Plaza de toros Olimpic en la ciudad de La Paz. |
Blog dedicado a la compilación, revalorización y difusión de la historia y cultura de Bolivia. Sitio cultural sin fines de lucro.
Plaza de toros Olimpic en la ciudad de La Paz. |
Historia.
Por: Cucho Vargas.
(El Deber) |
El Gral. español Vicente Rojo Lluch |
Por: Ricardo Serrano / Periódico El Deber de Santa Cruz, 21
de enero de 2022.
Siempre he pensado que la estadía en Bolivia del Gral.
Vicente Rojo nos dio prestigio y renovó el estancado aire de un país donde no
venía mucha gente. Diciendo esto quiero sumarme al recuerdo que el pasado
diciembre hizo Rafael Archondo, en su columna de Página Siete: “Rojo en
Bolivia”.
Es que no era cualquier inmigrante. Si bien venía de
comandar un ejército que fue derrotado, la mayoría de los autores le reconocen
como estratega brillante; con la desventaja de haber estado en el lado con
menores recursos, en el bando que no tenía mando único y debilitado por
rencillas y luchas intestinas entre comunistas, socialistas, anarquistas y
sindicatos. Aún con eso retardó el triunfo de Franco.
Tampoco se puede olvidar la aureola romántica que generó la
Guerra Civil Española con las brigadas internacionales a favor del lado
republicano por un lado y por otro, los escritos de Hemingway, Octavio Paz,
Neruda, Orwell y otros. Y parte de ello le tocaba al General Rojo. Aunque en
verdad no era la ideología lo que seguía Rojo, sino la legalidad de la
República. Los otros eran los alzados. Él estaba lejos de esas rencillas
regionales e ideológicas que conflictuaban al bando republicano. Ese mismo ambiente
se trasladó al exilio de Buenos Aires y él no vivió tranquilo ni conforme con
ese ambiente.
Hasta que para fortuna de él y nuestra, el Gobierno de
Peñaranda lo contrató para ser profesor de la Escuela de Guerra, que ahora se
llama Escuela de Comando y Estado Mayor en Cochabamba. Y vivió en Bolivia desde
1943 hasta 1957. Ahora gracias al libro escrito por su nieto Andrés Rojo (La
Paz, 1958) Vicente Rojo. Retrato de un general republicano (Tusquets,
2006) sabemos muchas cosas. Entre ellas que él valoraba y agradecía que su
contrato le reconocía como general del ejército español.
Andrés Rojo cita la “Autobiografía” de su abuelo para
relatar la relación con Bolivia: “He trabajado tan intensamente y tan a gusto,
he forjado tan buenas amistades, me he compenetrado tan entrañablemente con el
alma de Bolivia y los afanes de sus hombres”. Se dice que fueron muy afamadas
sus clases teóricas y también célebres sus expediciones táctico-logísticas en
las fronteras. Sus años en Bolivia fueron “el mejor oasis que pude hallar para
restablecer el equilibrio de mi vida”. Cómo sería la imbricación con Bolivia
que casó aquí a seis de sus siete hijos (con el tiempo y después del retorno de
su padre cinco volvieron a España. Es que Bolivia no daba muchas
oportunidades).
Se puede decir que Vicente Rojo en Bolivia tenía muchas
satisfacciones, pero no dejaba de ser un exiliado. Y todos ellos llevan heridas
a cuestas y una bolsa de ausencias y cosas no resueltas. Por eso Rojo quería
volver a España.
Pero no solo era eso. Nada es simple. Los generales no solo
mueven tropas en el frente u ordenan avances de tanques. También tienen mujer y
todos sabemos que ella y la familia es otro frente. Y es que Doña Teresa
Fernández tenía particularidades que podrían ser material de literatura. Así me
parece el hecho de que “a pesar de que su marido llevara luchando desde el
mismo día del golpe contra los militares rebeldes, ella siguió considerando que
la razón estaba del otro lado”. Yo me imagino a ella, tan católica, de misa
diaria y rosario, orando para que su marido no muera en el frente y al mismo
tiempo pidiendo el triunfo de los “nacionalistas”. Y, aun así, lo acompañó en
todo momento. Lindo, ¿no? La guerra podía ser contradictoria pero no su marido.
Ella le siguió, cruzó el Atlántico y llegó a Cochabamba.
Los hijos mayores entraron a la universidad y uno de ellos
al colegio militar, pero Doña Teresa nunca se adaptó a Cochabamba, “ya fuera
por la radical extrañeza que le producían los cholos (…) ya fuera por el polvo
de las calles o por la simple nostalgia”. Pero fue en la cocina donde se
mantuvo incólume en sus convicciones y no siguió al marido. Doña Teresa fue
radical y se negó a incluir a su menú comida boliviana. “Al parecer fue tan
obstinada y terca que no solo no preparó, sino que ni siquiera probó bocado
alguno de los platos tradicionales”, sigo a Andrés Rojo. O sea que no probó el
chuño que acompaña al ají de lengua y tampoco sopa de maní. Pobrecita, era su
protesta.
