Por: Vicente González Aramayo Zuleta - Abogado, Escritor
Nacional, Miembro de Sobode, Miembro de Número de la Academia de Ciencias
Jurídicas. Miembro de la Sociedad Geográfica y de Historia de Oruro, Miembro de
UNPE. Ex catedrático de las facultades de Derecho, Economía y de la carrera de
Ciencias de la Comunicación. / Este artículo apareció publicado en el periódico
La Patria de Oruro el 6 de agosto de 2012.
La palabra "protomártir" significa "primer
testimonio". La Iglesia le da ese nombre a San Esteban. En nuestro medio a
todos los prohombres que actuaron en los hechos heroicos y en las guerras de la
patria, con el sacrificio de sus vidas, solemos denominar "protomártires"…,
"protomártires de independencia". Pero, como no se puede pluralizar
ese término, tendremos de escudriñar en nuestra Historia para poder establecer
quién puede llamarse protomártir. ¿Será acaso Alonso de Yáñez, o Antonio
Gallardo, del siglo XVII?, o ¿Tomás Katari, Túpac Amaru, o Túpac Katari, del
siglo XVIII?.
No obstante, todos ellos fueron mártires, con cuya sangre se
abonó el terreno de la lucha, donde retoñaron y florecieron nuevos héroes cuya
lucha culminó con la Independencia de los pueblos americanos, oprimidos por los
peninsulares hispanos. Cuando los verdugos infligieron tan crueles y
deshumanizados tormentos a Túpac Amaru, en el Perú y a Túpac Katari en La Paz,
creyeron haber sepultado para siempre toda idea de independencia, por eso fue
que les aplicaron tan crueles tormentos y quien dispuso eso fue el infame oidor
de la Audiencia de Chile, Francisco Tadeo Díez de Medina. Pero ni eso arredró
las ideas de independencia, como se vio, la flor brotó pocas décadas más tarde.
El pretexto encontrado de las colonias, particularmente en el Alto Perú fue la
invasión de Napoleón Bonaparte a España, en el año 1808, dentro de sus planes
de extender su guerra por Europa, en contra de las monarquías europeas, con la
política de imponer la Revolución Francesa, y aunque las colonias americanas ya
habían recibido la lección de los Estados Unidos de América del Norte, al
independizarse de Inglaterra la Revolución Francesa macaba una nueva
epopeya.
La invasión del Corso a España alentó a las colonias
sojuzgadas por el colonialismo secante de España. El rey Fernando VII se
trasladó a Sevilla y allí organizó la llamada "Junta de Sevilla". La
hermana de este monarca, de nombre Carlota Joaquina de la Casa de Borbón, era
la esposa del príncipe de Portugal y ella era regente, porque su esposo era el
gobernador del Brasil. Según los historiadores como Arnade, los portugueses
ambicionaban anexarse el Alto Perú y conspiraban de todas formas y aquí ubica
la historia a un sinuoso personaje, al arequipeño brigadier Manuel de Goyeneche
que llegó de Buenos Aires con el propósito de establecer buenas relaciones
entre los colonos, e imponer el respeto a la Real Audiencia de Charcas, la
lealtad a Fernando VII, y a la Junta de Sevilla, bajo pena de arresto. Pero,
parece que jugaba a dos cartas, porque traía una entre mangas, que significaba
estar de lado de Carlota, de modo que debía actuar con mucha astucia para
ejecutar sus siniestras intenciones de ayudar a lograr lo que esta princesa, a
nombre de Portugal se proponía. No constante, no pudo prosperar esa conjura, de
modo que Carlota intentó de otra manera como hemos de ver poco más adelante.
Goyeneche, al estallar los movimientos dobló su atención a reprimir brutalmente
a la guerrilla, desatada ulteriormente con campañas y cadalsos. Más tarde fue
sustituido por el Gral. De la Pezuela.
Es así como se producen los brotes esperados: En Chuquisaca,
el 25 de Mayo de 1809, cuando los hermanos Zudáñez y otros patriotas depusieron
al presidente de la Real Audiencia, Ramón García Pizarro; en La Paz, en julio
de 1809 cuando Murillo y miembros de la Junta Tuitiva fueron inmolados.
