Por: Arnaldo Mejía Méndez - Este artículo fue
publicado originalmente en la Revista Digital Pueblo de Leyenda. Trinidad,
Beni, Bolivia - Abril de 2016 / Tercera época.
Bolivia es Ingavi
Ingavi es Ballivián
Ballivián es patriotismo.
Paradigma de la Nación.
Una verdad histórica.
Bolivia siempre fue conducida a la derrota. En su vida rara
vez se ve un destello de grandeza o un real acto de estadista. Esa
responsabilidad compromete a esa lista larga de caudillos, de politiqueros
demagogos, y dictadores sombríos que siempre han estropeado al país, como
bien lo apunta Don Nando García Vespa,“ebrios de alcohol, de poder y de
sangre, ahítos de vanidad y de odio, ignorantes, con más ambición que
patriotismo, con más instinto que talento”.
Con la victoria de Ingavi, José Ballivián se constituyó
luego, en uno de los Presidentes más idolizado, patriota y progresista que ha tenido Bolivia.
Ingavi es la mayor gloria guerrera, en el heroísmo exaltado
de esos soldados que llevó a la victoria el General Ballivián.
Ballivián, el patriota sin miedo y militar estratega,
guerreó en los campos deIngavi numéricamente en total desventaja frente al
enemigo. Apenas contaba con un poco más de 3.000 soldados y los peruanos
eran6.000 bien pertrechados, debidamente disciplinados y comandados por el
enemigo más tenaz y feroz que históricamente ha tenido Bolivia.
Es importante anotar, que la briosa caballada con la que
aportó Mojos para el Ejército Nacional, contribuyó grandemente a la humillante
derrota que sufrieron los invasores.
El bufar embravecido de estos animales enardeció el combate
y les infundió una especie de pánico colectivo a la tropa de los adversarios,
que sólo atinaba a huir, buscando únicamente
cómo salvar el pellejo y liberarse de aquella
dantesca pesadilla en la que epilogó la gran
victoria boliviana. Fue así como el caballo mojeño, al demostrar sus excelentes
cualidades guerreras, se convirtió en el mito del terror para los soldados
peruanos, que aprendieron la lección de no hollar nunca más el suelo de nuestra
Patria. Con esta victoria, Mojos con su legendaria caballada, también
contribuyó poderosamente a defender Bolivia del desastre.
Aquel día pesado y silencioso, 18 de noviembre de 1841, día
aciago y eterno, Bolivia se encontró viviendo en el linde de su propia
existencia. Su suerte ya estaba echada y, sólo dependía del valor supremo
de un único hombre que había aceptado para esa terrible ocasión, el encargo
social de defenderla con audacia y con verdadero amor por la patria. Ese día densa bruma se cernía sobre
la desolada y fría región altiplánica. Como si percibieran el olor a
muerte o a sangre, se escucha también en ese triste ambiente, el aullar
lastimero y clamoroso de los perros aldeanos.
El escenario para el combate estuvo ubicado en los campos de
Ingavi, la misma zona de lo que ahora es Viacha y parte del contorno de la
ciudad de La Paz. Allí, en esa inolvidable fecha, Marte dejó escuchar su vibrante
“himno rojo”.
Reventó el conflicto épico y tembló la tierra. Es que ha
empezado a tronar con furor siniestro la artillería y, los fusiles a
vomitar plomo. Las espadas y las lanzas cortan y se hunden bravías
sobre los cuerpos afiebrados de los soldados combatientes.
La batalla siguió por largo tiempo rugiendo como una tempestad
de fuego y de hierro. Batalla brutal y cruenta. Fue una lucha infernal y
titánica como no hubo otra en nuestra historia.
Después de sostener en la pelea tanto frenesí
patriótico, en un instante supremo cesa el furor rudo de la batalla y,
entre polvo y sangre, entre esa densa humareda con olor a pólvora y
el ay dolorido que van dejando los heridos, pisando fuerte el cementerio en
que están, se escucha el trotar de un caballo que pasma por la pisada
de sus cascos chispeantes de luceros y su furioso relincho: es Ballivián que
cabalga, con ardor estremecido, proclamando a los vencidos la victoria.
Dramatizando de este modo la histórica Batalla de Ingavi,
nos imaginamos que realmente fue así como sucedieron los hechos. Únicamente fue
así como Bolivia se salvó por un tris de ser vilmente
humillada por el invasor y, de sufrir la afrenta de su desintegración.
Ballivián la libertó con su valor y su legendario heroísmo.
Gracias a él y a sus valientes soldados, la Nueva República logró luminosa, consolidar de manera
definitiva su independencia nacional.
Si José Ballivián no hubiera ganado esta
memorable batalla, es un hecho invariante, que hasta
ahí nomás llegaba la aún tambaleante suerte de Bolivia. Esto en atención,
a esa infame voracidad expansionista con la que actuaba en ese entonces el
peligroso militar peruano, Gral. Agustín Gamarra –que fue
dos veces presidente de su país– quien contaba para la ejecución
de este tenebroso plan anexionista, nada menos que con el aliento y la ayuda de
muchos traidores bolivianos.
Es bueno recordar, que Gamarra fue un cholo
alevosoy canalla, reconocido por la historia, como un enemigo rotundo de
la independencia de Bolivia, mismo que es abatido en medio de este cruento
combate, cuando angurriento de poder y gloria, comandó a su ejército invasor,
hacia la derrota y el desastre total, notoriamente, aturdido y sin valor
ni tino.