Por eso el General en una nota autógrafa de 1956 apuntó:
“Voy a intentar, cediendo en todo cuanto haya que ceder, para que me abran las
puertas, evitando a mi mujer morir en América, lo cual sería el mayor disgusto
de mi vida”.
Después de muchas gestiones, su regreso fue autorizado. Al
poco tiempo de su llegada se le inició un proceso por rebelión, que acabó
condenándolo a prisión perpetua. A las semanas se le comunicó que se le
indultaba de cadena perpetua, salvo la interdicción civil.
Después de eso siguió escribiendo y publicó libros sobre la
guerra. Se reunía con pocos amigos y aunque el libro del nieto no lo dice, se
sabe que acudía a la embajada boliviana a leer periódicos atrasados y de
repente encontrar algún conocido. Murió el 15 de junio de 1966.
Me parece de novela que el cortejo fúnebre haya recorrido
calles de Madrid. Esa ciudad que había defendido de las tropas franquistas.
También es literatura, además que mi inconsciente me delata en mis simpatías,
el hecho que hayan asistido al sepelio tres destacados falangistas. Uno de
ellos, Rafael García Serrano declaró a la prensa que se había rendido su último
tributo “a un hombre que se equivocó, pero que lo hizo a la española”.
Marraqueta paceña. |
La marraqueta también llamada pan de batalla es un tipo de
pan propio de Bolivia. Este pan está elaborado a base de harina blanca de
trigo, agua, levadura y sal. Por lo tanto, requiere más tiempo de fermentación
que otros panes; no contiene grasas y se caracteriza por su forma peculiar y
por ser crujiente. Este pan es procedente de la ciudad de La Paz teniendo un
aroma y sabor único. El pan de batalla o marraqueta tiene su pareja, es la
llamada pan hallulla o pan sarnita, que tiene forma redonda y una consistencia
más suave con quesito encima. Antes solía comprase casado, mitad marraqueta y
mitad hallulla o sarnita. La naturaleza
de su nombre atribuye su origen a panaderos franceses de apellido Marraquette,
según la historiadora Florencia Durán.
El patrimonio culinario de los paceños, según otra teoría, no fue creado
por panaderos locales sino por uno que emigró desde la isla de Chíos, donde
habría habitado hace más de un siglo Michel Jorge Callisperis de oficio
panadero. El joven panadero llegó a Chulumani (Bolivia) en 1908 para elaborar
pan como su principal sustento y como la región le resultó pequeña para
agrandar su negocio, se trasladó a la ciudad de La Paz, donde trabajó en la
empresa de fideos Figgliozzi que con los años llegaría a pertenecer a la familia
Sáenz. La fórmula de este pan pronto le
daría motivos para instalar su propio negocio: primero en la calle Bueno y
finalmente en Miraflores, donde finalmente se quedó. Hoy, la marraqueta, es
infaltable a la hora del desayuno y el almuerzo, registrándose su mayor consumo
en La Paz.
El pan de batalla, se consume en hogares pobres y en hogares
privilegiados y su fama ha llegado tan lejos que le ha valido el ser declarado
"Patrimonio cultural e histórico de La Paz", mediante Resolución
emitida por la Prefectura del Departamento de La Paz, el año 2006. Siendo el
pan de cada día en los hogares paceños, acompaña sus vidas desde el desayuno
hasta la rica variedad de platos de lunes a domingo.
Información tomada de una tesis de maestría titulada: ESTUDIO
DE LAS CARACTERISTICAS FISICOQUIMICAS DEL ALMIDON EN TRES VARIEDADES DE PAN
UTILIZANDO ASYMMETRICAL FLOW FIELD FLOW FRACTIONATION “AF4”, de Rossio Lorena
Castañeda Arias / UMSA.
Luis Galarza, defendiendo la camiseta de la "Verde". (Créditos: Julio Mamani Ticona) |
Luis Galarza es un exfutbolista y entrenador paraguayo nacionalizado boliviano. Jugo como portero. Debutó profesionalmente en el club The Strongest. Fue seleccionado boliviano, donde jugó 14 partidos. También fue director técnico de varios clubes en Bolivia. Hoy reunimos algunos artículos publicados sobre la leyenda de Galarza.
UNA HISTORIA PARA LA HISTORIA
Por: Jorge Barraza / El Comercio de Perú, 22 de marzo de
2020.