Estos fueron ejemplos para que otros lugares de la colonia
hicieran flamear también la bandera de la Independencia; pero recién empezaba a
lucha… lucha que no cejaría hasta la culminación gloriosa de la Libertad. Los
movimientos de Chuquisaca y La paz fracasaron, pero abrieron la gran puerta del
fuerte histórico y por ella salieron los guerrilleros de la Independencia,
dispuestos a no cejar en la lucha, que al lanzarse a ella debieran quemar
simbólicamente las naves para no volver atrás.
En esto vieron los españoles alzarse la hidra de la
Libertad, de los colonos con la que tenían que habérselas, que en quince años
derramarían mucha sangre como aporte valioso a sus propósitos de esa Libertad.
En efecto, se organizaron las famosas republiquetas, en todo el territorio del
Alto Perú; éstas fueron: de Ayopaya, en La Paz, capitaneada por el bravo y
noble José Miguel Lanza, donde estuvo el famoso guerrillero Tambor Vargas; de
Tomina, en Chuquisaca, por los esposos Padilla, de Valle Grande, en Santa Cruz,
a donde también abarcaron los Padilla; de Cinti, con Vicente Camargo; en Tarija
con Eustaquio Méndez, llamado "El moto", vencedor de la Batalla de La
Tablada; de Chayanta, en Potosí y también en La Paz las guerrillas de hombres
como, Ildefonso de las Muñecas; Esteban Arze en Cochabamba, vencedor de la
Batalla de Aroma; Warnes y el famoso Cañoto en Santa Cruz. Y así, brotes con
sangre fecunda por todos los sitios. En esta Guerra de los Quince Años hubo
mucho sacrificio y sucedieron cosas dolorosas, como el asesinato de Padilla
(digo así, porque no cabe otro término), fue arteramente balaceado por la
espalda, por un hombre del pueblo y vean, ni siquiera por el enemigo en la
lucha). Toda América se hallaba agitada por un gran vendaval revolucionario en
procura de la palingenesia. El vellocino de oro.
En Venezuela surgieron dos figuras importantes en el
movimiento revolucionario: Simón Bolívar y Antonio José de Sucre, naturales de
Caracas y de Cumaná, respectivamente. El primero de ellos mostró desde niño un
temperamento fuerte, como hecho de la pasta de los líderes y gran carácter; era
inteligente y ágil en sus actos. En su juventud y a lo largo de su vida proclive
a las conquistas amorosas. Poseía, según sus biógrafos gran atractivo varonil,
las mujeres no dudaban en prendérsele, además por su carisma se apoyaban en él
hombres jóvenes y maduros para conciliar ideas importantes que podían ser
extraídas de Rousseau, o de Voltaire, de los Enciclopedistas. Bolívar tuvo un
maestro prodigioso: Simón Rodríguez Carreño, a quien le prometió que lucharía
con todo el ímpetu de su naturaleza hasta ver libre a la América, y prestó un
juramento que lo consideró sagrado en el Monte Aventino, en Roma.
Fue militar de cepa y jinete a carta cabal. Durante la
campaña, hubo días en los que no se apeaba de su cabalgadura ni para dormir, de
ahí que un militar norteamericano lo llamó "Culo de hierro". Bolívar,
apoyado por su lugarteniente, el general Antonio José de Sucre se lanzó a la
guerra contra el poderío español en América. Libraron más de cuatrocientas
batallas, siendo las más importantes las de Carabobo, Boyacá, Pichincha, Junín
y Ayacucho. Tuvo el propósito de formar la Gran Colombia, con la unión de
Colombia y Venezuela. Con la victoria en la batalla de Pichincha declaró la
independencia de Ecuador y con la de Ayacucho, encomendada al general Sucre la
independencia del Alto Perú; en esta batalla derrotó al propio virrey Laserna.
Sintióse Bolívar honrado con el justo título de
"Libertador, porque –dicen sus biógrafos- que no fue un conquistador como
Alejandro, como Napoleón, como Aníbal, más bien criticaba la ambición de poder
y cuando le nombraron Presidente Vitalicio no aceptó dicho título y estuvo muy
poco tiempo en la Presidencia de Bolivia. Su vida privada fue la del héroe
romántico, su faceta de amante y más bien conquistador de mujeres bonitas.
