Historias de Bolivia, Archivos Históricos.- Sitio dedicado a la recolección de notas periodísticas, revistas, libros, fotografías, postales, litografías, investigaciones, curiosidades, etc., etc. Todo lo relacionado con la historia de nuestra patria Bolivia. (Historia de Bolivia).

LOS ENIGMAS DEL ASESINATO DE ANTONIO JOSÉ DE SUCRE, EL GRAN MARISCAL DE AYACUCHO

Artículo tomado y disponible en: El Jojoto // http://www.eljojoto.net/2018/06/04/los-enigmas-que-rodean-el-asesinato-de-sucre-el-gran-mariscal-de-ayacucho-2/

4 de junio de 1830, día viernes, a tempranas horas de la mañana, Antonio José de Sucre y su comitiva, formada por el diputado García Trelles, su asistente Lorenzo Caicedo, sus sirvientes Colmenares y Francisco; cabalgaban confiados por el estrecho a Cabuyal, un sendero quebradizo, angosto y oscuro, rodeado de vegetación y bosques a uno y otro lado.
En las montañas de Berruecos (Colombia), escondidos, cuatro cobardes asesinos lo esperaban, contratados por un vil personaje representante de las más rancias oligarquías del continente. Cuando pasa la comitiva, la voz de una de las hienas criminales que planean la emboscada grita: “¡General Sucre!”. El joven General voltea y en el acto suenan los disparos. Sólo pudo oírsele decir: “¡Ay balazo!”, otras versiones aseguran que yaciendo en el suelo, en su último suspiro, su última palabra fue mencionar su amada ciudad natal, “Cumaná”.
Antonio José de Sucre, Militar, Político, filósofo, diplomático, estadista y gran escritor, El Gran Mariscal de Ayacucho, El Abel de Colombia, todavía se tejen toda clase de versiones y debates sobre su asesinato en las Montañas de Berruecos, en 1830 justo cuando la espada de la doctrina Monroe estadounidense y la división interna fraguada desde Bogotá y Valencia, colocaban en peligro inminente a la República. El cumanés inmortal se erigió como uno de los más brillantes estrategas y políticos que tuvo el Libertador Simón Bolívar. Su vil asesinato se da en un contexto que analizamos en el siguiente trabajo de investigación.

EL AÑO FATÍDICO DE COLOMBIA QUE DESTROZA LA LABOR DEL MARISCAL DE AYACUCHO

Mayo 8, 1830. El Gran Mariscal de Ayacucho Antonio José de Sucre deja escrito lo que será la última carta conocida y verificada, que remite al Libertador Simón Bolívar. Tal vez con la premonición de un inminente peligro, o tal vez no, Sucre en su contenido se despliega en elogios hacia quien considera algo más que un líder político o jefe militar:
“Mi General:
    Cuando he ido a casa de Vd. para acompañarlo, ya se había marchado.
Acaso esto es un bien, pues me ha evitado el dolor de la más penosa despedida. Ahora mismo, comprimido mi corazón,  no sé qué decir a Vd.
    Más no son palabras las que pueden fácilmente explicar los sentimientos de mi alma respecto a Vd.; Vd. los conoce, pues me conoce mucho tiempo y sabe que no es su poder, sino su amistad la que me ha inspirado el más tierno afecto a su persona. Lo conservaré, cualquiera que sea la suerte que nos quepa y me lisonjeo que Vd. me conservará siempre el aprecio que me ha dispensado. Sabré en toda circunstancia merecerlo.
    Adiós, mi General, reciba Vd. por gaje de mi amistad las lágrimas que en este momento me hace verter la ausencia de Vd.
    Se Vd. feliz en todas partes y en todas partes cuente con los servicios y con la gratitud.
    De su más fiel y apasionado amigo, de Sucre”.
El contexto de la República en la cual ambos genios militares cruzan estas palabras, no es el mejor. 1830 será el año de la definitiva disolución de Colombia, gracias a la conspiración de la oligarquía colombiana desde Bogotá, con el Vicepresidente Francisco de Paula Santander a la Cabeza; y del movimiento de la “Cosiata” urdido desde la godarria Valenciana con el “Centauro” José Antonio Páez a la cabeza.
Ya para enero de 1830, con ocasión de la celebración del Congreso Constituyente de Bogotá, Simón Bolívar remite una carta al mismo, donde llama por última y desesperada vez a la unidad de Colombia. Hace un análisis de las dificultades políticas, sociales y económicas de la Nación, y concluye en forma clara que lo único logrado hasta el momento no ha sido más que la expulsión por la vía de una guerra terrible pero necesaria, del imperio español.
He aquí algunos fragmentos de la misma:
“Ardua y grande es la obra de constituir un pueblo, que sale de la opresión por medio de la anarquía y de la guerra civil, sin estar preparado previamente para recibir la saludable reforma a que aspiraba. Pero las lecciones de la historia, los ejemplos del viejo y nuevo mundo, la experiencia de veinte años de revolución, han de servirnos como otros tantos fanales colocados en medio de las tinieblas de lo futuro…”
“…Las turbaciones que desgraciadamente ocurrieron en 1828, me obligaron a venir del Perú, no obstante que estaba resuelto a no admitir la primera magistratura constitucional para que había sido reelegido durante mi ausencia. Llamado con instancia para restablecer la concordia y evitar la guerra civil, yo no pude rehusar mis servicios a la patria, de quien recibía aquella nueva honra, y pruebas nada equívocas de confianza…”
“…¡Conciudadanos! Me ruborizo al decirlo: la independencia es el único bien que hemos adquirido a costa de los demás. Pero ella nos abre la puerta para reconquistarlos bajo vuestros soberanos auspicios, con todo el esplendor de la gloria y de la libertad.”
Para cuando Bolívar exclama estas ideas, la Colombia que ha derrotado al imperio español está agotada en diversas maniobras conspirativas. A ello no escapa el Mariscal Sucre, quien a pesar de no estar nada ganoso para el ejercicio del Poder Político, bien desempeña su labor a favor de la Unidad territorial que él mismo ha ayudado a edificar con su espada libertadora. El desempeño de Sucre, como genio militar, no se limita a una lealtad indudable a Bolívar, sino a edificar el proyecto por este concebido.

