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LA VICTORIA PÌRRICA PARAGUAYA - BATALLA DE BOQUERÓN EN LA GUERRA DEL CHACO


Por: Oscar Córdova. 

Esta pírrica y extemporánea victoria de Estigarribia fué, estruendosamente festejada en todo el Paraguay. Sus 3.000 bajas -entre muertos, heridos y desaparecidos- fueron celosamente ocultadas a la opinión pública. El Gral. paraguayo Basiliano Caballero Irala las estimó en 4.000. El, también paraguayo, Tcnl. Arturo Bray, confirma esta cifra de 3.000 bajas. Oficialmente, la sanidad militar paraguaya admitió 1.890; obviamente, con fines de propaganda. Y con los mismos fines, la propaganda paraguaya infló las 52 nuestras: multiplicaron por dos los prisioneros del reducto (a 820) y aparte nos atribuyeron otras 1.878 bajas en nuestros "intentos fallidos de romper el cerco". En realidad, de acuerdo al Parte de la 4ª Div. al Gral. Quintanilla, el efectivo faltante en la división (incluyendo a la guarnición del fortín) el día 1º de octubre de 1932 era de 1.500 hombres en total (muertos, heridos, desaparecidos y prisioneros), considerando la totalidad de las operaciones. Los festejos en Asunción duraron varios días. La gente besaba y obsequiaba a los uniformados en las calles, instituciones, oficinas, tiendas, etc. La locura alcanzó hasta las máximas autoridades.
Un episodio realmente jocoso es el siguiente:
"Apenas conocida en la capital la capitulación de Boquerón -esta vez real y efectiva- el presidente Eusebio Ayala se dirigió al Hospital Militar Central para saludar a algunos de los heridos en la mencionada acción de guerra, que allí se asistían. Apenas había descendido de su automóvil -según relataron testigos presenciales del hecho- cuando se precipitó a su encuentro un sujeto, no ya joven, envuelta la cabeza en vendas y con la cara embadurnada con cuajarones de sangre. (Como si en ese estado hubiese podido llegar desde el campo de batalla, situado a más de quinientos kilómetros de distancia, con muchas etapas intermedias de evacuación). La cosa es que don Eusebio lo estrechó conmovido entre sus brazos, murmurando palabras de encendido patriotismo. Pero en medio de la euforia presidencial, encargóse el médico de guardia de poner las cosas en su lugar: tratábase, en realidad, de un beodo consuetudinario que la noche antes se había ido de narices contra el empedrado de la calzada, a media cuadra del hospital, en la calle entonces llamada Cachinga. Se comentó -no me consta- que a partir de entonces, nunca más volvió a visitar el presidente un hospital de sangre durante la guerra". (Luis Fernando Sánchez G. - Boquerón 1932).

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