No es la canchita de la esquina, jugar a tal nivel con esas
edades es altamente meritorio, casi un milagro; habla de jerarquía, voluntad,
disciplina, profesionalidad. Pero, en verdad, Faryd no perdió ningún récord,
nunca lo tuvo. Y Butrón tampoco lo ganó. El arquero -y el futbolista en
general- más veterano en más de seis décadas de Copa es Luis Esteban Galarza,
quien el 17 de abril de 1995 se retiró de la Libertadores actuando para Jorge
Wilstermann con 44 años y 81 días. Fue una injusta despedida para el mejor
golero de la historia del fútbol boliviano: esa noche limeña, Sporting Cristal
les ganó 7 a 0. Lucho no merecía esos siete cachetazos como adiós, no condicen
con su grandeza. Cristal tenía al ‘Chorri’ Palacios (3 goles), Solano, Jorge
Soto, Julinho, Maestri. Mucho Cristal.
Pero la noticia sirvió para exhumar una bella novela humana
y deportiva, la de una dinastía como no se ha dado en un siglo y medio en este
deporte. Lucho Galarza o ‘El Mono’, como le decían sus compañeros, es el
personaje central de esta increíble saga que comenzó en 1950, cuando Ramón
Mayeregger, el hermano mayor de una fecunda familia futbolera, debutó bajo los
tres palos de Nacional de Asunción, el club de Arsenio Erico. El joven
Mayeregger destacó rápidamente por sus voladas espectaculares y fue titular de
la selección paraguaya en el Mundial de Suecia 1958. Luego sería transferido al
Emelec, donde alcanzó la idolatría. “El Candado Mayeregger”, lo llamaron,
porque cerraba el arco.
Ramón fue el inspirador de sus dos hermanos menores por vía
materna, Arturo y Luis Galarza Mayeregger, quienes de pequeños se volcaron al
oficio de atajar, y entraron también en el club Nacional. Arturo llegó a
Primera División y en 1969 emigró a Bolivia, contratado por el Bolívar de La
Paz. En esas estaba cuando el 26 de setiembre se produjo el trágico accidente
aéreo en el que pereció todo el equipo del The Strongest, el más popular del
país por entonces. Caló tan hondo en el sentimiento que prácticamente toda
Bolivia ayudó en la reconstrucción del Tigre Paceño. Fue cuando Arturo se cruzó
con un directivo atigrado y le comentó:
-Tengo un hermano menor que ataja en Asunción, es muy bueno.
-Dígale que se venga–, fue la respuesta instantánea. Lucho
ni siquiera había debutado en Paraguay, tenía 18 años. Cuando lo vieron en La
Paz, los dirigentes dudaron: “¿Podrá jugar…? Es un chico”. Pero el técnico
Freddy Valda lo puso a prueba y enseguida lo recomendó a los directivos: “Si lo
trabajan bien, tienen arquero para quince años”. Se quedó dieciocho. Arrancó en
1970 y no paró hasta fines del 87. Se convirtió en un histórico del club por
fidelidad y por sus notables condiciones. “Tenía una personalidad increíble y
nos transmitía su garra y confianza a los compañeros”, dice Luis Liendo,
volante que compartió añares con él.
Pero al llegar a La Paz, en noviembre de 1969, vivió un
suceso tragicómico: arregló contrato y le ordenaron ir a entrenar; fue, pero
eran tres jugadores nomás, los otros habían caído en la montaña, con el avión.
“Estaban los dos que no habían viajado junto con el equipo: Rolando Vargas,
porque pidió permiso para trabajar, y Luis Gini, que estaba lesionado. No se
podía hacer fútbol, nos juntábamos los tres, dábamos unas vueltas a la cancha,
unos ejercicios y nos íbamos a casa”, cuenta Luis.
Durante diez años se dio un suceso extraño: Arturo y Luis
fueron los dueños del arco de Bolívar y The Strongest, el gran duelo del país,
como si dos hermanos se enfrentaran en un Boca-River o en un Alianza-‘U’. Y
eran los capitanes.}
–Con Arturo estábamos todo el día juntos, y cuando llegaba
el clásico, no hablábamos de fútbol para eludir el tema. Ambos éramos los
capitanes, así que, aunque habíamos compartido hasta un rato antes, nos
saludábamos en el medio del campo–, evoca Lucho. Se miraban seriamente e
intercambiaban banderines que luego iban a parar a la misma pieza. –Los dos
queríamos ganar y lo único que nos decíamos era “Vos tapá todo lo que puedas,
yo haré lo mismo, y ojalá empatemos”. Después tomábamos mate, cenábamos juntos
y comentábamos el cotejo hasta las dos de la madrugada, fumando un cigarrillo…
Se nacionalizaron y defendieron a la selección boliviana,
sobre todo Lucho, quien enfrentó varias veces a Paraguay por Eliminatorias y
por Copa América. Fueron pasando los años y los clásicos. Ambos se casaron y
tuvieron hijos varones. ¿Qué fueron ellos…? Arqueros también, como casi todos
los Galarza Mayeregger. Una vasta simiente futbolera: Arturo es papá de Carlos
Rolando, hoy con 35 años, quien disputó la Libertadores para Real Potosí en el
2002. A su vez, Luis es padre de dos guardametas: Sergio Daniel Galarza (35),
quien también llegó a la selección boliviana y actuó en el máximo torneo
continental de clubes para Oriente Petrolero y Jorge Wilstermann (6); y Luis
Eduardo Galarza, con larga trayectoria en Wilstermann, Strongest, etc.