LA LEALTAD DE SUCRE A BOLÍVAR, UN ELEMENTO PELIGROSO PARA LOS INTERESES DIVISIONISTAS, ¿MOTIVÓ ESTO AL ASESINATO DEL MARISCAL DE AYACUCHO?

Sucre, quién desde 1809 ya está en los azares de la Escuela Militar y que en 1813 pelea bajo las ordenes de Santiago Mariño y los “libertadores de oriente”, no se consume en regionalismos baratos o artimañas politiqueras, ni se lisonjeaba entre los botines de la guerra. Es un patriota fiel que cree y considera la libertad americana y la expulsión de cualquier imperio opresor como su labor más sagrada.
Tales axiomas, llevan al futuro Mariscal de Ayacucho a desconocer vehementemente la jugada política de Mariño de restaurar la situación de 1811, a partir del Congresillo de Cariaco del 8 de mayo de 1817, donde a espaldas de Bolívar se declara un gobierno provisional y una capital en Nueva Esparta. Bolívar, quien ni siquiera está presente en semejante ardid político, denuncia como nulo e ilegítimo todo cuanto se ha decidido allí.
Sucre, junto a varios generales y políticos se trasladarán entonces a Guayana, a unirse al mando del libertador Simón Bolívar como Jefe único de las fuerzas libertadoras. Desde ese momento y con la tarea que el Libertador encomienda al cumanés,  de gobernar Guayana y ser comandante general del Bajo Orinoco, se dará la fraternal unión que llevará al futuro Mariscal a desempeñar las más altas responsabilidades en pro del proyecto de unidad americana.
Y es que a diferencia de muchos generales cercanos a Bolívar, Sucre desempeñará un papel superior en la labor de extender territorialmente a Colombia, a través de los procesos de liberación de los pueblos del Sur, así como en el empeño de su juicio político y su capacidad creadora, la cual más de una vez será puesta a prueba con sobrados éxitos, si bien en miles de oportunidades Sucre aborrece el ejercicio del poder de la política. Bien se lo escribirá en un Juramento en Chuquisaca, el 28 de octubre de 1827, donde manifiesta abiertamente su “repugnancia a la carrera pública” y  el “incesante tormento que (le) rodea en el ejercicio del poder”.
Su buen desempeño en Cumaná, como Jefe de Estado Mayor, lo llevan a ser ascendido a General de Brigada, ratificado por el mismo Bolívar en 1820, y en noviembre de aquel año una vez dada la liberación de toda la Nueva Granada, sucre es encomendado por el Libertador a redactar un documento de gran valor histórico, considerado el primer tratado de derechos humanos en el marco de una guerra. Se trató de la redacción del Tratado de Armisticio y Regularización de la Guerra, el cual firmará el Libertador con el general español Pablo Morillo el 26 de noviembre de 1826.
Este documento será catalogado por Bolívar como “el más bello monumento de la piedad aplicada a la guerra”, lo cual de suyo se convirtió en un elogio a la capacidad creadora de un General Sucre con la habilidad y empeño de redactar él, de su puño y letra, todos sus documentos.  El armisticio será el preludio de la Batalla en el Campo de Carabobo donde quedará sellada la Independencia de Venezuela. Avanzaba el proyecto de una sola Nación.
Se erigía Sucre como la espada más eficaz y leal de El Libertador y por ende en un objetivo principal a ser aniquilado por factores conspiradores.
Sucre se constituía gracias a su genio militar, liderazgo, nobleza y lealtad en el heredero continental del Libertador Simón Bolívar, consolidando la unión de La Gran Colombia, el papel desempeñado por Sucre arrebatando los virreinatos de Quito y del Perú al imperio español, convirtieron al Mariscal de Ayacucho en objetivo de las conspiraciones.

