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(Parte X) PLACIDO MOLINA REFUTA A ENRIQUE DE GANDÍA (SOBRE LA GUERRA DE INDEPENDENCIA EN SANTA CRUZ)

 

Pintura de la Batalla de la Florida (Carlos Cirbián)

En esta oportunidad les traemos la décima entrega.

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Entradas publicadas: 

Parte I - PLACIDO MOLINA REFUTA A ENRIQUE DE GANDÍA (PARTE I) 

Parte II - PLÁCIDO MOLINA MOSTAJO REFUTA A ENRIQUE DE GANDÍA Y SUSTENDENCIOSOS POSTULADOS (Parte II)

Parte III - PLACIDO MOLINA REFUTA A ENRIQUE DE GANDÍA (SOBREMIGRACIONES Y DISCUSIONES LINGÜÍSTICAS)

Parte IV - PLÁCIDO MOLINA MOSTAJO REFUTA A ENRIQUE DE GANDÍA(SOBRE LOS LIMITES NATURALES ENTRE PERÚ Y PARAGUAY)

Parte V - PLÁCIDO MOLINA MOSTAJO REFUTA A ENRIQUE DE GANDÍA(SOBRE LOS ANTECEDENTES DE LA FUNDACIÓN DE SANTA CRUZ DE LA SIERRA)

Parte VI - PLÁCIDO MOLINA MOSTAJO REFUTA A ENRIQUE DE GANDÍA (Sobre la fundación de Santa Cruz de la Sierra)

Parte VII - PLÁCIDO MOLINA MOSTAJO REFUTA A ENRIQUE DEGANDÍA (LIMITES DE LA GOBERNACION DE SANTA CRUZ DE LA SIERRA)

Parte VIII - PLÁCIDO MOLINA MOSTAJO REFUTA A ENRIQUE DEGANDÍA (Sobre el obispado de Santa Cruz)

Parte IX - PLACIDO MOLINA REFUTA A ENRIQUE DE GANDÍA (SOBRELA INTENDENCIA DE SANTA CRUZ DE LA SIERRA)

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SEGUNDA PARTE

«EPOCA DE SUJECION»

«LA GUERRA DE INDEPENDENCIA EN SANTA CRUZ DE LA SIERRA»

I

Tiene muchas sugestiones para el autor de estas páginas el capítulo I de la «Segunda Parte. Época de Sujeción» de la Historia de Santa Cruz.

Según la nota de las págs. 170 y 171, él ha sido redactado «siguiendo en primer término la clara síntesis que acerca de Páginas Históricas.— La Guerra de la Independencia de Santa Cruz (1928, pp. 24), escribió el Dr. Plácido Molina M., cruceño, y las obras del Dr. José Evaristo Uriburo citadas en notas anteriores», y también indica la consulta de las Historias de San Martín y Belgrano del General Bartolomé Mitre, las Memorias del General Paz, la Revolución de la Intendencia de La Paz por el Dr. Manuel Ma. Pinto, los Documentos Inéditos publicados por Adolfo Duran, otros cinco trabajos del mismo Dr. Molina (publicados de 1910 a 1926 y tres en preparación en 1928)... la obra del Dr. Mario Belgrano (Buenos Aires, 1927), y la Historia de la Independencia de Santa Cruz de J. Mariano Duran Canelas.

Que se han consultado los trabajos del autor de estos apuntes, se revela claramente en el capítulo, y a la verdad, con excepción de algunos lapsus en la exposición, con una benevolencia a que es deber el agradecer muy cordialmente por el honor que ello significa.

Las discrepancias se refieren, única y sustancialmente a las conclusiones extraídas; pues si en la narración de la Historia de la Guerra de los 15 años, en Santa Cruz, no solamente los autores consultados, sino el mismo señor Gandía no introdujeron en la escena de los sucesos al Paraguay para nada— como que ese país se abstuvo de participar en la lucha libertadora de América— no resulta congruente que en la Síntesis (y sólo en la última página 172), se diga: «Santa Cruz de la Sierra fué una Gobernación netamente paraguaya durante la colonia, por sus orígenes raciales y políticos, y por su situación geográfica», conclusión que puede ser discutible como inexacta, aventurada y lo que se quiera, pero que nadie— leyendo todo el capítulo, en el que no encontrará ni el nombre del Paraguay— discutirá su incongruencia con el tema tratado, que resulta «fuera de foco», cual si respondiese exclusivamente a un prejuicio o a una obsesión, que, si no causaría extrañeza en un nativo de ese país, la causa, y grande, en un hombre de las condiciones intelectuales del señor Gandía.