Si este pérfido personaje se hubiera ungido con la victoria,
ya todos nosotros viniéramos siendo matriculados en el libro deshonroso del
escarnio y la vergüenza, nada más que como simples peruanos. Sin embargo, no
acabamos de comprender por qué en esta pobre patria, patria de los infortunios
y de las doloridas frustraciones colectivas, de los descalabros de las traiciones
y de los ladrones del fisco; patria que soportó vivir tan estropeada y mal
gobernada por siempre, aún tenga que seguir sufriendo como una rémora para su vida,
el accionar infame de individuos involutivos y miserables, que continúan
impasibles en la innoble tarea de desconocer y escamotear méritos bien ganados por bolivianos que en su tiempo, le dieron gloria y
vida a esta Bolivia malquerida. Vale lo anteriormente dicho, haciendo una
alusión directa, al caso de Don José Ballivián que viene siendo víctima de los escamoteadores
y distorsionadores de nuestro pasado.
La Victoria de Ingavi es realmente una luminosa verdad histórica.
Pintar sombras oscuras sobre ella que dignificó y enaltecerá por siempre a
la patria, nunca dejará de ser una porfía miserable y canalla al mismo tiempo.
Ella le inflamó a la República de patriotismo y fe, y le dio la conciencia
de su nacionalidad. Es la historia real de Bolivia que supo y pudo, hacer
respetar su independencia y la libertad, a través de una guerra que logró
refundar de manera estable, el destino de esta patria. Es por eso que
sostenemos sin temor a equivocarnos qué, para la continuación de la existencia de
lo que ahora es Bolivia como Estado Nacional, nada menos que después de haber
sido fundada 16años atrás como un país de sueño, José Ballivián llegó a ser
un hombre necesario y hasta imprescindible, por su tan brillante
misión cumplida en favor de la patria de su heredad nacional y su futuro.
Redondeamos todo lo expresado, afirmando que Don José
Ballivián debe ser considerado y reconocido por nosotros los bolivianos,
de ahora y del mañana, como un legítimo Padre de la Patria. Ya es tiempo
que se le reconozca por justicia, ese alto privilegio. La historia nos
exige el deber de no olvidar jamás ese enorme y noble sacrificio que él hizo
por la patria. Hay que resolver aquí solemnemente, que quienes lucharon
por la defensa y el forjamiento de Bolivia, no lo hicieron en vano.
Si con profundo sentimiento de respeto, gratitud, y admiración,
reconocemos que el Libertador Simón Bolívar con el Mariscal de Ayacucho,
Antonio José de Sucre, son los Padres Fundadores de la Patria, del mismo modo,
hay que hacerlo también, con el General de Ingavi, José Ballivián quien,
guerreando, salvó a Bolivia de una invasión inicua, patentizándole así para los
siglos con su victoria sonada, su segunda independencia nacional. Por
principios de equidad y de justicia, tenemos a bien sostener con vehemencia,
que las imágenes de Bolivar, de Sucre y de Ballivián, serán por
siempre las figuras inmortales más grandes que tiene Bolivia, reinando simbólicamente,
en el altar sublime de su gloria. Así mismo, todas las instituciones públicas
que tenga el Estado así como en los festejos patrio y en los desfiles cívicos,
deben de estar presentes y engalanando los actos, estos tres Padres Supremos
que eternamente dignificaran a la patria y nos mandan que impere en su
bendito suelo, la libertad, la verdad, la justicia y la fraternidad social
entre todos los bolivianos. Desgraciadamente, este es un mandato
que nuestros gobernantes, hasta ahora, nunca han tratado de cumplirlo.
Ballivián en Ingavi, se dio el lujo de exaltar todos
los heroísmos, de sembrar la más bella de las epopeyas, de arrojar a los siglos
futuros su alma ardiente, sedienta de justicia y de amor puro por la
patria. Semejante sacrificio y semejante sueño de grandeza, ojalá que no hayan
sido en vano.
Finalizamos este trabajo, transcribiendo un hermoso fragmento
de las inolvidables reflexiones que tuvoa bien escribir para la vida de siempre, el literato y profundo pensador Adhemar Gehaín, que dice: “Cuando se trata de salvar la independencia y la libertad, la
guerra es justa. Cuando se trata de salvar el honor y la dignidad, la
guerra es legítima. Cuando se trata de impedir la invasión del
territorio nacional, la guerra es un sacrificio necesario. Cuando se trata de
salvar la tranquilidad de nuestros hogares, la fertilidad de nuestros
campos, la existencia de nuestras ciudades, la herencia de nuestros
mayores, la tumba de nuestros padres, el cuerpo de nuestras esposas y de
nuestras hijas, los juegos inocentes de nuestros niños, entonces la guerra es
santa a pesar de sus crueldades, y es bella en medio de todos sus horrores”.
Como un guerrero que de verdad lo fue de vocación, Don José
Ballivián, así siempre entendió a la guerra y la hizo su aliada, en sus luchas
y en sus emprendimientos de sus nobles causas e ideales. Es por eso que en el cielo de su patria amada, él fulge
luminoso como una leyenda épica y como un verdadero patriota. José Ballivián fue un Benemérito de Diamante, porque
pudo cincelar a Bolivia en lo más hondo de su pecho.
En los borrascosos tiempos de la Patria, la figura histórica
del General José Ballivián, se ha tornado por siempre en un luminoso faro
que guía y orienta la vida y su destino.
En los campos de Ingavi, esa legión de bravos e invencibles
soldados bolivianos, conducidos por Don José Ballivián, escribieron con sangre
sobre la inmensa desolación huraña y fría del lugar, un 18 de noviembre de
1841, una página admirable que no se borrará jamás, la más bella sin duda
de toda la epopeya boliviana.
Loado sea eternamente su nombre, y su espíritu luchador y
victorioso.
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