LA CAMPAÑA DEL SUR EN PRO DE LA UNIDAD

El rol del General Sucre tomará ribetes de gloria con su labor en el Sur de nuestro subcontinente. El empeño de Bolívar de crear una gran Nación y expulsar definitivamente al entonces imperio español de tierras suramericanas, llevará al Libertador a consagrar a Sucre en la tarea más compleja en el Sur, mientras consolida la libertad de Colombia, prácticamente culminada en Boyacá (1819) y más adelante en el campo glorioso de Carabobo (1821).
Dada esta situación, positiva para las fuerzas independentistas, Sucre será destinado a asumir una tarea nada fácil. Derrotar y consolidar la independencia de España de los virreinatos de Quito y del Perú y, a su vez, Lograr aplacar cualquier situación política inestable para la consolidación de la gran Nación aún en proyecto.
Con la declaración de independencia de Guayaquil en 1820 y el desembarco en costas peruanas del General José de San Martín, luego de expulsar a los españoles de las provincias del Río de la Plata y con la firme idea de expulsarlos definitivamente; el General Sucre se presenta el 6 de abril de 1821, luego de ser nombrado Comandante de los Ejércitos del Sur, en la provincia levantada de Guayaquil, logrando al menos obtener una declaración donde la Provincia pasaría a la “protección de Colombia”.
Tal cosa no se dio sin resistencias, que se vieron minimizadas ante sucesivas derrotas del ejército de la provincia sublevada, lo cual llevó a la solicitud de ayuda por parte de la naciente República de Colombia. De hecho en julio de ese mismo 1821 se produjo una rebelión anticolombiana en la provincia y proclive a los intereses realistas, la cual fue sofocada eventualmente con la derrota de la Batalla de Yuaguachi el 19 de agosto.
La visión política de Sucre, amenazante para los regionalismos del continente, así como para el nuevo imperio que nacía al norte del planeta, dejaba clara su empresa de unir con esfuerzo y labor constante cada una de las viejas unidades administrativas del imperio de España, convirtiéndolas en un solo territorio, es decir el desarrollo pleno del proyecto bolivariano. Tal postura política le granjeará enemigos poderosos y peligrosos.
Sucre logra sostener la lucha por la independencia de la Provincia Libre de Guayaquil, con el apoyo decidido de Bolívar a través de armas, refuerzos y municiones. Al Cumanés le llena la posibilidad de consolidar el proyecto de unidad propuesto por el Libertador y sabe que su genio militar puede contribuir a ello.
Las faldas del volcán Pichincha será el testigo de la Batalla final que liberará a la Real Audiencia de Quito y, por mano de Sucre, consolidará la Independencia y unidad de Quito a la Gran Colombia. Paradójicamente será también la más clara demostración de la amenaza que para los enemigos internos y externos, representa la figura de uno de los generales más virtuosos.
La victoria en Pichincha, el 24 de mayo de 1822, no solo da definitiva independencia a Quito (hoy República de Ecuador), sino que proclama a Bolívar como su Libertador y concreta su adhesión como territorio a Colombia, que ya reunía a Nueva Granada y Venezuela. Sucre exclamará en carta al Ministro de Exteriores del Perú: “a la vista del primer pueblo de Colombia, que proclamó su libertad, ha terminado la guerra de Colombia por una batalla célebre, que ha dado a la República el tercer día de Boyacá.”. En el Campo de Batalla gana el rango de General de División al tiempo de ser nombrado Intendente de Quito donde ejerce una nueva tarea pública de complejidad en la cual desarrollará destacada labor.
Grandes obras deja su labor pública en esta nueva tarea de consolidación. Eleva solo en Cuenca las escuelas de 7 a 20 para fortalecer la educación, a la vez que establece la Corte de Justicia; funda la sociedad económica en Quito mientras funda “El monitor”, primer periódico de la ciudad. Todo esto muy a pesar del genio de Sucre, que sigue empeñado en aborrecer la función pública; así lo expresa a Santander en Carta del 21 de septiembre de 1822: “ …yo no sé cómo saldré de este enredo de cosas en que uds. me han metido; aseguro que me aburro de asuntos extraños a mi deseo en el modo de pasar la vida, y lo peor es que el trabajo agrava cada día mi afección al pecho; de modo que ud. que antes me conocía por un hombre sano, ahora me tiene dado a la diabla y hecho una maraca vieja. Tengo ya hasta canas, pero muchas. En fin, cada día me convenzo más que esto no es para mí, y crea ud. Que no es por exageración, ni por deseos de no servir ya, sino porque esta clase de servicio no es en el que me he criado.”  
Como puede observarse, hasta este punto, Antonio José de Sucre ya ha alcanzado la mixtura del genio militar para convertirse también en un estratega político, un estadista que labora en cuerpo y alma procurando hacer real el anhelo del Libertador Simón Bolívar. El haber dotado a Colombia de Ecuador, apenas es el primer paso que lo lleva a la gloria y lo eleva también como amenaza cierta de continuación del proyecto bolivariano.
