Av. Monseñor Rivero, al fondo se observa el Cristo redentor.
Hoy les traemos la quinta entrega.
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Entradas publicadas:
Parte I - PLACIDO
MOLINA REFUTA A ENRIQUE DE GANDÍA (PARTE I)
Parte II - PLÁCIDO MOLINA MOSTAJO REFUTA A ENRIQUE DE GANDÍA Y
SUSTENDENCIOSOS POSTULADOS (Parte II)
Parte III - PLACIDO MOLINA REFUTA A ENRIQUE DE GANDÍA (SOBREMIGRACIONES Y DISCUSIONES LINGÜÍSTICAS)
Parte IV - PLÁCIDO MOLINA MOSTAJO REFUTA A ENRIQUE DE GANDÍA(SOBRE LOS LIMITES NATURALES ENTRE PERÚ Y PARAGUAY)
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ANTECEDENTES DE LA FUNDACION DE SANTA CRUZ DE LA SIERRA.
(AL CAPITULO III)
Es por todo lo dicho, que salvo lo de llamar Chaco a la
parte de la región que administrativamente fué Chiquitos, no hay mayores
rectificaciones que hacer al capítulo de los «Antecedentes de la Fundación de
Santa Cruz de la Sierra». Esa provincia, en su origen independiente del
Paraguay y de Charcas, fué enseguida incorporada a ésta por mandato expreso de
quien entonces era— nosotros no podemos remediarlo ni contradecirlo— dueño y
señor de esas tierras.
Las célebres disputas, tan pertinentes e interesantes en
esta cuestión, entre Manso y Chaves, sobre la posesión de las tierras
disputadas, son la mejor prueba— la plena y la gráfica—de que los títulos
anteriores que se han supuesto existir sobre esas tierras, sean de D. Pedro de
Mendoza, Irala, Rui Díaz o cualesquiera otros «cazadores de tierras», eran ya
entonces «documentos cancelados», que habían pasado a la cartera de los
recuerdos históricos. De otro modo no tendría sentido el disputar ellos sobre
si esas tierras del Parapetí y el Incahuasi y hacia La Barranca y sus aledaños,
eran o no de las asignadas directamente por el mismo Virrey al uno o al otro.
Habrían disputado sobre si fué o no de Mendoza o de... D. Perico de los
Palotes.
Según el Sr. Gandía el Virrey «se dejó convencer» y «creó
una Gobernación en aquellas regiones— la de Mojos—y nombró gobernador a su
propio hijo D. García Hurtado de Mendoza y Manrique, Tnte. de Gobr. a Nufrio de
Chaves y Alguacil Mayor a Hernando Salazar» (pág. 84). Esto es enteramente
conforme con la documentación y nada hay que objetar: hace plena prueba de la
constitución de la nueva Gobernación, es decir de una entidad político -
administrativa independiente y superior al Paraguay, como llamada a comprender
el gran Imperio de los Mojos, que la fantasía de los Conquistadores hacía
superior al de los Incas, y que en consecuencia el Virrey reservó para su hijo,
ya conquistador de Chile, Virrey también después, dándole como Lugarteniente al
caudillo más capacitado de los conquistadores del Río de la Plata.
Después, dejando para otra oportunidad el dilucidar
discrepancias, distingos y dudas— |no han de haberlas en historia que está por
escribirse!— nos concretamos en este capítulo a ciertos esclarecimientos
necesarios para evitar el caer o consentir en equívocos de trascendencia.
Se sitúa por ejemplo a La Barranca en 17° y a Santa Cruz en
16° 30’, tomando estas posiciones astronómicas de papeles contemporáneos
(informes de los Gobernadores Zurita y Suárez de Figueroa) como si la primera
situación correspondiese a La Barranca disputada por Manso, sin reparar que esa
posición no puede condecir jamás con las relaciones contemporáneas de Manso y
de Chaves.
Hay, por el contrario, que distinguir La Barranca o Nueva
Asunción fundada en 1559 y destruida en 1564, San Lorenzo el Real, fundada en
1590 con la idea de refundar La Barranca y que por ello tomó también ese nombre
(ambas en distintas márgenes del Guapay), con esta misma ciudad trasladada en
1595 a la margen del Pirai, y que por razones que luego aduciremos— y
comprobaremos documentalmente— también llevó ese supernombre de «La Barranca»
al extremo de darlo a veces, sin perjuicio del oficial, al mismo Obispado de
Santa Cruz, que se erigió «con residencia en la ciudad de San Lorenzo» en 1605.
Es decir que los documentos que hablan de dos y hasta de
tres ubicaciones de La Barranca y San Lorenzo, unas más al norte o al este que
la primera, no son erróneas; sino que para aceptarlas y concordarlas con la
verdad, es preciso saber a qué tiempo se refieren, como que ésta es parte del
«quebradero de cabeza» de que hemos hablado otras veces y en que han fracasado
hasta aquí varios «historiadores».
Por lo intrincado de estos esclarecimientos, insertaré una
breve lectura sobre estos asuntos hecha en la Sociedad Geográfica «Sucre»:
SOBRE LA UBICACION DE LA DARRANCA Y SAN LORENZO DE LA
FRONTERA O EL REAL
Accediendo a la insinuación del distinguido consocio Dr. D.
