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| Piquete "Pérez Velasco" expedicionarios al Acre, durante la denominada guerra del Acre con el Brasil. |
Por: Wilson García Mérida, publicado en Sol de Pando el 6 de
agosto de 2021. / Disponible en: https://www.soldepando.com/otro-6-de-agosto-se-nos-fue-el-acre/
Es irónico y fascinante a la vez: el 6 de Agosto, Día de la
Independencia de Bolivia frente al yugo colonial español, es también Día de la
Independencia del Acre frente yugo militar boliviano. Y es más sorprendente aún
descubrir que la resistencia acreana contra el militarismo andino, vinculado al
naciente imperialismo norteamericano, fue gestada por unos españoles
colonialistas que combatieron en Cuba contra la marina de Estados Unidos, cuyos
descendientes encabezaron medio siglo después la Revolución Cubana.
Por cien días de un corto verano, el Acre fue una República
Independiente, un país que nacía libre de Bolivia y Brasil.
Para entender mejor estas bromas de la historia, empecemos
por el principio:
Responsables en Bolivia de la pérdida del Acre: el general
José Manuel Pando y los altos mandos del Ejército boliviano. Pando promovía la
entrega del territorio acreano a un consorcio norteamericano que se encargaría
de administrar el cobro de impuestos por la explotación de la goma, durante 30
años. Los militares paceños y cochabambinos cometían abusos contra los
pobladores nordestinos del Brasil que habían poblado esa zona amazónica
mientras el Estado boliviano, más minero que forestal, ignoraba deliberadamente
la existencia de aquella parte remota de Bolivia.
Los datos que Sol de Pando ha recogido durante dos años en
archivos históricos, museos, bibliotecas, hemerotecas y librerías de Xapurí,
Rio Branco y Brasilia revelan que la llamada Revolução Acreana como
se recuerda en Brasil aquel acontecimiento que para los bolivianos fue la
Guerra del Acre, resultó en los hechos un acto de resistencia del pueblo
acreano a un intento de invasión financiera y militar de Estados Unidos —la
primera que se registra en la historia— al territorio amazónico.
Para Bolivia, este territorio que el país heredó de la
colonia española no tenía nombre. Era una extensión abstracta del llamado
Territorio Nacional de Colonias. El nombre de Acre pusieron los migrantes
nordestinos del Brasil. Según el historiador Moisés Souza Lucena, los primeros
migrantes buscadores de la siringa que llegaron de Ceará en 1882 se asentaron a
orillas del rio Aquiry, toponimia indígena con que este afluente amazónico era
conocido por el pueblo Apurina de la etnia Huni Kuin. Siendo que la vocal “e”
final se pronuncia “i” en portugués, la pronunciación correcta de Acre
(contracción de Aquiry) es “Acri”.
Cuando estallaba la Revolución Federal en Bolivia, en un
acto desesperado, además improvisado, el gobierno conservador de Severo
Fernández Alonso envió una misión civil-militar para sentar soberanía en este
territorio, por primera vez después de la Fundación de la República. José
Paravicini, el delegado boliviano, había instalado un puesto de aduana en el
límite inter-estatal con el Estado de Amazonas, cuya capital, Manaos, era el
principal punto de acopio de la goma acreana destinada a los mercados de Europa
y Estados Unidos. El puesto aduanero creado por Paravicini se llamó Puerto
Alonso y el tributo que cobraba a los acreanos encareció el precio de la goma
que llegaba a Manaos, lo cual fue el inicio de la revolución en ciernes.
Pando y el negocio de entregar el Acre a Estados Unidos
Severo Fernández Alonso cayó el mismo año en que Bolivia
pretendía sentar soberanía en el Acre. Se hizo cargo de la situación el
inefable José Manuel Pando, quien intensificó la militarización del territorio
ocupado, avasallando a los antiguos pobladores nordestinos del lugar, quienes
desde 1879 habían comenzado a habitar este territorio abandonado, expulsados
del nordeste brasileño (Ceará, Pernambuco, Bahía, Piaui, etcétera) por una
apocalíptica ola de plagas y sequías. En aproximadamente dos décadas de éxodo
hacia la Amazonia, el Acre fue ocupado por casi 3.000 familias nordestinas y
unas 100 familias sureñas. Cuando llegaron las tropas enviadas por Pando, entre
los abusos que se cometían, coinciden los historiadores brasileños, estaba el
obligarles a escribir y comunicarse en español. Los militares bolivianos
incluso cambiaron arbitrariamente toponimias originarias como la de Xapurí,
ciudad a la que denominaron “Villa Mariscal Sucre”.
