Dado que periódicamente aparecen ciertos “investigadores”
principalmente en redes sociales afirmando que la región de Santa Cruz fue "anexada" a la republica de Bolivia (Hoy Estado plurinacional de Bolivia), basan
sus afirmaciones principalmente en un solo libro, titulado: Historia de Santa
Cruz de la Sierra: Una nueva República en Sud América, este escrito fue
elaborado por encargo del gobierno paraguayo durante la Guerra del Chaco, en sus páginas se puede observar que recoge propaganda paraguaya que pugnaba
provocar un gran movimiento separatista en Santa Cruz de la Sierra.
Lo interesante de esto es que, durante esa misma época (1
año después), el historiador cruceño Plácido Molina Mostajo le replicó con el
texto intitulado: Observaciones y Rectificaciones a la Historia de Santa
Cruz de la Sierra. Una nueva República en Sudamérica.
Molina Mostajo mostrando gran claridad en este su amplio
estudio no solamente expresa su respuesta personal al argentino, sino que
refleja la expresión de un impulso social gestado en el seno del “Centro
Oriental Cruceño”, el cual le confió e impuso la comisión de rectificar
prontamente las tendenciosas conclusiones que arribó el escritor argentino. La
réplica de Molina contiene observaciones y rectificaciones a cada uno de los
capítulos del libro de Enrique de Gandía.
Por tal motivo nosotros acá le iremos ofreciendo capitulo a
capitulo la respuesta de Placido Molina a las descabelladas aseveraciones postuladas
por De Gandía.
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Observaciones y Rectificaciones
A La “Historia de Santa Cruz de la Sierra.
Una nueva República en Sudamérica”
IMPRENTA Y LITOGRAFIA URANIA
LA PAZ - BOLIVIA
1936
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PALABRAS INICIALES
Hemos sido fuertemente impresionados a la vista de un libro:
«Historia de Santa Cruz de la Sierra.— Una nueva república en Sud América», por
Enrique de Gandía.
El autor, ventajosamente conocido en el mundo de las letras
y entre los intelectuales dedicados a estudios históricos americanistas, por no
ser paraguayo—es decir un enemigo franco de Bolivia— podía creerse que llenaba
un apostolado de imparcialidad, y esa creencia habría causado en el extranjero
grave lesión, no tanto a los derechos que sustenta Bolivia en el litigio del
Chaco, sino al papel de Estado, en sus relaciones con el Departamento cuya
historia se ha querido presentar a la conciencia mundial, como justificando un
sentimiento separatista convencido y unánime.
En tan grave como sorpresiva extremidad, un grupo de «cruceños»
ha tomado una resolución: ha señalado a uno de ellos, conocido como muy amante
de su suelo natal, comprobado así con una cincuentena de trabajos impresos,
como con una carrera pública consagrada en gran parte al servicio de su país, y
le ha confiado e impuesto la comisión de rectificar prontamente las tendenciosas
y facticias conclusiones y tesis de ese libro, restableciendo la verdad
histórica falseada por informes apasionados y diciendo el comprobado
sentimiento patriótico de sus corregionales hacia Bolivia, es decir Interpretando
la armonía y equilibrio que existe entre ésta, como todo, y Santa Cruz, como
uno de sus departamentos componentes, y concretar la verdad de justificadas
aspiraciones dentro de la unidad nacional, y de la concepción armónica y
consciente del equilibrio suramericano.
La misión, a más de lo dicho, tiene características
personales: el autor de aquella «Historia» es tan benévolo y cordial amigo del
comisionado para las rectificaciones—la prueba está en las muchas citas de
trabajos que en forma honrosa hace el libro— que la tarea habría sido ingrata;
más todavía que, por esto de mediar una fina amistad, por el antagonismo que a
primera vista surgía del propósito y espíritu de la propaganda, lo que creaba
en apariencia un grave conflicto que ha debido solucionarse con la resolución
de no personalizar la controversia, manteniéndola en el terreno de la doctrina,
ya que era un deber ineludible el acudir a la defensa de la Patria atacada con
tanta violencia, de manera que todo resulte sin desmedro de lo que justamente
reclaman los crúcenos para su ilustre y legendaria ciudad y distrito, dignos
por supuesto de la más alta consideración dentro y fuera de Bolivia, por su
pasado histórico brillante, por ser pueblo guardador de recuerdos gloriosos, y
hasta por que presume de ser una colonia seleccionada de gentes que a favor de
su misma mediterraneidad, han conservado características propias y sueñan con
un porvenir que corresponda a sus blasones históricos, a sus aptitudes raciales
y a la grandeza y feracidad de su herencia territorial, reserva no sólo para
Bolivia, sino para toda América.
Así puesta la decisión a cumplimiento, nada habrá que dañe
ni a la Patria-Madre, «numen idealmente perfecto» cuyo pensamiento puede ser y
es muchas veces distinto del de sus núcleos componentes, — entre los que hay
malos e incomprensivos hijos,—ni a la Patria-Hija, cuyos derechos si fueron
muchas veces descuidados, ahora son comprendidos y lo serán mejor en adelante,
amándolos como integrales de los de aquélla, creando una era de vinculación
promisora de grandeza común. No la habrá tampoco entre el gran escritor que
laborando por la causa de un pueblo grato para él y protegido de su patria, se
propuso una defensa que a ser más ecuánime y menos disolvente, se la podría
reconocer como derecho de un intelectual de su renombre— para quienes hay una
gran Patria que es el Mundo-Humanidad— y el otro que bajo las circunstancias
inexcusables de ponerse «en guardia», se propone solamente llevar a la litis
jurídica la lealtad profesional, al debate histórico la imparcialidad del
narrador sin prejuicios, y a la palestra del público la integridad que le exige
su condición de juez, manteniendo en todo caso la serenidad del que cree
defender dos causas igualmente simpáticas y buenas: la de su Patria y la de su
Terruño— para él igualmente sagradas y amables— y que se las presenta
contrapuestas por incomprensiones que es preciso dominar con espíritu sereno y
clarividente del porvenir de estos países, de la raza y aun de la humanidad.
Tales circunstancias, hacen la profesión de fe del autor de
estos apuntes, y espera que la convicción de justicia de los imperativos que lo
han impulsado a enfrentarse, pese en el juicio del público lector que dará su
fallo inapelable, no sobre el valor de trabajos que serán muy desiguales en la
comparación; sino de qué lado están la verdad y la justicia de la causa que se
debate.
Sucre, diciembre de 1935.
CENTRO ORIENTAL CRUCEÑO
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Espere nuestras siguientes entregas.
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