La violación del territorio boliviano por fuerzas
confederadas argentinas en agosto de 1835 agudizaron las tensiones existentes
en la frontera Argentino-Boliviana. Cabe mencionar que Las incursiones y violaciones
de territorios eran de ambas partes.
Con la designación de nuevas autoridades designadas por Alejandro
Heredia hombre del dictador Juan Manuel de Rosas, los preparativos y
escalada bélica en Jujuy y Salta comenzó inmediatamente.
Para los argentinos una guerra contra Bolivia
era un medio apropiado para incorporar los departamentos de Chichas y Tarija a
la Confederación Argentina y eliminar el régimen que había cobijado a los
emigrados opuestos al de Rosas.
A principios de 1836 Rosas comenzó a inquietarse ante el
aumento de la influencia boliviana en Perú tras los triunfos militares de
Yanacocha (13 de agosto de 1835) y Socabaya (7 de febrero de 1836). Finalmente,
el 28 de octubre de 1836 Santa Cruz expidió un decreto declarando constituida
la Confederación Peruano-Boliviana. Este hecho, y el conocimiento de que la
República de Chile era también firme adversaria de la creación de la
Confederación Peruano-Boliviana, llevarían finalmente a Rosas a ir a la guerra.
De esa manera Chile y la confederación Argentina empiezan
una guerra como aliados frente a la confederación Peruano-boliviana.
ANDRES DE SANTA CRUZ BUSCA INSISTENTEMENTE LA PAZ
Andrés de Santa Cruz se esforzó insistentemente en buscar un
entendimiento con el gobierno de Rosas. El intento del presidente boliviano se
inició con una nota del 27 de octubre de 1836 de su enviado, el general Mariano
Armaza, pidiendo una entrevista con Rosas al ministro Felipe Arana. Arana tardó
más de un mes en contestar, y cuando lo hizo, el 15 de diciembre, manifestó que
las urgentes atenciones que ocupaban el tiempo del gobernador no le habían
permitido hasta ese momento elevar a su conocimiento la carta del 27
Santa Cruz obró también para que Inglaterra ofreciera su mediación en el
conflicto. El ministro inglés en Buenos Aires se dirigió a Rosas a través de un
memorándum en donde señalaba su oposición a la decisión del encargado de
relaciones exteriores de la Confederación Argentina de declarar la guerra a la
Confederación Peruano-Boliviana, ya que en opinión de su gobierno, ningún país
tenía derecho de intervenir en los asuntos internos de otros. El representante
británico consideraba: “perfectamente justo el acto de confederación celebrado
entre Bolivia y Perú, estimándolo como una legítima aspiración de dos pueblos
que contemplaban sus mutuos intereses al ser país mediterráneo el uno, y
representar el otro un poder marítimo (...)”
Terminaba el texto instando al gobierno de Rosas a
reconsiderar con calma su posición y analizar las causas y probables
consecuencias de la guerra. El representante británico ofrecía inclusive su
mediación en caso de necesidad (2). Sin embargo, y como sabemos, las exigencias
impuestas por Rosas para aceptar la mediación (libertad de acción a Perú para
que decida o no su incorporación a Bolivia, la restitución de Tarija a la
Confederación Argentina, garantías positivas para la seguridad e inmunidad de
la Confederación Argentina y Bolivia, y la aprobación del gobierno de Chile de
los resultados que se obtuviesen de la mediación británica) hicieron que el
ministro británico decidiera suspender las negociaciones.
El gobernador de Tucumán Alejandro Heredia se manifestó
entusiasmado en un primer momento a favor de la guerra. El 21 de enero de 1837
escribía a Rosas:
Creo que no se presentará jamás una mejor oportunidad para recuperar
el territorio que ignominiosamente se ha despojado a la República Argentina. Para vengar
los muy reiterados agravios é injurias que se le han hecho, para destruir de raíz
las aspiraciones de los malvados unitarios y para revivir el Como que por
esta parte ha sido y es hostilizado abiertamente por el Gobierno de Bolivia
quien no contento con los reiterados ultrajes que siempre que se le ha
presentado oportunidad ha hecho a la República Argentina hostilizando muy
particularmente al partido Federal puso el 40% de dros. á los efectos de
ultramar q. por esta parte se introdujesen a Bolivia; prohibiendo muy recientemente
la introducción de ganados que puede decirse con exactitud es el único producto
del país imponiendo también el 2% á la extradición de metálico de aquella
República
Poco antes de decidir el cierre de toda comunicación con
Perú y Bolivia, Rosas escribía a Felipe Heredia, hermano del gobernador
tucumano e impuesto por éste en la gobernación de Salta, estimulando el
entusiasmo de las provincias norteñas a favor del enfrentamiento con Santa
Cruz. En esta carta del 28 de diciembre de 1836 Rosas alimentó la ambición de
los gobernadores de Salta y Jujuy sosteniendo que los sacrificios de la guerra
serían compensados apoderándose de la Villa de Potosí,
“…porque los Bolivianos no viven sino del tributo de los
Indios y de lo que produce el Cerro y Casa de Moneda de Potosí... y el
apoderarse de aquella Villa me aseguran que no es una empresa de grandísima
dificultad...”
