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LAS PRIMERAS BALAS DISPARADAS ANTES DEL GRAN CONFLICTO EN EL CHACO


Por: Luis F. Sánchez G. / La Paz. Publicado en Página Siete, el 16 de junio de 2020, disponible en: 

Los antiguos romanos empleaban la palabra Idus para designar a los mediados de cada mes y era su creencia que en ese período solían suceder los hechos más trascendentales. La creencia asumió visos de fatalidad con el asesinato de Julio César, durante los Idus de marzo del 44 a.C. Demás está decir que el mito trascendió en el tiempo y la distancia, por muchos siglos. 

Para los bolivianos, en lo referente a las operaciones militares de Guerra del Chaco (1932-35), fueron los Idus de junio los de trascendencia capital. Increíble coincidencia de calendario entre el inicio de los disparos y el cese de hostilidades, ambos hechos acaecidos entre el 14 y 15 de junio, con tres años de diferencia. Por ser bastante conocido y rememorado el último de tales eventos, he de referirme ahora al primero, basándome en un escrito mío: Boquerón 1932, publicado en varias ediciones desde 1997. 

Por orden del presidente Daniel Salamanca, el Estado Mayor del Ejército, a la cabeza del general Filiberto Osorio, había elaborado el Plan de Penetración al Chaco, contemplando como prioridad el establecimiento de un fortín en el sector comprendido entre Camacho y Baptista, uniendo así los sectores norte y occidental de nuestro dispositivo.  Para ello se precisaba realizar reconocimientos del sector, en procura de ubicar un lugar adecuado (con suficiente agua).  De esta manera, el comando de la Cuarta División había dispuesto inicialmente una serie de reconocimientos terrestres que fracasaron, los que fueron seguidos por reconocimientos aéreos.  

En abril de 1932, un avión que sobrevolaba la región mencionada, piloteado por el capitán Jorge Jordán, llevando como copiloto al mayor Oscar Moscoso, miembro del Estado Mayor de la 4ª División, reportó la existencia en el sector reconocido de una gran aguada sin indicios de estar ocupada por el adversario. 

 El hecho venía como “anillo al dedo” a los planes de nuestro comando.  Elevado el informe respectivo, se decidió su ocupación inmediata. Infelizmente, para todos, dicho parte era inexacto... la laguna sí estaba ocupada y por tropas del ejército paraguayo.

Ya se ha relatado en parte que el año anterior, un destacamento del Regimiento Toledo 2 de Caballería (RC.2) del Ejército paraguayo, al mando del mayor Belaieff (oficial ruso al servicio de ese Ejército), aprovechando las amistosas relaciones entre este jefe con algunos caciques indígenas chamacocos de la región, había llegado a la laguna conocida por los aborígenes como Pitiantuta.  

Belaieff fundó allí el Fortín Carlos Antonio López, el 12 de junio del año 1931.  Luego de ello y de dejar un pequeño destacamento en el flamante puesto de avanzada paraguayo, se replegó hacia su base de partida (el kilómetro 160 del ferrocarril a Puerto Casado), a objeto de registrar el descubrimiento y elevar el informe reglamentario.  El informe del piloto boliviano y de Moscoso, que bautizaban a la laguna con el nombre de Chuquisaca, fue entonces la primera mentira en esa intrincada cadena de acontecimientos y desaciertos que precipitó a ambos pueblos al despeñadero.

Al informe falso habría de sumarse una orden ambigua.  Después de dos fallidas tentativas de llegar por tierra a la laguna, una de ellas comandada por el famoso Charata Ustarez y la otra por el teniente Victor Eduardo. Sería finalmente el mismo informante y observador aéreo quien tendría la responsabilidad de hacerlo. Así, el 25 de mayo de 1932, el mayor Oscar Moscoso, con tres oficiales y 25 soldados del Regimiento Lanza, se internó en el Campo de la Desolación, con dirección al fortín Baptista. Llevaba consigo órdenes muy poco claras.  A medio camino, les alcanzó un estafeta a caballo, que traía el siguiente radiograma:

“Mayor Moscoso.- Transcríbole siguiente de Esmayoral.- Negociaciones Washington encamínanse forma tal que neutrales exigirían determinación precisa últimas posiciones alcanzadas por partes.  Por consiguiente, es necesario que mayor Moscoso ocupe Gran Lago hasta fin de mes. Firmado.- Cnl. Salinas. P.O. Esmayoral.- Fdo.- Cnl. Peñaranda.”

El radiograma había sido elaborado por el teniente coronel Ángel Rodríguez, supuesto “cerebro gris” de la Sección Operaciones del EM.  Contento ante las complicaciones que esto traería al gobierno - en la versión del académico Camacho Hurtado - manifestóse así ante el coronel Salinas (firmante del documento): “Esta vez no se escapa el carajo de Salamanca, ahora el choque es seguro, ya le podremos mostrar los puños a este testarudo imbécil, para que sepa lo que es una guerra”. 

La colosal irresponsabilidad de Rodríguez tenía un antecedente y una causa, que era ésta: el total menosprecio que este jefe tenía por los paraguayos, Salamanca y el resto de los miembros del EM boliviano. El antecedente era que ante el mismo Salinas, en diciembre de 1931, como consecuencia de otro incidente en Agua Rica, Rodríguez había ordenado a la 4ª División -sin conocimiento de Osorio- atacar un fortín paraguayo, radiograma que fue desautorizado por el propio Salamanca, menos mal que a tiempo.

Pero no era Rodríguez el único enemigo del Presidente. Habíanse declarado en esa condición muchos miembros del EM que motejaban al mandatario como “viejo chullpa”, en represalia por los desdenes de éste. La desconfianza se había agravado desde los rechazos reiterados a las solicitudes de los militares para mejorar el equipamiento del Ejército. Baste el ejemplo de los 605 camiones solicitados por el comando mediante memorándum ante el agravamiento de la crisis internacional.

