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GUERRA DEL CHACO: LA INMOLACIÓN DE LOS “33”

 


Por: Richard Mamani / Revista Ecos, Correo del Sur, 24 de junio de 2018.

Las tropas del enemigo estaban muy cerca de su posición y lo lógico era retroceder. Eso, sin embargo, iba a permitir que los paraguayos siguieran avanzado. No estaban dispuestos a permitirlo. Decidieron quedarse. Pelearon y resistieron todo lo que pudieron. Al final, murieron todos. Los “33”.
Su heroica acción evitó que los paraguayos tomaran el control de Villa Montes. Todos pertenecían al Regimiento Campos 6 de Infantería. Ocurrió en 1935. Sus cuerpos fueron encontrados un mes después y algunos todavía conservaban el fusil en la mano, clara señal de que los 33 habían decidido inmolarse.
Un libro
Los encontró el subteniente Adrián Barrenechea Tórres —padre del cantautor Adrián Barrenechea, nacido en Potosí—, uno de los héroes civiles de la Guerra del Chaco. Poco después de la contienda bélica y tras constatar la manera en la que los 33 habían perdido la vida, decidió publicar “Una verdad de la guerra”, un breve texto en el que cuenta la heroica acción de este grupo de combatientes.
El texto tiene, entre otros, una breve nota del expresidente Germán Busch en el preámbulo, que leyó “Una verdad de la guerra” y lo calificó como “una narración que resuena como un toque de clarines”. Lo escribió en 1936.
Hace poco, a propósito del 83 aniversario del cese de hostilidades entre Paraguay y Bolivia, el doctor Raúl Araujo sacó del “baúl” de sus objetos más preciados uno de los ejemplares de ese libro, el que le regaló el mismísimo Barrenechea.
“Me lo regaló cuando tenía ocho o nueve años, cuando nos contaba sobre la guerra. Nos quedábamos azorados porque contaba la Guerra del Chaco con lujo de detalles”, recuerda.
Barrenechea era primo hermano de la madre de Araujo.
¿Por qué escribió “Una verdad de la guerra”? “Tengo entendido que, por ciertas situaciones políticas, hicieron héroes de esa batalla a otros. Por eso, para buscar la verdad, escribió ese libro”, contó Araujo.

Gloriosa acción del 20 de febrero

El Regimiento Campos 6 de Infantería debía permanecer en Igüiraru. Sus oficiales, sin embargo, pidieron el honor de defender Villa Montes. El Comando Superior accedió luego de valorar la solicitud.
Pero en el campo de batalla algo salió mal. Una serie de errores facilitaron que el enemigo avanzara y chocara inevitablemente con ese Regimiento. Era el 20 de febrero.
“Desde los primeros días de febrero se hacía notoria una intensa actividad enemiga, que, en su loco como aventurado afán de llegar a su anhelo (la ocupación de Villa Montes), iba agotando sus mayores recursos bélicos y el más rico contingente de sus tropas, que, obedeciendo ciegamente a las órdenes superiores, se estrellaba en (una) lucha desesperada”, cuenta Barrenechea.
“Ignoraba el enemigo cuán grande era la voluntad boliviana” para defender su territorio, sin embargo.
“…la noche del 19 de febrero, después de iniciar un intenso hostigamiento, con fuego de morteros y piezas automáticas, sobre el sector ocupado por el Reg. Campos, especialmente contra su primer batallón, a los albores del día 20, día de sacrificio y de gloria, arreciaba sus fuegos, que gravitaron sobre la línea de la tercera compañía, comandada por el Sbtte. Roberto Peñaranda, golpeando fuertemente, desde el comienzo de su ataque, a la sección ‘Méndez Arcos’”. Los paraguayos ya habían llegado a la línea de defensa de Villa Montes.
“El centinela Emiliano Colque dio la voz de alarma contra el enemigo, que intentó sorprenderle; en vez de replegarse, se cubrió en su posición y combatió solo hasta agotar su munición. Cayó después de haber tendido a tres soldados enemigos”, cuenta Barrenechea.
“Mientras tanto, el Subtte. Félix Méndez Arcos rechazaba la primera embestida enemiga, cubriendo de cadáveres paraguayos el pequeño campo de tiro. Verdaderas oleadas de asalto, masas enfurecidas en medio de un formidable tronar de artillería y metralla, se estrellaban contra nuestras líneas, cayendo, (de) a poco, tendidos por el fuego certero y decisivo de la ‘Sección de Hierro’, que diezmaba las hordas invasoras”.
“A las 5:30 de la mañana, un más potente ataque enemigo golpeó nuevamente el sector de Méndez Arcos, mientras los soldados de su sección, halagados por el primer rechazo, combatían decididos, respondiendo al fuego que se multiplicaba en potencia. El (Regimiento) Campos carecía hasta de batería de morteros y de artillería, que apoyara la defensa. El glorioso grupo, después de combatir fuertemente, rechazó esta vez más al enemigo, pero debilitó su fuego”.
“Una hora de combate bravo, emocione, decisivo; una hora más de gloria, para aquella línea magna… Y llegó la tercera embestida enemiga, más fuerte aún. El tercer batallón de la unidad, más ensoberbecido, del Paraguay, atacó violento, feroz, al grupo que apenas dejaba oír ya una que otra de sus piezas automáticas, habiendo decaído notoriamente su potencia de fuego, a causa de las bajas sufridas y el agotamiento de su munición… Las armas quemaban las manos y tres ametralladoras pesadas se habían destrozado…”.
“Asido a una de ellas, el propio Méndez Arcos disparaba la última banda, cuando cayó un ‘stocke’, que le hirió de muerte. El puntador Luis Uriona, con otra pieza, corría desesperado, buscando una posición donde emplazarla: ora aquí, ora allá, donde su concurso fuera necesario, para detener la embestida del enemigo, que avanzaba cautelosamente, dominando con su fuego, al que nuestras tropas apenas respondían…”.
“La horda invasora pasó sobre los cadáveres de sus propios hermanos, para acercarse a nuestras trincheras y volvió a pasar sobre los héroes de la Sección de Hierro, para irrumpir nuestra línea”.
“¡Gloriosa epopeya, en que treinta y tres hombres rubricaron, con máximo heroísmo, una página más de nuestra historia patria!”.
“Un eslabón más fuerte aún, que se forja para seguir la cadena de innumerables victorias en la defensa de Villa Montes. Sesenta y cuatro enemigos han caído delante de nuestra línea, antes de romperla…”.
Las tropas nacionales, una de ellas a cargo de Barrenechea, lograron después mantener la línea de contención de Villa Montes y consolidar la línea que había defendido el Regimiento Campos.
Un mes después…
Unas cuatro semanas después, a Barrenechea le ordenaron levantar los datos del campo de batalla. Se topó con 27 soldados muertos, que yacían en sus posiciones, y logró identificar al menos 23.
“Al día siguiente, varios jefes y oficiales, en compañía del Cmdate. de Reg., afirmaron la exactitud del parte que diera Barrenechea y, repasando por delante de la línea, encontraron seis muertos más de la misma sección, entre los que se encontraba el glorioso centinela Emiliano Colque”.
“El patriótico y macabro conjunto que se ofrecía arrancó lágrimas de emoción y, entonces como ahora, fue y es el másculo ejemplo de fiereza y valentía. Treinta y tres cadáveres insepultos, dentro sus posiciones, con un montón de vainas de munición, señal evidente de que lucharon con fiereza hasta caer para no levantarse sino en las alas de la gloria. A dos y tres metros, yacían infinidad de muertos paraguayos, que, al trata de irrumpir nuestra línea, habían caído bajo el castigo de la ‘Sección de Hierro’”.

