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EL GENERAL NARCISO CAMPERO Y SUS CONFLICTOS JUDICIALES

 



Por: Juan Isidro Quesada / publicado en el País de Tarija, el 13 de diciembre de 2020.

Tuvo el General Narciso Campero durante toda su vida una serie de problemas judiciales que le provocaron serios conflictos que influyeron sin ninguna duda en su larga vida política. Si bien ésta fue considerada por la mayor parte de sus contemporáneos como positiva, esto no fue óbice para que en ocasiones se le criticara.

Existen un conjunto de folletos, que podemos verificar su nómina en la magnífica obra de Gabriel René Moreno, cual es su catálogo de las publicaciones efectuadas en Bolivia en el transcurso del siglo XIX y principios del siguiente. Son muchos los folletos que nos hace conocer este ilustre bibliófilo, alguno de los cuales han llegado a nuestro poder. La mayoría de ellos son contrarios a Campero y, por ende, su persona es presentada con oscuros tintes, malamente. ¿Es real esto? Creemos que en parte si dado su atropellado carácter.

La vida de Campero fue bien movida desde su juventud. Aún más. Su niñez no estuvo de acuerdo con las normas sociales de su época. Pertenecía a familias de relevancia del sur de Bolivia. Por su padre descendía, aunque por línea natural, de los Marqueses del Valle de Tojo, poderosos y ricos propietarios cuyos bienes abarcaban el sur de la actual Bolivia y gran parte de las provincias de Salta y Jujuy. Se llamaba Felipe Campero y era hijo extra matrimonial del tercer Marqués don Juan José Martierena del Barranco y Fernández Campero y probablemente de una señora llamada doña Juana Albarao (Alvarado?), dato éste inseguro (1).

La madre del futuro General se llamaba Florencia Leyes, que desgraciadamente para él murió luego de unos meses del parto de su hijo, que había nacido el 29 de octubre de 1813 (2). Así fue que la vida de este niño estuvo signada en parte por la tragedia, con un padre anciano y algo distante, como era costumbre de ese entonces. Don Felipe Campero nunca se casó (dicen las crónicas que era bien feo de aspecto) aunque si tuvo descendencia natural: su hijo varón Narciso y cuatro hijas habidas en distintas mujeres. Indudablemente su riqueza y pertenecer a una familia importante y noble, aunque por línea natural, le abrieron las puertas no muy santas.

Huérfano de padres, recogió al niño su tutor por testamento paterno don Mariano Aparicio, rico comerciante en Chichas, quien le procuró una excelente educación. Siguió estudios en la Universidad de San Francisco Xavier de Chuquisaca. Pero pronto de despertó en don Narciso ansias de conocer Europa, y sobre todo Paris, meta entonces del saber de la juventud y ciudad cosmopolita en la que además de esos conocimientos de la modernidad de esos años, se unían los vicios apetecidos por esa juventud deseosa de conocerlos. Partió pues Campero acompañado por su primo hermano don Gregorio Pacheco (hijo de doña Josefa Leyes). Pero poco tiempo permaneció éste en Paris ya que terminados sus estudios de teneduría, regresó a su patria. Pobre como era, entró Pacheco en la casa de comercio de los hermanos Anzoátegui, que eran sus primos hermanos por Pacheco, y que tenían un próspero negocio radicado en el pueblo de Esmoraca (Chichas)con redes en todo el sur boliviano y norte argentino.

Entre tanto siguió Campero su vida estudiantil en Francia. Dada su juventud, tuvo relaciones con una joven de cuyas resultas nació una niña que fue el problema de gran parte de su vida. Su mantención, a la que se unía el resto de esa familia, le significaron ingentes gastos. Y Narciso Campero no contaba ya con gran fortuna a pesar de que su padre tenía fama de poseerla. Se decía que durante la guerra de los Quince Años o de Independencia, había enterrado su fortuna en onzas de oro y plata en lugar ignoto que jamás reveló. Su hijo se encontró al regresar de Europa en una situación patrimonial angustiante. Y aquí comenzaron sus pleitos por conseguir nuevos medios económicos. Y para ello se dirigió primero al primo rico, el quinto Marqués del Valle de Tojo don Fernando Campero, dueño de vastos territorios que abarcaban propiedades casi sin continuidad entre Tarija y San Antonio de los Cobres, propiedades éstas que lo hacían uno de los terratenientes más poderosos de la región. Pues a él dirigió don Narciso su artillería jurídica.