Una vez consolidada la independencia de la Real Audiencia de Quito, y controlada en líneas generales las facciones existentes en Colombia, configurando niveles suficientes de estabilidad como para pensar en mayor expansión de la República; Bolívar responde positivamente el llamado de Lima, que desde 1820 ha proclamado la Independencia del virreinato del Perú bajo el protectorado del General José de San Martín.
Sin embargo, la guerra está lejos de culminar en victoria ante las sucesivas derrotas y disminución de fuerzas que el ejército de San Martín ha sufrido y el desgaste propio de la dualidad de encontrarse como “Protector del Perú” y con sus miras en las diversas luchas intestinas en las provincias del Río de la Plata.
En este marco, se produce la renuncia de San Martín a seguir su campaña en Perú, luego de la entrevista de Guayaquil del 26 y 27 de julio de 1822. En carta a Bolívar, el 10 de septiembre de 1822, San Martín le comunica su decisión:
“He convocado al Congreso para presentar ante él mi renuncia y retirarme a la vida privada con la satisfacción de haber puesto a la causa de la libertad toda la honradez de mi espíritu y la convicción de mi patriotismo. Dios, los hombres y la historia juzgarán mis actos públicos.”
El Libertador no duda, tiene al hombre indicado para la tarea de continuar la gesta independentista del Sur, quien le ha demostrado genio militar y capacidad de organización política. Sucre es destinado a la Misión de terminar el asunto de la Guerra en el Perú, con la clara determinación de conseguir que Lima se una territorialmente a Colombia.
Sucre negocia a su llegada en mayo de 1823, los términos de la participación colombiana en la campaña del Perú, siendo luego nombrado “Comandante del Ejército Unido” y luego “Jefe Supremo Militar”, con la condición previa puesta por el General cumanés que este ejercicio se dará solo en los campos de batalla y no en la arena política.
Y es que el panorama interno en el Perú no es nada favorable, tanto que ni con todos los nombramientos sucre puede aplacar las divisiones internas, tanto las generadas con la participación de San Martín como “protector”, como a las que genera la influencia de bolívar en la cuestión de la independencia del virreinato. Varias derrotas militares hacen que Sucre regrese a Lima y concurren los esfuerzos del Libertador, ya como actor protagónico del fin de la Guerra.
Incluso Sucre, mostrando amplia capacidad de análisis político, propio de un estadista que amenaza con ser el continuador de la gesta republicana que ha consolidado Bolívar desde el Congreso de Cúcuta de 1821 (Colombia en una sola Nación); se lo advierte en carta a Bolívar el 9 de mayo de 1823, donde le afirma desde Lima una sentencia premonitoria de lo que espera esta expedición: “… al mismo tiempo que he presentado los males y los bienes de la venida de ud. añadiré: que si ud. no viene, esto no lo compone nadie, y en la disolución, que es probable, será envuelta la división colombiana, que después de cien combates y de cien victorias, perecería bajo intrigas y partidos, y nuestro pobre sur sería la presa de los enemigos…”
Con Bolívar como mando único la moral del Ejército Libertador Unido se solidificará; sin embargo Bolívar y Sucre tienen que enfrentar al inicio del año 1824 la sublevación del caudillo español Pedro Antonio Olañeta con todo el ejército del Alto Perú, aprovechando las circunstancias favorables al regreso de Fernando VII a la corona de España de la mando de la Santa Alianza Europea; sucesivas batallas entre los facciosos y los constitucionalista del Libertador, diezman ambas fuerzas.
Sin embargo, todo esto da pie a la estrategia de Bolívar, de vencer al general José de Canterac, quien concentraba un número importante de hombres aislados en la Pampa de Junín; con la victoria en esta batalla, el 6 de agosto de 1824, queda clara la posibilidad real de culminar la guerra de independencia y además de expulsar definitivamente al imperio español de territorio americano. En ello Bolívar, en Junín, y luego Sucre en Ayacucho, conducen a los Ejércitos del Río de la Plata, de la República de Chile, del Perú y de Colombia a las victorias decisivas que sellan la Independencia del virreinato del Perú de España.
Bolívar y Sucre se consolidaban como enemigos mortales para los intereses conservadores, divisionistas y pro-monárquicos, juntos representaban una conducción invencible de los ejércitos patriotas sudamericanos. Quienes reivindicaban los derechos de Fernando VII en América, los sectores que adversaban la idea de una Sudamérica independiente, libre, poderosa, sin esclavos y unificada, entendieron que no quedaba otra salida; Antonio José de Sucre y Simón Bolívar debían ser eliminados.
Sucre se constituía gracias a su genio militar, liderazgo, nobleza y lealtad en el heredero continental del Libertador Simón Bolívar, consolidando la unión de La Gran Colombia, el papel desempeñado por Sucre arrebatando los virreinatos de Quito y del Perú  al imperio español, convirtieron al Mariscal de Ayacucho en objetivo de las conspiraciones.

