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DUELO DE HONOR ENTRE UN ESCRITOR Y UN MILITAR / JESÚS LARA Y PEÑA Y LILLO.

 



Por: Tomás Molina. 


En el pasado las disputas políticas, litigiosas, amorosas y hasta  familiares se saldaban por la vía atroz del duelo. Y, Bolivia no fue ajena   a este método brutal de reparar ofensas, resabio de la barbarie de tiempos pasados. El año 1938, el escritor Jesús Lara publicó su libro de memorias sobre la Guerra del Chaco,  “REPETE”, en el que hacía una crítica sobre la desastrosa conducción de la guerra por parte de algunos oficiales de nuestro ejército, que nos llevaron a la derrota. Publicado el libro un coronel de apellido Peña y Lillo, instigado por sus camaradas y con la intención de escarmentar al escritor lo desafió a duelo. Jesús Lara se vio obligado a aceptar el reto, no obstante la enorme desventaja, a espaldas de su familia. El campo elegido fueron los predios de la Laguna Alalay, a la que ambas partes acudieron con sus padrinos y médicos. Era el 11 de febrero de 1938 y Lara se encaminó al campo del honor. Pero mejor cedámosle la palabra “…en el trayecto me sentí invadido de miedo. Yo había manejado el cañón y el mortero y el fusil; mas nunca había empuñado el revólver. En cambio, mi adversario, como militar, se entendía seguramente a maravilla con esta arma, pues en el Chaco le había visto siempre con un grueso revólver pendiente del cinto. Por otra parte, dentro de breves momentos me vería delante de un arma de fuego tendida contra mí lanzándome una, dos, quién sabe cuántas balas, una tras otra. Sin considerar la pericia del contendor, inclusive la casualidad podía hacer que un plomo viniese a alojarse en mi cabeza o en mi pecho. Con todo, como hacía en la línea de fuego en los momentos difíciles, hice de mis nervios un haz y los empuñé fuertemente. Entretanto llegamos al lugar. El adversario ya estaba allí, de pie junto a su automóvil. Lo encontré blanco como el papel. "Bien -pensé entonces- él tiene más miedo que yo", y una ráfaga de confianza vino a refrescarme el ánimo…Tras un cambio de ideas, los padrinos midieron la distancia, sortearon las armas, etc. A mí me tocó ocupar el lado sur y allí, en la raya me coloqué de espaldas al adversario. El juez de campo, coronel Barrientos, nos llamó a la reconciliación. Yo esperé que Peña y Lillo se pronunciara; él denegó la proposición y a mi vez dije que mantenía los términos expuestos en mi libro. Entonces se produjo la señal convenida. El adversario disparó antes que yo. Vi que había ejecutado una perfecta media vuelta, como buen militar, aunque el zumbido de su bala no me llegó al oído. En cambio, vi que mi bala levantaba menudos penachos de polvo en el suelo, en la dirección de su cuerpo. Entonces, me dije, bastante alentado: "No lo he hecho muy mal". El juez de campo nos volvió a exhortar, pero Peña y Lillo exigió que continuara el lance. En el segundo disparo también él se me adelantó. Entonces, ya sobre seguro, opté por tirar sobre un charco que había en medio, algo a un costado, de suerte que mi bala produjo un muy pequeño rebullido en el agua. Con lo que el juez de campo dio por terminado el lance. Luego corrió a abrazarme, con una frase muy amable, el coronel de la Riva y añadió: "Ahora todo el agravio se ha borrado; ustedes tienen que darse la mano" "Yo no tengo inconveniente, mi coronel", le dije. Me condujo del brazo al punto, donde, inmóvil y rodeado de los otros padrinos y de los médicos, se hallaba mi adversario. Llegado delante de él, en silencio le tendí la mano. Él no me la tomó; al contrario, me dijo: "No puedo darle la mano" o alguna otra cosa parecida, aunque no pidió que se prosiguiera el lance...”

 El militar tenía el apoyo de sus camaradas, pero Lara tenía el apoyo de todos los ex combatientes del Chaco agrupados en una Federación y de haberle ocurrido algo malo, con seguridad los militares la hubiesen pasado mal. Eso es todo por hoy. Saludos.

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