Asimismo Rosas subrayaba que Bolivia:
“…nos debe los millones de pesos que hemos insumido por su
libertad e independencia en la guerra contra los Españoles: nos debe los
inmensos esfuerzos y sacrificios forzosos y espontáneos que han hecho en su
favor todos los habitantes de esta República; y nos debe la sangre argentina
que se ha derramado en esta guerra, no pa quedar de peor condición para
con ella de lo que estabamos antes sino para mejorar o cuando menos continuar
en las relaciones comerciales como habíamos estado siempre. Estos pues deben
ser los principales objetos de nuestras justas aspiraciones. Entienda que
restituida Tarija, el Río Suypacha deberá dividir el territorio de ambas
repúblicas; pero me parece que si podemos conseguir que la Villa de Tupiza y el
pueblo de Santiago de Cotagaita queden dentro de nuestro territorio, será lo
mejor y lo mas importante para dejar asegurada para siempre la paz y comercio
libre entre ambos Estados, con todas las franquicias que llevo indicadas. A
trueque de conseguir éste bien creo que podríamos condonarle los gastos hechos
en la guerra de la Independencia y también los aprovechamientos que ha sacado
de Tarija en todo el tiempo que ha tenido usurpada. Mas para obtener todas
estas cosas será preciso penetrar hasta la Capital de Bolivia, y tener por
nuestro el Cerro de Potosí. Tan importante adquisición debe ser obra con
exclusión de los Salteños y Jujeños”
LA CONFEDERACIÓN ARGENTINA DECLARA DE GUERRA
El 13 de febrero de 1837 el gobierno de Rosas declaró por
decreto cerrada toda comunicación comercial, epistolar y de cualquier género
entre los habitantes de la República Argentina, y los de Perú y Bolivia, y que
"en consecuencia nadie podría pasar del territorio de la primera al de las
segundas bajo pena de ser considerado como traidor a la patria". Esta
medida no sólo generó disgusto en el pueblo boliviano que se veía privado de su
pequeño comercio con las provincias del norte de la Confederación Argentina,
sino que también provocó temor entre ambos bolivianos y jujeños respecto de
eventuales acciones militares en su tierra.
Santa Cruz hizo un intento infructuoso por evitar la
apertura de su frente sur, escribiendo una carta en la que le ofrecía su
amistad y trataba de convencerlo de la total prescindencia del gobierno
boliviano en la política interna de la Confederación Argentina. Sin embargo, el
encargado de enviar este mensaje, general O'Brien, fue apresado e incomunicado
por el gobierno de Buenos Aires.
El 16 de mayo el dictador argentino Rosas designó a
Alejandro Heredia "General en Gefe del Ejército Argentino Confederado de
Operaciones contra el tirano General Santa Cruz". Finalmente, y sin
esperar la respuesta de las provincias a su solicitud de guerra contra Bolivia,
efectuada el mismo día, el 19 de ese mes Rosas declaró que "la
Confederación Argentina está en guerra con el gobierno de Santa Cruz, y sus
sostenedores"
DESARROLLO DE LA GUERRA
El balance de las operaciones militares resultó claramente
desfavorable para la confederación Argentina. Los ejércitos de la Confederación
Peruano-Boliviana cruzaron la frontera y ocuparon exitosamente las localidades
de Cochinoca, Iruya y Santa Victoria. Asimismo, las fuerzas del mariscal Santa
Cruz vencieron al ejército chileno y firmaron el Tratado de Paucarpata el 17 de
noviembre de 1837. Posteriormente las fuerzas Bolivianas derrotaron a las
fuerzas de la Confederación Argentina en las batallas de Iruya y de Montenegro (conocida
como batalla de Cuyambuyo por los argentinos), el 11 y el 24 de junio de 1838.