LA CAMPAÑA DEL SUR EN PRO DE LA UNIDAD

El rol del General Sucre tomará ribetes de gloria con su labor en el Sur de nuestro subcontinente. El empeño de Bolívar de crear una gran Nación y expulsar definitivamente al entonces imperio español de tierras suramericanas, llevará al Libertador a consagrar a Sucre en la tarea más compleja en el Sur, mientras consolida la libertad de Colombia, prácticamente culminada en Boyacá (1819) y más adelante en el campo glorioso de Carabobo (1821).
Dada esta situación, positiva para las fuerzas independentistas, Sucre será destinado a asumir una tarea nada fácil. Derrotar y consolidar la independencia de España de los virreinatos de Quito y del Perú y, a su vez, Lograr aplacar cualquier situación política inestable para la consolidación de la gran Nación aún en proyecto.
Con la declaración de independencia de Guayaquil en 1820 y el desembarco en costas peruanas del General José de San Martín, luego de expulsar a los españoles de las provincias del Río de la Plata y con la firme idea de expulsarlos definitivamente; el General Sucre se presenta el 6 de abril de 1821, luego de ser nombrado Comandante de los Ejércitos del Sur, en la provincia levantada de Guayaquil, logrando al menos obtener una declaración donde la Provincia pasaría a la “protección de Colombia”.
Tal cosa no se dio sin resistencias, que se vieron minimizadas ante sucesivas derrotas del ejército de la provincia sublevada, lo cual llevó a la solicitud de ayuda por parte de la naciente República de Colombia. De hecho en julio de ese mismo 1821 se produjo una rebelión anticolombiana en la provincia y proclive a los intereses realistas, la cual fue sofocada eventualmente con la derrota de la Batalla de Yuaguachi el 19 de agosto.
La visión política de Sucre, amenazante para los regionalismos del continente, así como para el nuevo imperio que nacía al norte del planeta, dejaba clara su empresa de unir con esfuerzo y labor constante cada una de las viejas unidades administrativas del imperio de España, convirtiéndolas en un solo territorio, es decir el desarrollo pleno del proyecto bolivariano. Tal postura política le granjeará enemigos poderosos y peligrosos.
Sucre logra sostener la lucha por la independencia de la Provincia Libre de Guayaquil, con el apoyo decidido de Bolívar a través de armas, refuerzos y municiones. Al Cumanés le llena la posibilidad de consolidar el proyecto de unidad propuesto por el Libertador y sabe que su genio militar puede contribuir a ello.
Las faldas del volcán Pichincha será el testigo de la Batalla final que liberará a la Real Audiencia de Quito y, por mano de Sucre, consolidará la Independencia y unidad de Quito a la Gran Colombia. Paradójicamente será también la más clara demostración de la amenaza que para los enemigos internos y externos, representa la figura de uno de los generales más virtuosos.
La victoria en Pichincha, el 24 de mayo de 1822, no solo da definitiva independencia a Quito (hoy República de Ecuador), sino que proclama a Bolívar como su Libertador y concreta su adhesión como territorio a Colombia, que ya reunía a Nueva Granada y Venezuela. Sucre exclamará en carta al Ministro de Exteriores del Perú: “a la vista del primer pueblo de Colombia, que proclamó su libertad, ha terminado la guerra de Colombia por una batalla célebre, que ha dado a la República el tercer día de Boyacá.”. En el Campo de Batalla gana el rango de General de División al tiempo de ser nombrado Intendente de Quito donde ejerce una nueva tarea pública de complejidad en la cual desarrollará destacada labor.
Grandes obras deja su labor pública en esta nueva tarea de consolidación. Eleva solo en Cuenca las escuelas de 7 a 20 para fortalecer la educación, a la vez que establece la Corte de Justicia; funda la sociedad económica en Quito mientras funda “El monitor”, primer periódico de la ciudad. Todo esto muy a pesar del genio de Sucre, que sigue empeñado en aborrecer la función pública; así lo expresa a Santander en Carta del 21 de septiembre de 1822: “ …yo no sé cómo saldré de este enredo de cosas en que uds. me han metido; aseguro que me aburro de asuntos extraños a mi deseo en el modo de pasar la vida, y lo peor es que el trabajo agrava cada día mi afección al pecho; de modo que ud. que antes me conocía por un hombre sano, ahora me tiene dado a la diabla y hecho una maraca vieja. Tengo ya hasta canas, pero muchas. En fin, cada día me convenzo más que esto no es para mí, y crea ud. Que no es por exageración, ni por deseos de no servir ya, sino porque esta clase de servicio no es en el que me he criado.” 
Como puede observarse, hasta este punto, Antonio José de Sucre ya ha alcanzado la mixtura del genio militar para convertirse también en un estratega político, un estadista que labora en cuerpo y alma procurando hacer real el anhelo del Libertador Simón Bolívar. El haber dotado a Colombia de Ecuador, apenas es el primer paso que lo lleva a la gloria y lo eleva también como amenaza cierta de continuación del proyecto bolivariano.
