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MORIR Y VIVIR EN TACNA, 1879-1880



Por: Gustavo Rodríguez Ostria

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 "No recordamos las cosas
porque ellas nos hayan interesado,sino que nos interesan por el recuerdo que ya tenemos de ellas".
Eugeni d`Ors,                            

    Tacna, ciudad ubicada a orillas de río Caplina, tenía una larga relación con la actual Bolivia que se remonta al periodo pre incaico, como es posible comprobar por la toponimia. La “Ciudad Heroica” era igualmente emblemática para Bolivia y el Perú. Allí, el 1 de mayo de 1837, se aprobó la “Ley Fundamental de la Confederación Perú-Boliviana” por un congreso de nueve plenipotenciarios en representación del trío de estados que integrarían la Confederación: Bolivia, el Sur y el Norte de Perú.

Por otra parte fueron numerosos los políticos bolivianos que alguna vez se refugiaron en su seno escapando de represalias en su país. Pero lo que más caracterizaban los nexos entre Tacna y Bolivia era su relación económica, tanto la que generaba ella misma, como el tránsito de la procedente de Arica de productos importados de “Ultramar” o los exportados a Europa desde las minas bolivianas. Por Tacna pasaban también de los vinos elaborados en los valles de Moquegua. Diversas casas comerciales alemanas, inglesas, francesas e italianas se ocupaban del traslado de productos y también había empresas bolivianas, que usaba arrieros indígenas que iban hacia Oruro y La Paz. La joven Sara Neuhaus, residente en Tacna, lo diría así: “El comercio con Bolivia era intenso, transportándose las mercaderías en mulas a las cuales se les daba el nombre de “pianeras” porque podían cargar unos pianos divididos en dos partes”.

El miércoles 30 de abril de 1879 el grueso de las tropas bolivianas, unas seis mil plazas, ingresó marcial a esa engalanada y eufórica urbe, que los recibió como sus defensores ante la amenaza chilena. Un partícipe, el joven boliviano José Vicente Ochoa, relató el entusiasmo que produjo la incorporación boliviana: “Desde el amanecer de hoy fluía la muchedumbre a la calle de la entrada, adelantándose a porfía a encontrar el ejército. (...)El bello sexo tacneño enviaba de los balcones y ventanas ramilletes de flores.(…)A pocas cuadras de la entrada se elevaba una elegante portada, puesta en honor del ejército boliviano por la colonia boliviana residente en esta (ciudad)”.  

Tacna al filo de la guerra tenía unos 10 mil habitantes que se incrementaron quizá en una vez y media vez cuando las tropas peruanas y bolivianas se asentaron en esta población de casas bajas y calles rectas. Ello produjo problemas de abastecimiento, pese a que Tacna se hallaba rodeada de un fértil valle. La situación se hizo más complicada cuando la armada chilena bloqueó el cercano puerto de Arica dificultando el arribo de productos importados y luego que ocupó el territorio de Tarapacá ruta de paso del ganado vacuno procedente del norte argentino. La coca, que venía desde los yungas de La Paz, de alto consumo entre oficiales y tropa, continuó llegando empero sin interrupción. .

Muchos bolivianos y bolivianas, incluyendo a sus vástagos de ambos sexos, murieron en el poblado peruano, no por efecto directo de la confrontación bélica o de las balas, sino alcanzados por tercianas, viruela, la tisis, pulmonía y tuberculosis, un enemigo invisible pero igual de letal. Se hallaban expuestos a las condiciones insalubres del agua, a la aglomeración de la vivienda, la mala calidad alimentos y su deficiente proceso de cocina, a la suciedad y la escasa limpieza pública y privada, como la carencia de un adecuado sistema hospitalario y médico.

Sin embargo, vivir en Tacna fue una nueva experiencia para hombres y mujeres arrancados por la guerra de sus hogares y su vida cotidiana. Por una parte estaba la novedad del tren a vapor que unía la ciudad con el puerto artillado de Arica. La gran mayoría nunca habían visto y menos viajado transportados por una locomotora. El recorrido tardaba entre dos horas y media y tres para recorrer 62 kilómetros. Cuando Chile bloqueó el puerto, el viaje se hizo peligroso y tuvo que hacerse de noche para eludir los proyectiles que caían cerca de la vía férrea. Pero nada detuvo a curiosos y curiosas. Ir para Arica significaba además otra atracción: el mar. Estaban dispuestos a morir por defender los puertos peruanos y bolivianos y pero antes de cruzarse a tiros con sus adversarios, querían  ver, como si fuese un derecho, las playas, las olas y las aguas azules e infinitas.

(Foto de la antigua Tacna).

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