LOS TENTÁCULOS DEL ESPIONAJE ARGENTINO EN LA GUERRA DEL CHACO

Por: Guillermo Mejillones Quispe - La Paz (Bolivia), marzo de 2017. // Parte de su investigación Tesis de grado para optar al título de Licenciatura en Historia.

Según sostiene el diplomático de los Estados Unidos, Spruille Braden, “Incuestionablemente que Argentina suministraba armas e inteligencia militar al Paraguay”. El mismo diplomático norteamericano expresa que obtuvo de boca propia del General José Félix Estigarribia y Vicente Rivarola que: Los argentinos hicieron algo más: de la parte sur del Chaco, cerca de Argentina y desde Salta y otras provincias cerca de la frontera sur de Bolivia, tenían excelentes oportunidades para observar los movimientos militares bolivianos. Estigarribia también me confesó, que la ubicación de las fuerzas bolivianas le era comunicada por radio desde Argentina.
El Servicio de Inteligencia argentino de manera sigilosa había desplegado su mejor personal técnico en la frontera con Bolivia. Con respecto al espionaje argentino, David Alvestegui, en su obra Salamanca, su gravitación sobre el destino de Bolivia, afirma claramente que: las fuerzas armadas argentinas por su parte, presentaron al ejército paraguayo una ‘asistencia’ tanto técnica como de espionaje. Contra la prohibición expresada en el ya famoso decreto de neutralidad, establecieron a lo largo del rio Pilcomayo, potentes estaciones receptoras y transmisoras de radio, que captaban los partes militares en clave del ejército y los retransmitían al Estado Mayor de Buenos Aires, donde eran descifrados. Sobre la base de estos partes, el Estado Mayor, bajo la jefatura del general Ramón Molina, formulaba directivas para el Comando paraguayo del Chaco, que así obraba sobre seguro. A eso sumaba las acciones del coronel Schweitzer que estaba en Asunción bajo el título de adjunto militar. Pero en realidad estaba como consejero militar para el arma paraguaya.
Miguel Mercado Moreira, en su obra Historia Diplomática de la Guerra del Chaco, refiere que: un peligro gravísimo corrió Bolivia por parte de militares argentinos distribuidos a lo largo de la frontera; estos captaban las comunicaciones del Comando boliviano, las descifraban y transmitían al enemigo. Esto explica cómo, más de una orden de nuestro Comando, se encontró en copia en poder de oficiales paraguayos prisioneros; otros documentos de la misma índole, transmitidos a la embajada paraguaya en Buenos Aires, inmediatamente después de su expedición, están publicados en las Memorias Diplomáticas de Rivarola. El organizador de este servicio del espionaje militar argentino, que operaba desde Villazón a Muños, dicen las Memorias indicadas fue el Coronel Asdrubal Guinazu, Jefe del Estado Mayor de la Div. De Salta, casado con una señora paraguaya, madre política del doctor Rivarola.
Con respecto al apoyo argentino al Paraguay, José S. García Gallegos señala que: La obligada circunstancia de pasar por la frontera Argentina y en sus proximidades, no cabía duda alguna, que el enemigo disponía de un excelente aliado que lo mantendría al tanto del paso de nuestras tropas y sabía exactamente cualquier movimiento nuestro. Los elementos al servicio del coche comedor del F.C. de La Paz a Villazón, permanecían atentos a cuanto se relataba, proyectaba y a todo comentario que hacían nuestros oficiales inocentemente. Los pobladores de la banda Argentina; también eran elementos de enlace, porque ellos disponían de una franquicia descontrolada, que demostraba la ingenuidad de las autoridades bolivianas encargadas de custodiar la frontera, que no ponían ningún obstáculo a cuanto elemento sospechoso se presentara. En efecto, se sumó a ellos la considerable cantidad de desertores bolivianos que se apostaban en poblaciones del norte argentino, a estos se les preguntaba sobre la composición de la organización de las divisiones militares del Chaco. En suma, el Paraguay gracias a la ayuda Argentina su Comando tuvo relevante información respecto a las operaciones de Bolivia, los mismo eran aprovechados de la mejor manera.