Porque en efecto, si como ya lo hemos demostrado en otras ocasiones los «cruceños» no son chiriguanos, guaranís ni chiquitos, ni mojos, sino los descendientes de los españoles de la conquista, dominadores de esos autóctonos— lo cual no lo hacemos notar por presunción de españolismo, sino por la verdad de la historia— no es aceptable eso del origen racial.

Ya en otra parte asentamos también que, si para ser una Gobernación, Santa Cruz necesitó romper el nexo resultante de haber venido los «fundadores españoles» por el Paraguay, quiere decir que no hay tampoco el origen político, y en cuanto a la relación geográfica, hace tiempo que, a menos que le devolvieran sus antiguos territorios de Cuevo e Ibo, Santa Cruz no colinda con el Paraguay para que resulte otra relación geográfica que no sea, la de que por el Este, perteneció y aun pertenece a la región hidrográfica del río Paraguay. Después de esa relación y de la común dependencia, en la Colonia, de España y de la Audiencia de Charcas, no conocemos otra, como no sea la de ser americanos, republicanos y... hombres.

Como después veremos, Santa Cruz tuvo antaño relación aunque lejana con Buenos Aires, capital después del Virreinato, desde cuando Juan de Garay que había sido de los fundadores de aquella y Regidor y Cabildante, casado allí, fué a refundar a la segunda, llevando esposa e hijos de Santa Cruz, y hasta porque esta ciudad envió cuotas para sostener tropas y premiar defensores de la capital contra los ingleses, y la tuvo con Orán, Salta y Tucumán, a las que los cruceños llevaban café, azúcares, cacao, pieles y otros artículos, para reportar mulos, asnos y algunas mercaderías. Es indudable que el vínculo político de la dependencia del Virreinato y la venida de jefes argentinos al Alto Perú acrecentaron la relación y acercamiento, no tanto de Santa Cruz, cuanto de los distritos del Sur de Bolivia (y que si se relajaron después, cierto intercambio de familias importantes los mantuvo hasta esta malhadada guerra del petróleo), es innegable y no se puede discutir, que con el Paraguay se perdió por completo la escasa relación que hubo en los orígenes, y en la República se distanciaron más como emergencia del viaje desairado del cruceño Cap. Ruíz, y del régimen tiránico y obstruccionista de los sátrapas del Paraguay, que en la Guerra con la Triple Alianza martirizaron y confiscaron los bienes de los cruceños que acudieron atraídos por la aventura de la guerra unos, o en busca de una válvula comercial, otros.

Esta es la verdad, y la comprobaremos hasta la saciedad si fuese necesario.

Para completar el tema, insertaremos el siguiente artículo que se concreta a exponer los motivos determinantes de la separación del Alto Perú y el desapego de Santa Cruz respecto del Paraguay:


FALSEDAD DE LAS VINCULACIONES DE SANTA CRUZ CON EL PARAGUAY


Los motivos expuestos, apartaron simpatías y apegos de Santa Cruz al Perú y las Provincias Argentinas; pero como había estado y estaba en relación oficial con sus autoridades, hubo hasta la declaratoria de independencia, vínculos siquiera de recuerdos de la lucha en común, que a última hora trataba de suscitar y de rememorar el General Arenales, que hasta el final fue partidario de la unión del Alto Perú a las Provincias del Río de La Plata, de modo que cualquiera sustentación en ese sentido, tendría algún asidero histórico, que no existe o se borró con el Paraguay.

En los últimos días de la dominación española, Santa Cruz se suscribía para sostener cuerpos defensores de Buenos Aires contra los ingleses y para premiar a los victoriosos de la «Defensa» y la «Reconquista».

Mas, querer sustentar análoga vinculación con el Paraguay, es algo tan falto de sentido histórico, que bastará hacer reminiscencia a la ligera de los sucesos más resaltantes, para demostrar la absoluta sinrazón.

El hecho de que parte de los vecinos fundadores de Santa Cruz hayan venido por el Paraguay— que no eran paraguayos sino españoles— no podía producir un acercamiento fuerte y duradero, sino a condición de mantenerse y fomentarse con los hechos subsiguientes; pero ocurrió todo lo contrario. Los distanciamientos de Chaves, con sus antiguos compañeros de aventuras en el Río de La Plata, de que son pruebas los pleitos llevados a Charcas, la venida y regreso de los vecinos de Asunción— Obispo y Gobernador inclusive— son buena prueba para los comienzos.

Después el distanciamiento se produjo por la distinta sujeción a las autoridades superiores del Perú la una, y del Río de La Plata el otro, llegándose a prohibir en ocasiones la apertura de vías de comunicación entre Santa Cruz y el Paraguay para evitar que se sirviesen de ellas los portugueses para internarse en Chiquitos.

