La fama de la mole de plata, resonaba en todos los confines
y es por ello que comenzaron a concentrarse en Potosí, gentes de toda ralea:
virreyes, condes, marqueses, oidores, gobernadores, regidores, licenciados que
representando a la Corona, entendían de los negocios que Su Majestad Católica
el rey de España les encomendaba, y a veces, administrando justicia cometían
las peores injusticias; maestres de campo y capitanes, que a cintarazos y
mandobles, ponían en orden los desórdenes a nombre de la milicia, armada;
desertores con hábitos de las Ordenes de Santiago, Calatrava o Alcántara, que
rehuyendo sus servicios al rey, formaban cofradías do sus servicios al rey,
formaban cofradías confabulándose, para atentar contra la moral y buenas
costumbres.
Llegaron también millares de religiosos: franciscanos,
dominicos, betlemitas, mercedarios, agustinos para desparramarse, como
fanáticos idólatras convirtiéndose, ora en monagos milagreros o frailes de misa
y olla, ora en santos varones, cuyos portentosos milagros quedaron para
siempre, escritos en los templos y conventos, o en los cronicones de antaño.
Arribaron hidalgos de rancio abolengo, recatadas y
santulonas matronas y doncellas de noble estirpe, a la vez que, hablantinas
manólas de la peor estofa madrileña, y finalmente, legiones de aventureros
entre los que se distinguían: rufianes mañosos, ociosos imberbes especializados
en rondar ventanas y balcones de castas doncellas, tahúres y fulleros de capa y
espada, malandrines, matones, espadachines, y toda una sarta de bribones y mal
nacidos, amigos del vicio, sin ochavos ni maravedises.
A parte, comenzaron también a llegar a los tétricos
caserones de la CARCEL DE LOS MITAYOS, montones de indios que traídos como
galeotes de lejanos confines del TAHUANTINSUYU, eran destinados a trabajos
forzados en las cinco mil bocaminas del CERRO RICO, en calidad de mitayos.
Y mientras la ciudad se levantaba, también ocurrían en la
Villa sucesos notables y sangrientas tragedias, ora enfervorizando el espíritu
religioso hasta rayar en el fanatismo y la gazmoñería, ora desgradando los
sentimientos con los crímenes más abominables y nefandos cometidos a nombre de
la justicia, ora con escenas espeluznan¬ tes, como producto de la corrupción de
la sociedad de aquella época.
Es así, que en 1550 colocado ya el Santísimo Sacramento en
la iglesia de San Francisco, a la glacial alborada de un día viernes, aparece
en el portón principal una enorme caja en forma de cruz, con un ajado rótulo
que decía: “Vera Cruz. Para San Francisco de Potosí”, hallándose ahí dentro la
portentosa imagen del Señor de la Vera Cruz, a la que el Virrey del Perú don
Francisco de Toledo que se hallaba en Potosí, le toca el rostro, el cabello y
la sacratísima barba, comprobando que todo era natural, sin que empero se
supiera de donde vino, quién lo trajo, ni quién lo envió.
En 1558 llega a la Villa un apuesto mancebo y capitán de
picas llamado Martín Zapata, acompañado del aferez de arcabuceros Rodrigo
Peláez, hasta que descubriendo el primero en 1562 una rica mina de plata, la
bautiza con su apellido; se enriquece rápidamente, y vendiendo luego la mina
después de explotarla durante diez años, a una sociedad de vascongados, parte
con rumbo a Cádiz en 1573 llevándose toda su fortuna, en tanto que Rodrigo
Peláez queda en Potosí por unos tres o cuatro años más, y luego de reunir 100.000
duros como producto de su trabajo, también echa el vuelo a España; pero ya
cerca de la costa ibérica la nave es asaltada por piratas berberiscos, y don
Rodrigo y sus compañeros de viaje son conducidos como cautivos a Argel, donde
son vendidos en calidad de esclavos al visir Sig- Al- Emir, siendo destinados a
trabajar en el cultivo de uno de los jardines que posesía tal visir. Mas cuando
un día, Sig- Al- Emir va a ese jardín con numerosa comitiva de musulmanes,
apenas se digna dirigir una mirada desdeñosa a sus esclavos, pero por la noche,
lo hace llamar a Rodrigo, y una vez a solas, le dice: “Dame un abrazo Rodrigo
Peláez, ¿ya no me conoces? ¿en veinte años, te has olvidado de mí?.” El capitán
Zapata era Sig- Al- Emir, visir de Argel.
En el lustro de 1610 a 1615, fray Vicente Bernedo, religioso
dominico que llegó a Potosí en 1601, lleva a cabo verdaderos milagros, haciendo
resucitar primero en el pueblo de Calcha a María Paico, hija única del cacique
de aquel lugar, casada con el capitán español Sancho Martinez; y después, el
mismo dominico desde el nombrado poblado, arrea a la Villa una gran cantidad de
cabras, corderos, conejos, patos y gallinas en perfecta formación, por una
distancia de más de 20 leguas, sin que se extraviara uno solo de ellos, siendo
trasladados, con motivo de la festividad del santo patrono de la iglesia.
