Por primera vez en las ciudades bolivianas, la gente
tarareaba melodías que transportaban hasta la exótica selva amazónica,
escenario de combates, enfermedades, salvajes y fieras. Se puso de moda el vals
“Selvas del Beni” y el chotis “Ríosiño” del compositor Francisco Suárez. Pero
el éxito musical de los primeros años del siglo fue la pieza “Suspiros” de don
Teófilo Vargas, una marcusa grabada en discos gigantescos en Buenos Aires y que
los pocos dueños de vitrolas podían reproducir en sus casas.
Olvidando que solo meses atrás pudieron haber sido víctimas
de la Indiada a la que la gente de la ciudad despreciaba y mantenía sojuzgada
en el nuevo ciclo las fincas en obrajes Calacoto y Achumani continuaba viéndose
con pongos incluidos.
Pero el mal tiempo quedaba atrás y la ciudad mostraba una
fisonomía burguesa agradable se respiraba romanticismo en el aire, los
caballeros se paseaban vistiendo tongos y levitas y las damas acentuaban con
rímel sus pestañas en sus paseos de mediodía por la calle Comercio.
Las jovencitas suspiraban repitiendo los versos de Jaimes
Freire (Peregrina paloma imaginaria/ que enardece los últimos amores / alma de
luz de música y de flores / peregrina paloma imaginaria).
Don Jorge Sáenz Cardón, un hombre de negocios comprende que
la ciudad está en crecimiento ofrece magníficas oportunidades para los bienes
raíces y la construcción. En un momento en que el cemento y el hormigón armado
no existen, Sáenz diseña una empresa de dimensiones titánicas: la exportación
de grandes partidas de listones de madera de pino y oregón , mediante barcos
veleros desde las costas de California y su traslado a La Paz desde el puerto
peruano de Mollendo.
Esa madera iniciará la primera revolución urbanística de La
Paz, que a partir de entonces dejará de ser una inhóspita aldea altiplánica
para convertirse en una ciudad cosmopolita.
Funcionaban en La Paz hasta entonces 3 hospitales fundados
en la colonia, el Landaeta, el lazareto y en Loayza, que era el más concurrido.
Las estadísticas mencionan un porcentaje de 350 enfermos por año. Empezó en
1906 el estudio de un nuevo hospital que se construyó en Miraflores y qué es el
mismo, con idénticas características del que aun funciona con el nombre de
Hospital de Clínicas.
Las enfermedades más temibles en esos años fueron la
coqueluche, el dengue, la difteria, la disentería, el bocio y la leishmaniasis.
El cáncer ya hacía estragos lo mismo que el chagas. Las enfermedades venéreas
en especial la sífilis sobre la que se tenían mitos espantosos, tenía
atemorizada a la población que ese persignaba cada vez que pasaba por las
cercanías del Barrio Chijini, donde formaban “casas de hetairas”. La
tuberculosis hacía también estragos, más en la imaginación que en la realidad,
exacerbada la gente por lo popular novela “La Dama de las Camelias”.
En la recién estrenada sede de gobierno y del Congreso, los
canillitas voceaban El Imparcial y El Comercio de Bolivia. Los caballeros se
reúnen en elegantes locales de la Plaza 16 de Julio para compartir el cóctel de
mediodía. Uno que otro domingo se abre el hacho, al final de la actual calle
Comercio, plaza de toros frecuentada por banderilleros de renombre y donde
alguna vez un empresario de circo enfrentó a un León africano con un toro de
Viacha, ante el espanto de la gente.
Fuente: La Historia del Siglo XX en Bolivia – Enfoques.
Foto - postal paseo del Prado en La Paz, principios de siglo
XX.
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