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MARIANO MELGAREJO, EL RENACIMIENTO DEL MAL PODER

 


Por: José A. Loayza. / Diciembre de 2018.

“La ambición es un droga que convierte al que le es adicto en un demente potencial” E. M. Ciorán (1911-1995) escritor y filósofo rumano.
28 de diciembre de 1864, 6 de la mañana. El capitán Ávila del Regimiento Rifleros, frente al el Convento de los Jesuitas (hoy ENTEL-Cochabamba), formó dos compañías. En el momento que se abrió la puerta del cuartel entró Melgarejo vestido con uniforme de gala y acompañado de tres oficiales se proclamó Presidente de la República. Al rato fue a El Paso, distante a 10 Km., y tomó el Regimiento de Artillería. A las 6 de la tarde el depuesto general José María de Achá abandonó el palacio (hoy Sala de Concejales de Cochabamba). Melgarejo regresó a la ciudad, y los demás cuerpos del ejército se plegaron quedando consumada la revolución.
21 de enero de 1865, Melgarejo fue aclamado en su ingreso a La Paz, por los villorrios de El Alto, no por sus virtudes que no las tenía, sino porque la ciudad expresaba su desprecio y rechazo al gobierno de Achá por sus crímenes en el Loreto, apreciando por desquite a quien sin saber sería su peor verdugo.
6 de agosto de 1868, se reunió la Asamblea Nacional Constituyente, una vez concluida la Constitución, fue entregada a Melgarejo quien la promulgó en un acto solemne y en medio de un suntuoso banquete con invitados y diplomáticos; dijo:
“¡Sepa el doctor que acaba de hablar, y sepan los señores diputados, que la Constitución de 1861 que era muy buena, me la metí en este bolsillo, y la de 1868 que es mejor según estos doctores, me la metí en este otro, y nadie gobierna en Bolivia más que yo!”
Melgarejo ignoraba que la razón del gobierno es la preservación de la libertad y la garantía el funcionamiento regular del derecho, pero le incomodaban las restricciones que imponían la Constitución y la libertad individual, como lo expresó en el curso de su gobierno dictatorial:
“Mandaré en Bolivia hasta que me dé la gana y al primero que me la quiera jugar lo hago patalear en media plaza”.
¿Por qué Melgarejo que prometió trabajar por la humildad, la unidad, la moral y la economía, actuó diferente?
En la humildad, Melgarejo que venía de un origen humilde y pobre, de pronto se vio impulsado por una ambición desmedida que le permitió ascender hasta las posiciones más altas de la sociedad, a la que escandalizó con su conducta histriónica.
En la unidad, no pretendió unir al país, adoptó la sentencia de Julio Cesar: “Divide y vencerás”, y desarrolló una estrategia orientada a mantener bajo control al país, dividiendo y fragmentando el poder en distintas facciones de manera que nadie pueda reunirse bajo un objetivo común. Es más, apuntó al prejuicio social para generar hostilidad o rechazó a otro individuo o grupo o categoría social con características de raza, religión, discapacidad, etc. A ello sumó la distancia social, dificultando la comunicación bajo determinados estereotipos.
En la inmoralidad, aprovechó de su condición de mandatario para enamorar a cuanta mujer encontró en su camino, como su amante oficial, Juana Sánchez “La Juanacha”, con quien celebró, cantó, bailó y compartió su euforia hasta llegar a la agresividad judicial y física.
En lo económico, derrochó el dinero en diversiones y extravagancias con sus “leales” que le surtían de adulaciones, calificándolo de insustituible, y se creyó invencible, único y vanidoso por una erudición que no poseía. Vestía capa y poncho rojo, dominó al ejército, conspiró y mostró poco respeto a la vida humana, abuso en complacencia con sus camaradas, a los que abandonó cuando cayó en la batalla de las Barricadas el 15 de enero de 1871.
