Por Felicidad Mujica Blanco / Publicado en el periódico La
Prensa, el 5 octubre de 2014.
Los partidos políticos en Bolivia durante el periodo señalado
se caracterizaron por su gran participación, si bien en algunos casos fueron
violentos y, en otros concretos, mantuvieron tendencias e ideologías disímiles
en un momento en que Bolivia se debatía en busca de nuevas páginas y proyectos
de desarrollo.
Hito significativo es el 30 de octubre de 1938, cuando el
gobierno de Germán Busch promulgó una nueva Constitución que cambió la
orientación de algunos principios esenciales que permanecieron inamovibles
desde la Constitución bolivariana de 1826.
Estos cambios obedecían a la corriente denominada
“constitucionalismo social”, que fue inspirada por la Constitución mexicana de
1917, producto, a su vez, de la revolución de 1910 en ese país.
Constitucionalismo en Bolivia. El constitucionalismo social
fue adoptado en Bolivia por algunos partidos políticos como una respuesta a la
profunda crisis política, social, económica y cultural que imperaba, sobre todo
después de la Guerra del Chaco.
Ese contexto también dio paso a la fundación de nuevos
partidos políticos de diferente tendencia tales como el Partido Obrero
Revolucionario (POR) fundado en Córdoba, Argentina, en junio de 1935 por José
Aguirre Gainsborg, destacado ideólogo marxista de la época, y Tristan Marof y
su agrupación “Túpac Amaru”; marxista de origen, el POR definió su identidad en
1938 después de la IV Internacional, donde nació la corriente de Trotsky que
enfrentó a Stalin.
Fue el primero de los partidos antioligárquicos de la
postguerra con Paraguay que logró avances significativos entre los mineros,
pero no alcanzó a tener una influencia nacional hasta la década de 1940.
Será un partido importante porque, a pesar de su pequeña
dimensión,influyó por más de setenta años y marcó una línea ideológica en
momentos clave.
Los dos más significativos: la “Tesis de Pulacayo” en 1946 y
la Asamblea Popular en 1971.
A partir de 1953, Guillermo Lora fue su máximo líder en
Bolivia de diversos modos y en diferentes magnitudes.
Nacimiento de los partidos políticos. En 1940 nació el
Partido de Izquierda Revolucionaria (PIR), bajo la conducción ideológica de
jóvenes líderes marxistas como José Antonio Arze, Ricardo Anaya y Abelardo
Villalpando.
Más definidamente marxista según su Programa de Principios
emitido en 1941, asumió una posición más concreta sobre una reforma agraria
“orientada a liquidar el latifundio feudal improductivo, abolir la servidumbre
del indio y convertirlos pueblos indígenas en cooperativas agrícolas”.
Un año después, el Movimiento Nacionalista Revolucionario
(MNR) sentaba presencia por primera vez en el ámbito político el 25 de enero de
1941.
Surgió a iniciativa de jóvenes excombatientes de la
contienda del Chaco como Víctor Paz Estensoro, Hernán Siles Zuazo, Carlos
Montenegro, Wálter Guevara Arze, José Cuadros Quiroga, Germán Monroy, Raúl
Molina, Fernando Iturralde, Jorge T. Lavadenz, Rigoberto Armaza Lopera, Rodolfo
Costas y Julio Espinoza, con una serie de planteamientos favorables a los
sectores populares y campesinos, que se correspondían con las ideas de la
Constitución Política de 1938 plasmadas durante el gobierno de German Busch.
Solución definitiva. El MNR sintetizaba su posición en la
búsqueda de una solución definitiva al aislamiento de la clase campesina con
tres acciones: la integración cultural y educativa, la afectación de tierras
baldías en los extensos e improductivos latifundios y la eliminación de la
servidumbre en las haciendas, mediante la introducción de un Estatuto o Código
Agrario para regir las relaciones laborales en el agro.
Estos tres partidos políticos emergieron en un contexto en
el que el país, por un lado, estaba gobernado por militares de tendencias
nacionalistas que pretendían que las actividades estratégicas del país
estuvieran en manos del Estado, como por ejemplo los hidrocarburos mediante la
creación Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB).
Y por el otro, de aquellos gobiernos entreguistas como es el
caso del gobierno del general Enrique Peñaranda, quien había suscrito contratos
de goma y de minerales, entre otros, a precios muy por debajo de los que regían
en el mercado libre y tan despreocupado de los asuntos públicos y sociales, lo
cual culminó en una sangrienta represión en Catavi (1942), cuyo trágico saldo
fue la pérdida de cientos de vidas.
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