Historias de Bolivia, Archivos Históricos.- Sitio dedicado a la recolección de notas periodísticas, revistas, libros, fotografías, postales, litografías, investigaciones, curiosidades, etc., etc. Todo lo relacionado con la historia de nuestra patria Bolivia. (Historia de Bolivia).

PASIÓN Y MUERTE DE FRANCISCO MANCHEGO (Guerra del Chaco)


 

La generación a la que pertenezco ha carecido en la vida civil de todo grande y ejemplo, pero el desconsuelo ante la miseria del panorama ofrecido por los maestros de la simulación se ha desquitado con las enseñanzas de la guerra dónde esa generación ha encontrado, en oscuros militares, verdaderas revelaciones de hombría, de virtud y grandeza. Una de esas revelaciones es Francisco Manchego.

LA BATALLA DEL CONDADO

Fue obra de y gracia de manchego como obra la preparó, la planeó, la desarrolló y la exaltó hacia el triunfo. Y como gracia la entrego su vida. Nunca se identificó tanto una acción con un hombre como la batalla del Condado, con Manchego. Él se apropió de la acción, la hizo suya y luego, a semejanza de los machos de ciertas especies aladas, después de fecundarla fue devorado por esa hembra insaciable qué es la Gloria.

Al atardecer del 18 de junio, en el sector Ballivián, una avalancha paraguaya el irrumpió en nuestras líneas en una extensión tácticamente peligrosa.

Tres fases del contraataque se ejecutaron entonces. La primera, en la misma mañana, consistió en limitar la ruptura de la línea, formando lo que se llama un “bolsón”, o sea un arco de tropas escalonadas detrás de la posición capturada por el enemigo. Luego vino la segunda fase, dura y sangrienta: recuperar la franja principal, posición por posición, nido por nido, metro por metro, avanzando literalmente por la misma zanja con granadas de mano. Mientras por encima de las zanjas las ametralladoras barrían todo bulto que demostrase indicio de vida, dentro de la misma trinchera en los reductos laterales se avanzaba cautelosamente. Los soldados no se veían, pero detrás de cada zig zag del recorrido se hacía llover bombas de mano. Jamás hubo contacto tan próximo en la guerra cuerpo a cuerpo. Era un avance mortal por un estrecho desfiladero. La trampa resultaba pavorosa para ambos. El que primero lanzaba la granada salvaba la vida. Muchas veces, al doblar el ángulo del recorrido se encontraban cara a cara soldados bolivianos y paraguayos. El choque era fulminante. Después pisando los cadáveres se pasaba.

PALABRA DE CABALLERO

En la tercera fase aparece el espectáculo teatral y el romanticismo épico la artillería le pone su música y los aviones lo decoran con su vuelo. Es el 20 de junio. Manchego ha recibido telefónicamente una observación del Comando del cuerpo a la que responde que un éxito alcanzado por los pilas por sorpresa puede convertirse en un triunfo nuestro, porque todos los pilas que siguen introduciéndose a nuestras posiciones caerán como en una trampa. Asegura la victoria con su palabra de caballero. La 47 división no dará este triunfo al paraguayo.

Entretanto los pilas han abierto a toda velocidad una zanja que corta todo el campo de tiro, el no men’s land que separaba nuestra línea de la suya, para introducir por ella agua, víveres munición y tropa. Juega Estigarribia un golpe de masa, cargando sobre el sector de 500 metros, primero mil hombres en la mañana del 18. Luego dos mil más para el segundo ataque, fuera de cuatro regimientos que se acumulan para lanzarlos en un tercer asalto.

EL PLAN BOLIVIANO

El plan boliviano consiste en concentrar la artillería sobre las posiciones ocupadas por el enemigo. Luego dos fracciones avanzarían por el campo de tiro, partiendo de los extremos del reducto tomado por los pilas para avanzar oblicuamente y cerrar a estos. Frontalmente avanzaría otra sobre las posiciones capturadas en la que los pilas se habían dado ya la vuelta, poniéndose de cara a nosotros.

El lugar de la batalla es un campo arbolado, de arbustos bajos y ralos. Todo está salpicado de granadas de artillería que lanzan los pilas y de ráfagas de ametralladoras que barra en el horizonte.

