Por: Rubén Vargas - periodista / Publicado en el periódico
La Razón el 2 de diciembre de 2012. // Foto: for export Coches planos sobre
rieles cargados de bolsas de mineral. Presumiblemente este ramal entroncaba con
la vía Machacamarca-Uncía.
Un día del año 1900 (apenas se estrenaba el siglo XX), un
obstinado minero recorría el camino entre su propiedad —La Salvadora— y la ciudad
de Oruro. Apresurando el paso de la mula —se dice— repetía como una oración:
“Dios mío, que no sea plata, que no sea plata”.
El minero se llamaba Simón Patiño. Llevaba a Oruro para
analizar muestras del mineral de la veta que, dinamita de por medio, acababa de
“cortar” en su mina. Para entonces, la plata casi no valía nada. Patiño rezaba
para que sea estaño.
RESULTÓ SER ESTAÑO
Y un estaño de tal pureza y abundancia que en muy pocos años
lo convirtió en uno de los hombres más ricos del planeta. Entonces, Patiño se
avecindó en Oruro y allí hizo levantar un palacio en el que vivió con su
esposa, Albina Rodríguez, y sus siete hijos hasta que en 1912 se fue a París.
La suntuosa casa que construyó en Oruro hoy es un centro
cultural dependiente de la universidad pública de esa ciudad. Ahí están todavía
muchos de los muebles y objetos que rodearon la vida del magnate del estaño.
Está también un archivo documental y fotográfico que conserva la memoria de una
importante parte de la historia de su empresa.
Una parte sustancial de las fotografías de ese archivo, que
tiene por lo menos un siglo de antigüedad, ha sido restaurada en el marco de un
proyecto de conservación patrimonial del Espacio Simón I. Patiño.
Más de 170 fotografías, la mayor parte de negativos en
vidrio, han sido sometidas a un trabajo científico de restauración y
conservación. El conocido fotógrafo Vassil Anastasov ha tenido a su cargo el
componente técnico de este trabajo. Los negativos y las copias existentes en el
archivo han sido protegidos siguiendo normas de conservación internacionales y
se han hecho nuevas copias, atendiendo cuidadosamente los parámetros de los
‘originales’, que ahora, debidamente enmarcadas, pueden ser vistas por el
público interesado.
“Una de las líneas de acción del Espacio Simón I. Patiño
—dice su directora Michaela Pentimalli— es contribuir con proyectos a la
preservación y difusión del patrimonio histórico del país”.
Hay antecedentes de esta línea de trabajo del Espacio Simón
I. Patiño. En abril de este año, este centro cultural expuso una serie de 120
fotografías del Archivo Franciscano de Tarija sobre los viajes por Bolivia de
monseñor Rodolfo Caroli entre 1917 y 1920. Caroli fue enviado por el Papa para
reorganizar la Iglesia Católica en Bolivia.
La fotografía es fundamental en la conservación de la
memoria histórica y para la investigación. “Es fundamental —dice Pentimalli—
porque congela, de alguna manera momentos de la historia, tanto colectiva como
personal y familiar”.
Efectivamente, en las fotografías del archivo de la casa
Patiño de Oruro se han fijado imágenes de sus minas, en el momento de su gran
despegue económico y tecnológico, y retratos colectivos de los empleados y
trabajadores de la empresa. Pero también en esas fotografías han quedado
grabadas muchas imágenes de la vida privada de la familia Patiño. “Es un
material —dice Pentimalli— que servirá para estudiar la historia de Patiño
desde ópticas diferentes y multidisciplinarias: la historia económica, social y
política, pero también este material permitirá investigar una parte de la
historia de la fotografía en Bolivia”.
Las fotografías han sido restauradas y se han creado las
condiciones materiales para su adecuada conservación. El trabajo inmediato que
deberá emprenderse es establecer mediante una investigación el origen de las
fotografías, las fechas en las que fueron tomadas, la identidad de los
fotografiados, pero también de los fotógrafos.
Muchas provienen de un álbum, presumiblemente encargado por
el propio Patiño para mostrar diversas facetas del desarrollo de su empresa,
tanto de sus minas como de sus emprendimientos financieros. Y junto a estas
fotos empresariales hay documentos de las formas del trabajo y de la vida de
los mineros.
En el ámbito familiar, en el archivo conservan, entre muchas
otras, fotos del entierro del hijo mayor de Patiño —René— muerto a temprana
edad. También hay imágenes de la celebración de un cumpleaños infantil y de la
sala de juguetes de los hijos del magnate.
Quien viaje a Oruro puede ahora incluir en su itinerario una
visita a este archivo que guarda la memoria visual del estaño.
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