En 1905 estaban definidas, en condiciones abrumadoras para
el país, las cuestiones internacionales del Acre y del Pacífico, pero en estas
últimas continuarán conflictivas las relaciones de límites. En el ámbito
gubernamental se creía que con el Tratado de 20 de octubre de 1904 Bolivia
recobró su soberanía mutilada, pero soberanía al fin.
Con Perú se convino un Tratado de Comercio y Aduanas,
pero la discrepancia sobre fronteras entrará en grave crisis en 1909, con
motivo del fallo arbitral del Presidente argentino.
A la declinación de la plata, se abría la era del estaño y
surgía la figura discutida de Simón I. Patiño, como la del afortunado
explotador del subsuelo. En 1906, con una cotización de 125 libras por tonelada
de estaño, la exportación llegó a 55 millones de bolivianos. La goma volvió a
ser producto de exportación. En el orden monetario se adoptó el patrón oro.
El régimen liberal con Ismael Montes a la cabeza, deparaba
algún bienestar colectivo y posibilidades de trabajo y al mismo tiempo de
organización institucional. En medio de optimismo fiscal y con recursos
provenientes de transacciones territoriales, el presidente Montes emprendió una
ambiciosa política ferroviaria para vincular con rieles los principales centros
urbanos. Se suscribió con este motivo el contrato Speyer, en las onerosas
condiciones que imponían los banqueros norteamericanos a lo países
latinoamericanos necesitados de dinero. Los ferrocarriles se hicieron sobre el
costo de obras más un por ciento, con lo cual los fondos disponibles se
agotaron prestamente y redujeron, casi minimizaron, el programa ferroviario.
Con dinero nacional, tales ferrocarriles fueron ajenos.
El presidente Montes se ocupó de la reorganización del
Ejército; impulsó la instrucción pública como hasta entonces no se había
pensado creó la Escuela Normal de Maestros, los institutos de Agronomía,
Veterinaria y de Comercio, y envió misiones pedagógicas al extranjero para
modernizar la enseñanza. Los inspiradores de esta tarea fueron Juan Misael
Saracho y Daniel Sánchez Bustamante.
Después de la muerte del presidente electo Fernando Eloy
Guachalli y de la anulación de elecciones, Montes quedó un año más en el
gobierno. El nuevo presidente, Eliodoro Villazón, sin oposición política ni
periodística hizo una gestión tranquila sin sobresaltos. Creó el Banco de la
Nación e hizo frente a la agitación católica que se oponía al matrimonio civil.
Montes, de regreso de Francia, donde tramitó la instalación
de una planta fundidora de estaño en Bolivia, que la Primera Guerra Mundial
hizo fracasar, mereció la confianza del electorado y fue nuevamente presidente.
Volvió con tal elección la política fuerte y se organizó la dispersa oposición
nacional.
Para declarar la guerra a Alemania, Montes desterró a sus
adversarios políticos, clausuró diarios y periódicos e hizo colocar en sus
puertas herrajes de mula.
La crisis económica y la inestabilidad interna
Hacia el año 1916 apareció en Bolivia la crisis económica y
la inestabilidad interna, la escasez de bienes importados y la acción
demoledora del Partido Republicano, que dirigían José Manuel Pando, Daniel
Salamanca, José María Escalier, Bautista Saavedra.
Montes prosiguió su política ferroviaria, cuyas líneas
llegaron a Cochabamba, y la de estímulo de la enseñanza, inclusive con
preocupaciones por la educación del indio. Al cabo de su agitada administración
entregó el mando presidencial a José Gutiérrez Guerra.
Al punto los representantes nacionales del Partido
Republicano presentaron pliego acusatorio contra el ex-mandatario, a quien
culpaban de una serie de abusos y excesos. La agitación cundió al pueblo
urbano, dividido entre “montistas” y “salamanquistas”. Choques callejeros
frecuentes se epilogaban con muertos y heridos. Para agregar combustible al
incendio voraz de la lucha partidaria, se produjo el asesinato del Mayor
General José Manuel Pando, vencedor de los Dos Cruceros en la llamada
Revolución Federalista, y primer presidente del liberalismo en Bolivia.
Al concluir la Primera Guerra Mundial, Bolivia buscaba una
salida propia al mar con la incorporación del territorio patrio de Tacna y
Arica, tesis con la cual no estuvo de acuerdo el Perú. Acudió a la Liga de las
Naciones —en formación— con su demanda, pero su punto de vista fue soslayado.
Tachado de practicista el Partido Liberal en este terreno,
dio lugar a que los republicanos se proclamen reivindicacionistas. Estos eran
tan liberales como los hombres del poder. En su programa sólo ofrecían libertad
electoral, libertad de prensa, garantías individuales. Hábiles políticos
derrocaron al gobierno liberal en 1920.
Se formó una Junta de Gobierno en la cual fue dominante la
presencia de Bautista Saavedra, político ambicioso, enérgico e inteligente.
Dividió a su partido en dos fracciones y se hizo elegir con la Convención
presidente constitucional. Dictó la ley más liberal de imprenta, introdujo el
sistema de elección por lista incompleta, dio las primeras leyes sociales y
previó también la de cárceles y la de petróleo. Durante su gobierno se produjo
la primera masacre de obreros mineros en Uncía.
Para enfrentar a los adversarios de su régimen, entre los
que se contaban los liberales, la fracción republicana que quedó en el llano y
muchos descontentos, Saavedra gobernó con mano férrea en medio de continuados
estados de sitio. Para silenciar a la batalladora prensa republicana desterró
en masa a sus productores intelectuales, desde el director hasta el corrector
de pruebas, a lo que con cinismo se llamó “clausura automática”.
Con el empréstito Nicolaus hizo obras públicas urbanas para
el Primer Centenario de la República. Hizo anular la elección presidencial de
José Gabino Villanueva y entregó el poder a Felipe 2º Guzmán, presidente
entonces del Senado.
Rodolfo Salamanca Lafuente - Periodista, Presidente de la
Academia Boliviana de Historia. Escritor, ex director de “La Patria”, de Oruro;
“La Razón”, de La Paz, y ex subdirector de “El Diario”, de La Paz.
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