La cuestión del Acre estaba candente. Ya habían marchado
columnas bolivianas al Acre, al mando de dos grandes rivales políticos, el
Vicepresidente Pérez Velasco y el ministro de guerra Ismael Montes. En el
destacamento “puritano” del Vicepresidente iba el popular Martín Lanza, un
trovador aventurero y romántico que fue dado de baja, acusado de haber cometido
fechorías en Cochabamba.
Pucha, pucha Martín Lanza, cantaba el populacho.
Lanza, descendiente del héroe independentista José Miguel
Lanza, era uno de sus ejemplares de macho latinoamericano: voz de tenor,
guitarra al hombro, mirada encabronada, dientes blanquísimos y pelo en pecho.
Se hizo notar durante los días de la guerra civil (1899) militando, obviamente,
en el partido revolucionario del momento el liberal.
Sobre brioso corcel se hizo caporal de un grupo de
aventureros a los que en el imaginario popular denominó “los ligeros de Lanza”.
Asoló las villas donde campeaban los conservadores, se enfrentó a la milicia y
sedujo doncellas, convirtiéndose en el mayor dolor de cabeza de las autoridades
alonsistas cuando aparecía en las fiestas de los pueblos al grito de ¡viva
Pando¡
Cuando al fin su partido tomó el poder y se produjo la
emergencia del Acre, Lanza hombre de acción, se sumó a la columna que enrumbó
por el Chapare para pelear contra los negros (brasileños). Pero ya en la zona
del conflicto, cuando el coronel Ismael Montes imponía disciplina a las fuerzas
por la defensa, chocó contra la rebeldía de las Lanza. Lanza no le temía a
nadie y le faltó el respeto.
Degradado a cocinero, Lanza desertó volviendo a Cochabamba
para reorganizar sus ligeros y enfrentarse ahora al gobierno liberal. Atacó
haciendas y poblados y sin saberlo se convirtió en un anarquista que cruzó los
límites de la legalidad, mientras Montes volvía del acre convertido en un héroe
después de haber puesto a los brasileños en su sitio.
En uno de sus golpes más audaces lanza estuvo a punto de
tomar el regimiento Abaroa de Cochabamba sobre la calle acucho cuando una
descarga detrás del portón le perforó el pecho aunque sin matarlo. Ello
incrementó su leyenda, pero el herido fue trasladado a La Paz para su
juzgamiento.
Mira octubre de 1902 y Montes debió acudir al Parlamento
para explicar que Lanza no era un héroe sino un delincuente, pero el diputado
Mario Montaño, hermano político de lanza acusó a Montes de intentar asesinar al
rebelde. La respuesta fue terrible: “miente ese canalla”, un apóstrofe inaudito
para la augusta cámara en ese tiempo, lo que le costó la reprimenda al
ministro.
Pero igual Lanza fue llevado a juicio y condenado a muerte.
En 1905, cuando Montes ya era Presidente, una madrugada fue
ejecutada la sentencia y cuentan las crónicas que el populacho paceño que había
seguido el viacrucis del condenado, como si fuera una telenovela de ese tiempo,
asintió al fusilamiento y se llevó pedazos de tela con su sangre atribuyéndole
poderes mágicos.
Fuente: La historia del siglo XX en Bolivia / Enfoques.
Foto: Martin Lanza (CIS)
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