En su testamento don Felipe Campero declaró haber prestado al cuarto Marqués don Juan José Campero catorce mil pesos plata en ayuda de su campaña en favor de las tropas de Buenos Aires. La prisión de éste por los realistas y posterior muerte en Jamaica no dieron oportunidad para el arreglo de esta deuda. Don Narciso, a su regreso de Europa, sabiendo por su tutor Aparicio esta circunstancia, entabló negociaciones con suprimo hermano don Fernando en procura de la devolución de esta verdadera fortuna. Y aquí comenzó el primer pleito que por dinero entabló don Narciso. Y así comenzaron a publicarse diversos folletos a raíz de los cuales ambos primos cortaron relación de amistad y pusieron en público circunstancias privadas que les dejaban malparados. Es que la razón estaba en cabeza de don Narciso. El Marqués había arreglado esa deuda pagando seis mil pesos en una primera cuota, que cumplió. Pero habían quedado los albaceas que el resto se pagaría en poco más de dos mil pesos cada una en ciertas fechas, aspecto este último que don Fernando tardó en cumplir. En el arreglo habían quedado que se pagaría con una multa de dos mil pesos en caso de no cumplir las fechas estipuladas. Y fue esta circunstancia el inicio del pleito. Don Fernando había cumplido el pago, pero no en las fechas indicadas en el convenio. Peor aún. Pidió al administrador de don Narciso, le cambiara por un solo recibo con la fecha del último pago, obligándole devolver los recibos parciales que testificaban las fechas en las cuales de habían realizado dichos pagos. Don Manuel Anzoátegui, quien fue quien los devolvió, debió hacerlo ante la poderosa influencia del Marqués don Fernando en los Tribunales de Chichas.

Al regresar don Narciso de su largo y dispendioso viaje, se encontró bien falto de fondos para encarar su vida en Bolivia. Para colmo, había dejado en Francia como hemos indicado, una hija natural a la que mantenía con hartos gastos de educación, vestimenta y alimentación, no sólo para la niña sino también se unía a ellos la de toda su familia. Todo esto le desesperó al encontrarse con solo la disposición pecuniaria de su sueldo como militar, muchas veces llegado a cuenta gotas, lo habitual en esa época (3). Resultado de esto fue entablar pleito al Marqués su primo por los dos mil pesos establecidos en el arreglo de 1845, no cumplidos en las fechas acordadas. Don Fernando que disponía a su juicio de pocos bienes libres, puesto que la mayoría de ellos estaban vinculados al mayorazgo y título por el primer Marqués don Juan José Campero y que imposibilitaba así la venta de cualquiera de ellos, se vio precisado pagar los enormes gastos que su padre había realizado en la lucha contra las armas reales poco antes de su muerte al mantener algunos regimientos y soldados. Era difícil en ese entonces realizar la adquisición de dinero, dada la situación caótica en que se hallaban las provincias argentinas del norte en casi continua guerra civil y por ende la falta de comunicaciones fluidas con esas regiones. También dificultaba todo ello la negativa de muchos de sus arrendatarios a pagarle por considerarlo extranjero y no estar obligados a leyes que consideraban extrañas. Además otro conflicto se le presentó a don Fernando: separado de su esposa doña Tomasa de la Peña y Santa Cruz (sobrina del Mariscal), se unió a una dama tarijeña llamada doña Isabel Valverde con quien tuvo numerosos hijos (4). Como se comprenderá todos estos problemas significaron crecidos gastos, que le obligaros a retrasarse en las mesadas que debía a su primo. Éste no contempló esta situación y no titubeó en proseguir el pleito a un primo al que ya estaba distanciado y que era famoso por su mal carácter.

En primera instancia se le dio razón al acreedor. Pero ya en la segunda, y es muy probable pesó el poderoso influjo del Marqués, se revirtió la sentencia a su favor. Debía esperarse la sentencia de la Corte de Distrito, cuya decisión no nos ha sido posible averiguar; pero no es difícil de creer que en ella tuviera influencia la fuerte personalidad de don Fernando y su fortuna. Así perdería don Narciso un dinero que tan necesario le era.

