J.Moritz Rugendas |
Por: Erika J. Rivera Licenciada en derecho y filosofía /
Pagina Siete, 18 de agosto de 2019.
Johann Moritz Rugendas, más conocido como Mauricio Rugendas,
nació el 29 de marzo de 1802 en Augsburgo y falleció el 29 de mayo de 1858 en
Weilheim an der Teck (Alemania). Actualmente se puede constatar un claro
interés por su obra, un genuino redescubrimiento, porque Rugendas es visto como
el precursor del impresionismo y del arte como compromiso social. Se puede
encontrar las obras de este gran artista entre las 400 mil hojas que conforman
la colección, que a partir del siglo XV reúne la Staatliche Graphische Sammlung
(la Colección Gráfica Estatal) de Múnich con dibujos y grabados de artistas de
todo el mundo. Muchas de ellas fueron producidas durante la llamada expedición
Langsdorff, porque el científico alemán Georg Heinrich von Langsdorff sumó a su
expedición a algunos pintores-dibujantes, entre ellos a Rugendas, para ilustrar
y documentar la exploración de la selva brasileña que se realizó con siete
barcos y cuarenta personas.
Rugendas nació en el seno de una familia de
artistas, sobre todo de dibujantes y de grabadores. Estudió en la Academia de
Arte de Múnich a partir de 1817. En 1822 tomó parte en la mencionada expedición
científica a Brasil, y desde entonces quedó fascinado por las tierras
americanas. En 1831 volvió a América por su cuenta, estableciéndose largas
temporadas en México, Brasil y Chile. En 1844 visitó Perú y Bolivia,
coincidiendo aquí con otros artistas e investigadores europeos, como Alcides
d’Orbigny, durante la presidencia del General José Ballivián. En 1847 regresó a
Alemania y trabajó en su Baviera natal, donde murió de un ataque al corazón en
1858.
En 1844 llegó a Bolivia procedente del Perú. Tuvo una época
muy productiva durante su estancia en el país. Hizo retratos, por ejemplo de
Tomás Frías, y de jóvenes indígenas que se hallan entre los mejores dibujos de
toda su creación. La producción de Rugendas tiene un trazo impecable y sencillo
que plasma sus figuras con naturalidad y hasta con perfeccionismo. El retrato
de la indígena de Huarina es una de sus obras cumbres. Este dibujo, realizado
con trazo limpio y firme, nos muestra la vestimenta que se usaba en la primera
mitad del siglo XIX y, sobre todo, un sombrero femenino inusual en la
actualidad, que hoy ha pervivido solamente en las danzas folklóricas como la
llamerada y kullawada. Con el tiempo este sombrero se perdió en el uso
cotidiano de las mujeres.
Las obras de Rugendas son una representación de
la técnica naturalista. Sobresalen sus paisajes con temas bolivianos, por
ejemplo una vista de La Paz tomada desde la Plaza Alonso de Mendoza con una
vista del Illimani al fondo. Se reconoce el Tambo Quirquincho y las actividades
de la población con algunos vendedores ambulantes.
Rugendas resulta muy bueno para reflejar la realidad y el
orden cotidiano. Reproduce la grandiosidad del paisaje, incluyendo la
arquitectura de los pueblos típicos de cabeceras de valle, y todo ello con
trazos simples y seguros. Su obra nos permite conocer el contexto histórico. Al
grabar con la técnica del agua fuerte temas referidos a los sectores urbanos,
Rugendas refleja con mucha precisión la vida de las ciudades de entonces, al
igual que lo hizo en su juventud con la selva brasileña.
Sus dibujos y grabados reflejan la belleza de la Amazonia,
exuberante de frondosa vegetación. Sus imágenes nos permiten conocer las
costumbres de los aborígenes y su concepción de felicidad. Algunos podrían
afirmar que Rugendas pinta la pobreza de estos grupos étnicos selvícolas, pero
esta aseveración sólo es válida desde la construcción de categorías de la
civilización occidental. Sin embargo, considero que los grabados de Rugendas
son desprejuiciados porque muestran la realidad tal cual es: grupos de hombres
desnudos y felices, conviviendo de manera gregaria. Asimismo representa a los
distintos estratos sociales en sus grabados, como por ejemplo a los esclavos de
origen africano en sus diferentes facetas, como las reuniones en barracas y
escenas familiares, donde se entremezclan variadas clases mostrando una
comunidad armoniosa en la cotidianidad.
Los grabados de indígenas despliegan belleza
porque hacen énfasis en los rasgos estéticos de los aborígenes selváticos como
los ojos y los labios, capturando las miradas llenas de vivacidad e
inteligencia. Los grabados recrean la fuerza de la vitalidad, donde se conjuga naturaleza
y humanidad. A pesar de la estratificación estamental, estos rasgos no
desarmonizan con el espectro de la naturaleza, sino exhiben felicidad.
Las imágenes gráficas tratan de mostrar detalladamente lo
distinto a lo europeo porque la técnica del retrato en sus grabados exhibe las
diferencias de los rasgos entre los indígenas aborígenes y los esclavos
africanos en tierras sudamericanas. Una escena en el puerto de Río de
Janeiro expresa las diferentes funciones de cada estrato social, como por ejemplo
la institucionalidad con la presencia del Estado a través de uniformados
militares, administradores públicos y civiles en sus diferentes desempeños.
Cada estrato usa un tipo distinto de vestimenta. Por las prendas de vestir no
es lo mismo el militar que el conductor de lancha ni los trabajadores civiles,
los africanos semidesnudos y los militares completamente vestidos al igual que
los otros integrantes de la sociedad, pero todo el movimiento expresa una
totalidad pausada, rítmica y armoniosa.
Asimismo el famoso grabado Dos negras de Río de Janeiro
muestra una africana con pies descalzos que carga un niño a la espalda y un
cesto con frutas en la cabeza, frente a otra mujer similar a ella, con rasgos
étnicos africanos, que se encuentra sentada y vestida con telas lujosas,
buenos calzados y hermosas joyas, junto a un cofre para señalar una
estratificación económica dentro de una misma etnia.
Todo esto nos señala la diferenciación económica en
tierras americanas más allá de la condición étnica. Claramente se observa que
la condición étnica ya no es un elemento de unidad; por el contrario ella nos
indica la complejidad de los grupos humanos que subsisten en América del Sur.
Finalmente lo más interesante sobre Bolivia:
podemos rescatar cuatro imágenes entre paisajes urbanos, escenas de la vida
rural, y retratos indígenas jóvenes como el famoso retrato famoso titulado La
joven indígena de Huarina.
Debemos señalar que además de las técnicas del
grabado y del dibujo, Rugendas cultivó el óleo costumbrista, especialmente en
referencia a México y Chile, pintando también la estratificación social, como
lo hace en sus cuadros de las fiestas campestres, que hoy nos ayudan a
comprender el contexto histórico del siglo XIX.
Articulo original disponible en: https://www.paginasiete.bo/letrasiete/2019/8/18/johann-moritz-rugendas-en-bolivia-227643.html
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