Seis arqueros profesionales en una misma familia, varios con
brillantes trayectorias, cinco protagonizaron la Copa, tres fueron
internacionales por Bolivia y uno por Bolivia y Paraguay. Y mil anécdotas
adornando la historia, como la que relata Sergio Daniel…
–Hacía un mes que había cumplido mis 18 años y jugaba en
Metalsan, cuando me avisan que iba a debutar en Primera. Era un miércoles por
la noche y enfrentábamos a Wilstermann, donde actuaba mi padre, Luis. En ese
tiempo, 1993, muchos clubes no concentraban previo a los partidos, así que ese
día estuvimos juntos en casa con papá; a la tarde salimos con el auto, cada
cual pensando en lo suyo. Llegamos al estadio, él se fue al vestuario de
Wilstermann y yo al de Metalsan. En la Liga coincidimos unos tres años. En todo
ese tiempo creo que nos enfrentamos tres o cuatro veces y nunca pude ganarle un
partido.
Antes de emigrar a Bolivia, Arturo Galarza fue una docena de
veces internacional con la selección paraguaya y el 31 de marzo de 1965, en un
cotejo amistoso en Guayaquil, enfrentó a su hermano Ramón Mayeregger, que
militaba en Emelec. El club de Capwell venció 2-1 a Paraguay. Otro hermano de
madre, Hipólito Recalde Mayeregger, el tío Polí, como lo llama la familia, fue
un gran volante derecho de Olimpia que marcó el gol franjeado a Peñarol en la
primera final de la Libertadores en 1960. La señora Mayeregger había tenido
tres hijos de soltera y cinco de casada con el señor Galarza.
De los siete miembros de la dinastía Mayeregger Galarza, dos
ya han fallecido, Ramón y Arturo. Los otros siguen en distintas funciones en el
fútbol. Falta un capítulo más: los nietos. Y ya están golpeando la puerta del
fútbol: Lucas Galarza, nieto de Arturo, llegó a la Primera de San Lorenzo, en
Asunción. ¡¡¡Y es arquero…!!! Su hermanito Matías fue el 10 de Paraguay en el
último Sudamericano Sub-17. Por su parte, en Santa Cruz de la Sierra asoman
otros dos, Sergio y Esteban, nietos de Lucho, aunque son chicos de momento.
LUÍS GALARZA: ‘EL PATRIARCA’
El Diario Deportes, 4 de febrero de 2023
*Este reportaje fue realizado de la recopilación de una
entrevista exclusiva con Luis Esteban Galarza para EL DIARIO (2023) y
complementada con datos de entrevistas televisivas del año 2020.
LUIS GALARZA: ‘SOY UN FANÁTICO DEL TIGRE PORQUE ME HICE
AQUÍ’
Llegó al Tigre en 1969, tras la tragedia de Viloco (26 de
septiembre), y permaneció hasta 1986. Después siguió su carrera en Always
Ready, Wilstermann, Bolívar, Independiente Petrolero de Sucre y Blooming.
También jugó en la selección nacional.
Por: Marcos Bonilla, La Razón, 19 de junio de 2019.
Luis Esteban Galarza es uno de los ídolos de todos los
tiempos de The Strongest. Fue campeón como jugador y también como entrenador.
Llegó al Tigre en 1969, tras la tragedia de Viloco (26 de
septiembre), y permaneció hasta 1986. Después siguió su carrera en Always
Ready, Wilstermann, Bolívar, Independiente Petrolero de Sucre y Blooming.
También jugó en la selección nacional.
Dirigió a varios clubes, entre ellos The Strongest, Bolívar
y Real Potosí, donde permaneció por muchos años.
El jueves volvió a La Paz después de mucho tiempo, se alojó
en el Complejo y quedó impresionado por cómo cambió la ciudad y también el
predio del Tigre en Achumani.
— Eres una leyenda viva del club, ¿lo tomas así?