El Servicio de espionaje y el mando de inteligencia estaban perfectamente informado de todo cuanto sucedía en el teatro de operaciones, ya que, al fingir ser comerciante o pobladores no tenían obstáculo alguno en ingresar a nuestros puestos avanzados y ello lo hacían muy frecuentemente dando partes exactos a la unidad que los había destacado110. Sobre la base de las claves descifradas, el Estado Mayor del ejército argentino asesoraba al Comando paraguayo y este dirigía sus operaciones con conocimiento de lo que hacía o pensaba hacer el nuestro. ¡Cuántos desastres sufriría el ejército boliviano con esta innoble actitud militar de un país que se decía neutral!. Se confirmó también la comunicación boliviana eran –casi inmediatamente – obtenidas, analizadas y estudiadas por el Estado Mayor argentino, antes de pasar a manos paraguayas con las respectivas recomendaciones . En vista de esos detalles, Roberto Querejazu Calvo, expresa que:
“Por otras fuentes argentinas, el Paraguay conocía desde un año antes de iniciadas las hostilidades, que Bolivia carecía de artillería y sanidad militar, condiciones precarias de las
fuerzas destacadas en el Chaco, condiciones de las vías de comunicación, trabajos de construcción de caminos, tiempo de viaje entre distintos tramos en auto, además de que los
bolivianos carecían de escuela superior de guerra, etc.; régimen de alimentación de las tropas, además de la indisciplina que existía en algunas unidades militares. Sumado a ello, también el
gobierno paraguayo pudo conocer que algunos jefes bolivianos, en vista de lo desfavorable de la situación al inicio de las hostilidades, dirigieron a su gobierno la conveniencia de pedir la
paz con urgencia, que la guerra dividía en su propio seno al gobierno boliviano, y que la situación económica no era nada halagüeña”.
Pese a estos antecedentes, Bolivia se aventuró a una campaña bélica muy costosa para el lado boliviano. El espionaje argentino que se interiorizaba de todo lo que ocurrió en Bolivia estuvo asimismo al servicio del Paraguay. El representante diplomático paraguayo en Buenos Aires confesó a sus superiores: ‘Mis fuentes de información son las mismas que las del gobierno argentino’. Mientras Bolivia combatía a ciegas, con un espionaje rudimentario y casi inexistente, el Paraguay sabia de los movimientos de tropas que descendían del altiplano a la selva y de las armas que portan.
En referencia al espionaje argentino, Adrián Ignacio Pignatelli, en su libro El Traidor. La Historia del Único Militar Argentino Destituido por Espionaje, refiere que “El Ejército Argentino contaba con un servicio de criptografía, donde se elaboraban claves para la transmisión de mensajes y además se dedicaban a descifrar las claves de otros países”. Con respecto a “(…) las secciones criptográficas115 del ejército argentino captaban, descifraban y enviaban al Paraguay los mensajes secretos bolivianos transmitidos por radio. Carlos Agustín Pastore, quien fue jefe de la sección Correos y Claves del gobierno paraguayo, entre enero de 1933 y junio de 1935, también dejó testimonio de ello”. Del mismo autor, se conoce que “Bolivia empleaba, en sus comunicaciones secretas, 220 claves, de las cuales, el personal del ejército argentino había logrado descifrar 189”. Por tal motivo, se agregó al expediente – que día a día iba creciendo – una declaración del general de brigada Ramón Molina, jefe del Ejército en 1933: ‘Los bolivianos cambiaron las claves. Advirtieron que sus comunicaciones fueron penetradas por el enemigo o por neutrales. Es más como seguían de cerca a los paraguayos, Bolivia sospechaba de Argentina’.
Efectivamente, el boliviano Walter Dalence M. sostiene que “La guerra del Chaco, como hemos comprobado en innumerables ocasiones, ha sido de fatales consecuencias para nosotros en este aspecto. El enemigo conocía hasta nuestro más pequeño movimientos, recursos y medios y su prensa, no tenía reparo de anunciarlo enfáticamente, probada de este modo que Bolivia estaba en manos de sus espías”. Todo el movimiento militar, diplomático, económico, político, y social de Bolivia de relevancia eran puestos de inmediato antes sus jefes para la toma de decisiones. Lo que se traduce en el teatro de operaciones como campañas exitosas en el frente.
