La Federación Obrera Local, que junto a la Federación Obrera del Trabajo, eligió a Álvarez como delegado obrero ante la Junta Mixta de Gobierno en 1936. Foto Ministerio de Trabajo. |
Grecia Gonzales Oruño / La Paz/ Publicado en Página
Siete, el 27 de junio de 2020
Hay historias y personajes que no se deben olvidar. La
retina de los trabajadores debe conservar la imagen de quien fue uno de los más
prominentes íconos del sindicalismo boliviano y primer ministro obrero: Waldo
Álvarez. Desde el Ministerio de Trabajo (de mayo a noviembre de 1936), él
impulsó medidas de avanzada que hicieron temblar a la rosca minero-feudal y sus
colaboradores.
Pasada la guerra del Chaco, la rebelión de mayo de 1936
pateó el tablero del proyecto liberal. Los gráficos y los asalariados
impulsaron una huelga general que tumbó a José Luis Tejada Sorzano. El matutino
La República, el día 19, anunció “el fin de un régimen de privilegios”.
Ese momento fue clave para entender que algo había cambiado
en el país: la conciencia social. Por ello, la Junta de Gobierno, dirigida por
David Toro, prometió incluir en su gabinete a un representante obrero, electo
desde “las bases populares”.
Así, la Federación Obrera del Trabajo (FOT) y la Federación
Obrera Local (FOL) llamaron a asamblea, el 19 de mayo, y eligieron a Álvarez
como delegado obrero ante la Junta, informó el rotativo La Fragua de fecha 20.
Un día después, fue posesionado como Ministro de Trabajo y Previsión
Social.
Suplementero
En su libro Memorias del primer ministro obrero, publicado
en 1986, narró su “abstrusa” vida. Gran parte de este escrito se basa en dicha
obra.
Waldo Álvarez España (1900-1983) nació en el seno de
una familia de escasos recursos. Sus progenitores fueron Plácido Álvarez y
Jesusa España. Debido a que su padre murió y su madre emigró a Chile, él
vivió con su tío, Juan España, su abuela y sus primas.
Su niñez fue difícil. A los ocho años empezó a trabajar como
“suplementero”. Bautizado como el Machacka (el nuevo) y junto a su amigo
Chichilo, vendió en las calles los periódicos La Tarde, El Diario y El Tiempo.
En sus horas libres fue “niño de goma” y también “gladiador” en el primer circo
infantil de La Paz.
Linotopista
Por sus limitaciones económicas, cursó sólo la primaria.
Así, emprendió con su tío la carrera de aprendiz de tipografía en El Diario.
Luego, en El Tiempo se instruyó en el manejo de la linotipia. Más tarde, se
convirtió en uno de los primeros linotipistas del país. Con esa especialidad,
la vida de carencias terminó y su madre retornó a casa.
En plena adolescencia inició su carrera sindical. En 1916,
en unidad con los trabajadores en imprenta, fundó la Federación de Artes
Gráficas.
Con una economía estable, Álvarez también se dedicó a la
música. Ingresó al conjunto Lira Roja y las estudiantinas Punto y Coma y
Verdi. Al ritmo de la guitarra y la mandolina participó en serenatas,
cumpleaños y bautizos.
Futbolista
Esa época fue la más oscura de su existencia. Se hundió en
los vicios, el alcohol y los juegos de azar. Al poco tiempo, lo echaron de su
casa y vendió sus posesiones.
Después de seis años de enervamiento, consiguió un trabajo
en una empresa pequeña y a los 23 años se casó con Teresa Cornejo. Tuvo cinco
hijos: Elsa, Waldo, Tita, Yolanda y Antonio. Tiempo después fue contratado como
linotipista en el rotativo La Verdad.
Alejado de la música, en sus momentos de ocio se dedicó al
fútbol. Jugó en los campeonatos gráfico-periodísticos, en La República y El Diario.
En los partidos conoció a Juan Lechín Oquendo, miembro de The Strongest. Esa
amistad duró hasta la fundación de la Central Obrera Boliviana (COB).
Dirigente
En esa nueva etapa de su vida, ocupó los cargos de
Secretario de Actas de la Federación de Artes Gráficas y delegado de la FOT. Se
capacitó en sociología, política y filosofía cuando ingresó al Centro de
Estudios Sociales.
En 1930 fue nombrado Secretario de la FOT y Presidente de la
Federación de Artes Gráficas. En ejercicio de sus funciones, Melitón Monje,
jefe de talleres de la Empresa Tipográfica Imprentas Unidas, lo invitó a formar
parte de los masones. Él no aceptó.
“En defensa de los intereses y los derechos de los
trabajadores”, creó el periódico La Huelga y el semanario El Mundo.
Asimismo, a lo largo de su vida, fundó los diarios Acción Sindical, Trabajo, El
Pueblo y Jornada. Sumado a eso, fue gerente de Última Hora y Jefe de Talleres
de La Noche.