BATALLA DE IRUYA
El comandante de las fuerzas argentinas, Alejandro Heredia comandante
del Ejército del Norte tenía un ejército de unos 3500 hombres aproximadamente,
organizado en tres divisiones. Alejandro Heredia tras reorganizar sus fuerzas, se
dispuso a tomar la ofensiva contra las tropas de Otto Philipp Braun y
encargó a Virto que con su división avanzara hacia las montañas de Iruya,
en poder del coronel boliviano Timoteo Raña, para atacar al grueso del
ejército boliviano por la retaguardia e impedir su retirada mientras que la
división al mando del general Gregorio Paz debía ocupar la frontera
con Tarija y amenazar la ciudad de Chuquisaca.
El 10 de junio las fuerzas de la confederación argentina
llegaron a las proximidades de Iruya las bajo el mando de Manuel Virto.
COMBATE
Al amanecer del 11 de junio, Virto se puso en marcha y
se detuvo a unos 1200 metros de Iruya. Desde allí envió pequeñas fracciones de
tropas con la misión de exploración y reconocimiento. Cuando comprobó que se
hallaba libre de enemigos, adelantó la vanguardia a cargo del comandante Ángel
Rivas, que sería seguida por el grueso del ejército. Rivas informó que el
frente y los flancos del enemigo se hallaban protegidos por fuerzas
atrincheradas. Mientras la división marchaba a paso lento, Virto envió al
capitán Lorenzo Álvarez en calidad de parlamentario.
Manuel Virto ordenó a la vanguardia que se apoderase de una
altura próxima, lo que realizó sin inconvenientes. Al regresar Álvarez con el
fracaso de su misión, Virto decidió atacar y a las 7,30 de la mañana se ordenó
la iniciación del fuego.
En la mañana de 11 de junio inició el ataque desplegando
al Libertad en el centro y al de Restauradores y a la
infantería jujeña en las alas. Las fuerzas de Virto y Lagos arrollaron a la
infantería boliviana apostada en el camino, que huyó a Iruya arrojando las
armas. Virto y sus hombres los persiguieron hasta los parapetos y trincheras
que rodeaban al pueblo, donde se sumó la caballería de Iriarte tras batir a un
grupo de infantería boliviana.
La infantería argentina disparó sus armas para proteger la
caballería y la Compañía de Granaderos del Batallón Voltígeros, que cargaban
sobre el flanco derecho del enemigo. Varias veces se repitieron los asaltos
contra las posiciones atrincheradas del enemigo, sin conseguir ningún resultado
positivo a pesar de que los riesgos eran mayores que las ventajas logradas.
No obstante la presión de los embates de los argentinos se
hizo sentir y las adelantadas bolivianas comenzaron a retroceder para ocupar
otras posiciones reparadas a retaguardia.
Después de cuatro horas de combate, Virto comprendió que los
repetidos ataques realizados habían exigido grandes esfuerzos a la tropa sin
poder vulnerar la defensa de los bolivianos. Teniendo en cuenta el agotamiento
de la tropa y la falta de municiones, ordenó interrumpir el combate y se retiró
como pudo, sin que las fuerzas bolivianas los persiguieran.
El fracaso de la expedición argentina sobre Iruya contra las
fuerzas bolivianas fue un fracaso total.
BATALLA DE MONTENEGRO
Al tener conocimiento de la incursión argentina (Batalla de
Iruya del 11 de junio) el general Braun movió sus fuerzas de Tupiza y
marchó con ellas a Tarija, donde adquirió noticias exactas del rumbo que habían
tomado los argentinos.
Luego del combate de Zapatera del 3 de junio de
1838 Gregorio Paz avanzó con sus hombres de todas las armas hasta el Valle de
San Luis. Allí se informó que Braun se encontraba en Tarija con sólo 200
hombres de infantería y 50 de caballería por lo que el argentino Gregorio Paz
decidió tomar la ciudad.
COMBATE
El desarrollo de este combate fue incuestionable y arrolladoramente
a favor de Bolivia.
En un principio las fuerzas de la confederación argentina al
mando de Gregorio Paz emprendieron la retirada a lo que las fuerzas bolivianas
los persiguieron. Después de una tenaz persecución, las fuerzas bolivianas de Braun
alcanzaron Cuyambuyo el 24 de junio. Los soldados argentinos se habían
parapetado en 5 posiciones paralelas, cubriendo sus costados con las fuerzas de
caballería de que disponían.
