Este artículo apareció publicado el: El País de España, 3 de
agosto de 1980.
El líder socialista Marcelo Quiroga -el hombre más odiado
por los militares bolivianos llegados al poder- fue asesinado el 17 de julio,
día del golpe, en los locales de la Central Obrera Boliviana (COB), en La Paz.
Quiroga, que había obtenido el cuarto lugar en las elecciones presidenciales de
junio y era la estrella política en ascenso de la izquierda boliviana, asistía
con otros dirigentes políticos y sindicales, entre ellos Juan Lechín, a una
reunión de emergencia del Comité Nacional de Defensa de la Democracia (Conade).
La siguiente narración fue obtenida por EL PAÍS en la
capital boliviana, de un testigo presencial del asalto a la COB y del
ametrallamiento de Marcelo Quiroga -«muerto en combate», según la versión
oficial- por fuerzas paramilitares al servicio de los golpistas. El cadáver del
líder socialista no ha sido devuelto por la Junta Militar. «Todo el poder del
Estado, respaldado por tanques y metralletas, teme a un muerto», ha declarado
su esposa Cristina.Se han respetado en la transcripción los modismos y
expresiones peculiares bolivianas, para no alterar el valor testimonial del
documento magnetofónico.
«Llegué a las once y diez de la mañana a la Central Obrera
Boliviana y ya estaba reunido el Comité de Defensa de la Democracia. Estaban
presentes todos los dirigentes políticos del comité, don Juan Lechín, Marcelo
Quiroga Santa Cruz..., muchas personalidades. Cuando se terminó la reunión,
todos salieron fuera, al corredor. Yo era la primera vez que venía a la COB,
como a La Paz mismo.
Entonces empezaron a oírse unos tiros, muchos. Nosotros
nos tiramos al suelo y nos recogimos en otra pieza. Yo no lo vi a don Juan
Lechín después, que estaba con nosotros, pero parece que se quedó en otra
pieza...»
Tiroteado en el suelo
«Uno de los señores, al que yo no conocía, dijo:
"Marcelo, ¿sería posible que nos levantáramos con las manos en alto,
hermano". "Bueno, como no tenemos armas no creo que nos hagan
nada". Don Marcelo todavía fue de la opinión de que cantáramos el himno
nacional. Entonces el padre Tumiri se levantó y pidió en nombre de la Iglesia
que no tiraran, que nos íbamos a entregar y que nadie tenía armas.»
«Contestaron que bajásemos inmediatamente. Y así fue. Fuimos
desfilando todos, uno por uno, con las manos en la nuca. Antes de llegar a la
calle, bajando la escalera de la Central Obrera, un señor le tiró una ráfaga a
uno de los que salían... Otro de los paramilitares dijo entonces: "No es a
ése, no es a ése". Marcelo Quiroga iba delante de mí. Entonces retiraron a
Marcelo Quiroga. Yo me quedé pegada contra la pared y me quitaron el bolsón y
me revisaron; seguramente creían que llevaba armas o algo...»
«Y cuándo me estaban revisando, le dijo un señor al que
había disparado la primera ráfaga: "Rematadlo a ése". Cuando dijo
"rematadlo a ése" yo apenas me di cuenta, pero miré al suelo y vi que
era Marcelo Quiroga el que estaba tiroteado. Había otro junto a él que estaba
muerto, porque no hacía ningún movimiento. Sólo vi que hizo una convulsión su
cuerpo después de que le tiraron otra ráfaga».
«Quiroga todavía estaba vivo; por eso dijeron
"rematadlo a ése". Entonces el hombre que había recibido la orden
dijo: "Yo ya no tengo el arma, la pasé a otro..."»
«La verdad es que fue matar así, a sangre fría, porque
nosotros estábamos sin armas, sin nada. Yo salí a la calle, me estaban llevando
a la ambulancia, donde los demás, y vi un edificio donde en ese momento estaba
abriendo un chico una rejita... Me entré ahí y dije al chico que me dejara pasar...
»
«Yo quiero dejar esto bien claro. Como la situación política
es tan inestable, por ahí lo agarran a uno y lo hacen desaparecer..., en fin,
vaya a saber las cosas; si son capaces de matar así, a mansalva, a sangre
fría...»
«No es raro que ciudadano por ciudadano que no estén de
acuerdo con las ideas de los señores militares, pues vayan desapareciendo, ¿no?
Entonces yo quiero que esto sea un testimonio para los familiares y para todo
Bolivia y que conozcan la clase de gobernantes que vamos a tener, si es que se
quedan...» (Sollozos.)
Asesinato de un hombre limpio
«Es a un hombre limpio que se ha asesinado; no lo conozco al
otro y no puedo decir quién era; para mi manera de pensar era un periodista
de Presencia, pero no lo puedo afirmar porque yo es primera vez que
estoy viniendo acá y no conozco mucho a la gente».
«¿No recuerda detalles de la persona que disparó contra.
Quiroga?»
«Todos ellos eran de cabello corto y estaban con camisa
blanca. El que tiró a Marcelo y después pasó el arma a otro era un petizo de
cabello crespo. frente amplia, con entradas. Era un chiquito nomás...»
«¿ Cuando usted salió de la COB los cuerpos quedaron
dentro?»
«Sí, los cuerpos quedaron en el suelo, en las escaleras. Yo
tuve que saltar por encima. El que su pongo yo que era un periodista quedó
abajo y Marcelo Quiroga encima de él, pero estaba vivo todavía, yo lo he visto,
estaba vivo todavía cuando el señor insistía en que lo rematara el que decía
que ya había pasado su arma a otro...»
«El grupo que asaltó la Central Obrera, ¿iba uniformado de
alguna manera?»
«Todos iban con pantalón oscuro y camisa blanca. De lo que
vi en todo mi nerviosismo me llamó la atención un cosa: que todos fueran de
cabello corto, bien recortado, parecía gente más o menos con un tratamiento
bueno..., aunque no conozco las costumbres ni los tratos que se dan acá a la
gente paceña, porque de un departamento a otro varía mucho, especialmente como
es el mío».
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