Posteriormente, el cadáver de ese siervo de Dios fray
Vicente Bernedo, en 1661 salva a un delincuente, que burlando la vigilancia del
Corregidor don Francisco Sarmiento penetra en la iglesia de Santo Domingo,
donde el sacristán lo esconde en la urna en que estaba el bendito muerto,
sacando a este y colocándolo en una caja; y cómo el Corregidor al acercarse a
la urna en que se hallaba el criminal, lo ve ahí a fray Vicente Bernedo, sin
que existiese ni rastro del malhechor.
El año de 1618, cuando en Lima se celebraba el Jueves Santo,
doña Leonor de Vasconcelos, hermosa dama y entonces viuda del famoso VICUÑA don
José Alonso de Ibañez, que fue decapitado por el Corregidor don Rafael Ortíz de
Sotomayor en Potosí, hace su aparición en la Ciudad de los Reyes vestida de
hombre acompañada por varios vicuñas, sabedora de que dicho Ortíz de Sotomayor
se encontraba allí; y luego de enfrentársele varonilmente, le asesta una
puñalada en el corazón dejándolo muerto, después de lo cual retorna a la Villa
, mientras al día siguiente del suceso, una ronda que encontró el cadáver de
Ortíz de Sotomayor, sabiendo que la matadora era una vicuña, que desde Potosí
viajó a Lima a borrar la afrenta, decía: “ Potosina, fiel y fina”.
En 1625 aparece en la Villa un humilde penitente de luenga
barba, ojos hundidos, mirada triste, llevando una calavera de la que jamás se
separaba; sobre el brazo izquierdo. Caminaba silencioso y taciturno, vestido
con tosco sayal; pareciendo la’ mansedumbre y humildad encarnadas en un sufrido
cenobita. Jamás levantaba la mirada, y se deslizaba receloso por las estrechas
callejuelas despertando entre los vecinos, la más religiosa compasión,
infundiendo a la vez, respeto y admiración. Nadie sabía de donde vino ese
virtuoso ermitaño, y así, caminó durante veinte años, solo y triste. Pero un
día aparece muerto con olor a santidad, por lo que las autoridades reunidas
ante el cadáver, después de examinarlo y examinar la blanqueada calavera,
encuentran en una de sus órbitas un ajado pliego, en el que confesaba ser don
Juan de Toledo, natural de la Villa, y que la calavera era de don Martín de
Salazar. adúltero que le causó agravios, por lo que lo mato a puñaladas, y
luego que fue enterrado, exhumando el cadáver, después de volver a apuñalarlo,
extrajo su corazón y se lo comió. Mas, como no quería separarse de ese
adúltero, llevándose su descarnada cabeza, caminó por las calles de la Villa,
sin apartarse un momento, durante veinte años.
El presbítero Francisco Nestares Marín que en 1651,
desempeñaba el cargo de Presidente y Visitador de la Real Audiencia, luego de
procesar por falsificación de moneda a Francisco de la Rocha le condena a la
pena capital, habiendo sido el sentenciado agarrotado en la misma casa del juez
y el cadaver, colgado en la puerta del ingenio de THURU del que era propietario
el ajusticiado. Obró Nestares Marín con tanta saña, que negó a Rocha la
apelación que interpuso ante el Rey haciéndolo ejecutar sin dilación, no obstante
que el monedero falso, prometió depositar a nombre de Su Majestad, una piña de
plata de cien marcos de peso diariamente, mientras se resolviera su recurso,
por lo que sabedor el Rey de tanta injusticia, reprendió acremente a Nestares
Marín, negándole la mitra de Charcas que pretendía, y de cuya Audiencia era
Presidente. Tan terco y déspota era Nestares Marín, que teniendo conocimiento
de que todos los religiosos durante la Cuaresma, reprendieron ásperamente desde
sus pulpitos, su inicua manera de proceder con Rocha, comparándolo con Pondo
Pilato, sin atemperar sus sentimientos, los hace desterrar en conjunto, hasta
que pesaroso al fin de todo cuando había hecho, tras larga agonía muere de
pena, sin que nadie se le condoliera, exclamando: “¡Cuán distinta hubiera sido
esta hora, si en vez de servir al Rey, hubiera servido a Dios, con el mismo
celo!”.
Ese mismo año CKORI CUSICHI, hermosa india y manceba de
Francisco de la Rocha, ahorca con sus trenzas cortándoselas, a la sevillana
Catalina de Meneses porque siendo también amante del monedero falso, lo
denunció. Año más tarde, alguien que penetró al famoso “tapado” de Rocha,
encontró en una especie de túnel húmedo y sombrío, dos esqueletos: el uno
colgado de un madero, y el otro, como sentado debajo de aquel. Eran Catalina de
Meneses y Ckori Cusichi.