Los habitantes nordestinos reconocían la potestad boliviana
del territorio acreano. Intentaron conciliar con las fuerzas militares de Pando
aceptando someterse a las leyes bolivianas, a cambio de una razonable
disminución en la tasa del tributo para enviar la goma a Manaos, y se respete
el uso de la lengua portuguesa en esta zona. El hacendado Neutel Maia, un noble
cearense que fundó la villa de Volta da Empreza (hoy Rio
Branco), era de los que intentó permanentemente conciliar con los bolivianos.
En sus memorias, Nautel Maia recuerda que negociaba amigablemente la compra de
ganado con comerciantes bolivianos que llegaban al Acre desde la zona de
Riberalta, mucho antes de las misiones púnicas del presidente Pando.
El Gobierno Federal del Brasil se mantuvo al margen de la
confrontación, lo mismo que el Ejército brasileño. Los gobernantes brasileños
reconocían la propiedad de Bolivia sobre el Acre, en virtud del Tratado de
Ayacucho de 1867 firmado entre ambos países ratificando la repartición colonial
de esa zona amazónica entre Portugal y España. Por ello mismo, los habitantes
mayoritariamente nordestinos del Acre estaban dispuestos a negociar con el
Gobierno boliviano su permanencia y su vida adquirida en este territorio.
Pronto se llegaría a descubrir el por qué de la obstinación
militarista de José Manuel Pando. En 1898, el “barón del estaño” Víctor Avelino
Aramayo, con apoyo de políticos liberales como José Manuel Pando e Ismael
Montes, había promovido la creación de una compañía con capitales de la banca
inglesa y norteamericana, con sede en Nueva York, denominada “Bolivian
Syndicate”, uno de cuyos accionistas era Archibald Roosvelt, hijo del
entonces presidente de Estados Unidos. Este grupo comprendía que sería
imposible para Bolivia por si sola dominar y controlar a los miles de
nordestinos asentados durante dos décadas en aquel territorio rico en goma. Se
necesitaba de una fuerza mayor. Desde su gestación, el plan para la
intervención norteamericana en el Acre era, además de financiera, militar.
En su investigación histórica, Sol de Pando estableció que
la resistencia al plan norteamericano de invadir el Acre con la complicidad
boliviana, partió de Cuba, vino con el equipaje de un fascinante anarquista
andaluz de fines del siglo XIX: Luis Gálvez Rodríguez de Arias, un combatiente
de la guerra hispano-norteamericana que aconteció exactamente en el mismo
periodo en que sucedió lo del Acre. Fueron conflictos simultáneos en el Caribe
y la Amazonia que Gálvez unió, diríamos, artísticamente.
La efímera República Independiente del Acre y el
legendario Luís Gálvez
La vida y las aventuras de aquel extraordinario anarquista
español que convirtió el Acre en una efímera República Independiente, son el
insumo de una novela negra y su película aún no concebidas. Las biografías que
se han escrito sobre Luis Gálvez Rodríguez de Arias, nacido el 26 de enero de
1864 en San Fernando de Cádiz, Andalucía, nos muestran a un intelectual de fina
alcurnia, agente de Inteligencia de la Corona española durante la guerra
hispano-norteamericana de Cuba, un periodista de erudita pluma y seductor
impenitente.
Los libros “La Estrella Solitaria” del periodista español
Alfonso Domingo y “Galvez, emperador del Acre” del brasileño Márcio Gonçalves
Bentes de Sousa, describen su trayectoria novelesca. Estudió ciencias jurídicas
en la Universidad de Sevilla y se capacitó en las más altas escuelas militares
de Europa, incluyendo la academia naval de Lisboa; fue políglota, trotamundos y
espía al servicio del rey de España. En el fragor de la decadencia
colonialista, abrazó las ideas anarquistas de Bakunín y se afilió al pensamiento
de los socialistas utópicos pre-marxistas.
Era sobrino de Alejandro Rodríguez de Arias, Gobernador de
Cuba hasta un lustro antes de la invasión de Estados Unidos que arrebató el
control de la isla a la Corona española. Luís Gálvez fue combatiente en
aquella guerra y perteneció a la Fuerza Naval de España que hundió al acorazado
norteamericano Maine, el 15 de febrero de 1899. Como espía, dos años
antes de aquel memorable combate naval en el mar Caribe, tuvo conocimiento que
un buque mellizo del Maine, el Wilmington —construido en un astillero de Carolina
del Norte—, sería emplazado a Sudamérica por la ruta del Atlántico para dar
apoyo militar a la Bolivian Syndicate en el plan de tomar el
Acre. Fue así que la guerra hispano-norteamericana de Cuba se expandió hacia el
conflicto boliviano con los nordestinos acreanos.
Luis Gálvez llegó a la Amazonia a fines de 1897. Gracias a
su dominio de la lengua portuguesa se enroló en los periódicos Correio
do Pará, en Belém, y O Comércio do Amazonas de Manaos.