— No sé, lo que sé es que soy fanático del Tigre porque me
hice aquí, vine muy joven, cuando tenía 18 años. Recuerdo que Freddy Valda era
el técnico y le dijo a don Rafo (Mendoza, el presidente más grande de la
historia del club), que me tenían que trabajar, me tenían que enseñar y
después, durante 15 años The Strongest no iba a necesitar arquero. Me quedé 17
años, jugué mucho tiempo, fui campeón como jugador y entrenador. El Tigre me
dio todo.
— El año pasado se cumplieron 40 años del primer título de
la Liga y no estuviste, ¿por qué?
— Me mandaron los pasajes, pero se me hizo muy difícil venir
porque estaba en Sucre. Supe que vino (Jorge) Lattini, estaba Juan Peña, Mario
Algarañaz, Mario Concha, Víctor Montoya, estaba la mayoría, lo sentí mucho,
porque tengo infinidad de recuerdos lindos.
— ¿Cuántos títulos tienes con el Tigre?
— Cuando se jugaban los torneos de la AFLP fueron varios. En
la Liga como jugador fui campeón en 1977 y en 1986. Como técnico, el título en
el segundo torneo de 2004.
— ¿Y esta vuelta a La Paz?
— Hace dos años estuve de pasada, vine para la inauguración
de la iluminación, pero me fui de inmediato.
— Ahora que te quedas unos días, ¿cómo has encontrado todo
aquí?
— Totalmente cambiada, me encontré con una ciudad moderna,
me fui al teleférico, me gustaron los puentes Trillizos, después bajé por
Obrajes, Achumani, todo está muy lindo, además encontré al Complejo muy
cambiado, la concentración está muy linda. Cuando llegué (1969) e incluso hasta
unos años después todo era tierra, era ripio. Veníamos en micro a entrenar y
para pasar el río ponían árboles, troncos, como puente. Por muchos meses no
practicamos porque la mitad de la cancha se la comía el río.
— ¿Ustedes vieron cómo se empezó a hacer, a levantar el
Complejo?
— Algo ya había, porque se empezó a hacer en los 70, creo, y
vimos cómo avanzaba. Estuve en la inauguración del estadio en 1986. Recuerdo
que antes don Rafo venía y me decía: ‘allá vamos a poner la cancha, aquí va a
ser la cancha de básquetbol, aquí la de fulbito’ y, la verdad, yo me reía. Me
decía ‘cómprate un terreno’, había terrenos baratos. El único que compró creo
que fue Lucho Iriondo, después nadie porque salía agua por todo lado. Y mira
ahora cómo está, hay que tener ojo para esto.
— ¿Ustedes hubieran querido tener una concentración como la
de ahora?
— La he estado recorriendo, tiene sala de estar, un comedor,
gimnasio, tiene todo. Si nosotros hubiéramos contado con este predio, todos los
años salíamos campeones. Aquí no falta nada, a nosotros nos faltaban
muchas cosas.
— ¿Qué opinas de que Pablo Escobar es ahora el técnico del
equipo?
— Yo le deseo lo mejor a Pablo, es muy buen chico, ha sido
muy buen jugador y como técnico ojalá que gane todo en The Strongest. La
dirigencia que venga tiene que respaldar a Pablo, por lo menos hasta diciembre.
No es bueno cortar los procesos; aunque la dirigencia aquí es así: pierdes dos
partidos y tienes que irte. Cuando Real Potosí era Real Potosí y estaba Samuel
Blanco hicimos un buen trabajo porque nos respaldaron durante ocho años.
— ¿Qué opinas de la selección nacional?
— Hay que dejar que Eduardo Villegas haga su trabajo, es un
técnico ganador. La Copa América es importante, pero también hay que
pensar en las eliminatorias.
— ¿Y del cambio generacional que realiza Villegas?
— Está muy bien, nuestro fútbol necesita un recambio de
jugadores, nuevos aires.
— ¿Cómo ves a los arqueros de la selección?
— Ahora hay muy buenos arqueros, de los que están en la
selección todos tienen muy buenas condiciones, pero antes era igual. Carlos
Lampe, por ejemplo, tiene buena estatura, un mano a mano importante porque sale
a achicar y cubre todo, también se acomoda bien bajo los tres palos, pero tiene
problemas en las salidas.
— A propósito de arqueros, los Galarza fueron una dinastía…
— No podíamos jugar con los pies porque éramos muy malos (se
ríe). Mi hermano Arturo, quien ya falleció, y su hijo Rolando fueron arqueros.
Mis hijos Sergio y Luis me siguieron los pasos, pero no Marcelo, él es
arquitecto.
Perfil
Nombre: Luis Galarza Mayereger.
Nacimiento: Asunción 26 de diciembre de 1950.
Naturalizado boliviano desde 1973.
Hijos: Sergio, Marcelo y Luis
Trayectoria: The Strongest, Always Ready, San José,
Wilstermann, Bolívar, Independiente Petrolero de Sucre y Blooming (como
jugador); Destroyers, Bolívar, Wilstermann, The Strongest, Blooming y San José.