Una vez consolidada la independencia de la Real Audiencia de Quito, y controlada en líneas generales las facciones existentes en Colombia, configurando niveles suficientes de estabilidad como para pensar en mayor expansión de la República; Bolívar responde positivamente el llamado de Lima, que desde 1820 ha proclamado la Independencia del virreinato del Perú bajo el protectorado del General José de San Martín.
Sin embargo, la guerra está lejos de culminar en victoria ante las sucesivas derrotas y disminución de fuerzas que el ejército de San Martín ha sufrido y el desgaste propio de la dualidad de encontrarse como “Protector del Perú” y con sus miras en las diversas luchas intestinas en las provincias del Río de la Plata.
En este marco, se produce la renuncia de San Martín a seguir su campaña en Perú, luego de la entrevista de Guayaquil del 26 y 27 de julio de 1822. En carta a Bolívar, el 10 de septiembre de 1822, San Martín le comunica su decisión:
“He convocado al Congreso para presentar ante él mi renuncia y retirarme a la vida privada con la satisfacción de haber puesto a la causa de la libertad toda la honradez de mi espíritu y la convicción de mi patriotismo. Dios, los hombres y la historia juzgarán mis actos públicos.”
El Libertador no duda, tiene al hombre indicado para la tarea de continuar la gesta independentista del Sur, quien le ha demostrado genio militar y capacidad de organización política. Sucre es destinado a la Misión de terminar el asunto de la Guerra en el Perú, con la clara determinación de conseguir que Lima se una territorialmente a Colombia.
Sucre negocia a su llegada en mayo de 1823, los términos de la participación colombiana en la campaña del Perú, siendo luego nombrado “Comandante del Ejército Unido” y luego “Jefe Supremo Militar”, con la condición previa puesta por el General cumanés que este ejercicio se dará solo en los campos de batalla y no en la arena política.
Y es que el panorama interno en el Perú no es nada favorable, tanto que ni con todos los nombramientos sucre puede aplacar las divisiones internas, tanto las generadas con la participación de San Martín como “protector”, como a las que genera la influencia de bolívar en la cuestión de la independencia del virreinato. Varias derrotas militares hacen que Sucre regrese a Lima y concurren los esfuerzos del Libertador, ya como actor protagónico del fin de la Guerra.
Incluso Sucre, mostrando amplia capacidad de análisis político, propio de un estadista que amenaza con ser el continuador de la gesta republicana que ha consolidado Bolívar desde el Congreso de Cúcuta de 1821 (Colombia en una sola Nación); se lo advierte en carta a Bolívar el 9 de mayo de 1823, donde le afirma desde Lima una sentencia premonitoria de lo que espera esta expedición: “… al mismo tiempo que he presentado los males y los bienes de la venida de ud. añadiré: que si ud. no viene, esto no lo compone nadie, y en la disolución, que es probable, será envuelta la división colombiana, que después de cien combates y de cien victorias, perecería bajo intrigas y partidos, y nuestro pobre sur sería la presa de los enemigos…”
Con Bolívar como mando único la moral del Ejército Libertador Unido se solidificará; sin embargo Bolívar y Sucre tienen que enfrentar al inicio del año 1824 la sublevación del caudillo español Pedro Antonio Olañeta con todo el ejército del Alto Perú, aprovechando las circunstancias favorables al regreso de Fernando VII a la corona de España de la mando de la Santa Alianza Europea; sucesivas batallas entre los facciosos y los constitucionalista del Libertador, diezman ambas fuerzas.
Sin embargo, todo esto da pie a la estrategia de Bolívar, de vencer al general José de Canterac, quien concentraba un número importante de hombres aislados en la Pampa de Junín; con la victoria en esta batalla, el 6 de agosto de 1824, queda clara la posibilidad real de culminar la guerra de independencia y además de expulsar definitivamente al imperio español de territorio americano. En ello Bolívar, en Junín, y luego Sucre en Ayacucho, conducen a los Ejércitos del Río de la Plata, de la República de Chile, del Perú y de Colombia a las victorias decisivas que sellan la Independencia del virreinato del Perú de España.
Bolívar y Sucre se consolidaban como enemigos mortales para los intereses conservadores, divisionistas y pro-monárquicos, juntos representaban una conducción invencible de los ejércitos patriotas sudamericanos. Quienes reivindicaban los derechos de Fernando VII en América, los sectores que adversaban la idea de una Sudamérica independiente, libre, poderosa, sin esclavos y unificada, entendieron que no quedaba otra salida; Antonio José de Sucre y Simón Bolívar debían ser eliminados.