Usando un seudónimo para proteger su identidad, escribió artículos informando
de la invasión norteamericana al Acre a través de la Bolivian Sindycate,
advirtiendo de tal peligro a las autoridades brasileñas. El Gobierno Federal no
dio importancia a los informes militares del español. Sin embargo el Gobernador
del Estado de Amazonas, Ramalho Junior, tomó en serio las advertencias de
Gálvez y le encomendó una misión militar para organizar una guerrilla con el
objetivo de expulsar del Acre a los bolivianos que actuaban como avanzada de la
invasión norteamericana. Gálvez aceptó el financiamiento y las armas que le
entregó el Gobernador de Manaos. Organizó una columna con varios otros
españoles que llegaron con él de Cuba, entre ellos unos hermanos gallegos de
apellido Castro que, según las fuentes entrevistadas por Sol de Pando en Rio
Branco, serían parientes del padre del futuro presidente cubano Fidel Castro
Ruz.
Lindando en la leyenda, los biógrafos de Gálvez afirman que
durante los preparativos de su guerrilla, el español sedujo a la esposa del
delegado boliviano José Paravicini, obteniendo por esa vía amorosa información
que le permitió tomar ventajas en su campaña para expulsar a las tropas
bolivianas y abolir la aduana de Puerto Alonso.
Cuando los bolivianos fueron expulsados por la guerrilla de
Gálvez, a fines de junio de 1899, el libertario español decidió separar el Acre
del propio Gobierno del Brasil, creando un nuevo país al que llamó República
Independiente del Acre, del cual se declaró emperador. Fundó el nuevo Estado
con estas palabras:
“Si la Patria no nos quiere, haremos nuestra propia
Patria… Si Brasil no quiere que seamos brasileños, tampoco seremos bolivianos,
seremos lo que somos: acreanos”.
Instituyó como fecha de fundación de la nueva República el
14 de julio de 1899, en homenaje a la Revolución Francesa. Designó embajadores
para los países miembros de la Liga de las Naciones en procura de
reconocimiento internacional del naciente Estado. Y, por supuesto, el Gobierno
español que presidía Práxedes Mateo Sagasta, bajo la corona del rey Alfonso
XIII, no demoró en reconocer al nuevo país.
Aunque la República Independiente del Acre tuvo una efímera
vida de tres meses y unos pocos días, Luis Gálvez sentó las bases
institucionales y autonomistas del actual Estado do Acre. Creó una policía
propia, un cuerpo de bomberos, escuelas y hospitales modelo, y había proyectado
la futura Universidad del Acre. Creó la bandera del país que es la misma que
actualmente flamea en el moderno Estado do Acre: un pabellón rectangular
dividido en dos triángulos, uno amarillo y otro verde, colores que lleva la bandera
del Brasil simbolizando el oro y la floresta, con el agregado de una estrella
roja (la “estrella solitaria”) en la esquina superior izquierda. Casualmente,
esos tres colores coinciden con los de la tricolor boliviana.
Galvez intentó experimentar sus ideas socialistas buscando
abolir la propiedad privada, lo que causó el espanto de los hacendados
caucheros que financiaron su guerrilla. La República Independiente del Acre fue
el primer país socialista en la historia moderna de la humanidad, mucho antes
de la propia Revolución Rusa. Quiso beneficiar a los peones siringueros de
origen nordestino con medidas sociales que afectaban los intereses de los
propietarios de las siringas, en su mayoría provenientes del sur oligarca del
Brasil. En noviembre de 1899 sufrió un golpe de Estado oligárquico que debilitó
drásticamente su precaria gobernabilidad.
Finalmente, su proyecto socialista fue visto como una
amenaza por el mismo Gobierno Federal del Brasil. En marzo de 1900, por primera
y única vez en el curso del conflicto acreano, una flotilla de la Marina de
Guerra del Brasil desembarcó en Porto Acre (ex Puerto Alonso), tomando preso a
Gálvez y extraditándolo a Rio de Janeiro; luego de transcurrir algunos días en
la cárcel fue deportado a España, donde falleció en 1935.
Tras la abolición de la República Independiente del Acre, el
Gobierno Federal del Brasil devolvió el territorio acreano al Gobierno de
Bolivia que restableció el puesto aduanero de Puerto Alonso.
En septiembre de 1900 las tropas de José Manuel Pando
volvieron al Acre pisando más fuerte y elevando los impuestos para el tránsito
de la goma al vecino Estado de Amazonas.
Y el buque Wilmington, mellizo del Maine, se acercaba a
Manaos, con rumbo al Acre.
“Es temprano para la fiesta”
Cuando cundió la noticia sobre la llegada del acorazado
Wilmington al puerto de Manaos, de lo cual Gálvez había advertido dos años
antes, en diciembre de 1900 los acreanos se volvieron a unir organizando una
nueva guerrilla —recordada como la “Expedición de los Poetas”— que fracasó
estrepitosamente.
