, verídicos y modernos— es decir cercanos al
utiposidetis de 1810— que prueban hasta la evidencia absoluta, que la
Chiquitanía y la Chiriguanía, fueron parte de la jurisdicción cruceña.
Razonando a la manera paraguaya— a fuerza de argucias, de
suposiciones que se dan por ciertas, violentando los documentos y la verdad
demostrada por la historia imparcial que debe consultar las realidades vividas—
se va muy lejos y se hace lujo de ingenio bien o mal empleado; lo que es «una
conjuración contraía verdad», transformando a los historiadores en inventores
de tesis tendenciosas por interesadas o patrioteras,
Invitamos a salir de esos laberintos más inextricables que
el de Creta.
Esos límites «hasta los confines de Charcas» en los tiempos
anteriores a la constitución de la Audiencia, eran vaguedades, que quedaron
concretamente modificadas por las Cédulas que crearon y dieron límites expresos
y conocidos a la nueva entidad político—administrativa.
Ese concepto de la anulación de lo anterior por lo
posterior, lo acepta el Sr. Gandía: «quitándola a Irala» dice en la pág. 73,
nota, «dió La Gasea la Gobernación del Paraguay a Centeno». Luego aquello se
podía quitar y se quitó en efecto.
Y es con el mismo criterio que dijo en las pág. 72 - 73 que
Chaves consiguió realizar su proyecto «de hacerse un gobierno independiente»...
«abandonando el proyecto de levantar una población en los Xarayes».
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