¿Será el poder tan inmenso y ambicioso como para llevar a los mandatarios a lo grotesco y a los absurdos más complicados para no soltar y tomar y retomar el poder? Este problema nos lleva a analizar los trabajos de Foucault, que siguiendo a Maquiavelo, vio el poder como "una compleja situación estratégica en una determinada sociedad". Max Weber, dijo que la sociedad moderna está amenazada por el fenómeno creciente de la concentración del poder dentro de las organizaciones. Pero el peligro de una prórroga va más allá, Robert Michels advirtió que la política actual, tiende a satisfacer y a formar una élite, como lo advirtió Rosa Luxemburgo en 1904, un ultracentrismo brutal, donde el partido crea estamentos burocráticos para ser dirigidos por un grupo de dirigentes privilegiados y seguidores sometidos a la obediencia más estricta pero separada de la cúpula decisoria, donde más tarde se forman grupos reducidos pero poderosos en la política y las finanzas. Para el gusto socialista, Trotsky también criticó la concepción leninista del partido, anticipó que el modelo produciría dos efectos letales: 1. La elite de revolucionarios privilegiados tomará a su cargo la labor de dirigir y educar al proletariado y este la de obedecer, y 2. El partido sustituirá la voluntad del proletariado por su Comité Central precedido por un dictador.
Aunque los líderes son elegidos democráticamente, se observa una tendencia a integrarse en élites de poder que se preocupan básicamente por la defensa de sus propios intereses y posiciones. En otras palabras, puede decirse que en la actualidad corremos el peligro de que las élites de poder, a través de amañados procedimientos, entren en un proceso mediante el cual su poder aumente, se perpetúe y retroalimente produciendo más poder. El poder enferma cuando los criterios no se traducen en el respeto a la Constitución, como consecuencia de un trastorno obsesivo asociado a la necesidad de tomar el poder a toda costa. De esto deriva el trastorno asocial, o la falta de escrúpulos que lleva a cometer las acciones más turbulentas incluso, como que no importa que suceda una guerra civil con tal de lograr el fin buscado. En esa suma o trastorno adictivo, el sujeto obsesivo se engancha al gozo, al placer, al trastorno histriónico, a la acción “teatral” por medios publicitarios. Por último viene el trastorno narcisista, que es la idea de creer ser el centro del mundo, y viajar, gastar, divertirse a costa del Estado, sin que haya poder social que lo pueda impugnar por su complicidad.
Mariano Melgarejo vivió su auge para llorar su caída. Un día fue en busca de Juanacha que estaba en Lima, caminó por la acera derecha hasta llegar a la casa. Levantó la vista y observó el portón. Golpeó la puerta y volvió a golpear con violencia. La puerta se abrió, salió José Aurelio Sánchez, fue breve el forcejeo. Dos tiros de revolver le disparó Sánchez, el primero al mentón, y el segundo y el mortal le penetró en la fosa occipital superior izquierda. Melgarejo retrocedió unos pasos y cayó en la calzada como un árbol gigante abatido por el vendaval, apenas respiraba, lo llevaron a la botica de Isaac Calmet, éste le aplicó un poco de álcalis a la nariz, pero no se pudo hacer nada. Melgarejo murió a las 22:55 aquella noche.
El ministro Juan de la Cruz Benavente, representante de Bolivia en el Perú, adquirió un nicho a perpetuidad. Las exequias por el eterno descanso de Melgarejo, se celebró en la legación el 25 del corriente a horas 11, en la iglesia de Nuestra Señora de La Merced.
En el cementerio “Presbítero Maestro”, a 4 Km de la ciudad de Lima, se ve una tumba.
CAPITAN GENERAL BOLIVIANO
MARIANO MELGAREJO
MUERTO EL 23 DE NOVIEMBRE DE 1871
RECUERDO DE LA LEGACIÓN DE BOLIVIA
Yo hubiera añadido en su epitafio, la sentencia de Francisco Benavente, premio Nobel de Literatura 1922:
LOS DICTADORES PUEDEN ULTRAJAR LAS LEYES, PERO NO LA VOLUNTAD DEL SOBERANO.

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