Finalmente, el 11 de junio de 1901 el Gobierno de Pando y
la Bolivian Sindycate consumaron el contrato de arriendo para
la administración norteamericana del territorio del Acre, firmado en Nueva York
por el embajador plenipotenciario de Bolivia en Estados Unidos Félix Avelino
Aramayo y Frederick Whitrideg, socio y representante del grupo Roosvelt.
Mediante aquel contrato, la compañía norteamericana obtenía
el derecho de administrar la economía gomera del Acre durante 30 años
manteniendo una fuerza armada apoyada desde Estados Unidos, con una
compensación del 60% de las rentas para el Estado boliviano.
El Gobernador recién elegido del Estado de Amazonas,
Silverio Néri, propuso organizar una nueva guerrilla para frenar aquel perverso
avance boliviano-norteamericano, y esta vez el mando fue encomendado a un
miembro prominente de la casta feudal: José Plácido de Castro, un experimentado
topógrafo y ex combatiente de la Guerra Federal, proveniente de una familia
distinguida de Porto Alegre, en el próspero sur del Brasil.
Inteligente como era, Plácido de Castro planificó un ataque
a las fuerzas bolivianas que estaban concentradas en Xapurí, aprovechando las
fiestas patrias del 6 de agosto, cuando Bolivia celebra la efemérides de su
fundación.
En la víspera, la noche del 5 de agosto, las tropas
comandadas por el intendente de Xapurí (que los bolivianos denominaron “Villa
Mariscal Sucre”), Juan de Dios Barrientos, habían celebrado una fiesta con
abundancia de bebida y mujeres. “Hicieron traer niñas de programa desde Manaos,
festejaron toda la noche, hasta el amanecer del 6 de agosto”, nos dijo el joven
intelectual xapurense Haroldo Zaine. Aquel fortín boliviano se encontraba en el
lugar donde hoy funciona el Hospital Municipal Epaminondas Jácome; aunque otras
fuentes indican que el cuartel se instaló en un caserón conocido como la Casa
Branca, el cuál estaba siendo restaurado en 2016, cuando Sol de Pando llegó a
Xapurí.
Juan de Dios Barrientos era uno de muchos tarateños que
llegaron al Acre con las tropas del Regimiento Avaroa. Fue designado Intendente
de la Villa Mariscal Sucre por el coronel Lino Romero, que reemplazó al
delegado José Paravicini en el puesto aduanero de Puerto Alonso.
La madrugada de aquel 6 de agosto, al salir el sol, las
tropas de Plácido de Castro se aproximaron al cuartel boliviano en Xapurí, sin
ningún alboroto. Tocaron la puerta con cierta amabilidad. Les abrió el
intendente Barrientos con los ojos somnolientos y el tufo a “ch’aquí”, pensando
que los brasileños venían a saludarlo por el 6 de agosto. Entonces se produjo
aquel memorable diálogo que conmociona al sólo imaginarlo:
“Caramba, es muy temprano para la fiesta” —le dijo
Barrientos a Plácido de Castro.
“No es fiesta señor intendente” —le respondió el guerrillero
acreano—. “Es una revolución”.
Rendidos por el “ch’aquí” y la sorpresa, Juan de Dios
Barrientos y los soldados a su mando fueron apresados sin ninguna resistencia
ni violencia.
La primera medida de Plácido Castro fue restituir el nombre
de Xapurí a una «Villa Mariscal Sucre» que desfiguraba la identidad acreana
forjada en más de 20 años de una cultura siringuera fruto de un éxodo
nordestino demasiado humano.
Ahora sí, la Revolución Acreana había logrado su objetivo de
detener el plan de Pando para entregar el Acre a la Bolivian Sindycate y
a las tropas norteamericanas agazapadas en el buque Wilmington.
Después de Xapurí, las tropas guerrilleras de Plácido de
Castro y el Ejército boliviano libraron varias batallas en una confrontación
que expuso enormes gestos de heroísmo en ambos bandos, y concluyó en noviembre
de 1903 con la firma del Tratado de Petrópolis, mediante el cual Brasil le
compró el Acre a Bolivia para evitar una conflagración con el Ejército
combinado de Estados Unidos. Bolivian Sindycate recibió una
gran parte de esa paga.
Fue así que la revolución triunfó con los nordestinos
acreanos ejerciendo sus derechos en este territorio abandonado por Bolivia.
Si bien no fue una revolución en el sentido de transformar las relaciones de explotación social que prevalecían en la extracción de la goma, como intentó fallidamente Luis Gálvez, lo fue en el sentido de ser el primer levantamiento anti-imperialista en la historia contemporánea de Latinoamérica, sin duda alguna.

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