LA PAMPA DE LA QUINUA – LA GLORIA DEL CUMANÉS

El cenit de Antonio de Sucre llega con la campaña definitiva de derrota del imperio de España. Los ejércitos realistas realizan maniobras para minimizar las fuerzas libertadoras; desde octubre de 1824 han enfilado batalla contra el Ejército Unido Libertador hasta el punto de lograr una importante victoria en Corpahuaico el 3 de diciembre. Sin embargo Sucre demuestra su brillante sello de estratega al trasladar a campo favorable, en la Pampa de la Quinua, a sus tropas manteniendo excepcional orden con las dificultades propias del terreno y las bajas sufridas de mano de los realistas. El título conferido luego por el Perú al cumanés no será por simple acto de reconocimiento o adulación.
Los realistas desgastados en una guerra de movimientos que no había derrotado a Sucre, quien ordenado movilizó a su Ejército a Quinua, deciden atacarle en aquel sitio informados además de la posible llegada de refuerzos.
Sucre, que con sexto sentido ya precede la trascendencia de esta batalla. Lanza así su arenga a los ejércitos que comanda, donde suma un nuevo emblema a la lealtad absoluta que caracteriza su relación con Bolívar:
“¡Soldados!, de los esfuerzos de hoy depende la suerte de América del Sur; otro día de gloria va a coronar vuestra admirable constancia. ¡Soldados!: ¡Viva el Libertador! ¡Viva Bolívar, Salvador del Perú!”
La victoria del 9 de diciembre de 1824, donde un general Cumanés, venezolano y colombiano, comanda las tropas unidas hacia la última batalla de la guerra de independencia, ofrece nuevos retos al proceso de edificación de la unidad proyectada por Bolívar. Por el momento la Capitulación de Ayacucho da cuenta y testimonio histórico de una hazaña que ha venido labrando Bolívar desde los mismos albores de la independencia suramericana, en su cuna caraqueña.
La capitulación de Ayacucho, muestra el renombre de lo conseguido de la mano de Sucre:
“Don José Canterac, teniente general de los reales ejércitos de S. M. C., encargado del mando superior del Perú por haber sido herido y prisionero en la batalla de este día el excelentísimo señor virrey don José de La Serna, habiendo oído a los señores generales y jefes que se reunieron después que, el ejército español, llenando en todos sentidos cuanto ha exigido la reputación de sus armas en la sangrienta jornada de Ayacucho y en toda la guerra del Perú, ha tenido que ceder el campo a las tropas independientes; y debiendo conciliar a un tiempo el honor a los restos de estas fuerzas, con la disminución de los males del país, he creído conveniente proponer y ajustar con el señor general de división de la República de Colombia, Antonio José de Sucre, comandante en jefe del ejército unido libertador del Perú“.
Las noticias de semejante victoria, corren a caballo por toda América. Tanto así que el discurso de inicio de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, en Caracas el 2 de diciembre de 2011, el entonces Presidente de la República Hugo Chávez, realiza una reflexión general sobre la unidad suramericana, donde puntualiza una anécdota al respecto del triunfo de Ayacucho:
“Hay un libro de Jorge Abelardo Ramos que se llama historia de la nación latinoamericana… y ahí buscando y buscando, de ese gran escritor que fue marxista y fue peronista, líder político argentino… Bueno él narra en algunas de esas páginas el fervor que se desató en las calles de Buenos Aires cuando se supo, en enero de 1825, de la Victoria de Ayacucho que como sabemos ocurrió allá en la Pampa de la Quinua el 10 de diciembre anterior. Y cita Ramos testigos de la época, como el gobernador de la provincia de Buenos Aires que tuvo que sacar un decreto para poner orden en aquel delirio en honor a Bolívar, a Sucre. Gigantes. Gigantes pues… Gigantes que terminaron como sabemos que terminaron su vida física… y San Martín terminó lejos de su patria, y O´Higgins igual, y Artigas igual; y luego los enanos de largas trenzas, como diría un gran poeta chileno que aquí vivió muchos años, Mahfúd Massís, se adueñaron de nuestros países y los picaron en pedazos”. (Hugo Chávez. Discurso ante la CELAC, Primera Cumbre de Caracas. 2/12/2011)
Con Ayacucho, la pasión de Bolívar hacia Sucre adquiere tal nivel, que llega a escribir en 1825, un resumen único denominado: “Resumen Sucinto de la Vida del General Sucre”, donde el Libertador explaya los siguientes términos:
 “La batalla de Ayacucho es la cumbre de la gloria americana, y la obra del general Sucre. La disposición de ella ha sido perfecta, y su ejecución divina”. Las generaciones venideras esperan la victoria de Ayacucho para bendecirla y contemplarla sentada en el trono de la libertad, dictando a los americanos el ejercicio de sus derechos, y el imperio sagrado de la naturaleza”.
“Usted está llamado a los más altos destinos, y yo preveo que usted es el rival de mi Gloria”.
Ya el General cumanés, gracias a esta gloria no solo pasará a ser Gran Mariscal de Ayacucho, nombrado por el Congreso del Perú, y General en Jefe, nombrado por el Congreso de Colombia, sino además que ante estos conceptos del Libertador pasará a ser potencial heredero en vida de las luchas de Bolívar por construir un sistema político estable y una Nación unificada capaz de saldar las facciones intestinas en pro de la unidad.
Por lo tanto, con esta herencia también llegan las amenazas y conspiraciones, internas y externas. 