Barrenechea

Adrián Barrenechea Tórres fue ministro de Obras Públicas y embajador de Bolivia en Francia y Paraguay, todo durante el gobierno del MNR. También fue uno de los que firmó la Reforma Agraria del 2 de agosto de 1953.
Luchó en la Guerra del Chaco. Lo hirieron dos veces, pero eso no impidió que volviera al campo de batalla en las dos ocasiones.
Ascendió hasta el grado de subteniente por méritos propios. Tenía unas esquirlas en la cabeza, que nunca fueron operadas.
Jamás permitió que el enemigo rebasara su línea de fuego, según Raúl Araujo, que recibió de sus manos uno de sus libros.

El parte oficial del Ejército de Bolivia (1935)

El reporte oficial del Ejército de Bolivia del 18 de marzo de 1935 recogió los nombres de los inmolados. “Sargentos: Ignacio Masaya Méndez, Carmelo Martínez Wáyar, Ciro Calderón del Río, Juan Pérez Nava, Andrés Rojas Parra y Agapito Tejerina Guarachi; cabos: Jorge Soliz Espinoza, Agustín Medina Quiroz, Manuel Chávez, Claudio Marza Truya y Roberto Surubí Tomichá, de la tercera compañía, primer batallón del Regimiento Campos 6 de Infantería, que el día 20 de febrero ocupaba ese sector”.
“Efectuado el cuidadoso y prolijo reconocimiento del terreno, se comprobó que las posiciones habían sido ocupadas por la tercera sección comandada por el subteniente de reserva Félix Méndez Arcos, que yacía a medio enterrar en el sitio que indica el croquis de referencia. Se identificaron los siguientes cadáveres: cabo Valentín Berríos Molina; soldados Eduardo Aranibar Pérez, Cleto Barrera Martínez, Alejandro Segundo Choque, Genaro Arispe Orellana, Lorenzo Vargas Paco, Ruperto Hinojosa Nogales, Enrique Marca Chura, Florentino Lanosa Alvarez, Demetrio Fernández Estrada, Cruz Quispe Huaichu, Angel Majaya Cayo, Timoteo Gonzalez Gutiérrez, Francisco Camacho Alegre, Claudio Caballero Altamirano, Felipe Zárate Montero, Pedro Elías Arriola, Cecilio Alvarez Pillco, Humberto Moscoso Castro, Manuel María Roncal Erquicia y Manuel Villa Nicasio. Estos cuatro últimos, aún conservaban el fusil en la mano. A treinta metros delante de aquellos, se encontró el cadáver del centinela soldado Emiliano Colque Berríos. Frente a nuestras posiciones y distancias variables, de seis a ocho metros, se constataron veintinueve cadáveres paraguayos, enterrados a flor de tierra y tres fosas comunes (…).
Concluido este proceso de identificación, el Comando de la División, ordenó el inmediato recojo y encajonamiento de los restos pertenecientes a nuestras combatientes, que cayeron en la indicada acción, para rendirles, cuando la situación militar lo permita, los honores de ordenanza”.
Foto: Adrián Barrenechea Torres de Subteniente, aprox. 1933 (Créditos: Sociedad Charcas Potosí – SCP)
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