Venida la República, el Paraguay no se vinculó con los partidarios de la libertad de América, porque no hizo ningún esfuerzo en favor de ella, y antes sostuvo lucha con el Gobierno de Buenos Aires, que se presentaba como gestor de la Independencia, y si quedó libre, fué por efecto del caos surgente de la anarquía de los que dirigían las cosas en Buenos Aires, y de su mediterraneidad que impidió a España mandar tropas al Paraguay para sostener en él su dominación. Ese país cayó de inmediato bajo el Gobierno del Dr. Francia, el neurótico Dictador, que aisló al Paraguay del mundo civilizado, haciéndolo merecer el título de «La China de América».

Apenas iniciada la administración libre en Bolivia, el Libertador quiso entrar en i elación con el Paraguay, y envió al efecto al Capitán Ruíz, cruceño, que valiéndose de guías que en Chiquitos y Cordillera conservaban recuerdos de las antiguas rutas, salió al Río Paraguay; pero Francia dió respuesta tan negativa de todo entendimiento, e hizo entrar vendado a la capital a Ruíz, despidiéndolo al momento, que el Capitán trajo de regreso a Santa Cruz las impresiones más sugerentes sobre la condición lastimosa a que estaba reducido ese pobre país. Don Ricardo Palma ha dialogado las impresiones de Ruíz.

Los intentos de comunicación que posteriormente se hicieron por parte de Bolivia, tomando naturalmente ruta por Santa Cruz— como las propuestas Desalines, Oliden, Bravo, Taboas, Suárez Arana, etc.— siempre tuvieron como obstáculo el enclaustramiento sistemático de los tiranuelos del Paraguay, o de gobernantes que creían convenir a sus intereses el impedir toda comunicación, medrando con la clandestinidad y con el transcurso del tiempo para sostener su ocupación.

La única oportunidad que hubo para acercar Santa Cruz al Paraguay, fue la proporcionada polla guerra de la Triple Alianza, porque sin conocerlos antecedentes— que eran precisamente agresiones del Paraguay— se le tomó esa simpatía que despierta el que aparece débil y por lo tanto víctima.

Hizo impresión simpática en Bolivia el papel de la republiqueta audaz, haciendo frente, al principio victorioso, a tres naciones, de las que sólo la menor era tan pequeña como el Paraguay, siendo las otras dos, colosos en su comparación. El Mariscal López se presentaba como un héroe legendario a la imaginación popular, y atraídos por la curiosidad unos, por simpatía oti os y los más por el incentivo de ganancias llevando al Paraguay subsidios, acudieron los crúcenos, y entre ellos los hubo que se ganaron la confianza del Dictador, que le redactaron sus gacetas y le sirvieron en colocaciones de confianza; pero, luego las suspicacias del tirano, que para mantenerse tenía que agotar la violencia, desencadenaron martirios terribles sobre esos hombres, sacrificándoles bárbaramente, confiscándoles sus bienes—cebo principal de los procesos en el Paraguay— de modo que las relaciones de esos suplicios que trajeron a Santa Cruz los sobrevivientes, escapados unos por las selvas, y otros salvados por las tropas victoriosas de los Aliados, esparcieron en Santa Cruz todas las macabras relaciones del pasado tétrico y del presente trágico del Paraguay, dejando el concepto más triste de ese país, y por lo tanto el distanciamiento más pronunciado. Los periódicos publicaban estas cosas y hasta hay folletos de esa temporada, que certifican todo esto.

Un detalle es muy sugerente para confirmar lo dicho: en la tentativa federal de 1876, el hombre fatídico en Santa Cruz, filé un paraguayo llamado Manuel María Fabio, que merced a ser un desconocido y sin escrúpulos, fué puesto por los Jefes como ejecutor de las medidas de violencia que se creyeron necesarias para sostener la revolución y arbitrar recursos.

Fabio, con el carácter de Comandante de una fuerza, quedó encargado—mientras el Dr. Ibáñez se dirigía a Vallegrande a propagar el movimiento— de exaccionar a los acomodados para arrancarles dineros, y entre las torturas de cepos y látigos que puso en práctica, ejercitó una que se creyó de su invención, pero que quizá era de las que había visto emplear en su patria sometida a regímenes salvajes: hacía poner a los que resistían a sus imposiciones un «chaleco de cuero fresco», y exponíalos al sol, para que encogiéndose, presionase los miembros, hasta obtener con tal tortura su propósito.