Y otro problema tuvo que afrontar el Marqués don Fernando. Su única hermana, llamada doña Calixta, casó el 15 de marzo de 1831 en Chuquisaca con don José de Anzoátegui y Pacheco, que como hemos visto es el emprendedor comerciante en Chichas. Y como era costumbre en esa época, su hermano tuvo que entregarle una dote, previo también pleito en el que el Marqués aducía como argumento en contrario que sus bienes estaban vinculados al título que en realidad ya no existía pues las leyes de Bolivia habían declarado la caducidad de todos los títulos de Castilla. Así tuvo que entregar a Anzoátegui propiedades en la ciudad de Chuquisaca y las tierras de San Antonio de los Cobres en la Argentina. Así la familia Anzoátegui (cuyos retratos se conservan en manos de sus descendientes en La Paz) quedó rica al recibir valiosos bienes que con el tiempo recaerían en parte en don Narciso.

Éste, mientras tanto, siguió su carrera militar durante las presidencias de Ballivián y Belzu. Al tiempo fue elegido en 1857 senador por el Departamento de Potosí época en que entró de lleno en la revolución que entronizó como presidente de Bolivia a don José María Linares, heredero de la gran fortuna de los Condes de Casa Real de Moneda y de gran peso en la vida social del país. De ahí en más fue zigzagueante su actuación dentro de la vida política de la Nación (5). Vaivenes que le llevaron al ostracismo, primero a Tacna y luego a Buenos Aires, ciudad éste en la que ya había estado años antes donde había sido administrador de parte de los bienes del General Urquiza, presidente en ese entonces de la Confederación Argentina. En ella había hecho importantes amistades dentro de las esferas gubernamentales y sociales. Por ellas consiguió ayuda para sobrellevar su obligado ostracismo.

Regresó a Bolivia en 1865, cuando en ese país se había desencadenado un nuevo conflicto político-militar a raíz del motín encabezado por Mariano Melgarejo, militar que debía sus ascensos en el ejército a su valiente comportamiento en los diferentes golpes políticos. Pero ahora la ambición lo llevaba a aspirar la presidencia de su país. Hecho éste que será recordado por la Historia como el principio de una era de muerte persecuciones. Bolivia había caído en manos de un borracho que en ese estado daba muestras de verdadera locura.

Campero que era de carácter impetuoso y en momentos algo ingenuo, se puso a las órdenes de Melgarejo dando así gran impulso a la revolución contra el presidente General Achá. En Bolivia los presidentes asumían ese puesto en esos años no por medio de elecciones democráticas sino a través de revoluciones, crueles por cierto por las muertes que ellas traían. Y así ocurrió durante el gobierno de Melgarejo, puesta que hasta el mismo Campero estuvo a un paso de ser fusilado en uno de los arranques de locura presidenciales.

A raíz de este hecho, Campero se había apartado del ya inaguantable tirano recluyéndose en su hogar, pues ya había realizado su casamiento con su sobrina doña Lindaura Anzoátegui Campero, que haría honor a las letras bolivianas en obras que ya son clásicas. Ese retiro de la vida pública provocó el comienzo de otro pleito, muy sonado por cierto. Acostumbrado a vivir con holgura monetaria, gastaba sin mesura todo el capital que caía en sus manos. Y pese a que su mujer había aportado al matrimonio una importante fortuna, proveniente en parte de los bienes del Marquesado y de la casa comercial Anzoátegui, bien pronto lo dilapidó. Ante esa falta de dinero volvió sus ojos a una fortuna que comenzaba a estar boyante. Ésta era la de su primo hermano materno don Gregorio Pacheco.

Este insigne hombre público había comenzado su vida en la mayor pobreza. Con admirable tesón y perseverancia, poco a poco logró alcanzar una posición económica relevante gracias al descubrimiento de mineral de plata en la después famosa mina Guadalupe. Principió sus trabajos con poca suerte y muchos gastos. Pero no desmayó por esto don Gregorio. Junto con su esposa y prima también, doña Corina Aparicio, se trasladaron a la zona donde estaba la famosa mina, con un clima frígido y a alturas donde la respiración se dificulta a medida que se sube en los cerros. Y la suerte y empeño gratificaron su constancia al encontrarse una veta de plata que resultó muy rica que premió a su dueño por muchos años de riqueza y bienestar.

Pues bien, Narciso Campero ya tecleando en sus bienes, puso sus miras en su exitoso primo y le pidió `participación en la mina Guadalupe, aduciendo un acuerdo de palabra efectuado treinta años atrás y un préstamo de cuatro mil pesos algo dubitativo. La guerra del Pacífico, en la que tan bien se había distinguido don Narciso, dilató el juicio ante la participación de nuestro personaje, y cuando al frente de todas las tropas de Perú y Bolivia se dio la terrible batalla del Alto de la Alianza en que el ejército de su mando tuvo una relevancia heroica a pesar de haber sido derrotado ante armas muy superiores. Retraídos los bolivianos a sus lares altiplánicos, Campero vio gratificado su conducta con la presidencia de su país. En ella su personalidad se incrementó ya que cumplió a cabalidad todo cuanto de él se esperaba.