El pedido era apenas el necesario para cubrir las necesidades de transporte en las seis etapas previstas desde Villazón a Muñoz.  En esa ocasión los mandos habían argumentado ante el Presidente que sin esos transportes las tropas a movilizarse no podrían llegar a tiempo al Teatro de Operaciones, y Salamanca, en otro de sus "arranques geniales",. les había respondido: "Entonces que salgan ates...", para luego aceptar tan sólo la adquisición de 20. 

Tiempo después, ante una reiteración del pedido, increpaba a Osorio en presencia de Rodríguez: "Dígame, señor General... ¿Qué piensa hacer con 605 camiones y qué ha hecho de los 20 camiones que he comprado hace dos meses?.  Existen muchos ejemplos similares.

 Ignorante de aquellos prolegómenos y rumbeando en dirección general noreste, Moscoso y su tropa llegaron la noche del 14 de junio, a los alrededores del fortín paraguayo Carlos Antonio López. Como el último radiograma recibido era claro, “había que ocupar la laguna” y si estaba ocupada, desalojar a la totalidad de los ocupantes, al menos hasta recibir nuevas instrucciones superiores.  

Fue ese el razonamiento de Moscoso cuando dio la orden de ataque, que se ejecutó al amanecer del día siguiente, a horas 05:30. En una carta aclaratoria posterior, Moscoso expone sus motivos:

"...Después de 20 días de trabajo en el monte, abriendo una pequeña senda, haciendo los caminamientos respectivos, buscando agua, llegué al Gran Lago; lo encontré ocupado y para cumplir las órdenes terminantes y reiteradas que recibí, no quedaba otro remedio que desalojar de allí a los paraguayos. Así lo hice."

En medio de una oscuridad casi completa (a esa hora, en el invierno chaqueño las primeras claridades comienzan a las 06:00), la señal de ataque, un disparo dado por Moscoso, generó un tiroteo desordenado y unilateral, pues sólo los bolivianos disparaban - obviamente a ciegas ya que no había blanco visible- mientras corrían hacia el campamento paraguayo guiados por la lumbre de los cinco soldados paraguayos, que a esa hora empezaban a preparar su desayuno.

 La "corrida" boliviana acabó en tropezones y bruscas caídas entre los alambres que habían tendido los paraguayos con anterioridad para secar su “charque”.  Los varios minutos que duraron las carreras y tropezones fueron aprovechados por los desayunadores para poner pies en polvorosa.  No hubo, pues, combate.  Tampoco víctimas (aunque los paraguayos dijeron después que sí); pero las consecuencias serían desastrosas. 

Inmediatamente después de enviado el parte al comando divisionario, Moscoso procedió a fundar, a unos trescientos metros al norte de las instalaciones abandonadas por los paraguayos (en la misma margen oriental de la laguna), el fortín Mariscal Santa Cruz.

Poco tardaron las noticias en estremecer los palacios de La Paz y Asunción. El presidente Salamanca pidió detalles y ordenó de inmediato la desocupación del sector y el repliegue algunos kilómetros al oeste.  Los radiogramas se transmitieron al Chaco, pero ninguno llegó a manos de Moscoso.  La razón era que el comando, al parecer, esperaba hacer revocar al Presidente su orden. Los intentos en este sentido comenzaron de inmediato. 

El general Filiberto Osorio, en audiencia en el palacio de gobierno, engañado por Rodríguez, hizo lo propio con Salamanca, afirmando que el nuevo fortín boliviano estaba en la orilla occidental de la laguna, lo que no era cierto. 

En esta su representación a la orden presidencial, arguyó también sobre la importancia de tal reservorio de agua para dar cumplimiento al Plan de Penetración que se estaba ejecutando. Entretanto, y otra vez sin conocimiento suyo, una orden emanada del EM en La Paz imponía al coronel Enrique Peñaranda (comandante accidental de la 4ª División) representar la orden presidencial mediante radiograma, a nombre de toda su división. El coronel Rogelio Ayala hace referencia al documento éste, atribuyéndolo al teniente coronel Rodríguez: 

“Ante necesidad retener Gran Lago y orden de abandono dada por Presrepública (sic), urge que Ud. represente nombre oficialidad y su comando”. 

Al amanecer del 20 de junio llegó la representación formal de la 4ª División a manos del general Osorio quien, desconociendo esta nueva maquinación de Rodríguez, la puso de inmediato en conocimiento de Salamanca:

“Cuarta Div.- Muñoz.- 19-6-32.- ...Respetuosamente represento que abandono Gran Lago ubicado en nuestra carta como Mariscal Santa Cruz, veríamonos privados en absoluto recursos agua. Su orden posesionarnos orilla Oeste cumplióse... (Fdo.) Enrique Peñaranda.- C.4ªDiv.”

Salamanca cedió entonces ante los argumentos militares.  De esta manera tan irregular, por no decir delictiva, se impuso el criterio de mantener la imprudente ocupación de la laguna. Obviamente que ni el comando, ni el presidente en La Paz, pensaban que Paraguay reaccionaría con la fuerza y decisión con que lo hizo un mes después.

De esa manera fue que ambos pueblos, que ni se conocían, fueron precipitados al despeñadero de la guerra. Aunque, en justicia, valga mencionar que ya la venían buscando hacía tiempo y hasta se habían preparado en parte para ella. 

No fueron pues, los Idus. Había objetivos nacionales en ambos lados, sumados a intereses geopolíticos extranjeros.

// Luis F. Sánchez G. es general de la República (sp) e historiador .La información y datos que se mencionan  en esta publicación son responsabilidad del autor.

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