Jaime Mendoza, para decir algo sobre las ubicaciones de la población de La
Barranca y de la Ciudad de San Lorenzo el Real o de la Frontera, con sus
distintos solares, expongo:
Descartando lo que aún no se esclareció plenamente, porque
no se buscaron los papeles comprobatorios suficientes, de lo que se sabe por
respetable tradición afirmada por lo que ya se ha extraído de los archivos, se
puede ubicar La Barranca en la margen derecha del Guapay, en uno de los cruces,
o rutas directrices del camino de Santa Cruz de la Sierra a Chuquisaca, Hemos
descuidado fijar el sitio mismo o solar primitivo; pero todo induce a creer que
fué frente a la gran curva que, al salir de las alturas y al lanzarse a los llanos,
el Guapay describe, tomando hacia el norte, desde donde el soñador Ñuflo de
Chaves creyó se podía ir río abajo al mar y a España.
Según las relaciones había de allí 40 a 50 leguas a Santa
Cruz y 100 poco más o menos a Chuquisaca.
Como La BaiTanca no fué originariamente una ciudad edificada
con expresa autorización real o virreinatieia, sino «un establecimiento» o
población provisional, las relaciones poco claras de la época dejan dudar el
día y mes de 1559 en que se estableció, y si fué el mismo Chaves o su teniente
Antón Cabrera quien fincó allí primeramente. Quizá fué el 10 de agosto, y de
allí vino el patronato de San Lorenzo.
Es sabido que la arrasaron los chiriguanos en 1564.
Como, por el contrario, San Lorenzo el Real se fundó en la
Frontera de los Chiriguanos merced a reduplicadas cédulas reales, órdenes y
capitulaciones virreinaticias, con títulos y amplísima jurisdicción, su
establecimiento está luminosamente documentado.
Por eso sabemos quiénes la fundaron (D. Lorenzo Suárez de
Figueroa, Gobernador y Capitán General de Santa Cruz, el Capitán Solís Holguín,
Teniente General, etc.), en qué fecha (13 de septiembre de 1590), en qué lugar
(margen izquierda del Guapay en el sitio hoy llamado Pari o Puerto de Centeno,
jurisdicción de Cotoca, y a los 17° 50, poco más o menos), y más que todo, con
qué objetos o finalidades.
Como uno de éstos era el de reedificar o reemplazar a La
Barranca, este nombre se superfetó en el vulgo, primero y en los papeles,
después, y San Lorenzo, no obstante sus apellidos oficiales de la Frontera
(aludiendo a la de los Chiriguanos) y El Real, (porque era un Fuerte para
contenerlos), tomó también el sobrenombre de La Barranca, y hasta llegó en
veces a prevalecer, al extremo de que no sólo figuró en los títulos jurisdiccionales
de los Gobernadores, sino que hubo Obispos que figuraron con el título de
«Obispos de La Barranca», tal era la fuerza evocadora de la primitiva población
y tal el espíritu conservador de aquellas gentes y de aquellos tiempos.
El nombre mismo, que se ha creído en obsequio al Gobernador,
quizá no es otro que la advocación del Santo patrono de La Barranca, famoso en
aquellos tiempos entre los españoles, no sólo por el paisanaje con los
fundadores, sino porque estaba reciente el triunfo de S. Quintín, obtenido el
10 de Agosto de 1557, en cuya conmemoración se edificó el Palacio— Convento de
El Escorial. No era costumbre entonces poner nombres de pila sino de «personas
reales»; las que no lo eran, daban el apellido a sus descubrimientos y fundaciones.
(En este sentido publiqué en el Boletín Eclesiástico de Santa Cruz, una
disquisición a propósito de la efigie antigua y tradicional del Patrono de la
Ciudad y de la Diócesis).
La fundación de San Lorenzo sobre el Guapay abajo, obedeció
al propósito, que se hizo obsesión del Gobernador Suárez de Figueroa, de
hacerle punto de embarque para ir al descubrimiento y conquista de Mojos— que
por Keal Cédula se hizo exclusiva para los vecinos de Santa Cruz— y cuando por
mejor ubicación y salubridad se la llevó (21 de mayo de 1595), al Piral, se la
buscó un puerto que respondiese a ese propósito, que fuó el de Pailas, a 17° y
minutos, embarcadero hacia Mojos que subsistió durante toda la dominación
española. Con algunas de las actas de esas fundaciones y traslaciones, hemos
podido esclarecer, poniendo para ello el cariño de lo propio y aplicando la
exégesis precisa, para lo que a primera vista aparecía turbio y hasta
contradictorio, conceptos a que habían contribuido trabajos improvisados a base
de relaciones mal interpretadas y de escasos documentos peor comprendidos, con
los que se había pretendido hacer historia definitiva, sin reparar en las
objeciones que surgían de tan incomprensivas referencias. Por suerte ha llegado
el tiempo de dar a esos intentos las calificaciones que merecen, a base de
documentos que hablan por sí, con la suficiente luz para formar la hermenéutica
y descubrir la verdad.
Sucre, febrero de 1933.
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