El pleito siguió su curso. Y con los años su primo Pacheco resultó electo a la primera magistratura boliviana. En ese cargo don Gregorio llevó a Bolivia a una espectabilidad dentro del mundo civilizado. De allí que el juicio que le había entablado don Narciso se vio como un episodio oscuro para ambos contendientes cuyas personas eran bien consideradas dentro y fuera del país. Pero es indudable que el pedido de Campero, sin una documentación fehaciente, no era creíble. Y como decía la defensa de Pacheco, no pudo aportar ningún convenio ni documento alguno societario.

No surge de los folletos que estamos glosando, cual fue el resultado de esta litis. Lo que si sabemos es que don Narciso terminó su vida en una finca cercana a la ciudad de Sucre con su numerosa familia. Retiro en el que muy probablemente atemperó sus ansias de hombre público, dedicándose sólo a sus hijos y a la producción de esa finca.

Quien esto escribe no duda en elogiar a ambos próceres bolivianos. La actuación de ambos, histórica ante el paso del tiempo, la considera relevante en bien de Bolivia a partir de sus gobiernos. Si bien por pocos años desgraciadamente, encauzaron la marcha política y económica del país a los cánones civilizados de esa época. Pero en Bolivia, mal que les pese a los gobernantes de ese entonces, existían al mismo tiempo dos civilizaciones contrapuestas: la europea que tenía por protagonistas a los descendientes de los conquistadores españoles, y la telúrica que incluía a todos los habitantes autóctonos americanos que representaban una mayoría importante respecto a los primeros. Y así, al cabo de los años éstos prevalecerían en la política boliviana.

Narciso Campero, como Gregorio Pacheco, fueron mirados por sus coterráneos, en especial lo del Río de la Plata, con benevolencia y amistad intelectual. Y así comentaba un político uruguayo de gran peso político en la región sobre don Narciso. Era don Andrés Lamas que esto decía: “Fue Campero un presidente que gobernó a su país con honor y conciencia patriota El armisticio que firmó con Chile dan fe de ello. Y si bien posteriores gobiernos firmaron tratados que menoscabaron el territorio nacional, ello no significa un menoscabo a su labor como magistrado” (6). Y así se lo reconocieron muchos personajes americanos, como lo comprueba este documento de Lamas, destacado intelectual de ambas orillas del Plata.

N O T A S

1.- Ver el folleto “El papel publicado por el Sr. Coronel Don Narciso Campero con el título Defensa del interés de la justicia por el interés privado. Sucre. 12 de setiembre de 1860. Imprenta de Beeche arrendada. Pag. 12.

2.- Modesto Omiste: El General Narciso Campero. Rasgos Biográficos. Potosí. 1898. Imprenta El Tiempo. Independencia 88. En uno de los folletos escritos contra el General, se dice que Felipe Campero, ya de setenta años de edad, sedujo a la niña mientras su padre Pedro Leyes rezaba el rosario. Circunstancia aprovechada por el seductor don Felipe.

3.- A su llegada a Bolivia nuevos vientos políticos se habían producido. El Presidente Ballivián tuvo que abandonar el poder y exiliarse. Una nueva administración, de corte populista, se entronizó en el poder en cabeza del General Manuel Isidoro Belzu. Siguió así una seguidilla de presidentes militares, salvo excepciones, que llevaron al país a sucesivos golpes políticos y luego a la desastrosa guerra con Chile de la que aún sufre consecuencias.

4.- En su vejez, viudo ya se doña Tomasa, casó el Marqués con su hijastra doña Corina Aráoz y Valverde.

5.- Seguimos aquí la biografía panegírica que escribió sobre don Narciso el Modesto Omiste, publicada en Potosí en 1896.

6.- Folleto titulado Contestación a los varios reproches y ataques dirigidos al General Narciso Campero. Sucre. Tipografía del Cruzado. 1884. página 13.

 

EL GENERAL NARCISO CAMPERO Y SUS CONFLICTOS JUDICIALES Por: Juan Isidro Quesada / publicado en el País de Tarija, el 13...

Publicada por Historias de Bolivia en Sábado, 13 de febrero de 2021

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