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BOLIVIA, EL TITANIC Y LOS GUGGENHEIM


Por: José Antonio Loayza Portocarrero‎, nota publicada en SIGLO Y CUARTO, Documentos Históricos el 12 de marzo de 2018.

Estamos sentados en un sillón de oro y somos pobres, y para evitar decir que somos ingenuos, pretextamos que aprendimos el despojo desde que Colón llegó a estas tierras que no conoce la biblia; o supimos del engaño desde que el porquero Pizarro le prometió la vida a Atahualpa y luego que tuvo el oro y la plata lo mató; y practicamos la corrupción desde que Chile asaltó Calama sabiendo que 16 Km. al norte había cobre y en el tiempo sería: “El pan de Chile” como dijo Salvador Allende, donde los indios Chucos la descubrieron y la llamaron Chuquicamata, o " Punta de Lanza". En cuya tierra que era nuestra los Guggenheim empezaron a llenar el cielo de redondeadas ondulaciones de polvo que se mecían jugando al antojo con las evaporaciones del mar cautivo.

Entretanto en Bolivia, después de un largo periodo liberal, entró el partido republicano que reinstaló el conservadurismo y entre danza y chanza ingresó al Palacio el 12 de julio de 1920, el Dr. Rosa Bautista Saavedra, como si fuera una flor esplendorosa. Un año después, la Junta de Gobierno le entregó oficialmente el poder con todas las de la ley, para que bajo el lema: "Mi programa serán mis actos", realice “democráticamente” las masacres de Jesús de Machaca y Uncía, creyendo que para ello fue investido, y para redimirse implantó un gobierno estatista, autoritarista y republicanista, y trajo una nueva danza con pasos, giros y volteos de una melodía naciente llamada fascismo; y todos empezaron a bailar como malformados y contrahechos, porque era un baile ajeno y no propio.

Pero como todo en el país es rivalidad, Saavedra al tomar el gobierno quiso disminuir el poder moral de Patiño y recordó al país el tufo del fraude al Fisco por las 80.000 latas de alcohol que Patiño introdujo de contrabando en 1912, y para disminuir su poder económico aprobó el ingreso de dos empresas de musculatura capitalista: la Guggenheim Brothers emparentado con los Rothschild, y las pesadas libras esterlinas del millonario judío experto en intrigas y complots, don Moritz o Mauricio Hochschild. Estos, más otras empresas extranjeras, disfrutaron hasta el empacho de la mesa geológica donde gozaron del caudal que daban las minas más apetecibles, con la única condición de no dejar ni un mendrugo a los ensimismados patiñistas a los que odiaba y juró desalojar. Patiño sabía que una cosa es querer y otra cosa es poder, y poco a poco le enfrió el banquete, o le ensució el mantel, o le ocultó la alcuza.

El patriarca estadounidense Meyer Guggenheim, ordenó a John Hammond, que compre en Bolivia como si fueran flores para una boda, las mejores minas de estaño y a cualquier precio, que por desgracia Meyer ya no vio, porque antes de morir cedió como herencia las minas de la cordillera de Tres Cruces, a sus siete hijos, entre ellos a Ben Guggenheim, el quinto de los siete hermanos que no era hábil para los negocios pero si para cometer inversiones desastrosas, o para vivir en París lejos de su esposa e hijas, disque por negocios, cuando en realidad vivía con alguna de sus amantes.

