"La Razón" febrero 1929.
"Lo que cuenta acerca de la muerte del Teniente paraguayo Rojas Silva, es
de una sencillez y de una dramaticidad sorprendente.
Dice:
_ A las cuatro de la tarde todos los soldados descansaban. Unos limpiaban los
fusiles y otros empezaban a prepararse para escribir a sus familiares. Los
cuatro prisioneros encerrados en una habitación, esperaban que la guardia
descuidase un poco su vigilancia. El indio guía había escapado. De pronto
corrió el rumor de que los presos no estaban. Entonces salió en persecución con
dos soldados. Los fugitivos se internaron en el bosque vecino a un campo claro
y abierto. Uno de los acompañantes, regresó para traer auxilios. Los esperé con
otro. Si vos agarras, yo también soy capaz de agarrarlo. ¿Quieres que lo
agarremos? Dijo uno de ellos.
Siguió relatándonos. Empezó la persecución. El militar empuñó una pistola. El
soldado aferró su muñeca para impedir que hiciera fuego, pero no pudo escapar
de un balazo que le dio en la frente. Aún conserva la cicatriz, descargada el
arma, Rojas Silva la utilizó como una maza. Golpeó fuertemente, pero el soldado
era fuerte. Los paraguayos eran dos contra uno; el oficial por delante y el
soldado por detrás; pero Tejerina no cedía, parecería de acero o de esa madera
durísima que se produce en las selvas chaqueñas. El soldado paraguayo escapó,
pero el oficial con una daga, mantenía en situación desesperada al bravo
Tejerina. De pronto apareció el auxilio, pero los soldados disparaban desde el
caballo y las balas se perdían en los matorrales. El militar lanzó una puñalada
y exclamó al ver que Tejerina rastrillaba el arma:
_Te voy a matar soldado del diablo.
_ Tire pues si usted es hombre, repuso Tejerina, y alzando la carabina disparó
un tiro. El teniente cayó sin murmurar nada. Un certero balazo en el pecho, que
salió por el labio inferior, le tendió sin vida.
El soldado paraguayo, al ver la triste muerte de su superior no tuvo más remedio
que decir:
_ Me rindo, no tengo armas, no vé que no estoy desarmado?
Y el epílogo fue delante de los superiores. Lo llamó el capitán, y le dijo:
_ Para qué disparaste hijo?
_ Me hizo fuego, por eso pues.
_ Ah, tal vez por esto, por causa de esta muerte, haya una guerra.
_ Los soldados le llenaron de felicitaciones.
SUS DATOS PERSONALES
El héroe de fortín Sorpresa tiene 20 años de edad, de porte mediano, de color
trigueño. Su mirada penetrante, nació en Padcaya, provincia Arce. Ingresó al
ejército a los 18 años, es soltero, es huérfano de padre. Tiene dos hermanos.
Se muestra predilecto para la carrera de las armas.
(Complementando el relato...)
"El Diario" febrero 1929.
"El sargento que tan intensamente ha conmovido al público por su abnegada
actuación en las fronteras es de regular estatura, moreno, de ojos oscuros y
facciones regulares. Su frente estrecha y sus cabellos negros le dan cierto
aspecto campesino y agreste. Sus ademanes son simples y modestos. Habla con una
simplicidad realmente humilde y su voz es baja. Durante la escena en que recibe
felicitaciones permanece cohibido, pero indudablemente tiene el convencimiento
de haber cumplido su deber y haberse convertido en una figura interesante.
Viste el uniforme gris de las tropas de infantería y tiene las insignias del
Regimiento 6 º, su traje está usado, lleno de polvo y su aspecto todo es de
suma modestia.
Es un representante característico del típico campesino de las llanuras de
Tarija, del tipo llamado “chapaco”, que es particularmente trabajador,
paciente, estoico, buen jinete y de sorprendentes condiciones físicas como
resistencia a la fatiga.
Cuando lo interrogaron sobre la impresión que sufriera en el fortín Sorpresa,
nos responde lacónicamente.
- El prisionero quiso escapar y me atacó. Yo le disparé, no había más, pues, no
había más.
Luce en el pecho tres medallas de oro: una regalada por el pueblo de
Quillacollo, otra por la Municipalidad de Tarija y la tercera por el vecindario
de Uyuni. Su profusa cabellera oculta la cicatriz del machetazo con que fuera
herido y Tejerina no tiene muchas ganas de relatar la aventura y exponer las
heridas. Dice solamente:
_- También me disparó un tiro, quemándome con el fogonazo,
pero la bala no me hirió. Cuando volví en mí, después del ataque, le hice el
disparo, pero de frente_ agrega con un atisbo de orgullo. No había más, pues,
no había más…"
// -Juan Alberto Quiroz.
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