Mujeres en el norte amazónico boliviano, probablemente Cachuela Esperanza región del Beni, en Bolivia. |
Por: Fragmento del articulo de Lorena I. Córdoba, titulado: Barbarie en plural: percepciones del indígena en el auge cauchero boliviano.
Puesto que nos interesa analizar a los
« salvajes » durante el boom cauchero, comenzaremos describiendo a
los indígenas que las fuentes describen trabajando en la goma. Aquí hay que
hablar principalmente de araonas y cavineños, pertenecientes a la familia
lingüística tacana, compuesta hoy también por los tacanas, maropas y ese’ejas (referencia.
1). En general los araonas son caracterizados como indígenas dóciles, aptos
para la civilización, buenos trabajadores y excelentes rumbeadores por más que
a veces también se les atribuyan acciones violentas. Son los primeros indígenas
que aparecen en las barracas gomeras, como en la de Vaca Díez, llamada Puerto
Rico, donde el cura Sanjinés (1895, p. 60) asegura que trabajan nada menos
que 400 araonas:
Vive todavía un indio capitán, ya viejo, llamado Chumo […]
este deseaba bautizarse, y con la sencillez de un niño repetía: « Bárbaro,
no bueno: yo cristiano ser. ¿Por qué bautizas a las criaturas y a mí no? »
Apenas ver a estos infelices, hacinados entre diez, quince y más en una
habitación sucia e inmunda, entregados a sus usos y costumbres de salvajismo,
sin ninguna noción de moralidad, ni asomo de enseñanza cristiana; y sin
embargo, se dice ¡hace más de diez años que ya están conquistados! (Sanjinés 1895,
p. 60)
Más tarde vendrá la civilización, pero entretanto el salvaje
y sobre todo el temible araona ya no teme ni persigue al hombre y, al
contrario, seducido por la generosidad de Vaca Díez que le regala, cura y
atiende, se convierte en servidor de las barracas. Caza, pesca, sirve para el
transporte, se ocupa de remar, y entra por fin, en la comunidad de estos
colonos que plantan allí la bandera de la civilización nacional.
(Anónimo 1894, p. 8)
En la crónica de Edwin Heath también podemos apreciar el
carácter predispuesto de los araonas, que participan de sus expediciones
entre 1879 y 1883. Esta buena voluntad no impide que se les atribuya
la práctica de la antropofagia, clásico cliché del salvajismo: « Casi
todos los años vienen unos indios antropófagos Araunas que viven al lado del
río Mano […]. En el año 1879 uno quedó trabajando un mes, y en 1880,
nueve se contrataron por dos meses » (Heath 1969 [1879-1881],
p. 9-10). Los araonas no sólo proporcionan datos geográficos sino que
acompañan en todo momento al norteamericano cuando sortea los escollos de las
cachuelas y logra conectar por primera vez el río Beni con el Mamoré. Tal es la
confianza mutua entre los araonas y el gomero Vaca Díez que éste los envía a
navegar río abajo en busca de nuevos siringales (Heath 1896,
p. 21-22). Por su parte, los araonas dicen: « Al tata doctor [Vaca
Díez] lo queremos porque nos da herramientas para trabajar nuestras chacras;
nos da de comer a tantos que vinimos cada año y nunca nos ha hecho mal.
Deseamos que sea nuestro jefe, que nos mande y nos defienda de los pacaguaras
que son nuestros enemigos » (cit. en Chávez Saucedo 2009 [1926],
p. 134)
Llegamos a una chocita provisionalmente construida, donde
habitaban cinco salvajes araonas con sus esposas […]. Nos recibieron con mucho
cariño, brindándonos los pocos alimentos con que contaban […]. Atraídos por la
buena hospitalidad que recibimos, resolvimos pasar la noche con ellos. (La
gaceta del Norte, 23 de octubre de 1887)
El propio coronel Pando, una de las voces más duras sobre la
cuestión indígena, reconoce asimismo que los araonas son « los únicos que
se prestan a la civilización », refiriendo que trabajan para un tal
Cárdenas en la barraca Camacho (Pando 1897, p. 36) (referencia. 2).
Otro testimonio importante es el de Manuel Ballivián, para quien el principal
problema del siringuero – prócer del trabajo y del progreso – es la
captación de mano de obra. Si bien admite las correrías que los gomeros
emprenden para proveerse de trabajadores entre los indígenas, describe a la vez
las tentativas para entablar relaciones comerciales o amistosas con ellos. Su
descripción de los araonas reitera el tema de su adaptabilidad a la industria
siempre y cuando puedan mantener sus chacras y sus familias, comercializando la
goma en su territorio y bajo sus propias condiciones (Ballivián y
Pinilla 1912, p. 67-70, 80).
