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EL TRÓPICO DE COCHABAMBA, LA OCUPACIÓN TARDÍA



(Por Gustavo Rodríguez Ostria)


En la primera década del Siglo XX Cochabamba enfrentaba una crisis. Como resultado, masas de personas migraron tanto a las salitreras de Iquique y algo más tardíamente hacia las minas de estaño. El desarrollo del mercado mundial abrió sin embargo una oportunidad, aunque mucho más pequeña, para los productores de Cochabamba. La expansión de la industria automotriz elevó su demanda e hizo del noreste un emporio económico donde circulaban relucientes libras esterlinas de oro. Hasta allí legaron decenas de extranjeros, cientos pobladores del oriente boliviano se trasladaron para laborar como jornaleros, mientras que las poblaciones indígenas de los actual Beni y Pando fueron sometidos a una sañuda explotación.  


Para mercaderes y productores de Cochabamba no era fácil atender al muevo mercado. Desde 1765se había buscado una ruta segura para conectar Cochabamba con Trinidad, pero en los albores de siglo XIX la intención no se había concretado. Trasladarse desde los valles departamentales hasta el precario puertos de Santa Rosa implicaba un largo y tortuoso viaje en mula que demoraba una semana que podía prolongarse al doble en épocas de las lluvias tropicales. Una vez en el fondeadero todavía había que surcar por caudalosos ríos hasta Trinidad.


La selva húmeda del trópico de Cochabamba no era concebida simplemente como un dificultoso lugar de paso hacia los ricos reinos de la goma. Desde 1765 los sacerdotes franciscanos se empeñaron en “cristianizar y civilizar” a las salvajes e  impías almas de la población yuracaré. Quizá entre 2.500 y 3.000 personas, habitaban desde el río Espíritu Santo, estribaciones de la montaña hasta las profundidades de las aguas de Isiboro-Sécure. Población sin estructuras verticales de poder, sobrevivían cazando, pescando y recolectando frutos silvestres, vestidos con sus trajes de corteza de árbol. Esta visión chocó fuertemente con la visión católica que pretendía “reducirlos” y obligarlos a vivir bajo la férrea lógica disciplinaria de las misiones donde serían convertidos en artesanos y agricultores sedentarios. El proyecto fracasó, los yuracarés prefirieron la “libertad de los bosques” de modo hacia 1820, los franciscanos abandonaron el trópico cansados de lidiar con “unos salvajes estúpidos”. Volvieron desde Tarata a mediados del siglo XIX con idénticos resultados. Un tercer, y último intento fue coincidente con el auge gomero y se inició en 1904. En la mirada franciscana persistía en su tarea evangelizadora, pero también entendía que los yuracarés podían coadyuvar a comerciantes que se adentraban en los ríos selváticos laborando como remeros, conductores de canoas y naves y eventualmente  como jornaleros.


Para esas fechas, la mayoría de la población de trópico de Cochabamba era yuracare, la que dominaba su espacio geográfico y humano. Los núcleos blancos y mestizos eran sumamente reducidos, y giraban en torno antiguo puerto de Todos Santos o el poblado de Chimoré. En 1905 el sacerdote italiano Francisco Pierini, Prior del convento de Tarata, propuso asentar en el trópico a la población migrante a las salitreras. No obtuvo resultado positivo y los cochabambinos siguieron buscando oportunidades de vida en el territorio chileno. En 1911 el magnate Simón Patiño propuso construir un ferrocarril entre Cochabamba y el actual Puerto Patiño. Sería la punta de lanza de un amplio proyecto colonizador y de la agricultura extensiva unida a la industria en el Chapare. No convenció a las autoridades locales ni nacionales


Hacia 1913 la situación dio un nuevo vuelco adverso para Cochabamba. La goma entró en crisis, los mercados se derrumbaron y las exportaciones disminuyeron al límite. La misión franciscana sobre el rio Chapare, aunque con altibajos logró sobrevivir convertida en una mezcla de programa religioso y un pequeño emprendimiento económico. El estado tomo un rol más decisivo en las trasformación del trópico. Siguiendo corrientes en países vecinos se propuso impulsar la migración extranjera. En 1920 Federico Román organizó con los Zapadores , una fuerza militar, que organizó el puerto de Todos Santos, que el rio Chapare se llevaría en los años 40. Fue el primer poblado de la avanzada criolla en el antiguo territorio yuracare. Pudo congregar en su seno a una pequeña pero activa colonia italiana, cuyos descendientes aún viven en Cochabamba. En el puerto también se asentaron criollos y mestizos cochabambinos. La localidad contaba con luz eléctrica provista por un motor, telégrafo, escuela y desde 1926 amerizaba el pequeño avión Junker del LAB que transportaba cuatro pasajeros que podía realizar en horas una ruta que anteriormente demoraba varios días.


Todos Santos confrontaba empero un antiguo problema. Contaba con una buena ruta de una treintena de kilómetros hasta Villa Tunari, pero de allí el camino de herradura no había mejorado grandemente. En 1926 Patiño propuso construir con sus recursos un camino carretero, pero nuevamente no fue aceptado. Recién en 1941 se inauguró una ruta hasta Villa Tunari que redujo el viaje a horas. Para entonces la misión franciscana había desaparecido. El Estado intentó remplazarla, sin éxito, con una escuela indigenal, bajo la tuición de Elizardo Pérez, el promotor de Wuarizata.

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