Agitador
En 1931 fue recontratado por El Diario. En el trabajo se
relacionó con intelectuales, catedráticos y periodistas, entre ellos José
Cuadros Quiroga y José Antonio Arze. Esa época fue nombrado presidente de la
primera Agrupación Socialista Revolucionaria. Walter Guevara Arze y José
Cuadros Quiroga formaron parte de la directiva.
Era febrero de 1931, cuando Daniel Salamanca ingresó al
poder. Su “concepción anti-comunista” y anti-obrera generó terror en las filas
proletarias. Un primer golpe al obrerismo se consumó con la destrucción de la
Federación Nacional Postal, Telegráfica y Radiotelegráfica. Por ese hecho,
Álvarez dejó la presidencia de la Federación de Artes Gráficas.
Un segundo golpe del salamanquismo fue perpetrado, en
diciembre, con el proyecto de Ley de Defensa Social. Correspondió al Ministerio
de Gobierno “disolver cualquier tumulto ordenando a la policía disparar sus
armas en caso de que a la tercera orden de retirarse no se obedeciera a la
autoridad”.
Álvarez no fue indiferente a esa situación. El 3 de enero de
1932, junto a la FOT, la FOL y la Federación Universitaria Local, organizó
un mitin en contra de la siniestra ley. La manifestación tuvo éxito.
Exiliado
En junio de 1932 se desató la guerra del Chaco. En esa
adversa coyuntura, el movimiento sindical se constituyó en blanco del gobierno
de Salamanca.
Bajo presión del régimen, Álvarez, al igual que cientos de
dirigentes, apeló al “exilio voluntario”. Su destino fue Perú. A los
pocos días, retornó a Bolivia porque se enteró por un telegrama que su hijo se
cayó enfermo. A los tres días de su llegada, el niño murió debido a una
dolencia intestinal.
Además del luto por su hijo, pasó varios meses desempleado,
hasta que Última Hora lo contrató. Su historia, pronto, se complicó. En
noviembre de 1934, fue acusado de ser autor de “un manifiesto que instaba a los
combatientes a no luchar contra los paraguayos y más bien confraternizar”. Ese
documento fue firmado bajo el seudónimo de “Adams”. Según los
denunciantes “Adams” era Álvarez. Por ese delito se pretendió enviarlo a la
guerra como carne de cañón.
El 9 de noviembre, sin pruebas en su contra, lo deportaron a
Perú.
Socialista
El exilio forjó en él una “tendencia socialista” de avanzada
influida por José Antonio Arze, Atilio Sivirich, Rómulo Betancour y Víctor Raúl
Haya de la Torre.
En esa coyuntura, reorganizó el Sindicato Gráfico, que fue
vanguardia de la insurrección de mayo del 36.
Ministro
El 22 de mayo de 1936 fue designado Ministro de Trabajo.
Nombró como asesores a Ricardo Anaya y José Antonio Arze y subsecretario a José
Aguirre Gainsborg.
En su gestión, se fijó el salario mínimo, se creó la
Asamblea Nacional Permanente de Organizaciones Sindicales y se fundó la
Confederación Sindical de Trabajadores de Bolivia, semilla de la COB. También,
se dictó los decretos referentes al trabajo y sindicalización
obligatoria.
En septiembre de ese año, la rosca y su prensa cuestionaron
el decreto de sindicalización y a la institución. Afirmaron que el Ministerio
“no cumple su verdadera misión porque está ocupado por agitadores rojos”. A esa
reacción se sumó el Partido Centralista, que acusó al Ministro de “comunista”.
Todo eso ocurrió en ausencia de Álvarez.
Días después, Toro dictó un decreto “anti-comunista”,
informó el rotativo La Razón, el 22 de septiembre. Por la normativa se apresó a
altos funcionarios y a más de 100 jóvenes, varios de ellos miembros del Bloque
Socialista de Izquierda. Anaya, Arze, Aguirre Gainsborg y otros fueron
deportados a Chile.
Defensor
Al enterarse de lo ocurrido, el ministro obrero retornó a La
Paz y se reunió con el presidente Toro. Allí planteó su renuncia y exigió
libertad para los detenidos y confinados. Acto seguido, sugirió a la FOT
convocar a un Congreso para elegir a un nuevo ministro.
El 28 de noviembre presentó su renuncia irrevocable. El
Diario, el día 29, advirtió “crisis de gabinete”.
Según el matutino La Calle del 2 de diciembre, él entregó su
cargo al Congreso Obrero para nominar, por asamblea, a un nuevo delegado ante
el gobierno.
Luchador
El Congreso se realizó un día después de la dimisión. De
acuerdo a La Calle del 15 de enero, por la división que se gestó en el
cónclave, el gobierno nombró como titular de Trabajo al abogado y miembro del
Partido Socialista Javier Paz Campero.
Tras su renuncia, en 1938 fue asambleísta ante la Convención
Nacional y luego diputado. Pasada la Revolución de 1952, ocupó el cargo de
Secretario de Cultura de la COB.
Después de tres intensas décadas de actividad sindical y
política, en mayo de 1953, Waldo Álvarez se retiró a sus cuarteles de invierno.
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