Al iniciarse el combate una fracción de soldados de la infantería
argentina desertaron. Impedida de operar la caballería por las condiciones del
terreno quedaba a Paz el escuadrón de Rifles, una compañía del regimiento
Coraceros Argentinos y la infantería, a las órdenes del teniente coronel Manuel
Ubierna.
Las tropas bolivianas dominaban desde posición más elevada a
la infantería argentina y cubiertos por su fuego Braun ordenó atacar las
posiciones enemigas. Los soldados bolivianos cargaron pese a hallarse fatigados
y rendidos y obligaron a los argentinos a replegarse.
Las fuerzas argentinas sorprendentemente presentaron una
tenaz resistencia, y la batalla se prolongó por cinco horas. Finalmente un
asalto encabezado por el mismísimo Braun, secundado por el tarijeño, héroe
de la guerra de la independencia Eustaquio Méndez, Sebastián Ágreda, Fernando
María Campero Barragán y Francisco Burdett O'Connor, desalojó a los
soldados argentinos de su última posición.
Un soldado anónimo se refiere al combate:
"Era necesario perseguir a los fugitivos por una bajada
de 3 leguas de una montaña espesa y por una senda casi perpendicular y llena de
precipicios; mas, olvidando su fatiga y presentándoseles este nuevo obstáculo,
descendían rápidamente hasta las márgenes del Cuyambú, que los vio aquella
misma tarde coronados con los laureles de la victoria. El campo destinado a la
gloria de nuestras armas quedó cubierto de cadáveres enemigos y casi obstruido
su paso con armamento de toda clase, monturas, mochilas, maletas, caballos y la
mayor parte de los elementos de guerra que trajeron los invasores. Fueron
tomados también en él un teniente coronel, 17 oficiales y 180 de tropa, sin
hacer cuenta de los dispersos que se estaban reuniendo por las partidas que se
destacaron inmediatos, y con los que, según los partes que se han recibido, se
aumentaron a más de 250. Un estandarte, 230 fusiles, 84 tercerolas, 65 lanzas,
25 corazas y 165 caballos, los más de ellos con monturas, son los trofeos
recogidos en aquella jornada. Nuestra pérdida consiste en 10 muertos y 15
heridos, todos de tropa."
Por su parte el general Felipe Braun elevo el siguiente
parte a Andrés de Santa Cruz:
"La división vencedora de Montenegro, que arde en amor
y entusiasmo por su Gran Capitán, cuya imagen querida llevan fuertemente
impresa en sus corazones todos los individuos del ejército del sur,
considerando que a ninguno corresponden los trofeos recogidos por su constancia
y valor en el campo de batalla, sino al guerrero ilustre, que abriéndole el
camino de la gloria, ha dado brillo y esplendor a sus armas, coronándolas de
laureles. Animado de tan noble y justo sentimiento, se complace anticipadamente
con la idea de que el estandarte enemigo que le dirige por mi conducto, y que
fue arrebatado en la gloriosa jornada del 24 de las manos mismas de los
temerarios, que tuvieron la inconcebible demencia de pisar con sus impuras
plantas el suelo sagrado de los pacificadores del Perú, lo aceptará V.E. como
una prenda de sus entusiasmo y devoción y como un testimonio evidente de lo que
es capaz esta porción de bravos, cuando combatiendo por sostener la dignidad de
la Patria y las glorias del restaurador de ellas se halla inflamada por el
recuerdo del Vencedor de Yanacocha y Socabaya, que aun a la distancia enciende
y preside sus corazones en el combate. Al dirigirme a V.E. a nombre de la
división vencedora en el Montenegro, me felicito a mí mismo por caberme la fortuna
de ofrecer a V.E., por mi conducto, este trofeo del que va a cargo de
presentarlo mi ayudante de campo comandante graduado José Valle."
El 22 de agosto de 1838, el argentino Heredia
ordenó la retirada hacia Jujuy y luego a Tucumán al haber
fracasado las dos columnas. Después de su derrota, las tropas argentinas no
volvieron a presentarse más ante las fuerzas bolivianas, ni reaccionaron para
defender sus territorios invadidos por fuerzas bolivianas. La ocupación por
parte de las fuerzas bolivianas del norte argentino se mantuvo hasta la caída
de Santa Cruz y el final de la Confederación Peruano-Boliviana, en 1839 tras
la batalla de Yungay, año en que el nuevo presidente boliviano José
Miguel de Velasco, ordenó la desocupación del territorio argentino por las
tropas bolivianas.
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Viva Bolivia,karajo.
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