Existe una histórica carta, la que le escribió a Fanny du Villars pero su existencia
le fue entregada a Manuela Sáenz, su cálida amante, a quien le debió hasta su
vida en la noche del atentado contra su integridad física, En Potosí, amó a
doña Joaquina Costas, en quien dejó un hijo, que los venezolanos no quieren
reconocer. Hay gente en la Villa que por tradición oral e incluso algunos
documentos, saben que existen descendientes ahora mismo. Murió en Santa Marta,
con desequilibrio electrolítico en el colon… envuelto en la ingratitud.
El Mariscal Antonio José de Sucre (1795- 1830) era de
carácter más apacible, sin que eso signifique debilidad, puesto que demostró
gran coraje y entereza en los combates, frente al peligro, y junto a Bolívar,
era moderado de sus actos y su vida sexual, muy comprensivo y generoso hasta
con sus enemigos. Sucedió en Charcas, mientras era presidente la sublevación
del cuartel de San Francisco, donde fue herido en su mano derecha. Convaleció
en la finca Ñujcho, junto al río Cachimamayu, donde el médico le extraía
diariamente hasta nueve huesecillos de su mano destrozada. Después de renunciar
a la presidencia de Bolivia, se iba de regreso a su país, de paso pernoctó en
Oruro y una noche ingresó en su hotel el suizo Eclés con la intención de
asesinarlo por orden de Casimiro Olañeta. Hizo el destino que Sucre estaba
ausente por estar invitado a una cena por unas damas. El suizo fue detenido y
debía ser pasado por las armas. El Mariscal le perdonó, le dio dinero y le
aconsejó que se fuera a Buenos Aires. Esa fue una de las ingratitudes sufridas.
El Ejército Auxiliar Argentino entró en Potosí, en 1810, con
el sanguinario Castelli, e hizo fusilar, sin necesidad, al gobernador Francisco
de Paula Sanz, a Nieto y a Córdova, Belgrano fue derrotado en Vilcapujio.
Si Bolívar fue el genio guerrero como dicen sus biógrafos,
Sucre fue el genio comprensivo. Después de la batalla de Ayacucho y aun cuando
faltaba que se consolide la Independencia del Alto Perú, Carlota Joaquina
invadió la Chiquitanía, según refiere Luis Fernando Sánchez Guzmán con un
batallón al mando del Cnl. Araujo da Silva, en marzo de 1825, apoyado por
Sebastián Ramos y Pantoja. El General Sucre destacó al batallón Segundo
Cazadores al mando del Cnl. Pedro Blanco. La batalla fue breve, vencieron las
tropas de Blanco y los de Araujo se desbandaron y se refugiaron en la selva. La
patria llenó de elogios y glorificó a Blanco. (Más tarde Pedro Blanco fue el
autor de la conspiración y arresto de Sucre obligándole a dimitir).
Como anota Gabriel René Moreno, hubo gran malestar general
en los últimos días coloniales. Escaseaban alimentos para todos, e incluso
agua. La gente en las ciudades y pueblos caminaba temerosa. Había rumor de una
guerra general y menudeaban las escaramuzas y represiones. Nadie sabía de qué
lado iba a estar. Se libraron las últimas batallas. De Suipacha y Tumusla. A
propósito de esta batalla, según el abogado y escritor Julio Ortiz Linares,
existe una carta escrita por el Gral. Carlos Medinaceli, de origen tupizeño, en
la que declara que el verdadero pronunciamiento de la Independencia de el Alto
Perú, fue en Tupiza, en fecha 1 de Abril de 1825, después de la Batalla de
Tumusla, es decir, antes del Decreto del 9 de febrero de aquel año. El autor de
el artículo publicado por la revista "Oh!", y sugiere que debía
reconocerse este aspecto por ley de la República.
Finalmente, todo culminó con gloria de la libertad ansiada.
Se dictó el Decreto del 9 de Febrero, verificó la Asamblea Constituyente y el
Decreto de fecha 6 de Agosto de 1825, declarando la Independencia de la patria,
que se llamará BOLIVIA.
NOTAS:
MORENO, Gabriel René, Últimos días coloniales en el
Alto Perú.
ARNADE Charles, La Dramática Insurgencia de Bolivia
SÁNCHEZ GUZMÁN, Luis F., Soldados de siempre.
ARGUEDAS, Alcides, Historia de Bolivia
LEE LOESTROM, William, El Mariscal Sucre en Bolivia
LUDWIG, Emil, Bolívar
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