TORMENTA DE CAÑONAZOS

Amanece el 20 de junio en un aire poblado de tragedia. Desde antes de la salida del sol han redoblado sus fuegos los paraguayos. A las 8 de la mañana tres cañonazos 105 estallan sobre las posiciones pilas. Es la señal para el bombardeo. Inmediatamente, de todos los puntos del horizonte relampaguea la tormenta de los cañonazos. Empieza la parte Sonora de la batalla. Retumban en un retumbar sin descanso, continuando, desencadenando, lleno de espanto, todas las baterías que hacen temblar la Tierra y promueven en el aire la aparición de una fauna monstruosa de fieras aulladoras que se cruzan en busca de las líneas paraguayas. Se suceden tan rápidamente los disparos que componen un ronquido, un rumor unánime de innumerables furias de acero que se lanzan bramando desde el cielo enfurecido y caen de hocico al morder la tierra ocupada por los pilas, haciéndose pedazos al caer y despedazando al mismo tiempo la Tierra y los árboles.

El campo de batalla resuena como un enorme cántaro, como un inmenso tambor dentro del cual estuviésemos encerrados los soldados pequeñitos, más empequeñecidos aún ante estas gigantescas resonancias de la muerte que vuela por los aires. Vibra la atmósfera enloquecida, se levantan sobre las trincheras pilas chorros de Tierra y las nubes de polvo crecen hasta cubrir el cielo. Para que nada falte a este espectáculo de grandiosa locura, aparecen estremeciendo el cielo las hélices de los aviones que describiendo serenos círculos se aproximan a las posiciones paraguayas y lanzan bombas de 100 kg cuyo estallido hace saltar la Tierra y los troncos en pedazos por encima del monte. La clara mañana se ha convertido en una mañana de espantosa tempestad.

Callan los cañones. Y comienzan a ladrar las ametralladoras a lo largo de toda la línea. Un espíritu infernal se ha apoderado de esta zona del Chaco. Los árboles, animados de una vida epiléptica se desarticulan y se desnudan de sus hojas llevadas por las balas que los atraviesan como lamentos. Los cañones pilas mandan ahora sobre nosotros sus granadas. Pero ya comienza el ataque, las ametralladoras comienzan a conocer y reconocer todo el monte con sus agujas de acero. El espectáculo sonoro es grandioso, todo el monte está en movimiento bajo el aire que ruge y brama.

Avanza la fracción, Lopera por la derecha, por pleno campo de tiro y por lo profundo de la zanja se avanza también en medio del fuego de las ametralladoras pilas.

EL JÚBILO MORTÍFERO

Entretanto, en el alma de todo se ha ido operando un curioso fenómeno. El estampido del cañoneo, el estrépito de la pólvora, el espíritu infernal que anida en los cañones y en las ametralladoras al estallar ha ocupado todo el campo y luego ha rebasado hasta anegar los nervios y las arterias de todos los hombres, creando en ellos una euforia nunca sentida. Esta euforia irradia especialmente en Manchego, poseído por una diabólica alegría (1). Brota un deseo enorme de heroísmo, de ir hacia el suicidio, hacia el divino desprendimiento de la guerra ofrece por medio de la muerte en combate, y aquí la vida es ahora solo un estorbo para tan grande y supremo júbilo. Esto es lo que pasa en la sensibilidad de Manchego.

EL ARTISTA ÉPICO

“¡Hemos triunfado ¡” Manchego ha vencido. Su tarea ha terminado si ha terminado. Si, ha terminado la tarea del jefe. Ahora comienza la del soldado. La suya, la del artista épico, la del deportista entusiasmado que quiere introducir el último “gol” en el último instante de la partida. Manchego ha preparado un brillante plan de batalla. Ahora va a improvisar una muerte luminosa.

Avanza por la zanja, sale de ella hacia uno de los últimos reductos que todavía ocupan los pilas, se va en dirección al punto donde se cruzan los enjambres de abejas mortíferas e inicia la gran marcha, el gran gesto, el inmutable ejemplo. El coronel Francisco Manchego Jefe de Estado Mayor de la 4ª. División de Ejército Boliviano, armado de granadas de mano a la cabeza de cuatro soldados, encabeza el último ataque como un mariscal del imperio napoleónico.

De haber, como hubo en la gesta romántica, cargas a caballo con uniforme de parada, flamin en el casco y sable fulgurante al sol, Manchego habría avanzado así. Lo hizo a pie, como un soldado oscuro, pero el gesto, el heroísmo deportivo, la suprema jugada con que luego de saborear el combate le entrega su vida como quien arroja un cigarrillo no acabado de fumar, la inutilidad, el derroche de la vida de este artífice de la batalla del Condado, sigue desde el 20 de junio hasta hoy día iluminando el alma de los soldados que le vieron morir y está floreciendo en las flores rojas que esta primavera hace brotar de los cactus del Chaco, que serían malditos para siempre si no nutriesen sus raíces en la sangre de hombres como Francisco Manchego.

Texto tomado del libro: Crónicas Heroicas de una Guerra estúpida. Augusto Cespedes.

Foto: (Créditos: Oscar Córdova)


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Historias de Bolivia. Con la tecnología de Blogger.