Ben Guggenheim, era dueño de la mina Caracoles comprado por Hammond en la provincia Inquisivi del departamento de La Paz, y tenía el plan de invertir cuanto fuera necesario para vencer a sus competidores y comprar sus posesiones, pero antes decidió hacer un idílico viaje en el transatlántico británico Titanic de la naviera White Star Line, que realizaba su viaje inaugural entre Southampton y Nueva York, viajó acompañado de su criado Giglio y su amante, la cantante francesa Leontine Aubart, y no supo seguramente por el ímpetu de su pasión, en que momento el Titanic chocó contra un iceberg, y cuando las aguas subieron se le pidió que vista ropa de abrigo y suba a la cubierta del barco. Ben despidió a su amante y le dijo que pronto volverían a viajar en el Titanic. Una vez que el millonario se dio cuenta que el buque se hundía, bajó a su camarote y cambió su salvavidas y su jersey por un frac; Giglio hizo lo mismo. Cuando regresaron a cubierta, se les pregunto por qué se quitaron los salvavidas, Ben respondió con tono flemático: "Nos vestimos con lo mejor y estamos dispuestos a hundirnos como caballeros. Si algo me pasa díganle a mi esposa que hice todo lo posible por cumplir con mi deber”. Ambos perecieron en el desastre, y sus cuerpos nunca fueron recuperados. Esto ocurrió a las 23:40 del 14 de abril, murieron 1513 personas por ahogamiento o hipotermia, y tambien el plan de inversiones de los Guggenheim.

A pesar de ese lamentable suceso, la empresa Guggenheim Brothers, inició sus operaciones en la empresa minera Caracoles o el Himalaya boliviano, gracias al empeño de Daniel Guggenheim y la ayuda del Ing. Francés Dereims, quien decía que era la mina más rica del país; esa opinión le causó a Patiño un escalofrió abdominal. Posteriormente el Ing. Pasley, indicó que las minas de los Guggenheim como Avicaya, Monteblanco, Araca, Barrascota y otras, era el estaño más puro que existía; y Patiño se enclaustró en el excusado oscuro en un aislamiento de soledad pura. Y cuando le chismearon con cierta malicia que la Guggenheim sería en unos años la empresa más grande del mundo; Patiño emitió ruidos de destripe. Pero más allá de sus cólicos, jamás apagó el ímpetu de su aguerrida perseverancia.

En el tiempo, Carlos Víctor Aramayo y el gerente de la Guggenheim Brothers, Sr. Horace Graham, intentaron asociarse, pero el debacle financiero mundial de 1928, bajó el precio del estaño y eso permitió que Aramayo adquiera Caracoles, que incluía la mina de tungsteno de Pacuni y el Ingenio Molinos por la friolera suma de $us. 20.000, cuando sólo el camino de Eucaliptus costó más de un millón de dólares. ¿Qué sucedió?, se dicen muchas cosas, entre ellas se comenta de un juego bursátil entre la Guggenheim y la Standard Oíl de Rockefeller para formar un Nuevo Orden Mundial.

Este es el final de la historia de una empresa cuyo plan naufragó, dándole piedra libre a Patiño para pasar a ser la empresa más grande del mundo: La Patiño Mines and Enterprises Consolidated, Inc., que produjo en 1929, 33.400 toneladas de barrilla de estaño, la mayor producción de este mineral en la historia del país que no se repitió ni cuando se nos dijo que con la Nacionalización las minas eran nuestras, por la sencilla razón de que se la nacionalizó a sabiendas que se iba a indemnizar con una suma exorbitada aquello que ya no había, y nos quedamos barriendo los mendrugos que sobraron en la gran mesa de los porvenires frustrados, un poco de wólfram, bismuto, cobre, zinc, plomo, en fin.

Antes y después de hundirse el Titanic, se hundió el guano, el salitre, la plata, el estaño, y parece que ya empezó a hacer aguas el gas y el petróleo. Luego no quedará nada. ¿Venderemos discursos de capitalismo o arengas del esplendor del socialismo, alguien nos comprará?, porque eso es lo único que producimos: retórica política, más de eso no tenemos nada. Ah, San Cristóbal, pero no lo haremos, porque estamos convencidos de que quien lo proponga irá por el camino del martirio. Creo que ya es tiempo de pensar en el potencial agrícola del país para hacer frente a la crisis alimentaria del mundo. Y cuando pasen en vez de banderas kilométricas tractores, vehículos, maquinaria para reverdecer la tierra, y los hombres del campo dejen sus carpetas de dirigentes y tomen las semillas, habremos dejado de farrear para convencernos de que la libertad en la unidad y el trabajo, es la condición previa del desarrollo económico y el cambio social.



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