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¡UNA NARANJA MADURA Y JUGOSA EN MEDIO DEL DESIERTO! (GUERRA DEL CHACO)

Fuente: Masamaclay: Historia Política, Diplomática y Militar de la Guerra del Chaco De: Roberto Querejazu Calvo. // Foto inédita sobre la Guerra del Chaco / Periodico Cambio.

De otro diario de guerra: "Los primeros días de nuestra estadía en el Chaco, en fortín Murguía, el calor nos hacía sufrir terriblemente. Con Felipe íbamos en las tardes a refugiarnos en el "pahuichi" de los doctores D'Avis y Mejía. A esa hora los médicos trabajaban en el hospital y el asistente Chiri se iba a lavar ropa. Nos recostábamos sobre las camas y dormitábamos un poco. La naranja estaba siempre allí, sobre el cajón que a manera de velador separaba los dos catres de campaña. ¡Una naranja madura y jugosa en medio del desierto! Era una permanente provocación. Nuestras gargantas se sentían más resecas ante la ilusión del sabor dulce y reparador de la fruta. Vencíamos la tentación cerrando los ojos y tratando de mirar a otro lado. ¿Por que la dejaban? ¿Por qué sus dueños no se la comían de una vez? 
Una tarde como las anteriores nos recostamos en las camas. Súbitamente Felipe se incorporó y cogiendo la fruta entre las manos exclamó:
- No aguanto más -y comenzó a quitarle la cáscara con gesto febril.
No tuve fuerzas para detenerlo y recibí la mitad sin pronunciar palabra.
Ambos engullimos nuestra porción apresuradamente, con la angustia de un gran remordimiento, sin apreciar el sabor que tanto habíamos imaginado. Recogimos las cáscaras y las semillas y abandonamos el "pahuichi" sin dejar rastro de nuestra visita, como dos criminales, cargando un peso enormen en el alma. Nos internamos una centena de metros en el bosque y enterramos las cáscaras y las semillas. Al atardecer nos incorporamos a la tertulia de los médicos, alrededor de una fogata en que se calentaba el agua para el mate. Al llegar el doctor Alberto D'Avis, el asistente le informó:
- Doctor, nos han robado su naranja.
- No es posible Chiri,?has buscado bien?
- Sí, doctor, no hay en ninguna parte.
-¿Y las cáscaras?, ¿no encuentras ni siquiera las cáscaras para hacerlas macerar en alcohol?
- No doctor, no hay nada.
- Era una naranja que el coronel Toro me regaló hace cuatro días. La estaba guardando para hacer un yungueño en mi cumpleaños. La tenía en mi "pahuichi" como un adorno. Si por lo menos me hubieran dejado las cáscaras..
Con Felipe permanecimos mudos e inmóviles.
Pocos días después, una columna de camiones llegó a Murguía para trasladar a nuestro regimiento a su bautizo de fuego. El doctor D'Avis se acercó a despedir a todos sus coterráneos. Tenía lágrimas en los ojos. Sin duda pensaba que varios de nosotros volveríamos a su hospital con heridas horribles o caeríamos muertos en medio de la maraña. Cuando los camiones iniciaban su marcha, nos dio un último adiós con la mano y escuchamos su voz que gritaba: "¿No importa lo de la naranja! ¡Me alegro que se la haya comido uno de ustedes!". 

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