LA PENOSA, SACRIFICADA E INNECESARIA MARCHA QUE SIGUIERON LAS COMPAÑÍAS BENIANAS Y DEL TERRITORIO DE COLONIAS POR IRRESPONSABILIDAD DEL ALTO MANDO EN 1932

Por: Rodolfo Pinto Parada / Hazaña beniana en la Guerra del Chaco. // Fotografía: Beneméritos concentrados para un desfile del 6 de Agosto años después de la Guerra del chaco. 

Para poder explicar cuáles fueron las rutas que siguieron los contingentes benianos y del Territorio de Colonias para llegar hasta los campos de batalla en el Chaco boliviano, esta conferencia está basada en mis libros: “Rumbo al Beni” y “Arreando desde Mojos”, que son los únicos donde se puede encontrar esa información.
Cuando el retumbar de cañones, estremeció los “tusecales” del Chaco, la euforia de la guerra llegó hasta las venas de los tranquilos habitantes del norte de Bolivia, que sintieron vibrar en lo más hondo de su ser la fibra patriótica que siempre llevan latente en su continua lucha fronteriza.
Primero fue el Regimiento “Padilla”, cuyos soldados tuvieron que sufrir una odisea para trasladarse desde las cálidas tierras del Chapare hasta las elevadas montañas potosinas, sin caminos estables, para llegar al campo de batalla bastante diezmados.
Pero el clarín de la guerra llegó hasta el último rincón de la patria. La sangre rebelde de la juventud empezó a hervir ante la noticia de la invasión paraguaya que buscaba un pretexto para avanzar hacia los contrafuertes de la cordillera, después de haber hecho prospecciones infructuosas en busca de petróleo en todo su territorio. Las compañías transnacionales, como siempre, tuvieron su parte de culpa para que dos pueblos vecinos se enfrenten en una lucha donde, el que lleva la peor parte, es el pueblo mismo ya que el hambre, la desocupación y la miseria invaden los hogares humildes.
En el Beni, al llamado de la patria, acudieron muchos voluntarios a formar filas en el “Regimiento Beni” y eufóricos marcharon hacia las regiones del Chapare por la vía fluvial para después seguir por tierra hasta Cochabamba, tramontando la cordillera. El reconocimiento a cargo de los doctores Eduardo Fleichman y José G. Osoro empezó el 30 de octubre de 1932 tratando de cumplir en la mejor forma su trabajo.
El 18 de noviembre los nuevos soldados de la patria hicieron su primera presentación en público. A las 5 de la tarde, al compás de una vibrante banda militar, precedidos de la Legión Cívica, los conscriptos llegaron hasta frente al kiosco de la plaza principal desde donde se oyeron las palabras del Sr. José Chávez Suárez, jefe del Distrito Escolar del Beni. Después, el contingente desfiló ante el altar patrio instalado frente a la prefectura del Departamento. Nutridos aplausos acompañaron a los futuros defensores de la patria que muy pronto marcharían al campo de batalla.
En el norte del Beni, la Casa Suárez dispuso que el vapor “Rodolfo Araúz” traslade a todo el contingente que se formó en base a la séptima División de Ejército, acantonada en Riberalta. El 22 de noviembre, a las 6 de la tarde hacían su ingreso en la ciudad de Trinidad, los valientes voluntarios riberalteños.
Encabezaba el regimiento su comandante Tte. Cnl. Bravo. El joven reservista Félix Bascopé a nombre de sus camaradas y con palabras eufóricas y llenas de civismo agradeció al pueblo y a sus autoridades por la bienvenida que se les había brindado.
Después del acto, los 255 soldados riberalteños se instalaron en el local de la Escuela de Niños que había sido improvisada como cuartel. Cuando pasaron revista a toda la tropa, entre riberalteños y trinitarios sumaban más de 500 efectivos.
El principal problema que se presentó fue el de equipar al regimiento. De La Paz tenían que enviar uniformes, botas, armamento, etc., pero por dificultades en el transporte todo ese equipo no había llegado. Triste despedida cuando el regimiento salió rumbo a Todos Santos en las lanchas: Britania, Bolivia, Luis Antonio, Dr. Grether, Río Chapare, Mamoré y Rodolfo Arauz.
Dos días de descanso y a caminar por el terraplén que años antes había construido el Regimiento Zapadores hasta San Antonio.
Cada soldado lleva su ropa y su cama. Ninguno tenía armamento militar. Siguiendo el peligroso sendero montañoso, muy pronto quedan atrás: Jatun pampa, Locotal, Cuesta colorada, Salsipuedes, el Sillar, Siete Zetas, la cumbre de San Benito, Incachaca hasta llegar a Sacaba en 4 días de fatigosa caminata. 
En las postas o pascanas ofrecen queso y mote pero las cantidades son tan pequeñas que apenas abastecen a los que caminan más rápido. La marcha es desordenada y los soldados de reúnen solamente al concluir la jornada diaria.
Los puentes de madera, que con tanto patriotismo se construyeron bajo las órdenes del general Federico Román, ahora por falta de mantenimiento se encuentran destrozados. Los movilizados tienen que vadear los ríos agarrados de la mano para evitar que la fuerte corriente arrastre a alguno de ellos. A medida que ascienden hacia la cumbre, aumentan los problemas porque a ninguno se les entregó uniforme militar y son muy pocos los que tienen chompas o frazadas gruesas.
Al llegar a Cochabamba, unos resfriados y otros con pulmonía, la prensa nacional publica la noticia. Se hace el escándalo por la falta de responsabilidad de los encargados de la movilización y el Gobierno ordena el retorno del Regimiento Beni con sus efectivos que puedan caminar y además ¡la no movilización del Beni y Territorio de Colonias! La vuelta es otra odisea, sólo que ahora los víveres y las mochilas de los más débiles van cargadas sobre una recua de mulas que las damas cochabambinas consiguieron para aliviar la travesía de sus hermanos benianos.
El Regimiento Beni que tiempo atrás saliera con tanta gallardía y entusiasmo desde Trinidad, retorna hoy con sus efectivos disminuidos sin haber pisado el frente de batalla y sin haber recibido siquiera el fusil de reglamento.
Durante el año 1933 las cosas no marcharon muy bien en el Chaco y en una visita que el presidente Salamanca hizo al frente de batalla observó un detalle muy importante y era, que la gente del altiplano no se adaptaba al clima y a los insectos, viendo conveniente movilizar personal que resista al sofocante calor, que sepa orientarse en la selva y que conozca las características de la vegetación para conseguir agua en los momentos difíciles. Esa gente necesaria era la que vivía en el norte del país. Pero, había que evitar el desastre de la anterior movilización.
Ahí surge nuevamente en la memoria del Presidente, la figura del combatiente de la guerra del Acre: el general Federico Román. Se lo notifica inmediatamente y fue nombrado Jefe Supremo de la movilización del Beni y Colonias.
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