En 1657 aparecen en la Villa los “ Doce Apóstoles y la
Magdalena” , que en son de doce sumaban más de cincuenta y según se comentaba,
eran hidalgos de rango llegados de España, que vistiendo a uno de ellos con
traje de mujer, cometían noche a noche los más bárbaros asaltos y los más
horripilantes crímenes; pues el que iba disfrazado de mujer pretextando pedir
lumbre, o fingiendo que su marido iba tras ella para matarla, pedía le abrieran
la puerta y hecho así, la banda de forajidos que le acompañaba entraba
violentamente, cometiendo robos, violando doncellas y en fin, llevando a cabo
los más abominables crímenes. Pero cierta noche, cuando andaban en sus
correrías, encuentran en la calle de la parroquia de Copacabana con el
bachiller Tórtolo, clérigo apuesto, ágil y astuto, quien al verlos les pregunta
quienes son y sabido ello, vuelve a interrogarles qué es lo que quieren,
respondiendo que querían la sotana y el manteo que ese mismo día había
estrenado, por lo que quitándose la sotana que contenía dinero y su manteo,
comienza a doblar y componer con su ceñidor, y una vez arreglado el bulto,
reitera la pregunta: “¿De manera que ustedes son los Doce Apóstoles?” , y al
responderle: “ Ya lo hemos dicho”, el bachiller Tórtolo, ágil como un gua¬ naco
emprende veloz carrera, gritando: "Pues los Doce Apóstoles, sigan a
Cristo”.
Desempeñándose como Corregidor de la Villa don Gómez de
Avila, déspota y prepotente que murió envenenado por sus mismos sirvientes;
ostentando su catolicidad, quiere hacer el donativo de un arco de plata a la
Virgen de Candelaria de la Catedral, para que la estrenara el 2 de febrero de
1662 con motivo de su festividad; pero el platero, no obstante la
escrupulosidad con que hizo el trabajo, el día referido se convence de que el
arco resultó pequeño, y viéndose en aprietos ante la terrible intimación del Corregidor
que le amenaza con la horca, se postra a los pies de la Virgen y llora, momento
en el que Nuestra Señora, le dirige una mirada condolida, inclinando la cabeza
un poco sobre el hombro derecho, y en ese instante, el platero ante el asombro
de los numerosos circunstantes, coloca perfectamente el arco.
El año de 1663 riñeron en la misa de la iglesia de la
Compañia de Jesús, la noble y rica viuda doña Magdalena Tellez con doña Ana
Róeles, en vista de lo cual el esposo de ésta, don Juan Saénz de Barea le
propina una bofetada a doña Magdalena, la que para limpiar la afrenta, contrae
matrimonio con don Pedro Arrechua y como éste no cumple su promesa de vengarla,
ella le lleva a su finca de MONDRAGON donde ordena a sus colonos pincharle con
alfileres que tenían la cabeza de bronce y dejarlos clavados en el cuerpo hasta
matarlo y convertirlo en un verdadero "Cristo de bronce”.
Muere en la Villa en 1688 el sacerdote don Francisco
Aguirre, después de que en su juventud profanó la religión, alejándose de la
humildad, castidad y pobreza, vistiendo sotanas y manteos de costosas sedas con
forros de felpa y raso, caminando orondo y dedicado a conquistar doncellas,
hasta que se prenda de una garrida y aristócrata dama a la que dedica toda su
vida; pero de un momento a otro, ella enferma grave mente , por lo que el
clérigo, después de haber recurrido a los servicios de muchos médicos inútilmente,
resuelve pedir auxilio al Cristo Crucificado de la iglesia de San Lorenzo,
postrándose a cuyos pies, pide entre sollozos y suspiros que sane a la dama a
quien tanto adora, es cuchando en seguida la voz del Santo Cristo, que le dice:
“ Francisco, como tú sanes en el alma, sanará ella en el cuerpo” . El sacerdote
queda como petrificado y estupefacto, convirtiéndose verdaderamente en el acto,
y desde ese día, cambia de vida y es el ejemplo de la virtud, de la pobreza y
humildad.
En las postrimerías del año 1699 muere en la Villa el más
famoso azoguero, el Maestre de Campo don Antonio López de Quiroga. que en las
cuatro cabezas de ingenio que tenía en La Ribera, hacía moler los metales que
le bajaban de sus minas COTAMITO, CENTENO, AMOLADERA, CANDELARIA, y los que le
traían de las que poseía en los asientos de Lípez, Oruro, Aullagas y Puno, y
que no obstante ser tan acaudalado, era humilde y caritativo, habiendo sido
considerado como un enviado del cielo, por los constantes favores que hacía a
los pobres y necesita¬ dos, hasta el extremo de que todo el vecindario,
exclamaba: “ ¡Después de Dios, la casa de Quirós¡”.
Cuando en 1757 ocurre otro caso de falsa amonedación, cuyos
autores eran dos empleados de la misma Casa de Moneda, el Gobernador don
Ventura de Santelices, les condena a morir quemados, haciendo al efecto,
amontonar leña en la PAMPA DE SAN CLEMENTE, por lo que el vecindario de la
Villa, horrorizado ante tan terribles sentencia intercede, a mérito de lo que,
ambos monederos falsos son ahorcados, pero sus cadáveres fueron siempre
conducidos a la pira y sus cenizas, arrojadas al río.
Fuente: El Potosí de antaño, De Rubén Ochoa.
Foto-postal Plaza 10 de noviembre de Potosí. Aprox. 1920.
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