De acuerdo con Walter Dalence en su artículo “Los tentáculos del espionaje” publicado en la Revista Militar Nº 17 y 18 de 1938, sostiene que “en la guerra Chaco, el enemigo conocía hasta nuestro más pequeño movimientos, recursos y medios, probada de este modo que Bolivia estaba en manos de sus espías. En cambio, nosotros nunca pudimos prever sus consecuencias ni realizar algo semejante. Empero, es una lección que debemos aprovecharla, organizando nuestro servicio de contraespionaje y servicios secretos, desde el momento, en que se trata de una necesidad universalmente aprobada y la cual ha ganado más batallas, entre las sombras del misterio, que los mejores ejércitos del mundo”118. Dadas las circunstancias, el papel del contraespionaje no pude ser una actividad con carácter público, más al contrario se guardó su reserva, por ellos se conoció muy poco hasta la actualidad sobre su actividad durante la campaña del Chaco en sus diferentes atapas con matices muy marcadas.
El militar David Toro que participó activamente en el conflicto del sudeste tras finalizarla la guerra del Chaco publicó en 1941 un libro titulado Mi Actuación en la Guerra del Chaco, donde trata de justificarse sobre la mala conducción de la campaña bélica con el Paraguay. Pero, lo más llamativo de este libro es como expresa su desconocimiento sobre las operaciones del Servicio Secreto boliviano (espionaje) y en sus líneas se advierte así: “Aún más funesta consecuencia debimos soportar en lo que se refiere a los vitales servicios de información y de espionaje. Ellos no pasaron para Bolivia y el Comando de su Ejército en Campaña de un simple intento infantil de desarticulado. Pero, en lo que al Paraguay se refiere, la organización era perfecta y le dio como lógico fruto, sus más resonantes éxitos de la guerra”.
Siguiendo a Toro sobre el servicio de espionaje paraguayo dice lo siguiente: “El buen servicio de espionaje e informaciones paraguayo, se debió – sin lugar a duda – a la franca colaboración de la experiencia Argentina. Bajo esa hábil dirección y tutela, se obtuvieron resultados de beneficio incalculable. Baste recordar a este respecto, lo que en repetidas ocasiones sostuvo el General Estigarribia, al afirmar que ‘la mayor parte de sus victorias las debió al excelente servicio de informaciones’”. La pregunta surge tras la cita de este párrafo ¿Habrá aportado el militar David Toro para apoyar y contrarrestar el espionaje enemigo? Pues, revisando la bibliografía y documentación de archivo se denota que no hizo nada significativo de destacar.
No tenía formación en ese ámbito, él estaba en el Comando Superior no por sus capacidades militares y aptitudes, sino, por ser un firme y leal allegado de Kund. Este oficial no tenía formación del Alto Mando y no se encuentra en los archivos ningún indicio de haber contribuido efectivamente a la campaña, sino, al contrario con sus pugnas internas entre oficiales fue uno de los que más perjudicó con sus camarillas en el seno del Ejército.
En relación con el espionaje enemigo, el General Enrique Peñaranda en un trabajo titulado “Opiniones del Ex-Generalísimo del Ejército Boliviano acerca de la Campaña del Chaco” publicado en la Revista Militar Nº 31-32 (Julio y Agosto de 1939), con base en el Capitán Roberto Ramallo asegura “que el Paraguay sostenía de tiempo atrás una vasta red de espionaje. Estaba en su derecho, y solo hemos de lamentar que nosotros no echáramos mano de tan indicado medio para conocer los propósitos aviesos del enemigo. Pero el Paraguay fue tan lejos en esto que los agentes guaraníes llegaban hasta infiltrarse en los fortines persuadiendo a la guarnición a la infidencia y traición. Bolivia, por el contrario, no se preocupaba de esto sino que la misma preocupación de los asuntos del Chaco había cesado a principios de 1932, con la esperanza de que la acción diplomática sería una valla a la ambición paraguaya”. Sin embargo, Enrique Peñaranda fue muy cuidadoso en revelar datos del Servicio Secreto boliviano, ya que, este revela diversas responsabilidades respecto a la campaña bélica del Chaco.
Foto: Cañón de campo Light Vickers (65mm) del ejército boliviano en posición de disparo. 1934/35 (Foto de Kurt Severin / ullstein bild a través de Getty Images)
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LAS RELACIONES DE LA ARGENTINA CON BOLIVIA Y PARAGUAY - GUERRA DEL CHACO

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