La caracterización de las mujeres araonas no es menos
elogiosa. La alusión a su belleza se revela tan importante como su docilidad:
El tipo araona es agraciado, de esbeltas formas y cutis
bastante limpio. Las doncellas, sobre todo, son muy apetitosas. Vestidas a la
europea, en nada desmerecen de las cruceñas, en concepto de algunos aficionados
del Beni. En las barracas son las odaliscas del barraquero; en Riberalta
he visto más de una mujer araona casada canónicamente y convertida en excelente
ama de su casa. Un comerciante alemán había llevado una de estas indias a
Europa, la hizo educar en un colegio, casó después con ella y puedo asegurar
que por su educación y cultura es toda una señora, de las más señoras que
conocí en el Beni. (Bayo 1911, p. 317, resaltado nuestro)
Hay que escuchar a nuestro explorador mismo contar cómo
cuando descendía el curso de uno de los afluentes del río Amazonas, percibió
una joven de la antigua raza americana que parecía buscar refugio; cómo le
dirigió la palabra en la lengua de los salvajes, cómo le ofreció protegerla y
ayudarla a encontrar a su familia y su tribu […]. Ella se mostró tan
inteligente y dedicada que M. Robuchon no dudó en hacerla su compañera
para el resto de su vida y se casó con ella […]. Ella nos ha parecido grande y
fuerte; no está desprovista de gracia en su traje todo europeo, y si bien sus
rasgos difieren un poco de la raza caucásica, su figura no carece de encanto y
respira bondad. La tribu Cahivas [Cavinas], a la cual pertenece, es conocida
por la dulzura de sus costumbres y carácter. (cit. en Echeverri 2010,
p. 32-33)
Estos indígenas provienen de la antigua misión de Cavinas y
por ende se los conoce como « cavineños ». Tal vez su frecuente
aparición en las fuentes se deba a que se encuentran en el epicentro de la
fiebre cauchera y que muchas veces trabajan con los propios siringueros, o bien
con los curas que administran la extracción de la goma en la misión
(Nordenskiöld 2001 [1924], p. 345). De hecho son ellos quienes ayudan
a Pablo Salinas, un comerciante de Reyes, a explorar la selva circundante a la
reducción y a descubrir su potencial gomero (Sanabria Fernández 2009
[1958], p. 32-33). El cura Sanjinés describe el sistema de habilitación de
los cavineños: « Los cavineños se ocupaban de picar la siringa de su
cuenta, para venderla a [Miguel] Apuri, de quien recibían habilitación […].
Misión de Cavinas. El pueblo hoy cuenta con 148 almas […]. Me informan que
están afuera, en las barracas, unas 12 familias, las que podrán ser
recogidas, pagando sus cuentas » (Sanjinés 1895, p. 18-19).
Según las informaciones de Armentia y Balzan, cuando los cavineños se quedan
sin misioneros, entre 1885 y 1897, se dedican a trabajar como
siringueros (Brohan y Herrera 2008, p. 268-269).
Una fuente importante para el período son los censos
de 1910 de la barraca San Francisco, de la Casa Suárez, que reportan un
total de 146 trabajadores, de los cuales 38 provienen de Santa Cruz
de la Sierra mientras que 70 responden a la denominación
« cavinas/cabinas/caviñas »; o sea que casi la mitad del personal es
cavineño (ACS, « Censos de los ríos Manuripi, Madre de Dios, Orton y
Tahuamanu de 1910 »). En cambio, en el censo de 1910 de Cachuela
Esperanza las procedencias de los más de 200 empleados se dividen entre
« francés », « alemán », « chileno »,
« suizo », « Santa Cruz », « Cochabamba », o bien
entre distintos ríos, y las filiaciones indígenas más frecuentes son
« Cayubaba », « Baure », « Chiquito »,
« Movima » o « Canichana ». Podemos pensar, pues, que
mientras que en la central del imperio gomero trabajan los indios
« civilizados », en los puestos más alejados lo hacen los indígenas
« menos civilizados », aunque dóciles o al menos adaptables, como los
araonas o los cavineños (referencia 3). Siguiendo esta lógica concéntrica,
encontraremos luego a los « bárbaros » pacaguaras, caripunas o
chacobos pululando en la periferia más satelital de la industria gomera.