LA ANFICTIONÍA Y LA REPÚBLICA DE BOLIVIA

“Cuando, después de cien siglos, la posteridad busque el origen de nuestro derecho público, y recuerden los pactos que consolidaron su destino, registrarán con respeto los protocolos del Istmo. En él, encontrarán el plan de las primeras alianzas, que trazará la marcha de nuestras relaciones con el universo. ¿Qué será entonces el Istmo de Corinto comparado con el de Panamá?”.  Simón Bolívar.
El 7 de diciembre de 1824, casi a la par de la gloria de Sucre en la Pampa de la Quinua; Simón Bolívar convoca el Congreso Anfictiónico de Panamá. El Libertador necesita un Congreso que de legitimidad y estabilidad a la necesaria confederación de Repúblicas Independientes y además consolide la aún frágil unidad establecida.
Sumado a ello, ya para 1823, un año antes, el Gobierno de los EEUU ha declarado como válida ente el mundo el desarrollo de la Doctrina del Presidente James Monroe (Doctrina Monroe) donde declaran no ser indiferentes ante los sucesos del sur, y tampoco permitir la entrada nuevamente de los ejércitos europeos de la Santa Alianza contra las nuevas repúblicas, no por un asunto de defensa de éstas, sino de mero interés propio. Tal doctrina dejará para la historia un sinfín de intervenciones de todo tipo en América Latina.
Esta amenaza terrible al desarrollo de la unidad política, propuesta por el Libertador, no gasta momento ni lugar para intrigar contra el Libertador, amenazando de querer reeditar las acciones imperiales de Napoleón Bonaparte en Europa. Muy pronto desatarán las pasiones facciosas en Perú, Colombia y Venezuela.

LA REPÚBLICA DE BOLIVIA

Entre tanto Sucre es llevado por Bolívar a la aceptación, no con mucho agrado, del mando del Alto Perú. Como vimos anteriormente poco interesa la política al Gran Mariscal de Ayacucho, como si, la unidad y su lealtad al Libertador. Convoca una Asamblea, no sin antes tener fuertes debates con Bolívar sobre los procedimientos y futuro de una independencia de esta naturaleza, tal vez acosada por nuevas guerras; soslayado esto, el 6 de agosto de 1825 los diputados de la Provincia del Alto Perú declaran su independencia del virreinato y forman una nueva República llamada “Bolivia” en honor al padre libertador. La decisión de echar andar esta acción, responde a la aceptación de las distintas facciones que se disputan el territorio (en especial el Perú y el Río de la Plata), en lo político y militar, así como a la necesidad de estabilizar esta posición estratégica. Para ello Bolívar redacta una Constitución para Bolivia y en 1826 la echa andar, Antonio José de Sucre será designado por el Congreso de Chuquisaca su primer Presidente. El Libertador se despliega en elogios:
“El General Sucre es el Padre de Ayacucho: es el redentor de los hijos del Sol; es el que ha roto las cadenas con que envolvió Pizarro el imperio de los Incas. La posteridad representará a Sucre con un pie en el Pichincha y el otro en el Potosí, llevando en sus manos la cuna de Manco-Capac y contemplando las cadenas del Perú rotas por su espada.” 
A pesar de no tener genio para la política, el Mariscal Sucre se destaca por ser una gran organizador, además de ser un continuador de la obra de Bolívar y sus anhelos por consolidar una Nación, más por otras artes que por la espada. Promueve la libertad de los esclavos y el reparto de tierras para los indios; trabaja por la educación y la cultura de los bolivianos, hasta el punto de establecer la escuela primaria en todos los cantones de la República nueva la tiempo que emitía sendos decretos para crear colegios de ciencias, artes, así como institutos que asistieran a los huérfanos que había dejado la guerra.
También organiza, como en Guayaquil, la Hacienda Pública y la administración mientras procura formas democráticas de elección de los funcionarios de altas responsabilidades públicas, bastante alejado de los mecanismos censitarios que definían los sistemas políticas de su tiempo histórico.
Sin embargo los llamados de atención de Bolívar sobre los peligros futuros tuvieron certezas que más adelante se harán crudas realidades.

UNA MADEJA CONSPIRATIVA SELLA EL DESTINO DEL “ABEL DE COLOMBIA”

En 1828 se produce en contra de Sucre el llamado de atención más grave y el mensaje más claro de los enemigos antibolivarianos y monroístas que vienen operando tras bastidores. Un sórdido plan orquestado por el Presidente de Perú José La Mar en alianza con militares de Bolivia y con la participación intrigante del Foreing Office Británico y los plenipotenciarios de los EEUU, está destinado a acabar con la vida del Mariscal de Ayacucho Antonio José de Sucre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Historias de Bolivia. Con la tecnología de Blogger.