Con semejantes procedimientos desacreditó de tal modo «la causa federal» en Santa Cruz, que las fuerzas del Gobierno central, fueron bien recibidas, y cuando el Jefe de ellas cometió el asesinato del caudillo Dr. Ibáñez, que antes había sido un ídolo popular, el atropello fué recibido en Santa Cruz sin la protesta que en otro caso habría levantado.

La fama dejada por «el paraguayo», como se le conocía a Fabio, fué tan fatídica y duradera, que «los procedimientos del paraguayo», quedaron en las memorias populares, y aun hoy se llama «paraguayo», a un látigo o rebenque que puso en moda el tal Fabio para sus violencias.

Entre las víctimas de López en el Paraguay, figuraron hombres de la crema social e intelectual de Santa Cruz— los doctores Tristón Roca y Benigno Gutiérrez— y los jóvenes Cuéllar, Zarco, Justiniano, etc., pertenecientes a familias numerosísimas, cuyo sacrificio tenía que suscitar contra el «país de los asesinos», una animadversión popular demasiado fuerte, que Fabio vino a ratificar eficazmente.

La verdad de estos hechos, es tan notoria que su documentación— que haremos amplia— sólo puede ser objetada por personas que extrañas al país y recibiendo sólo datos falsos y tendenciosos, han podido aceptar afirmaciones tan desprovistas de razón, como fáciles de refutarse.

A más de las relaciones traídas por el Capitán Ruíz, se conocía en Santa Cruz al Paraguay por episodios como el de la cautividad de Bonpland, las caitas y descripciones de viajeros célebres, como las cartas de los ingleses Juan y Guillermo Parish Robertson, los «Episodios de la vida privada, política y social de la República del Paraguay» por el periodista español D. Ildefonso Antonio Bermejo, y muchos periódicos y folletos de la temporada que trascribieron los dates de Masterman (ingeniero) y Thompson (cirujano), José Manuel y Santiago Estrada (argentinos), «Recuerdos de Oriente» del Dr. Rafael Peña, cruceño. Y todo eso no era como para suscitar simpatías por el Paraguay, .sino lástima para el pueblo, y horror a sus tiranos. Los pocos crúcenos que no fueron víctimas allá, trajeron relaciones pavorosas de ese infortunado país.

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Así como no es cierta esa fraternal ligazón al Paraguay, tampoco lo es «que en todo tiempo Santa Cruz haya estado separada de Bolivia, por ba1 reras raciales, geográficas, históricas, políticas y militares».

Por el contrario, sin desconocer la existencia de quejas contra los gobiernos centralistas, por no hacer lo necesario para dotar al Oriente de mejores vías de comunicaciones o por alguna cuestión territorial como la de Cuevo e Ibo, existieron siempre vínculos de varias especies, e innegablemente los históricos y políticos, como entidades ligadas por unas mismas leyes, gobierno, religión y comercio. Negarlo sería cerrar los ojos a toda discusión razonable.

La disminución del intercambio entre Santa Cruz y los demás departamentos de Bolivia— como efecto de los FF. CC. de Antofagasta, Arica, Moliendo y Central Norte Argentino, que hicieron a Santa Cruz una competencia ruinosa— ha aflojado sin duda las vinculaciones que por familia y por los estudios se mantuvieron antaño; pero los cruceños acudieron siempre a todas las campañas del Alto Perú, después Bolivia, demostrando su solidaridad; estuvieron en las pacificaciones de los alzamientos de Túpac Amaru y Túpac Catari, acudieron a com­batir en la Guerra de Independencia, tomaron parte en Ingavi, en San Francisco y el Alto de la Alianza y en las campañas del Acre. En esta guerra «del petróleo», los contingentes crúcenos han sido el nervio de la resistencia y los que recuperaron la zona de Charagua y el Parapetí.

Esas quejas, con todo, a más de revelar un deseo de vinculación comercial con los otros pueblos, se concretaron en la última treintena por el ansia del F. C. que debía compensar a Santa Cruz de las ventajas dadas a los países extranjeros, y devolverle los mercados de regiones que no tenían productos similares, lo cual apenas podía encontrar en el Brasil y la Argentina que los tenían análogos.

Con el Paraguay jamás hubo intercambio digno de mención, como lo veremos en su lugar.

No hubo pues «anexión» de Santa Cruz por obra y gracia de «un grave error político del vencedor de Ayacucho, censurado por Bolívar»; pues, como lo explanaremos en seguida, ya que el señor Gandía destina capítulo aparte a ese tema, ninguno de los pueblos del Alto Perú fue más conscientemente republicano y amigo de su separación, no tanto de España, como de los vecinos países, que el de Santa Cruz en el Alto Perú.

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