Otros caucheros de menor escala también refieren las buenas
relaciones que establecen con los cavineños:
En el mes de junio siguiente [1884] me entregué de lleno a
la explotación de la goma, sin temer a los bárbaros, como que en efecto,
habiendo avanzado unas dos leguas hacia el interior del bosque, ya encontré una
tribu de 28 almas cuyo capitán llamado Ecuari entrando en
relaciones conmigo, me entregó un hijo suyo de corta edad […]. Continuando mi
marcha más al interior con ayuda del capitán Ecuari, encontré también otra
tribu de 15 matrimonios con su capitán Ino. Al mes siguiente
expedicioné sobre el Tahuamanu y en la margen derecha encontré al capitán Capa,
en la tribu Buda, con una población de ocho matrimonios. La primera
población que descubrí pertenece a los cavinas y las dos últimas a los Araonas
[…]. Yo me quedé haciendo picar gomeros con mis mozos propios y con los
bárbaros que ya concurrían voluntariamente de las tres tribus descubiertas por
mí. (Mariaca 1987 [1887], p. 11)
Dos años más tarde, cuando una inundación arruina sus
provisiones, Mariaca envía a cuatro araonas y dos mujeres cavineñas en busca de
ayuda al Abuná. Lo interesante es que la solución al dilema logístico no surge
del seno de los « salvajes dóciles », puesto que la comitiva regresa
con alimentos que obtiene de los pacaguaras (Mariaca 1987 [1887],
p. 12-14) (Referencia 4). Esta noticia, así, nos sirve de bisagra para
pasar a la otra gran categoría de « bárbaros », menos adaptables y
definitivamente más complicados.
Referencias:
1)
No hemos incluido aquí a los tacanas stricto
sensu porque no suelen ser mencionados como « grupo » en las
fuentes del siglo xix. Obviamente se los confunde con los araonas o los
cavineños por la superposición de criterios lingüísticos, étnicos,
territoriales, etc. Sin embargo, algunos autores son concientes de la
dificultad. Uno es el naturalista italiano Luigi Balzan (2008 [1885-1893],
p. 174-175) y otro Marius del Castillo (1929, p. 254, 261), que
registra un censo de la barraca Fortaleza en el río Beni: 111 peones son
« oriundos del Beni » que hablan el tacana, mientras que otros 130
son efectivamente tacanas (en menor cantidad aparecen baures, maropas y lecos).
Para mayores precisiones respecto del problema, véanse Brohan y
Herrera 2008; Herrera 2011.
2)
Paradójicamente, y como para no perder de vista
el horizonte de ambigüedad que caracteriza a las relaciones interétnicas, en
ese mismo establecimiento un araona asesina a su mujer unos años más tarde, y
vuelve a surgir la grotesca acusación de canibalismo: « Un indígena
antropófago. Uno de los centros del establecimiento Camacho ha sido teatro del
horroroso crimen que vamos a relatar, cometido por un indio de la tribu Araona
en la persona de su consorte y cuyos nombres ignoramos. Es el hecho que el
marido, cegado por los celos, aprovechando que su mujer se hallaba en completa
beodez, dio principio a su desenfrenada antropofagia, comiéndose las partes
genitales, un brazo, el pómulo derecho y la nariz. Es de advertir que este
monstruoso salvaje, antes de comenzar a su tarea, ya se había devorado medio
chancho crudo » (La gaceta del Norte, 15 de septiembre 1904). Si esta
denuncia no parece demasiado seria tampoco parecen serlo las acusaciones del
cura Sanjinés, que atribuye a « los araonas del capitán Nico » un asesinato
en la barraca Humaitá, en venganza por los excesos gomeros. Sabemos que el
propio Pando (1897, p. 106) atribuye este mismo hecho a los indios
caripunas, y que en la tribu del susodicho Nico (caripuna) hay mezclados
pacaguaras y caripunas, pero no araonas. De igual modo, el tipógrafo Juan
Coimbra es el único en afirmar – erróneamente – que los araonas
asesinan al cauchero Gregorio Suárez (2010 [1946], p. 140).
3)
No siempre los documentos indican la filiación
étnica del trabajador en lugar de su apellido, y en esos casos se trata
mayormente de movimas, cayubabas o canichanas. Otras veces aparece consignado
el lugar de nacimiento (por ej. río Orton) y se indica « Araona »
como apellido. No obstante, hay que recordar que estos censos no contemplan la
totalidad de la población indígena que efectivamente trabajó para la firma,
pues no era raro que se perdieran los nombres de los picadores indígenas, último
eslabón de la cadena productiva (Frederic Vallvé, comunicación personal).
4)
Si bien la historiografía de las relaciones
interétnicas entre los panos y tacanas de la Amazonía boliviana está apenas en
su fase inicial, parece indudable que existió un entramado de intercambios que
iba mucho más allá de las fronteras lingüísticas (Brohan y Herrera 2008;
Villar et al. 2009; Coffaci de Lima y Córdoba 2011).
Publicado el 1 de enero de 2023 en el matutino paceño El Diario.
© Historias de Bolivia All rights reserved. Blogger Template by Loefa-cebook